Ayer por la tarde salí a pasear un poco, más que nada para que las telarañas de mi cabeza encontraran una buena escapatoria y me abandonaran. Tenía pensado un itinerario tranquilo, y tomé Ezequiel González hacia abajo, camino del Alcázar. Al pasar junto al escaparate de Antares, como siempre, me detuve.
Huele este escaparate a regalo navideño, al igual que el de cualquier comercio con independencia de su especialidad. Se dice que uno de los regalos que se verá beneficiado por esta crisis es el libro, ya que su precio, aunque sea caro, todavía es accesible para la mayoría de los bolsillos. Quizá sea por eso, o porque cada año sucede lo mismo, el caso es que el escaparate, ya digo, huele a obsequio seguro. Los vampiros jóvenes y hermosos toman posiciones, las biografías de hombres y mujeres populares no les tienen miedo a sus colmillos ensangrentados, las firmas con más pedigrí se muestran seguras, los últimos premios sonríen ufanos, sabedores de su potencia, los cocineros y los expertos en bricolaje también se abren paso, buscan y encuentran lugar preferente en el ventanal. ¿La literatura...? Corramos un tupido velo.
Ahora me paro menos ante este escaparate. Desde que Chema nos dejó de ese modo tan poco probable para su aparente modo de ser, me da como un no sé qué que mezcla escalofrío y desasosiego. Con Chema, como tantos aficionados a los libros, a lo largo de los años mantuve múltiples conversaciones acerca de lo divino y de lo humano, de lo lírico y de lo épico, de la prosa y el verso, de lo verdadero y de lo falso, en fin de todo lo que pueda afectar al ser humano.
Cuando se instaló, supongo que muchos os acordaréis, lo hizo en el piso bajo de unas galerías comerciales que se abrieron mediada la década de los ochenta. Blanca y Chema ubicaron en aquel sótano una librería que para la época era radical, casi extremista, dedicada a cuestiones relacionadas con ecologismo, vida sana, medicina alternativa, naturaleza, guías de campo, senderismo… En fin, cosas que ahora forman parte de nuestra rutina, pero que en aquel momento, al menos en Segovia, era esnob.
Como sucede con todos los comercios en Segovia (incluso este tipo de comercios, supuestamente especializados), si se ubican en los bajos de cualquier inmueble, es decir, cuando hay que descender escaleras para acceder a ellos, nunca tienen éxito y acaban por tornarse un fracaso. Este era el camino natural de Antares, pero tuvo la suerte de encontrar o poder pagar un local más bien estrecho y largo, frente a la Estación de Autobuses, nada menos, casi al lado de donde están esas galerías, que ahora son un lugar de locales vacíos. Esto, obviamente, convirtió al negocio en algo sólido y probablemente próspero. No digo yo que se hiciera millonario, eso no entra en lo probable cuando hablamos de librerías en Segovia, pero sí más que suficiente.
Chema era un tipo serio, casi adusto, a primera vista. Y a segunda. Ya a partir de la tercera, de vez en cuando, se encontraba en su mirada rastro de cierta ironía. Nunca me pareció un dechado de felicidad ni siquiera de alegría (lo que debe ser común en el gremio de los libreros, acaso contagiados por la supuesta trascendencia del material con el que trabajan [ay, si ellos supieran]), a veces se le adivinaba un aire de romántico trágico y extremoso, pero quizá, sea muy fácil decir esto ahora, después de lo que ocurrió.
El caso es que estaba en estos pensamientos, cuando llegaron a mi vera Ignacio Sanz y Claudia de Santos. Ignacio me comentó que le ha llegado al taller un sobre de mi procedencia que no ha podido abrir aún. Es el cuento de Navidad, obviamente. Claudia, en silencio, no dejaba de escrutarme con sus intensísimos ojos negros, carbón ardiente, mientras la voz honda de Ignacio me preguntaba si presento mis escritos acá o allá.
Le dije la verdad: 'No, a ninguna parte, para qué; en todos lados, hasta ahora, para publicar algo me piden dinero y no estoy por la labor, no por nada, sino porque mi situación no es boyante'. 'Además', rematé, 'Puestos a dar dinero a alguien, prefiero editarlo por mi cuenta, como he hecho hasta ahora con casi todo lo mío. No sólo controlo el proceso, sino que lo hago como me parece y no va a tener peor distribución. El que llegue a más lugares no es sinónimo de que se venda más, aunque parezca una contradícción'.
