martes, 16 de diciembre de 2008

ADRIÁN DORADO

La velocidad del día es tanta, que entre una respiración y otra ha cambiado todo o casi todo.
La otra tarde le decía a Marián que mi intención es publicar sólo una entrada al día en este bloc cibernético. Es preferible, creo, dejar que cada una de estas reflexiones ocupen la cabecera de esta página unas cuantas horas, más o menos veinticuatro, de tal manera que cuantos, más o menos, os asoméis a esta ventana, podáis leer lo mismo en primer lugar.
Pero no siempre es posible.
Esta mañana, después de colgar el relato que está un poco más abajo, (¿por qué creéis que es autobiográfico? No, no seáis mal pensados), he visto un poco más abajo, a la derecha, que Adrián Dorado había titulado su última entrada con mi nombre.
Uno, lleva abrumado todo el día por tal detalle:
Pincho en su página, veo su rostro de mirada ardiente y penetrante y oscura, con esa sombra de sonrisa de niño travieso que todavía le dura después de los años, y abajo, un poco más abajo, contemplo la fotografía de nuestro Acueducto, que es de todos los humanos, en el fondo, y me da un no sé qué.

http://www.adriandorado.blogspot.com/

No hay comentarios: