sábado, 1 de abril de 2023

Sus huellas vibran en mi encarnadura

Nuestro padre, Amando Carabias Pascual, murió el pasado 7 de agosto de 2022. Me parece imposible regresar al blog (si es que lo hago de modo más asiduo que en los últimos años), sin dejar testimonio de homenaje y amor a quien dio todo por los suyos. Sirva para ello este poema escrito pensando en él y para él escrito. Fue inspirado por un retrato que de él pintó con su habitual pericia y sensibilidad mi hermano Mariano y que formó parte de la exposición Tocar el humo. 
Su primera versión se incluye en Los andamios de los pájaros editado en 2014 por la sevillana Isla del Siltolá. 
Sea esta entrada mi recuerdo público, porque el privado, sin falta, allega a mí cada día.


Amando Carabias Pascual
 Inauguración de su última exposición de fotografía
(Chañe, Segovia, 2017. Detalle)
 (Foto Mariano Carabias)

Para mi padre, in Memoriam 

Debería escarbar
con crujidos de sangre el peso de los días,
esta pulpa de tiempo polvoriento
con virutas de víbora, 
que invade la extensión inhabitada,
cubriéndola de olvido y llanto,
como la niebla engulle el horizonte,
para así recordar su luz de entonces.

Cuando invierno atavía
su manto con mil hielos y cenizas
y el rostro de la tierra se cuartea
por el frío que lo devora,
cuando sólo se escuchan
truenos de un viento sin sus labios,
alacrán impaciente,
parece que la muerte enseñorea la tierra,
como su emperatriz despótica.
 
Entonces convendría
detener nuestros pasos inciertos,
enramada de puntos suspensivos.
Entonces convendría
aquietar nuestros pensamientos,
globos vacíos, yermos territorios,
y acariciar el fuego de una hoguera,
y que la voz condense las palabras
que se ahondan en el paisaje
para que la torpeza o nuestra inexperiencia
no permitan que la última serpiente
escancie su veneno en el traquido del alma.
 
Sólo su mirar sabio
descubre los latidos invisibles,
sólo su voz gastada por el tiempo
y el silencio desvelan los oráculos,
sólo su gesto de alba
transmite la importancia de un instante:
respiro de una estrella, hontanar de la vida.
 
Cuando convierta en carne mi eslabón,
y mi voz sea gota de océano
que sólo en el océano se escucha,
cuando entienda que existe una sustancia
mucho más poderosa que la mía,
que soy leve porción de una cadena sin fin,
entonces, sólo entonces,
sabré que hay mil palabras
—invierno, oscuridad y hielo,
dolor, niebla y astilla,
ausencia y llanto…—,
que son andariveles de esperanza,
faros para evitar la dentellada
del arrecife en la galerna;
y sabré que esperar la llegada del sol
para hacer de la escarcha agua nutricia,
sólo es el territorio
de la sabiduría y el sudor,
de lágrimas, paciencia y mil caricias,
no de una enciclopedia fría, deshalitada.
 
Retraso la mirada,
me contemplo en su gesto edificante
y allí descubro cómo
sus huellas vibran en mi encarnadura;
huellas hondas que asoman
cuando la juventud se abraza y besa al tiempo en fuga.
Mi senda goza de una sombra amena;
se adivina la luz de su pasado
en igual sembradura de sonrisa
que reaparecerá un día en otro rostro,
viajera en los andamios de los pájaros.
 
La Isla de Siltolá,
Sevilla 2014)

3 comentarios:

emejota dijo...

Me parte el corazón. Seguro que descansa en paz.

Isolda dijo...

Cuánta emoción al recordar aquellos días en que gestabas "Los andamios de los pájaros" Y el poema dedicado a tu padre,maravilla donde las haya, revive ahora en tu encarnadura. Escribe, escribe, escribe, lo que sea, siempre es un disfrute para el lector. Como dijo Amando G. Nuño en su momento, la poesía te persigue.
Me alegro muchísimo de tu vuelta!
Besos, querido poeta.

Amando Carabias dijo...

Muchas gracias por vuestras palabras emejota e Isolda.
Es de agradecer vuestra atención y tanto ánimo.