Me volvió a ofrecer la plataforma de la Tertulia de los Martes, pero con una condición, que el original no sobrepase los ciento cincuenta folios, pero no como yo los envío, sino como supuestamente se envían a cualquier editorial: a doble espacio y con un tipo de letra más próximo al catorce que al doce. Y, además, tampoco me podía garantizar nada, pues la comisión de lectura la componen cinco personas con un alto nivel, supongo.
Lo llevo claro, pensé. Y seguí a lo mío.
Cambié el itinerario, pues ellos, parece, llevaban el que en un principio había pensado para mis piernas, y me ahogué entre la multitud que a esas horas copaba Fernández Ladreda y la Calle Real. Es el sábado anterior a la Navidad. Hay crisis, pero hay que regalar. Todos los comercios estaban repletos.
Huele este escaparate a regalo navideño, al igual que el de cualquier comercio con independencia de su especialidad. Se dice que uno de los regalos que se verá beneficiado por esta crisis es el libro, ya que su precio, aunque sea caro, todavía es accesible para la mayoría de los bolsillos. Quizá sea por eso, o porque cada año sucede lo mismo, el caso es que el escaparate, ya digo, huele a obsequio seguro. Los vampiros jóvenes y hermosos toman posiciones, las biografías de hombres y mujeres populares no les tienen miedo a sus colmillos ensangrentados, las firmas con más pedigrí se muestran seguras, los últimos premios sonríen ufanos, sabedores de su potencia, los cocineros y los expertos en bricolaje también se abren paso, buscan y encuentran lugar preferente en el ventanal. ¿La literatura...? Corramos un tupido velo.
Ahora me paro menos ante este escaparate. Desde que Chema nos dejó de ese modo tan poco probable para su aparente modo de ser, me da como un no sé qué que mezcla escalofrío y desasosiego. Con Chema, como tantos aficionados a los libros, a lo largo de los años mantuve múltiples conversaciones acerca de lo divino y de lo humano, de lo lírico y de lo épico, de la prosa y el verso, de lo verdadero y de lo falso, en fin de todo lo que pueda afectar al ser humano.
Cuando se instaló, supongo que muchos os acordaréis, lo hizo en el piso bajo de unas galerías comerciales que se abrieron mediada la década de los ochenta. Blanca y Chema ubicaron en aquel sótano una librería que para la época era radical, casi extremista, dedicada a cuestiones relacionadas con ecologismo, vida sana, medicina alternativa, naturaleza, guías de campo, senderismo… En fin, cosas que ahora forman parte de nuestra rutina, pero que en aquel momento, al menos en Segovia, era esnob.
Como sucede con todos los comercios en Segovia (incluso este tipo de comercios, supuestamente especializados), si se ubican en los bajos de cualquier inmueble, es decir, cuando hay que descender escaleras para acceder a ellos, nunca tienen éxito y acaban por tornarse un fracaso. Este era el camino natural de Antares, pero tuvo la suerte de encontrar o poder pagar un local más bien estrecho y largo, frente a la Estación de Autobuses, nada menos, casi al lado de donde están esas galerías, que ahora son un lugar de locales vacíos. Esto, obviamente, convirtió al negocio en algo sólido y probablemente próspero. No digo yo que se hiciera millonario, eso no entra en lo probable cuando hablamos de librerías en Segovia, pero sí más que suficiente.
Chema era un tipo serio, casi adusto, a primera vista. Y a segunda. Ya a partir de la tercera, de vez en cuando, se encontraba en su mirada rastro de cierta ironía. Nunca me pareció un dechado de felicidad ni siquiera de alegría (lo que debe ser común en el gremio de los libreros, acaso contagiados por la supuesta trascendencia del material con el que trabajan [ay, si ellos supieran]), a veces se le adivinaba un aire de romántico trágico y extremoso, pero quizá, sea muy fácil decir esto ahora, después de lo que ocurrió.
El caso es que estaba en estos pensamientos, cuando llegaron a mi vera Ignacio Sanz y Claudia de Santos. Ignacio me comentó que le ha llegado al taller un sobre de mi procedencia que no ha podido abrir aún. Es el cuento de Navidad, obviamente. Claudia, en silencio, no dejaba de escrutarme con sus intensísimos ojos negros, carbón ardiente, mientras la voz honda de Ignacio me preguntaba si presento mis escritos acá o allá.
