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sábado, 26 de enero de 2013

Presentación en Segovia de "Quizá un martes de otoño"

ESTA MISMA ENTRADA APARECE EN EL BLOG QUIZÁ UN MARTES DE OTOÑO QUE PUEDE ENLAZARSE DESDE AQUÍ, O DESDE LA PROPIA CABECERA DE CUALQUIERA DE MIS BLOGS
Ahora que inicio estas líneas, ha amanecido un sábado indeciso, de azules tímidos y grises con indicios imperialistas. Ahora es sábado. Han pasado algo más de sesenta horas desde el momento mágico en que en la Biblioteca Pública de Segovia comenzó el acto de la presentación de Quizá un martes de otoño a cargo de Norberto García Hernanz cuyo texto íntegro tuvo la deferencia de facilitarme y permitir su reproducción, lo que ya está hecho en este enlace.
Fue el amigo Francisco Concepción desde Santa Cruz de Tenerife quien primero avisó sutilmente de lo que podría suceder en lo meteorológico, cuando compartió el anuncio de la fecha del acto en La Esfera Cultural con este título: Quizá un martes de otoño se presenta un miércoles de invierno”. Y es que ya desde el lunes el invierno en toda su crudeza y rigor hizo acto de presencia entre nosotros: la nieve, el frío, la lluvia, el viento convirtieron la jornada previa del martes y la del propio miércoles en días de visitas a las páginas web donde se prevé la evolución meteorológica. Esto, obviamente, me hubiese preocupado muy relativamente en caso de que los posibles asistentes a la puesta de largo de la criatura sólo fueran convecinos. Pero no era así. Aún no me explico muy bien las razones, pero sabía que se acercarían hasta aquí buenas amigas procedentes de diversos puntos de España, como ya sucedió en las otras dos ocasiones previas, cuando se presentó Versos como carne en marzo de 2011 y cuando hicimos lo propio en junio de aquel mismo año con la novela colectiva Oscurece en Edimburgo. Por suerte, ese experto general de frío y nieve no desplegó todo su arsenal, y la amplísima panoplia de armamento que dispone y las carreteras no fueron víctima de su ataque, por otra parte previsible, dadas las fechas del calendario.
Después de las horas previas compartiendo almuerzo, recuerdos e ilusiones con dos buenas amigas, aproximadamente a las seis menos cuarto de la tarde, llamaron al móvil desde el coche en que llegaba la editora Amelia Díez Benlliure acompañada por su mano derecha en la editorial Mónica Serra. Justo en ese momento la nieve hacía acto de presencia, nuevamente, en la ciudad, acaso para recomponer su vestimenta, ya que durante las horas previas se había deteriorado su albura.
Tras las correspondientes vueltas de reconocimiento a una urbe que ellas desconocían, llegaron junto al muro de la Biblioteca. Se podría decir que Urania Ediciones iniciaba en Segovia una especie de minigira que le ha llevado a Asturias en este fin de semana y el lunes remataremos (Eloy Sánchez, Marcelo Díez, Amelia y yo mismo) en Madrid en el Café Literario Libertad 8.
Nunca es fácil explicar qué se siente cuando uno abraza por primera vez a alguien que, sin embargo, ya conoce de hace algún tiempo, a través de este medio que llamamos Internet. No es la primera vez que me sucede (por suerte para nosotros hay un buen puñado de estos recuerdos en el corazón), pero nunca sé concretar con palabras esos instantes en que se corrobora de un vistazo y una sonrisa que todo lo que habías pensado o sentido respecto de esa persona es así. Es una novedad absoluta, pues nunca has estado personalmente junto a ellas, pero al mismo tiempo es una mera confirmación, como una rúbrica de pieles y miradas a una carta ya pasada a limpio, corregida y apenas con una o dos erratas que nadie ve.
Una vez instaladas en el hotel tan próximo, el frío, la nieve, el granizo y el viento se quedaron fuera, haciendo su particular recorrido por calles, plazas, atrios, torres y tejados. Recibí alguna llamada de amigos que no pudieron acercarse a última hora, porque los kilómetros que les separan de la ciudad se antojaban infranqueables a causa de esa repentina descarga furiosa de última hora que en los pueblos próximos a Segovia fue aún más intensa, según me confirmaron después algunos que, a pesar de todo, cruzaron esa intemperie.
Y repito, me refiero a estas inclemencias, porque a pesar de ellas, la sala de la Biblioteca destinada a este acto se llenó e incluso hubo que acercar alguna silla más. 
Aspecto de la sala
Abrió el acto Luis García Méndez, director de la Biblioteca Pública, quien, entre otras cosas comentó que este libro es el primero que se presenta en el histórico edificio.
Todo tiene su explicación, pues la Biblioteca no cuenta con un salón de actos y, por tanto, sus espacios no están preparados para este tipo de circunstancias, de hecho, hubo que modificar toda la sala para adaptarla a nuestra invasión. Y sin embargo, me da la impresión, de que no es ésta la única razón que hasta ahora ha impedido que aquí se presentara algún libro, tiempo y ocasiones ha habido para ello. Ni a mí —por no ir más lejos— se me ocurrió en los anteriores cinco casos esta opción; quiero decir que no hubo oportunidad a que alguien me negara por las razones que fueren la posibilidad, es que ni siquiera lo barajé. ¿Y, sin embargo, qué hay más obvio para presentar un libro que el lugar donde todos los libros esperan a ser leídos, donde se pueden encontrar aquellos volúmenes que en otro lugar son prácticamente imposibles de hallar, el lugar donde, como escribí en la dedicatoria del libro que allí quedó, aprendí que la literatura es emoción? Como sucedió cuando presenté Cuentos de Euritmia en la Casa Museo de Antonio Machado, sin buscarlo previamente, sin esfuerzo, encontré el mejor posible lugar para que este libro echara a caminar por su cuenta, con su vestido de tonos otoñales y cálidos —aunque no ardientes—, ya independiente de mi voluntad, ya autónomo para ser objeto de indiferencia, cariño o diatribas.
Junto a Amelia. Sonrientes.
A continuación Amelia Díez Benlliure, mi editora —qué bien suena decirlo y escribirlo—, explicó con brevedad, concisión y calidez el modo en que nos conocimos en este complejo mundillo de las letras en la Red, y contó lo fundamental de Urania Ediciones: su apuesta arriesgada, valiente y digna de encomio en estos tiempos, por la poesía y por la literatura infantil.
Y uno mientras escuchaba su voz, recordaba aquellas tardes silenciosas en que de vez en cuando leía alguno de sus poemas en su blog que había encontrado porque ambos coincidimos en el blog de un amigo común cubano que vive en Italia (y del que últimamente sabemos poco). Y aquellas otras tardes primaverales, pero de barahúnda poético-bloguera, donde casi al unísono empezamos a sentir vergüenza ajena por el espectáculo al que asistíamos. Y las noches de tertulia de poetas, del grupo Arando Versos en FB. Y esa tarde/noche, nada más entrar en el grupo, en que me propuso, para mi vergüenza, que le enviase tres o cuatro poemas y de este modo, formar parte de un libro colectivo y solidario llamado Arando Versos. Y todo iba encajando. Nada es porque sí. Nada es casual. Todo es causal. Todo, al final, acaba convirtiéndose en una cadena lleva de eslabones, y si uno falla, no existe la cadena. Y si Quizá un martes de otoño lucía en pie en la mesa en la que estábamos Amelia, Norberto y yo, era porque antes habían sucedido estas cosas. Y esa confianza que yo ya tenía con Amelia, me impulsó a enviar a un correo electrónico en el que adjuntaba la quinta lectura revisada del poemario, como respuesta a una petición suya, casi al anuncio de su locura. Nos había dicho, más o menos: “queridos aradores voy a crear mi propia editorial, si alguno de vosotros tiene alguna cosa y quiere…” Si, a pesar de los comentarios favorables de Isolda, Elvira y Paloma, yo no hubiera conocido a Amelia, quizá no lo hubiera hecho, pues, Quizá un martes de otoño es el libro más íntimo de cuantos he escrito. Y para mi sorpresa, emoción y sensación de vértigo, Amelia a los días me respondió al envío diciendo que si yo quería ella editaba el libro. Nunca se puede decir nada de cara al futuro, pero barrunto que será difícil que escriba uno tan en carne viva como éste, por eso cuando respondí que sí, que adelante, ella —ni nadie— sabía que por dentro albergaba esos sentimientos.
Con Norberto en los segundos previos al inicio del acto
Después llegamos al momento central de la velada. Norberto García Hernanz leyó el texto que había escrito y que ya ha sido publicado con su autorización por mí. Respecto de otros conocidos que he ido sumando a lo largo de estos años en Internet, Norberto cuenta con una ventaja apreciable: ambos vivimos en esta ciudad. Esto quiere decir que para el encuentro personal y compartir una charla cara a cara, no es necesario hacer el petate y recorrer un tramo más o menos largo de carretera. Aunque habíamos oído hablar el uno del otro, hasta que no organizó, a través de Internet, el I Día Internacional de la Poesía en Segovia, nuestras vidas no tuvieron ningún punto de encuentro. Él se dedicaba —y se dedica— a su actividad profesional como profesor de Matemáticas en uno de los institutos de la ciudad y a sus aficiones que tienen que ver con muchas ramas de lo humano: el ciclismo, la pintura, el canto coral, la montaña, la poesía… Norberto es un hombre inquieto y algo solitario, como uno. Recuerdo que cuando Amelia y yo empezamos a pensar en fechas concretas para este acto, sólo tuve que pensar en un nombre. Esta es mi suerte. Norberto dijo sí, sin más. Antes incluso de leer el libro, lo cual era asumir un riesgo por su parte. Pero de inmediato quedó subsanado ese pequeño problema. Mientras escuchaba sus palabras, que se pueden leer pues ya las he publicado, me daba cuenta de que el libro ya no es mío en exclusiva. Ya el lector va encontrado su propia lectura, su propio significado, su propio sentido.
Tras sus palabras —que no sé si merezco—, durante más de veinticinco minutos hablé sobre el libro, sobre el modo en que nació, sobre algunas cuestiones que ya he ido dejando esparcidas por estas líneas.
Firmando un ejemplar
Y dio tiempo a leer alguno de sus poemas, a pesar de que es difícil su selección porque, como está dicho, se trata (en el fondo) de un solo poema fraccionado por paso del tiempo, dividido por las señales horarias.
Por último y a pesar de la noche, a pesar del frío, todavía algunos amigos tuvieron la humorada de acercarse y comprar el libro y esperar un poco de turno, tampoco mucho, para que se lo firmase.
El libro ya está en las librerías, el libro ya camina hacia otros lugares alejados más o menos de esta ciudad donde nació como única posible respuesta a un dolor punzante y hondo, una sensación común para la inmensa mayoría de los mortales.
Uno no es distinto de nadie, ni especial. Sufre del mismo modo en que sufren cuantos han compartido, comparten o compartirán condición humana; pero tiene la costumbre de lanzar al exterior a través de la palabra escrita sus sentimientos.
En este caso, además, alguien, Amelia Díez Benlliure, ha considerado que mis versos, podían traspasar la frontera del archivo de mi ordenador.

La editora con la criatura, el día en que
salió de la imprenta

miércoles, 21 de septiembre de 2011

II Recital de Narrativa SéBreve en Zaragoza y presentación de libros

Cartel del recital

Este próximo fin de semana son los días centrales del Hay Festival en Segovia. Como los lectores de este espacio saben, soy adicto al festival y normalmente doy cuenta en el blog de algunos de los actos a los que asisto… Pero este año el festival literario que me ocupará las jornadas del fin de semana, se celebra en Zaragoza.
La asociación cultural 3de3 formada por nuestros amigos Pilar Aguarón, Anabel Consejo y José Antonio Prades, prosigue con su paso firme y decidido. No se trata de actos quizá con una trascendencia mediática sobresaliente. Ni ellos lo pretenden. Lo que buscan, y acaso encuentran, es que la literatura (pasión común que devora a los tres –aunque no la única-) les satisfaga en lo personal.
Por segundo año han dado el paso de organizar el II recital de narrativa SéBreve. Han tenido el detalle de invitarme y yo la desfachatez de aceptar su ofrecimiento, así que el sábado 24 a partir de las 16:30 compartiremos relatos y alguna otra sorpresa en el salón de actos del Centro Cívico Teodoro Sánchez Punter, ubicado en la Plaza Mayor de San José n.º 2.

Trítptico del Recital y las presentaciones
Pero este año no se han limitado a este evento que ocupará la tarde sabatina. En esta ocasión han dado un paso más y ocuparán la mañana del sábado. En esta ocasión, desde las diez de la mañna, en el mismo lugar, o sea en el Salón de actos del Centro Cívico Teodoro Sánchez Punter, se presentarán tres libros.


Portada del libro Tintas Distintas

Aún desconozco el orden de las presentaciones, pero aunque lo conociera, en primer lugar me tendría que referir al libro que sacan a la luz los organizadores de esta jornada. Efectivamente 3de3 presentará su segundo volumen de relatos Tintas distintas. Relatos II editado por La Fragua del Trovador. El año pasado tuve la oportunidad de leer y gozar con su primer libro conjunto titulado Tres de tres. En él, el trío de escritores daba a la luz su primera colaboración conjunta con un grupo de veintiún relatos breves. Ahora nos ofrecen su segunda criatura. Aún no conozco nada del volumen, así que sólo puedo adelantar lo que se dice en el tríptico preparado para el acto “Los tres autores continúan con la cruzada de difundir y promocionar la narrativa breve y nuevas formas de creación. Demuestran cómo, partiendo de unas mismas coordenadas se pueden conseguir resultados asombrosamente distintos y originales. ¿Escritura sinérgica?"

Portada de Oscurece en Edimburgo

También se presentará en la capital maña Oscurece en Edimburgo. En este punto deseaba detenerme pues nuestra novela tiene mucho que agradecer tanto a Zaragoza como a 3de3. La ciudad fue escenario –bello y bullicioso- donde se decidió el modo en que concluiríamos la novela y su título. En primer lugar (lo más importante, sin duda) gracias a 3de3 y a Zaragoza los siete autores de la novela nos conocimos en persona y estrechamos más aún los lazos que nos unían. Además, –y no es exagerado-, junto a la Basílica del Pilar, mientras los jóvenes disfrutaban de la noche del sábado zaragozano, bautizamos la novela, y unos metros más allá, pero no muchos, gracias a Pilar Aguarón se resolvió el modo de su conclusión: un sorteo dirigido por ella en que salió el mejor de los posibles resultados: Marcos Alonso pondría el punto final a esta primera aventura de 7 plumas. Y por si fuera poco, las únicas fotografías que existen del grupo completo, están hechas en Zaragoza. Tanto Anabel Consejo, como yo mismo, intentaremos explicar los pormenores de este libro y de alguna manera intentaremos que nuestros ‘plumigos’ Ana, Dácil, Francisco, Inma y Marcos se hagan presenten en Centro Cívico Teodoro Punter.

Portada de Versos como carne

Y por último 3de3 ha tenido el detalle que no sé cómo agradecer, de que en este acto se presente mi poemario Versos como carne. Se trata de la tercera presentación del libro, y reconozco que estoy emocionadísimo por este regalo. Intuyo que Anabel tiene mucho que ver en esta decisión, pero sin el consentimiento entusiasta de Pilar y José Antonio, no se habría producido, y no tendría la mayor trascendencia, puesto que el entorno en el que se mueven los actos tiene que ver con el relato, más que con la poesía. Si digo que estoy desbordado por esta muestra de cariño, en realidad no soy suficientemente sincero, o, mejor dicho, no alcanzo a describir con precisión mi estado de ánimo. Que Versos como carne se presente en Zaragoza, después de haberlo hecho en Segovia y Lérida, quiere decir, sobre todo, que Anabel Consejo, además de escritora por descubrir, es una grandísima persona que encima me honra con su amistad.
Invitación para la presentación
de
Tintas distintas

Pero como el sábado parece poco, organizado por La Fragua del Trovador, el grupo 3de3 aprovecha la tarde del viernes, a partir de las siete y media de la tarde, para presentar, Tintas distintas en El Albergue Zaragoza (calle Predicadores, 70).
Si todo marcha como está previsto, allí estaré.
Espero de todo corazón que pasado mañana pueda comenzar mi particular festival literario que comenzará con esa presentación en el Albergue Zaragoza. Tendré la oportunidad de abrazar a Anabel, Pilar y José Antonio y a los queridos amigos zaragozanos con quienes me reencontraré después de un año.
Un año da para muchas cosas, son muchos días, y muchas horas, pero también da para los abrazos de quienes desde las diferencias de estilos y sensibilidades, tenemos como uno de los vértices de nuestra existencia la literatura.
Desde aquí, aprovecho para invitar a cuantos estéis por Zaragoza. Seguro que encontráis motivos para pasar buenos ratos

viernes, 3 de junio de 2011

Sobre libros



Se abalanza el calendario y no nos damos cuenta, o no me doy cuenta. El 14 de marzo, cuando presentaba en la Diputación Versos como carne, junio parecía muy lejos, y ya estamos en vísperas de una semana que va a ser movidita para mí. Una semana en la que de nuevo el trabajo del año pasado, se asomará al mundo.
No es que sean cosas muy trascendentales, pero para mí y para nosotros lo serán. Cuando se concretó que el día seis, lunes, tendría el encuentro con el Club de Lectura que forman algunos profesores, padres y alumnos del Colegio Claret de Segovia, todavía faltaban muchas semanas. Y ya está aquí, ahí mismo, ese día en que tendré la inmensa fortuna de poder escuchar y compartir las experiencias que mis versos han causado en algunos de sus lectores. Esto es impagable. Probablemente sea la mayor dicha para cualquier escritor. Aunque de algún modo esta experiencia la tengo, pues los poemas de Versos como carne ya se placearon en Pavesas y cenizas semana a semana, va a ser la primera vez que todos ellos en su conjunto, formando la unidad que les di al componer el libro, sean comentados por lectores que se han enfrentado a ellos de este modo, como si no tuvieran antecedentes.
Hasta ahora mis lectores –salvo Luis Javier Moreno que presentó el libro- habían leído todos o buena parte de los poemas en la red. Quienes hablen sobre ellos el lunes sólo –nada más y nada menos- conocerán lo que han visto en esta edición. Para ellos sólo existen de este modo. Y digo que es algo maravilloso. Nunca agradeceré lo bastante a Cristina Guerra que me haya propuesto para la lectura del mes, que mi libro haya sido comprado por estos lectores que, de lo contrario, no sé si lo hubieran adquirido en las librerías. Recibir la llamada de teléfono de una librera (de dos en este caso) para que fuera a reponer ejemplares es tan insólito y emocionante… Estoy hablando de cifras ridículas, pero para mí son como récords personales abatidos por el esfuerzo y la constancia. No pretendo llegar mucho más lejos, ni siquiera pretendía tanto y se han dado estos pasos.
Quizá, sin yo saberlo, sin saberlo él o ella, ya me he cruzado por la calle con algún lector o lectora que aún me desconoce en lo físico, y sin embargo ha leído mis poemas. ¿Se habrá emocionado también? ¿Le habrán gustado? ¿Habrán sido mis palabras capaces de cruzar su cerebro y tocarle el corazón…?
El lunes saldré de dudas. El lunes espero contarlo…

