viernes, 19 de mayo de 2023

Cien años de distancia, misma intensidad (En el Pinarillo un siglo más tarde)

Acabábamos el acto, objeto de esta entrada, cuando César (que merecería un relato por sí mismo, como podéis escuchar aquí) nos acercó a los que por allí quedábamos una reproducción de la primera página del número 421 de El Adelantado de Segovia publicado el 19 de mayo de 1923. 

Transcribo aquí las primeras líneas de la crónica sin firma:
Reproducción de El Adelantado de Segovia
 de 19 de mayo de 1923
(Obsequio de la librería El Torreón de Rueda)
LA FIESTA DE AYER EN EL PINARILLO
OFRENDA ADMIRATIVA AL POETA ANTONIO MACHADO
LOS POETAS JÓVENES A UN MAESTRO

Hacía tiempo que los más distinguidos poetas de la Corte querían testimoniar a su maestro, el insigne Antonio Machado que honra a Segovia residiendo en ella y sienten por sus brillantísimo trabajos literarios de fama mundial, viniendo a visitarle y honrándose, comiendo en su grata y amenísima compañía

Estos hermosos días de primavera que aquí disfrutamos eran los más a propósito para esa excursión y ayer fue el designado para efectuarla, trasladándose a nuestra ciudad en caravana artística desde Madrid algunos de los discípulos más incondicionales del ilustre y sublime homérida, y otros que siguen atentamente con verdadera devoción sus triunfos artísticos extraordinariamente grandiosos

Perspectiva de los asistentes al Homenaje de 2023, escuchando a Carlos Álvaro.
©
Miguel Ángel Fernández El Adelantado de Segovia 19 de mayo de 2023

Pues bien, ayer mismo, justo cumplido un siglo cabal de tal fecha, la Real Academia de San Quirce había organizado un homenaje a don Antonio aprovechando el centenario. Y para este acto Juan Antonio del Barrio me había pedido mi colaboración. A los pocos días nos envió una imagen del cartel y un texto en que se explicaba un poco más pormenorizadamente en qué consistiría el acto y añadía como colofón su sentido último que no me resisto a transcribir aquí:

Imagen del cartel
Conscientes del valor de la poesía, como lenguaje insobornable e instrumento de conocimiento, y por su capacidad de placer estético, la Academia de San Quirce propone este acto poético. La reunión de 1923 se produjo como reconocimiento al maestro y gratitud por su trayectoria poética. Pero es interesante recordar que fueron los poetas jóvenes quienes propusieron este homenaje al maestro. Independientemente de que algunos de ellos ya estuvieran caminando por tendencias estéticas próximas al vanguardismo, superadoras del Modernismo, desearon y necesitaron dialogar con el veterano Machado y expresarle su admiración. A Bacarisse se unieron, desde Madrid, Pedro Salinas, Fernández Ardavín, Juan Chabás y el filósofo y escritor Romero Flores. Ya en Segovia acudieron José Rodao, Gabriel J. de Cáceres, Santos Blanch, Fernando Arranz y algunos hombres más, profesores, tertulianos, intelectuales, amigos..., hasta ser aproximadamente unos 25 o 30. 
La poesía, y la cultura en general, crecen con diálogos serenos entre personas de distintas disciplinas, tendencias, pensamientos y generaciones. Reconocer el valor de cada poeta y de cada idea es una señal de humildad y de bonhomía. Don Antonio Machado, que entonces estaba en plena elaboración de su libro Nuevas Canciones y en ejercicio maduro de su actividad docente, escribió, en carta a Bacarisse el día siguiente al homenaje:
"Nunca me he sentido ni más feliz ni más acompañado ni más hondamente satisfecho que entre ustedes". 
Queremos evocar la profunda cordialidad de los versos de Machado a la luz del atardecer segoviano, para celebrar que la poesía sigue siendo palabra verdadera, belleza y pensamiento auténticos.

A pesar del frío (una de las diferencias más evidentes respecto de lo que sucedió hace cien años, según corroboran varias fuentes), allí nos congregamos un grupo de personas amantes de la obra y la vida del poeta hispalense. Tras la presentación general del acto que corrió a cargo de Juan Antonio (conocido por Juancho en toda Segovia) que dio el tono general a todo lo que sucedió: distensión, sencillez, emoción, y antes de que los escritores invitados a participar con sus textos y/o testimonios personales, tomásemos la palabra, el periodista de El Norte de Castilla y académico de San Quirce, Carlos Álvaro, nos deleitó con una crónica de las suyas, donde relató con la precisión habitual cómo se gestó el almuerzo homenaje, qué repercusión tuvo, quiénes acudieron y quiénes no. Es decir, puso en contexto al público asistente acerca de lo que allí íbamos a conmemorar. Nos contó todo aquello en unos pocos minutillos y citó, que yo recuerde ahora mismo, tres o cuatro periódicos de aquellos días de hace 100 años. Hasta supimos que el almuerzo de hace un siglo consistió en cordero asado al estilo de Sepúlveda y arroz con leche. Estoy seguro de que sin esa intervención suya, nada de lo que después se escuchó habría sonado del mismo modo ni habría tenido el mismo sentido. 


El periodista y académico Carlos Álvaro, con un folio en la mano, lee su crónica.
©
Antonio Tanarro El Norte de Castilla 19 de mayo de 2023

A continuación, fuimos tomando la palabra cada uno de los escritores invitados. Unos y otras, en todos los casos, y antes de cualquier cosa (en mi caso fue lo único), contamos por qué don Antonio es tan importante para nuestra obra (supongo que también de alguna forma para nuestra vida). Y es que en esta ciudad, como ya sé desde hace tiempo y pude volver a confirmar ayer, el influjo de Machado tiene mucho que ver con la huella que dejó en tantos su bonhomía. Abundan los segovianos que pueden referirse a él con anécdotas o comentarios procedente de algún antepasado que tuvo algún contacto con él, en el aula, en la calle, en el café. Por eso (esto es teoría personal sin base alguna), la prohibición que el Franquismo hizo de citar su obra fue bastante menos eficaz en nuestra tierra. Doce años, si uno no se encierra, dan para mucho, desde luego. 

No dispongo de los textos ni de la autorización de sus autores para poder recogerlos aquí, así que me limito a dejar testimonio de su intervención.

Carmen Truchado, maestra y poeta, abrió la ronda de intervenciones. Después de testimoniarnos el constante estudio y lectura de la obra de Machado, recitó un poema de su nuevo libro que está a punto, según nos anunció, de llegar a las librerías. Se trata de una obra que recoge sus glosas sobre la obra de don Antonio.

David Hernández Sevillano, poeta de hondo verso que ha recibido premios notables, como podéis comprobar, nos reveló algunas de sus reflexiones inducidas por la poesía de don Antonio de quien dijo fue el primer poeta a quien quiso plagiar y después nos leyó un poema de su libro El reloj de Mallory donde reflexiona sobre la distancia entre los cuerpos, sobre el amor, sobre el poeta y el poema.

Ignacio Sanz escritor sobradamente contrastado y conocido, a quien he tenido el gusto y el honor de editar un par de veces (María, ojos de lechuza y La sombra del pantano), nos regaló un relato breve en que resaltaba la importancia del contacto con los poetas a partir de una anécdota protagonizada por el narrador.

Cristina Guerra, escritora y profesora de Lengua y Literatura (entre otros miles, fui alumno suyo), tras emocionarnos con su experiencia personal sobre Machado, nos leyó una página de su novela Que pasa como una sombra sobre el influjo del poeta en un exiliado español, profesor de castellano en Francia. Una de sus anteriores novelas, La solitaria luz de las estrellas fue reseñada en este mismo blog, como podéis comprobar aquí.

Luis Llorente, poeta, licenciado en Filología Hispánica por la universidad de Salamanca, antes de leernos uno de sus magníficos poemas, explicó, no sólo la influencia del poeta cantor de Castilla y su hondura en su obra, sino cómo su poesía ha ido calando y nutriendo la poesía de nuestro país, muy especialmente en la generación del 50 (Ángel González, Claudio Rodríguez, Gil de Biedma...).

