Ayer mismo, en otro foro también de una altura intelectual envidiable, y lo digo en serio, se hablaba de la escritura, de la edición de libros, de lectores, etcétera. En fin, todas estas cuestiones que nos interesan a un puñado de locos de la escritura.
¿Por qué escribo?
Desde antes de los dieciséis años, uno de mis pasatiempos preferidos ha sido leer y pensar historias que a mí se me ocurrieran y que otros pudieran leer. No encuentro un mejor modo de relacionarme con el mundo, el mundo de ayer, el de hoy, incluso el de mañana. No sólo se trata de pasear por paisajes que acaso nunca pisaré, ni siquiera se trata de vivir aventuras (o desventuras) que por suerte (o por desgracia) en mi existencia nunca disfrutaré (o sufriré), algo más me empuja, me obliga, una fuerza que me parece imparable.
Quizá, como tengo escrito en el perfil que hice de mí mismo en este bloc cibernético, si después de tantos años no he llegado nada más que hasta aquí, es que mi calidad como escritor deja mucho que desear. Ya ni siquiera lo digo con pesar o con la boca pequeña. Se trata de una realidad, de la mía. Me he de conformar con lo que tengo, que no es poco, disfrutar de quienes me queréis y de lo que hago, que es mucho, y continuar adelante, siempre con la mirada puesta en el horizonte. Cada uno tiene su propio momento. Quizá el mío pasó, pero como no lo sé, continuaré intentándolo.
El ejercicio de la literatura, como la de cualquier arte, tiene algo de sacerdocio laico. Exige de una dedicación elevadísima, no diré que exclusiva, ni excluyente, pero casi. Aún así, quiero decir, aunque uno dispusiera de tanto tiempo o tanta inspiración como para dedicarse a esta tarea a modo de profesión que le proporcionara el sustento, la simple dedicación absoluta a esta tarea no garantiza el éxito, ni mucho menos la calidad. Sin contar con que no todos los días el cuerpo está para fiestas, sin contar con que no todos tenemos los mismos gustos, y en materia artística más aún, y solemos decir que nos gusta aquello con lo que nuestro modo de ser mejor se acomoda.
Pero aún así, todo lo que vengo diciendo no explica la verdadera causa por la que un ser humano siente pasión por esta actividad que acaba por ser peligrosa sustancia que se inyecta en sangre.
Quizá sólo haya una respuesta posible, una que satisfaga un poco: la escritura es el mejor modo que he encontrado para conocerme, para conocer cuanto me rodea, para explicarme y para entender. En medio del caos que es este mundo, el ser humano necesita de referencias para que el vértigo y la vorágine en la que vivimos no devore su existencia. Cada uno lo hace a su modo, el que mejor le sirva a su manera de ser; y si hay honestidad en la tarea son dignos y respetables todos los caminos.
Cuando escribí el inédito, como tantos otros, Autorretrato de un escribidor, hacia su final sostenía que la necesidad que tiene el ser humano de contar y escuchar historias proviene de la oscuridad de los tiempos, de ese remotísimo pasado en el que probablemente el hechicero de la tribu o del clan asumía en sí al sacerdote, al profeta, al médico y al escritor (o narrador oral). Sobre sus hombros caía la responsabilidad de relatar las tradiciones antiguas, cantar las gestas contemporáneas, contactar con la divinidad, explicar los deseos de ese dios invisible y poderoso, e incluso el poder de sanar las enfermedades, todas ellas con un componente 'espiritual' muy elevado.
Con el tiempo, cada una de estas facetas acreció de tal modo que se hizo imposible que en una sola mente cupiesen todas esas cualidades y nacieron los filósofos y los médicos y los poetas y los narradores y los juglares...
El ser humano nunca se ha desembarazado (ni puede hacerlo) de convertir en historias las ideas que explican (o confunden) el mundo. Y no se ha desembarazado porque cuando lo haga se habrá extinguido nuestra extirpe. En el fondo, una película, un vídeoclip, un cómic, cualquier otro modo de expresión, tiene como fin transmitir una historia, una vivencia, una idea, un sueño.
Esta es nuestra grandeza, esta es nuestra miseria, por ello vivimos y por ello moriremos.
2 comentarios:
tu momento esta por llegar!
Gracias, Chus. Mi momento ha llegado y sois vosotros. Esto es lo mejor que me puede pasar, es a lo que puede aspirar cualquier escritor, que haya quien le lea. El número es un añadido.
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