Pero es que la semana continúa, y casi sin solución de continuidad, el miércoles, el día ocho, llegan a Segovia al menos tres de mis compañeros de la aventura 7 plumas que ya ha fructificado en su primer libro: Oscurece en Edimburgo: Ana Joyanes, Dácil Martín y Francisco Concepción. 
Estos días me voy dando cuenta que una ligera expectación se está levantando, casi como una brisa tenue pero bien perceptible. No sé qué ocurrirá el miércoles, no sé cuántas personas acudirán al acto, ni siquiera sé cuántos libros firmaremos y venderemos después en la Feria del Libro de Segovia.
Es todo muy pequeño, repito. Pero conviene que así sea. Para que el fruto llegue a colmo ha de crecer despacio, al ritmo apropiado. No conviene acelerar su marcha de un modo artificial.
Como en Versos como carne, Oscurece en Edimburgo nació en la Red y ahora se materializa en un libro que ya ocupa algunos centímetros en los estantes de la caseta de la Asociación de Libreros de Segovia.
Esta tarde he acercado algunos ejemplares hasta allí. Se han quedado entre sus hermanos libros, se han sumergido entre ellos y ninguno ha protestado. Allí deben estar preparándose para dormir, salvo que organicen alguna juerga noctámbula. Teniendo en cuenta los perosnajes que pueblan nuestra novela, nos sería extraño que algo sucediera. Quizá debiera habérselo advertido a los libreros... Esta noche será su primera noche fuera de casa, ya por fin libres de mi cuidado. Su portada negra con la ilustración de las piernas cruzadas de Sophie ante la ventana abierta a los tejados de un ocaso en Edimburgo, se ha unido a las decenas o centenas de portadas que pueblan esta caseta…
Y será un milagro, un milagro de los grandes, que alguien, al contemplar toda la variada oferta que salta a sus ojos, se decida por esta novela firmada por siete escritores sin nombre y con tanto entusiasmo. Pero si no se intenta es imposible. Uno ve nombres de escritoras y escritores, ve sellos editoriales y se da cuenta que la lucha es muy desigual, pero no por ello nos arredramos.
Porque también contamos con nuestras armas.
Caja Segovia, su obra Social y Cultural para ser precisos, ha puesto todo de su parte para promocionar la presentación del libro. Sé que en los libreros de Segovia encontraremos buenos aliados. Sé que la prensa de esta ciudad se portará, como se está portando, con nuestro proyecto. Sé que Guillermo Herrero hará una excelente presentación, pues está muy ilusionado con el proyecto (Conviene recordar aquí, que él fue el primer periodista español que escribió sobre la noticia en un periódico de los que aún se venden en los kioscos, impresos en papel...). Sé que mis compañeros, amigos y familiares echarán el resto.
Lo demás ya no es cuenta nuestra. Lo demás ya es jurisdicción exclusiva del lector. Lo demás será respuesta ante nuestra propuesta. No desesperaremos, en absoluto. El fruto, como he escrito más arriba, llegará a su sazón en el momento en que haya madurado. Por mucha presión mediática que haya tras un proyecto así, lo que verdaderamente importa es el boca a boca, es que los lectores anónimos hablen del libro. Como tantas veces se ha demostrado, un libro por el que se apostó poco o nada, de pronto se ha convertido en referencia y ha marcado tendencia; por el contrario, cuántos libros en los que las editoriales han dejado todo su empeño se han estrellado ante la indiferencia general.
Nada está escrito, salvo la novela.
Nosotros seguiremos trabajando. Nosotros seguiremos a lo nuestro que es escribir. Juntos, o por separado, (mejor dicho juntos y también por separado) nos afanaremos en esta tarea que para cada uno de los siete es ineludible, como respirar. Que nuestros textos vean o no la luz será aceite de otra almazara y quizá en eso sí sea determinante la suerte de Oscurece en Edimburgo…
Pero por si todo esto fuera poco –y es mucho, casi desbordante- otros dos libros míos lucen bien galanos en la caseta que ha instalado la Diputación. Menos abigarrados que en la otra caseta, se ven ejemplares de Versos como carne y de Aquel sábado lluvioso.
Y uno, al descubrirlos así, juntos, se da cuenta que en muy pocos centímetros de separación hay resumidos diez años de existencia, los que median entre la publicación de la novela y del poemario… Y he estado por venir corriendo a casa y llevarle a Enrique ejemplares de Cuentos de Euritmia, algunos de los que por aquí me quedan, y no, no porque los venda, sino porque estén juntos casi todos mis libros publicados, oreándose en la calle, frente a la Iglesia de San Millán, que se entrevé tras los árboles… Ojalá que alguno de ellos se instruya en el lenguaje de los pájaros que por allí cantan y luego me lo explique, a ver si de una vez, luego, aprendo algo de veras importante, que ya va siendo hora…

sábado, 14 de mayo de 2011

Anabel Consejo Pano: Una presentación en Lleida

La mañana del sábado siete de mayo, o sea ya hace una semana, se quedará en la memoria grabada a fuego por muchas razones, por muchas.
La más importante de todas, sin duda, por la presentación de Oscurece en Edimburgo. Pero también por la presentación de Versos como carne. Es la primera presentación de este poemario fuera de Segovia, y no pude tener más suerte que fuese Anabel Consejo, quien la hiciera…
Durante todos estos días tenía decidido subirla a esta página principal del blog, pero cuando la he vuelto a releer, me he dado cuenta de que se podría interpretar por un sentido que no le he querido dar.
Si subo la reseña de Anabel Consejo, sobre todo es porque me parece lastimoso que se quede en el anonimato (más allá de quienes oyeron sus palabras durante la mañana del sábado pasado) tanto esfuerzo, tanto trabajo, tanta sensibilidad.
Así que desde aquí quiero, en primer lugar, agradecer públicamente esa presentación: es una suerte que no sé por qué merezco tener estos amigos, estas personas que sean capaces de adentrarse en mis versos y llegar hasta la entraña. Ella me dio lo más valioso que suele tener una persona, muchas horas de su tiempo (de su escaso tiempo, convendría decir) para ahondar en Versos como carne. Pude ver su ejemplar, y doy fe que no lo ha leído ni una, ni dos, ni tres veces…
En segundo lugar al que lo desee, que vaya a la página del blog titulada Versos como Carne donde voy subiendo diferentes opiniones de lectores o comentaristas, siempre y cuando este comentario se haya hecho públicamente, o me autoricen a publicarlo.
En tercer lugar, además del enlace que he hecho de su blog, le envió a este otro enlace de Pavesas y Cenizas donde reseñé su libro Historias de sujetadores, por si acaso alguno no lo leyó.
Sé que es muy poco, pero no se me ocurre mucho más.