Le dije la verdad: 'No, a ninguna parte, para qué; en todos lados, hasta ahora, para publicar algo me piden dinero y no estoy por la labor, no por nada, sino porque mi situación no es boyante'. 'Además', rematé, 'Puestos a dar dinero a alguien, prefiero editarlo por mi cuenta, como he hecho hasta ahora con casi todo lo mío. No sólo controlo el proceso, sino que lo hago como me parece y no va a tener peor distribución. El que llegue a más lugares no es sinónimo de que se venda más, aunque parezca una contradícción'.
Me volvió a ofrecer la plataforma de la Tertulia de los Martes, pero con una condición, que el original no sobrepase los ciento cincuenta folios, pero no como yo los envío, sino como supuestamente se envían a cualquier editorial: a doble espacio y con un tipo de letra más próximo al catorce que al doce. Y, además, tampoco me podía garantizar nada, pues la comisión de lectura la componen cinco personas con un alto nivel, supongo.
Lo llevo claro, pensé. Y seguí a lo mío.
Cambié el itinerario, pues ellos, parece, llevaban el que en un principio había pensado para mis piernas, y me ahogué entre la multitud que a esas horas copaba Fernández Ladreda y la Calle Real. Es el sábado anterior a la Navidad. Hay crisis, pero hay que regalar. Todos los comercios estaban repletos.
En las librerías no me fijé, ¿para qué?.
4 comentarios:
En realidad es una suerte no vivir de ello.
Pobre gente, la que tiene que sacar tantos libros cada tanto tiempo o que tiene que escribir de este u otro tema.
¿No crees?
Coincido con S.C. los artistas tenemos la fantasía de vivir de nuestro arte. Yo he tenido la oportunidad y la he usufructuado hasta que me dí cuenta de que ser un profesional del arte me obligaba a dejar de ser un artista, así que, fui acomodando los tantos como para dejar de padecer las obligaciones del mercado y la suma de cabrones que pululan en torno a él.
Ahora liberado hago lo que tengo en ganas cuando me vienen y siento una libertad que me facilita, mas que nunc, la creación.
Pero no vine a hablar de esto y me encontré con el comentario de S.C. que también anda medio cabreao porque se siente oblgado, compulsado...me solidarizo con él.
Nada, era para decirte que con esto de las fiestas recibo mas de lo habitual llamados telefónicos y e-mails. Debo decirte que desde Ibiza, una amiga del alma te manda saludos y respetos ha entrado en tu Pavesas.. y también de la Pcia. de Buenos Aires, Pilar para ser exactos hay una pareja de amigos que comunicados con Monique, mi pareja pareja,le han comentado de seguir las cuitas de ambos en tanto diálogo y por separado en cada uno de los blogs. Ves que por mas que algunos crean que no sirve de un cuerno, hay ávidos lectores que se enganchan y lo único que reclaman es que seamos sinceros y nos entreguemos con todo el esfuerzo y empeño con que lo hacemos.
Abrazo
Adrián
ah! Y no te olvides que me has dejado destinado a permanecer inmovilizado en la sombra redonda de un farol al que han acudido, ya deasiados canes a mear. Por Dios haz que esa sombra tuya que te anda sobrando y que no sabes que hacer con ella que, como dije,en un acto corporativo y solidario, pues me pase a buscar a ver que onda en el próximo capítulo.
O es que lo tienes decidido y postergado para después de las fiestas?
Si es que internet lo permito, porque llevo una tarde que es de locos, así que he opotado por escuchar fútbol y charlar y preparar el viaje, os contesto a ambos.
Vale, de acuerdo, es una suerte poder no vivir del asunto creativo.
Hace tiempo que dejé de soñar con ello. Pero, diantres,
para qué se escribe o se pinta. ¿Nos tendremos que conformar con darlo a los amigos? A lo mejor sí, no lo sé. Quién lo sabe.
Por otro lado, me alucina y agradezco que alguien desconocido me siga. Esto me llena de ilusión y me da ánimos. En serio. Gracias a todos los que os metéis por estos andurriales, aunque no dejéis ni una huella. Ni siquiera el rastro de vuestra valoración.
Respecto de la sombra, pues verás, tengo algo en la cabeza, pero ya irá saliendo. No sé si todas las fiestas, pero al menos hasta nochevieja casi seguro que no habrá nada nuevo. Creo que bajaré el ritmo un poquillo, más que nada porque me imagino que no tendré tanto tiempo.
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