Maribel Gilsanz, escritora, poeta, artista visual, a quien también he tenido el placer y honor de editarle su novela Autorretrato postalnos contó cómo su pasión por Antonio Machado le viene desde la misma infancia a fuerza de escuchar recitar sus poemas a su hermano mayor, antes de leernos unos poemas breves (tanto en extensión como en métrica) camino de la reflexión.

Después leí mi texto, que más abajo publico.

Para acabar el emotivo homenaje, Jesús Hedo (no sin antes habernos señalado una planta de verbasco pegada al suelo, junto a nosotros, aún sin flor) leyó el mismo poema que hace un siglo leyó por primera vez don Antonio En tren. Flor de verbasco y que publicó en Nuevas Canciones al año siguiente bajo la siguiente dedicatoria: "A los jóvenes poetas que me honraron con su visita en Segovia".

Así nos lo cuenta la Academia de San Quirce: Seguid el enlace


Al finalizar el acto de izquierda a derecha: Carmen Truchado, yo mismo,
Juan Antonio del Barrio, Cristina Guerra, Maribel Gilsanz, Ignacio Sanz,
David Hernández, Carlos Álvaro y Luis Llorente. ©
Diego Conte Bragado

Este es mi texto:

Pinceladas de autorretrato

Ahora que el azul Guadarrama suele ser mi horizonte vespertino, contaré por qué he querido siempre que sus versos, aves de altos vuelos, nutrieran los míos, pájaros de asfalto. Ahora que tantas tardes camino junto al Eresma, donde el apócrifo Andrés Santayana iba a leer su Biblia, sueño que mis gafas son las que volaron de su estuche y ocupan el balcón de mi mirada, para con ellas poder leer la mía y otear más lejos y contemplar más hondo a quien conmigo va. Bajo esta luz de ocaso explicaré, por qué he anhelado siempre que la poesía ética y cívica, honda y emocionada, cristalina y solidaria de don Antonio, fuera parte principal de mis cimientos. Reconozco que, incluso alejado de su estética, abracé siempre su ética y creí que solo tiene sentido el poema si lo humano late en su entraña, porque 

«El ojo que ves no es
 ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve».

He intentado, no he podido o no he sabido, escribir un poema para esta tarde de mayo, 

torres de Segovia, cigüeñas al sol

Así que, mientras sigo soñando caminos de la tarde, he escrito cinco pinceladas para un autorretrato…

La primera se cubre de color de amanecer. Cuatro meses antes de mi décimo sexto cumpleaños: el seis de febrero de 1978, está fechada la dedicatoria del ejemplar de sus Poesías completas que me regaló y dedicó Cándido, dueño del restaurante donde trabajó siempre mi padre, quien me contaba anécdotas atribuidas al poeta, de esas que vagabundean por la ciudad ¿apócrifas o reales? El Mesonero había visto mi primera poesía publicada en el Adelantado de Segovia, cuyo único valor refulge aún bajo mi nombre: 15 años. Cándido, al leerla, encargó las Poesías completas de Machado en la librería Herranz entonces en la calle San Francisco. Sin revelar nada a mi padre, le pidió que me llamase. Recorrí el puñado de metros que unía nuestra casa y el Mesón, donde nos esperaba su oronda mirada, su sagaz sonrisa. Me dio, y no hubo más, el libro que desde entonces me acompaña. Aún hoy, con más o menos asiduidad, recorro su territorio, 

verso a verso, golpe a golpe.

La segunda pincelada lleva pigmento de sombra. 

«Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una»

Me gustaría afirmar esto mismo de mis poemas, pero no estoy seguro de haberlo conseguido. A veces soy indulgente conmigo mismo y achaco a la curiosidad mis incursiones en terrenos pantanosos, herméticos y oscuros: mera bisutería, fuegos artificiales, oropeles huecos. Pero quizá no sea inocente, pues el relumbre del relámpago ciega los ojos y apaga la luz de las estrellas y concita la atención.