lunes, 9 de mayo de 2011

Oscurece en Edimburgo presentado en la jornada Vers-Art de Lleida

Anabel y Amando después de la pre-presentación
de Oscurece en Edimburgo, en el maro del
IV Recital Poético Políglota Vers-Art
(Foto Pilar Aguarón)


Ayer regresé a esta casa y todavía no he subido la crónica de lo sucedido en Lérida durante el fin de semana. Si hubiera sido en otra situación, lo más probable es que la crónica urgente estaría ya en este blog, pero tanto Pilar Aguarón como Anabel Consejo han hecho ese trabajo, desde Zaragoza y desde Lleida, así que me he podido permitir el lujo de masticar un poco las emociones. Detener los recuerdos, extenderme en sensaciones un poco más íntimas sobre este fin de semana…
En primer lugar, y antes de nada, conviene dejar constancia de mi agradecimiento a los organizadores del acto (el colectivo ilerdense Adictos al Verso –con Maribel Sánchez y Anabel Consejo a la cabeza- por haberme invitado al IV Recital Poético Políglota. Vers-Art.
A veces parece que los eventos se desarrollan de un modo espontáneo, como si todo consistiera en citar a unas cuantas personas en algún lugar, un día y a una hora. Nada más. El resto sucede por generación espontánea. Sin personas tan desprendidas, generosas y trabajadoras como las que he tenido el placer de conocer en este par de días nada de ello habría sucedido. Parece sencillo coordinar todo el engranaje de pequeños acontecimientos que se han ido produciendo casi de modo natural, y esto sólo se debe a que un grupo de personas han dejado muchas horas de su ocio y de su descanso para que todo esto fructificara. Lo he personalizado en Maribel y Anabel, a quienes más conozco, pero debería ser preciso y citar más nombres (Bea, Rosana, Jaume, Josep, Antoni, Carmen, Montse…), pero al hacerlo me estoy dejando otros por desconocimiento, despiste, olvido… Pero a quien no debo dejar en el tintero es a la dirección y trabajadores del Centro Cívico que no sólo se limitaron a poner las instalaciones a disposición de la organización, sino que colaboraron con ella en todo y estuvieron presentes durante todos los actos.
De modo especial –y por ello lo destaco en párrafo independiente- quería ponderar el trabajo abnegado e infatigable de Jordi, técnico de sonido en Radio Sabadell, quien por amor al arte (gratis et amore, dirían los clásicos) se hizo inseparable de la mesa de sonido durante toda la jornada. Sin perder su buen humor.
Después de que el viernes quedara el local del Centre Civic de Balàfia acondicionado para una jornada dedicada a la pintura (nos acompañaron cuadros de Pilar Aguarón, Carlos Agorreta, Héctor Segura e Israel Rodríguez) y a la poesía, el sábado desde primera hora de la mañana se inició una actividad que no concluyó hasta que las manecillas de los relojes señalaban, poco más o menos las tres de la madrugada.
Por la mañana en la biblioteca del Centro Cívico se procedió a la presentación de varios libros. Los poemarios de José Triviño y Ramón Conzález, dos libros de Julián Melero, a la sazón presidente de la Asociación de Escritores de aquella ciudad, así como Oscurece en Edimburgo y Versos como carne.
Sobre la presentación de mi poemario no es el lugar ni el momento de decir nada, salvo agradecer hasta el infinito las palabras que sobre él dijo Anabel. Palabras que no merezco, pero que verán la luz en este blog dentro de unos días, y que quedarán en una de sus páginas la titulada Versos como carne.
Prácticamente a la misma hora, como si se hubiera trazado una diagonal desde Las Palmas de Gran Canaria, hasta Lleida (dos de los puntos más distantes entre sí de la geografía española, unos tres mil kilómetros), se procedía al primer acto público protagonizado por la novela Oscurece en Edimburgo.
Como se puede leer en este enlace, la Feria del Libro de Las Palmas de Gran Canaria, fue el marco en que se procedió al acto celebrado en territorio insular.
En Lleida, mientras, Anabel y yo escuchábamos las palabras que Maribel Sánchez pronunciaba sobre la novela. Habló sobre la calidad del texto y ponderó, sobre todo, la capacidad para que el estilo haya quedado homogéneo, a pesar de que han sido setenta dedos (en afortunada expresión de la poeta y escritora ilerdense Rosana Miró) los creadores de la trama; asimismo también señaló la capacidad que tiene la propia narración para atrapar la atención y voluntad lectoras, tanto que cualquier retraso en su lectura, produce ese típico estado anímico, que concluye con la repetida frase lectora: “Este libro engancha”.
A continuación fuimos nosotros quienes nos encargamos de relatar a los asistentes al acto (personas llegadas desde la propia Lleida, Huesca, Barcelona, Hospitalet, Zaragoza…) nuestras vivencias relacionadas con Oscurece en Edimburgo: desde las dudas surgidas al principio del proyecto, hasta la emoción que supuso verlo en formato libro, pasando por diversos momentos como el modo en que se estableció el orden del escritura, o el resto de reglas que nos dimos (o sea ninguna), y recalcando que en todo este camino se consiguió transformar el grupo de escritores 7 plumas en un grupo de amigos escritores. Eso sí, no desvelamos ni un milímetro de su trama.
A medida que se explicaban estos detalles, iba observando cómo el rostro de las personas que nos escuchaban pasaba de la atención y el respeto a la admiración precedida por la curiosidad. Cuando, minutos después, se acercaban a la mesa donde estaban algunos ejemplares de la novela, el asombro se veía confirmado al tener entre las manos la novela perfectamente tangible, manejable, deseosa de ser leída.
En un momento de receso durante la jornada matinal, vía telefónica nos pusimos en contacto con nuestros compañeros y fuimos testigos también de la emoción que estaban disfrutando. El paseo canario donde se ubica la Feria del libro de allí, estaba siendo recorrido por los cinco autores isleños, después de haber disfrutado de una experiencia similar a la nuestra. El tono de su voz mostraba una emoción semejante a la nuestra, que aumentó más, si ello era posible, al saber que ya hay algunas personas que se dirigen al editor para conseguir un ejemplar porque otro lector o lectora les ha ensalzado esta novela.

De esto no he hablado con Anabel, pero creo que nuestras expectativas más íntimas se superaron con el afecto, cariño y complicidad que los asistentes a esta parte de la jornada demostraron hacia nosotros y nuestro proyecto. De algún modo los dos actos que sucedieron con sincronía y llenos de sinergias (Anabel, dixit) han supuesto el aldabonazo de salida a un periplo que esperamos largo y lleno de eventos de los que se irá informando a través de los diferentes blog. Ojalá que si no todos a la vez y al mismo tiempo (eso sería otro sueño hecho realidad) podamos llevar esta novela a muchos rincones.
Pero la jornada no concluyó aquí, todavía faltaba mucho. En realidad faltaba la verdadera semilla de la que brotó esta planta que lleva por nombre Recital poético políglota.
La lluvia decidió rodear las instalaciones del Centre Civi de Balàfia de una cortina densa de cristal melancólico que quizá ayudó a saborear con más atención los versos que las personas que salieron al atril fueron recitando. Entre los poemas y poemas, también disfrutamos con algunos relatos cortos procedentes de Zaragoza (Pilar Aguarón, José Antonio Prades) o canciones interpretadas por Mon Feijóo.
Lo cierto es que es una maravilla comprobar la ilusión que este grupo de poetas pone en todo lo que hace. La ilusión, la variedad, la calidad. Escuchando lo que allí sucedió uno hizo un recorrido por prácticamente todos los estilos que se pueden encontrar en la poesía. Y me planteaba una vez más, cómo es posible que tanta dedicación no exenta de calidad, quede casi siempre relegada al olvido o al instante efímero de un recital en que los asistentes, casi en su totailidad también son participantes.
Pero es que la noche (tras una cena de confraternización y regada por la abundantísima lluvia que cayó sobre Lleida) también presenció y oyó más versos y más músicas. Desde las diez de la noche el Pub Blau fue testigo en primer lugar de la actuación del grupo de rock Hermanos Lobos que dio allí su primer concierto, mostrando la potencia de su música...
Más tarde comezó la Jam Session, o Sesión Golfa que se prolongó hasta las tres de la madrugada donde los versos volvieron a entrelazarse con las músicas de la citada Mon Feijóo, DeOscar y Pere Vilanova

En fin, tomo el cartel y es lo único que se me ocurre hacer, citar a quien en él figuran como lectores de sus versos bien durante la sesión de la tarde, bien durante la sesión de la noche, quizá alguno o alguna que no figura en él recitó también y se me escapa su nombre, perdonadme si así sucede... : Carlos Agorreta, Carmen Molinero, José Antonio Lozoano, Israel Rodríguez, Rosa Roca, Charo Cano, Pilar Falcón, Inma Arrabal, Edu Jové, Pere Asensio, Mari Cruz Nevot, Aurora Marco, Joana Mar, Felipe Zapico, Josep Puig, Ricardo Lacosta, Josep Ramon, Montse Sánchez, Carme Romía, Pere Porta, Juan José Romero 'Terly', Mayde Molina, Anna Calero, Dioni, Carlota, Marc Torrent, Iris, Pedro Berenguel, Ramón González, Jaume Climent, Nuria Niubó, Ricardo Lacosta, Matheu Esquerda, Assumpció Cornadó, Beatriu C. Durany, José Liñán, Toni Ibáñez, Anabel, Madmme Quika Lu y Maribel Sánchez... Todos ellos (y quizá alguien más que ahora mi torpe memoria no alcanza a recordar) fueron los encargados de convertir la tarde, la noche y el principio de la madrugada del 7 y 8 mayo en una tarde y una noche poéticas y llenas de versos, en los que la poesía demostró, me demostró, nos demostró que es tan poliédrica como nuestros sentimientos y nuestros modos de mirar...

sábado, 19 de marzo de 2011

En la Librería Diagonal.

A la puerta de la librería Diagonal con Fuencisla, su propietaria


Ayer por la tarde este escribidor volvió a salir de su rutina y cumpliendo con la invitación que le había hecho tan desinteresada y entusiastamente Fuencisla, la propietaria de Diagonal .
Antes de las siete de la tarde, hora prevista para el comienzo de la lectura, me presenté en la librería, con la ilusión renovada de los jóvenes. Como he escrito en otra parte me hizo recordar, y lo hablaba con Antonio, el marido de Fuencisla y quien introdujo el acto, los tiempos del Grupo Hominis (allá por 1981 y 1982), cuando recitábamos en semanas culturales, algún acto cultural de algún Instituto, Colegio o Asociación.
Previamente a la lectura he estado charlando con dos o tres de los espectadores de cuestiones verdaderamente interesantes, compartiendo experiencias.
Sucede con frecuencia que este tipo de actos dan pie para generar encuentros y situaciones inesperadas y fantásticas que a la vez son puertas para nuevos proyectos.
El acto se ha desarrollado en dos partes. Tras una introducción en la que he explicado la génesis del libro, he recitado una docena de poemas, quizá alguno más del libro. Había llevado seleccionados una quincena o así, pero hubieran sido demasiados...
A medida que pasaban los minutos, lejos de percibir en el semblante de los asistentes cansancio o tedio, me he dado cuenta que el interés aumentaba, así que me he ido sintiendo mucho más cómodo. Hasta tal punto que he llegado a leer Luz sin piel de la tarde, sin duda el poema más doloroso e íntimo de este libro.
Después de unos cuarenta minutos de lectura, hemos estado dialogando sobre variadas cuestiones. En esta semana, como si fuera el estribillo de sus días, he tenido la suerte de reflexionar a menudo sobre la esencia de la poesía, hasta en la Tertulia de los Martes en que se habló con Óscar Esquivias sobre relatos, novelas, etcétera, también se habló sobre la poesía, sobre la diferencia que puede haber entre ésta y los otros géneros.
Se me ha preguntado por esta capacidad que tiene la poesía de pasar del yo más personal, a las experiencias más generales.
Rafael Martin, un poeta y rapsoda de Trescasas -municipio vecino a Segovia- que ha regresado a Segovia después de haber trabajado en Vitoria y Barcelona, me ha preguntado sobre si la poesía es la manifestación más pura, clara y elevada de la literatura.
Creo sinceramente que en esa pregunta hay encerrada muchas otras cuestiones y quizá en su respuesta esté la explicación de por qué la poesía es un género tan poco leído, mejor dicho, leído por tan pocos, que no es lo mismo bajo mi humilde criterio.
También se ha hablado de lo fundamental que debían ser los padres y los profesores para que el niño tuviese acceso a la poesía desde pequeño, para que cuando llegue el momento también se pueda convertir, si es su gusto, en lectores de poesía.
Ha habido, de paso, reencuentros con viejos amigos que hacía años no veía, a pesar de compartir la misma ciudad.
Ha sido una tarde preciosa, pasada en un ambiente propicio para los versos, me parece. Una tarde que ha servido de buen analgésico para otros dolores, porque ni siquiera semejantes cosas podrán con esta ilusión y con estas ganas...
Para finalizar, agradecer públicamente a Fuencisla y a Antonio que hayan tenido esta iniciativa conmigo y con este libro. Realmente, he de reconocer que soy muy afortunado.