¿De qué color vestiría la tercera pincelada que debe descubrir la emoción de los días de junio de 2004, otra vez su nombre bordoneando en mi pecho? Fue ese un año de zozobra. Todo parecía hundirse y hallé el puerto seguro de las letras como refugio para evitar mi naufragio. Concluí el libro de relatos, Cuentos de Euritmia, y decidí publicarlo. Por razones que ahora no vienen al caso, acabé conversando con Clara Luquero, concejala de Cultura entonces. Charlábamos del libro y dónde presentarlo. De pronto, mientras yo hablaba, se iluminó su rostro. A ella se le ocurrió la idea que me conmovió hasta el temblor y el escalofrío (describo literalmente la reacción de mi cuerpo, convulso de felicidad). “¿Qué te parece el jardín de la casa de Antonio Machado?”, preguntó. No hicieron falta palabras para mi respuesta, no necesité explicar que, para ese libro, quizá para cualquiera mío, era el lugar, y no sólo porque un relato fuera protagonizado por don Antonio, o uno de sus heterónimos. Acudí al acto convencido de que el espíritu de aquel hombre, en el buen sentido de la palabra, bueno, me bendeciría. Los vencejos festoneaban con cantos de cristal la tarde. Quizá una treintena de personas escuchó las palabras de Gómez Municio sobre el libro, acaso excesivas. Fue un oasis en medio del sufrimiento. Por eso, desde esos días, y para siempre, en mi corazón mi obra se une al influjo de su nombre.

La cuarta pincelada es sol y sombra. Pasaron los años y continué con mi afán (varios blogs, alguno prácticamente actualizado a diario, tres poemarios, una novela colectiva…). Nunca abandoné ya mis andariveles y no necesitaba revelarlos para que cualquiera que quisiera contemplara en lugar principalísimo su huella. Sin embargo, y esto no me gustaría que hubiera pasado, llegó el silencio. Me acalló una fiera invencible que me robó el tiempo y la ilusión y, a cambió, me llenó de impotencia y dolor, de confusión y cansancio… Cuando, por desgracia, nueve años después, ellos —mi madre, primero, mi padre, después— no requirieron ya de mí, creí que había caducado mi tiempo de versos y relatos. Me convencí de que cuanto tenía que decir —si algo era ello—, estaba dicho.

Quizá me equivoqué y, en realidad, la quinta pincelada debo impregnarla con matices de futuro. Por suerte y por sorpresa, en febrero —otra vez febrero—, me escribió Juancho para pedirme participación en el homenaje que cada año organiza la Academia de San Quirce, a don Antonio, en recuerdo del día de su muerte, exiliado en Colliure, 

estos días azules, este sol de la infancia.
Casi al tiempo, otras tres invitaciones relacionadas con la poesía (Esmeralda, Norberto, David…) repicaron en mi puerta. ¿Debo adivinar en estas llamadas un sendero por recorrer? ¿Debo pensar que aún no he acabado porque hoy es siempre todavía, y porque se hace camino al andar? Sí, desde febrero de 1978, su influjo, su sombra o su presencia han acompañado mi quehacer, sus versos han sido una de las constantes, de mis letras, aún a sabiendas de que son sus versos aves de altos vuelos y los míos, pájaros de asfalto, aún a sabiendas de mi torpe aliño literario.

Leído en el Pinarillo, Segovia. 18 de mayo de 2023
Homenaje a Antonio Machado.
(Centenario del homenaje de los poetas madrileños y segovianos, 1923)


Aquí, con frío, leo mi texto. Detrás, la nuca y espalda de Carlos.
A continuación Maribel, Carmen y David.
Hermosísima foto © Diego Conte Bragado. Gracias

sábado, 1 de abril de 2023

Sus huellas vibran en mi encarnadura

Nuestro padre, Amando Carabias Pascual, murió el pasado 7 de agosto de 2022. Me parece imposible regresar al blog (si es que lo hago de modo más asiduo que en los últimos años), sin dejar testimonio de homenaje y amor a quien dio todo por los suyos. Sirva para ello este poema escrito pensando en él y para él escrito. Fue inspirado por un retrato que de él pintó con su habitual pericia y sensibilidad mi hermano Mariano y que formó parte de la exposición Tocar el humo. 
Su primera versión se incluye en Los andamios de los pájaros editado en 2014 por la sevillana Isla del Siltolá. 
Sea esta entrada mi recuerdo público, porque el privado, sin falta, allega a mí cada día.


Amando Carabias Pascual
 Inauguración de su última exposición de fotografía
(Chañe, Segovia, 2017. Detalle)
 (Foto Mariano Carabias)

Para mi padre, in Memoriam 

Debería escarbar
con crujidos de sangre el peso de los días,
esta pulpa de tiempo polvoriento
con virutas de víbora, 
que invade la extensión inhabitada,
cubriéndola de olvido y llanto,
como la niebla engulle el horizonte,
para así recordar su luz de entonces.

Cuando invierno atavía
su manto con mil hielos y cenizas
y el rostro de la tierra se cuartea
por el frío que lo devora,
cuando sólo se escuchan
truenos de un viento sin sus labios,
alacrán impaciente,
parece que la muerte enseñorea la tierra,
como su emperatriz despótica.
 
Entonces convendría
detener nuestros pasos inciertos,
enramada de puntos suspensivos.
Entonces convendría
aquietar nuestros pensamientos,
globos vacíos, yermos territorios,
y acariciar el fuego de una hoguera,
y que la voz condense las palabras
que se ahondan en el paisaje
para que la torpeza o nuestra inexperiencia
no permitan que la última serpiente
escancie su veneno en el traquido del alma.
 
Sólo su mirar sabio
descubre los latidos invisibles,
sólo su voz gastada por el tiempo
y el silencio desvelan los oráculos,
sólo su gesto de alba
transmite la importancia de un instante:
respiro de una estrella, hontanar de la vida.
 
Cuando convierta en carne mi eslabón,
y mi voz sea gota de océano
que sólo en el océano se escucha,
cuando entienda que existe una sustancia
mucho más poderosa que la mía,
que soy leve porción de una cadena sin fin,
entonces, sólo entonces,
sabré que hay mil palabras
—invierno, oscuridad y hielo,
dolor, niebla y astilla,
ausencia y llanto…—,
que son andariveles de esperanza,
faros para evitar la dentellada
del arrecife en la galerna;
y sabré que esperar la llegada del sol
para hacer de la escarcha agua nutricia,
sólo es el territorio
de la sabiduría y el sudor,
de lágrimas, paciencia y mil caricias,
no de una enciclopedia fría, deshalitada.
 
Retraso la mirada,
me contemplo en su gesto edificante
y allí descubro cómo
sus huellas vibran en mi encarnadura;
huellas hondas que asoman
cuando la juventud se abraza y besa al tiempo en fuga.
Mi senda goza de una sombra amena;
se adivina la luz de su pasado
en igual sembradura de sonrisa
que reaparecerá un día en otro rostro,
viajera en los andamios de los pájaros.
 
La Isla de Siltolá,
Sevilla 2014)

jueves, 9 de marzo de 2023


 Ahora mismo me pongo a escribir casi por accidente, porque mi propio antivirus me dice (me grita en rojo) que Pavesas y cenizas es una página peligrosa... En concreto dice así: "Esta es una página web peligrosa conocida. Es sumamente recomendable que NO visite esta página".

Ha sido por pura casualidad por lo que he retornado a ella, como cuando uno se pone a cazcalear por los cajones del mueble y empieza a encontrar viejos recuerdos: fotos que bostezan de puro aburrimiento, recortes de papel a punto de desintegrarse medio carcomidos por el olvido, una moneda de las rubias pesetas, un dibujo de una de las niñas (entonces)...

Entonces, si hago caso al antivirus y resulta que esta página es peligrosa, nadie vendrá ya por aquí, y podrá ser este otra vez un baúl de recuerdos al que sólo accederé yo...

No sé...

¿Volveré...?

Han pasado casi cuatro años de la anterior entrada. 

Pero no han pasado cuatro años. Han pasado tantas cosas... A lo mejor las que en verdad importan.

¿Volveré...? ¿Os contaré?

Ni yo mismo lo sé.

Botella de náufrago en un mar borrascoso y casi seguro que solitario.