martes, 15 de marzo de 2011

Un micrófono (Crónica suigéneris de la presentación)

Foto Javier Gil
El hombre que estuvo ayer delante de mí no tiene muchos ánimos para escribir nada de lo que sucedió en este salón que ahora está a oscuras. Hay demasiados acontecimiento gravísimos en el mundo que le impiden concentrarse para hablar de lo suyo, de esos versos y esas palabras que salieron de su boca y de quien lo acompañó.
Hay lugares que parecen muy lejanos de este espacio en que están sufriendo una destrucción que no concluye, más aún, que parece estar llevando a una situación de Apocalipsis a una zona que ha sufrido mucho a lo largo de la historia. Empiezan a sonar palabras terribles en el mundo, y a él le parece que lo de ayer es menos que una brizna de aire…
Pero a mí me parece que, a pesar de todo, no está mal dedicar algunas líneas a este asunto.
En esta sala, que se controla perfectamente desde la altura en que estoy, y desde donde habitualmente recibo la voz del Presidente de la Diputación de Segovia, ayer, antes de las siete de la tarde, el bueno de José Luis encendió las luces. Y me sorprendió, porque no es lo más habitual que a esas horas de un lunes haya nadie incordiando este silencio oscuro y escondido.
Fueron llegando personas. Junto a mí, una mano más bien rechoncha y poco estilizada, dejó unos delgados libros cuya cubierta me pareció muy cálida y atractiva. Pero no se sentó. Tuve tiempo de detenerme en quien se iba aposentando en las diferentes butacas del salón. A algunos ya los conocía, no son extraños aquí, pero a otros es la primera que los veía. O al menos no los recordaba de otras ocasiones. Apareció hasta a una niña de muy pocos años. Aún no sabía lo que ocurriría, pero notaba el ambiente diferente al de otras ocasiones. Un ambiente más relajado, casi festivo. Como si todo el mundo se conociera o conociera a quien ahora se niega a escribir sobre sí, y proyectó sobre mí el aliento de su voz.
Siempre que alguien se sienta por vez primera frente a mí, sucede igual. Y él no iba a ser más inteligente. Quería empezar a hablar y apretó el pequeño interruptor que tengo en mi regazo. (Convendría quizá aclararles que soy un poco diferente a los humanos, soy una cabeza, un cuello estrecho y largo, un regazo redondo y un solo pie en forma de cable que se une a un enchufe que no veo). Digo que pulsó el botón y se encendió la luz roja. Intuyó que algo iba mal, pero no supo qué. Menos mal que se acercó Javier, que conoce bien mi funcionamiento y le explicó que si se me enciende el pilotito rojo estoy obturando la salida de sonido del resto de mis hermanos. Para que la voz que llega a mi cabeza resuene en la sala es necesario que se me encienda el pilotito verde, y para eso hay que apretar el interruptor en el centro, suavemente, hacia arriba, como hizo Javier…
El caso es que la cara de este hombre me sonaba. Yo le he visto más veces en estos años; pero nunca aquí arriba… No, no… Hace diez años ya estuvo en esta parte, presentando una novela. Sí era él, pero entonces estaba más gordo que ahora, y usaba barba completa, y traía corbata y traje…, pero era él, seguro. Seguro que era él… Normalmente, cuando está por aquí, suele estar sentado ahí abajo, como mucho, cuando hay poetas por aquí lo he visto acercándose a saludar a algunos, a pedir firmas… Ayer no. Ayer ha ocupado la presidencia… Pensé, ‘Será osado y atrevido, como se enteren…’ Pero al fondo vi a personas que quizá debieran enfadarse con él, y le sonreían… Me quedé más tranquilo. No había usurpado ningún lugar que no le correspondiera, al menos por un rato…
Pronto empecé a comprender, iban a hablar de ese libro de pastas naranjas, que me llamaba tanto la atención. Y el otro señor que estaba a mi izquierda iba a ser el encargado de empezar. Sí, definitivamente me quedé tranquilo, dio las gracias a la Diputación por haberle facilitado el salón, por haberle comprado algunos libros, porque estaba como en su casa. Los que estaban sentados (los conté poco más de treinta personas) sonreían. Sí le debían conocer. Me di cuenta que podría estar tranquilo. No hablarían de los asuntos que normalmente se suelen escuchar en esta sala. Dijeron que hablarían de poesía. Su voz me llegaba tranquila y segura, como si tuviera muy bien pensado lo que iba a decir, y eso que no vi ningún papel en su poder, salvo el libro. Al principio estaba un poco más serio, pero me pareció que estaba más bien pendiente del fotógrafo que mandaron los del periódico. Creo que observaba con el rabillo del ojo derecho, cómo el fotógrafo manipulaba uno de los ejemplares del libro y lo colocaba de tal modo que se le viera justo delante de su perfil, para construir una foto en que se viera al poeta y a su libro.
Foto El Adelantado
Cuando el otro señor, a quien llamó Luis Javier Moreno, tomó la palabra, me di cuenta que se relajó completamente, y se dedicó a escuchar las palabras que decía este hombre, que había traído, él sí, unas notas escritas en un par de octavillas manuscritas. Me pareció que a medida que Luis Javier hablaba, el autor se estremecía y pensaba que eran un tanto exageradas las palabras que se decían. Comenzó diciendo que le había sorprendido la poesía del escritor, pues conocía su prosa, pero no sus versos. Y que le había sorprendido muy agradablemente, porque esta tierra –según él- era escasa en escritores. Escuché hablar de trabajo, de dedicación, de mucha elaboración, de mucha calidad formal, de una estructura del libro muy pensada y muy acertada. Y que algunos poemas le habían encantado especialmente. Y sí debía ser, porque pude ver desde mi altura que algunos de ellos estaban marcados con aspas, o levemente subrayado.
Al terminar sus palabras, supe que me había llegado la hora de trabajar. El llamado Amando volvió a lanzar su voz sobre mi cabezal y yo, obediente, amplifiqué sus ondas para que todos cuantos estaban tan atentos escuchasen sin problemas. Me sorprendió la tranquilidad con la que habló. Se le notaba preocupado por vocalizar bien, que se le entendiera. Me parece que una señora que había sentada en la primera fila era culpable de tanto cuidado. Quizá no oyera muy bien. A esa señora se le veía especialmente feliz, como si tuviera mucho que ver con él. ¿Sería su madre?
Aprovechando las últimas palabras de Luis Javier, habló primero sobre la importancia de los lectores para cualquier poeta, y cómo él había contado con ellos desde que empezó a publicar los poemas en su blog. Esto me sorprendió. Normalmente no suelo ampliar frases de este tipo. Me pareció raro que se publicaran poemas ya públicos de algún modo, pero seguí a lo mío, sin interferir en el discurso. Habló de los sábados, cuando Internet lanzaba a sus ondas los versos que semanalmente publicaba. Habló de la fidelidad de algunos de sus lectores. Y dijo –seguro que fue un farol suyo, no sé si creérmelo- que había tres personas en la sala que habían venido desde otras ciudades para este acto. Pero pronto tuve que convencerme de la veracidad de sus palabras, porque hubo tres mujeres que sonrieron de modo muy especial. A continuación dijo que durante este tiempo aprendió muchas cosas relacionadas con la poesía, y que los blog se están convirtiendo en buen refugio de los poetas.
Sentí que se empezaba a emocionar. Algo en la vibración de su voz me advirtió del asunto. Comentó que al igual que hace treinta años, fueron personas ajenas las que le empujaron a publicar el libro. Parece que hace treinta años una profesora suya, Cristina Guerra que debía ser esa otra señora que estaba sentada en la segunda fila, fue quien le convenció, y que ahora han sido dos amigas que estaban en la sala una venida desde Málaga y la otra compañera de trabajo. Después de revisar aquellos poemas de los sábados y corregir algunos, los ordenó y formó la estructura del libro.
Cristina Guerra y Amando,al finalizar el acto. Foto Ángeles Hernández
La emoción se acercaba cada vez más a la garganta. Detuvo unos segundos el discurso y bebió agua. Cogió el libro en la mano y comenzó a hablar de él. Del objeto que sujetaba. Alabó el trabajo de su hermano –tal y como miró a cierta parte de la sala, me pareció entender que era aquel señor de americana en tonos verdosos y sonrisa amplia-. Sí estaba emocionado. Creo que a pesar de sus intentos, no lo pudo disimular, y yo me encargué con fidelidad de transmitir hasta el más pequeño recoveco de su voz.

Mariano Carabias, José Antonio Abella, Luis Javier Moreno. Foto Ángeles Hernández
Pero al acabar aquella parte, noté que la calma volvía a él.
Por fin iba a leer algunos de sus poemas…
Creo que me gustaron, pero tengo órdenes estrictas de no emitir mi opinión sobre este asunto. Me di cuenta de que no tenía preparados los poemas. Improvisaba. Empezó por el primero del libro y luego iba pasando páginas. No sé si estoy autorizado a explicar que algunos no los leyó, porque sabía que al recitarlos se entenderían peor, que algunos poemas es mejor leerlos que recitarlos, por su construcción, por el tipo de versificación… Creo que se equivocaba, pero… Luego siguió leyendo de la primera parte. Ésa que según dijo hablaba del mundo, del dolor, del sufrimiento, de las cosas tan terribles que les suceden a algunos seres humanos. Recitaba con calma, pero sin exagerar. No, no es un rapsoda, indudablemente.
Abajo, entre el público, se notaba tranquilidad. Algunos rostros sonreían, casi parecían embelesados, otros empezaban a cargarse de aburrimiento. Casi seguro que no estuvieran tan acostumbrados a la poesía. Más que nervioso, comenzó a impacientarse, pero noté que sobre la marcha había decidido qué poemas iba a leer, y supe que los leería todos…
Cuando llegó a la segunda parte del libro, volví a notar en su voz cierta emoción. Sabía que no podía extenderse aquí, pero no quería dejar de leer los dos poemas que leyó. Y sobre todo el último, los últimos versos del libro que, según él dijo, no están ahí por casualidad.
Al otro lado de su vientre herido,
mi reino es conquistado por tus huestes,
mi ejército se rinde a tu estandarte,
mi pulso muere en una luz de ocaso,
soy ciudadano de tu piel de viento,
mi bandera la tejen tus anhelos,
es mi patria el latido de tus venas
.
Y aquí se equivocó.
Quiso haber acabado en ese momento, pero Luis Javier le advirtió que debían dar oportunidad a los asistentes para que preguntaran o comentaran.
Hubo varias preguntas y algunos comentarios. Comprendí que este hombre sólo había traído a la sala personas que le quieren. Una de las mujeres que había venido desde lejos –creo que dijo Cádiz, y me asusté, y tuve que reconocerme que tenía buenos amigos, si eran capaces de acercarse desde tan lejos como Málaga o Cádiz, o incluso desde Madrid para un acto así- le preguntó por cómo se le ocurrían los poemas, si los escribía del tirón o le llevaban mucho tiempo, y si al escribir el poema Seis de enero había tenido alguna especie de premonición sobre lo que está sucediendo en el Oriente Próximo. Me di cuenta que eso de responder preguntas le gustaba. Se sentía cómodo, como si se supiera las respuestas. También se escucharon a otras personas hablar sobre cuándo les llega la inspiración. Una señora dijo que lo peor era cuando se le ocurría algo mientras conducía, y un señor habló de que cuando él trabajaba como veterinario, mientras iba de pueblo en pueblo, a veces tenía que aparcar la furgoneta y anotar en una libreta la idea o el verso que se le había ocurrido. Se dijeron cosas excesivamente exageradas, o a mí me lo parecieron, pero tal y como se decían ellos lo debían sentir así, sobre todo esa mujer que es también poeta y vino desde Madrid. Y él las encajaba con tranquilidad y agradecimiento, pero pensaba siempre, ojalá, ojalá… Y hablaron de la lectura de la poesía, de que había que perderla miedo y que, aunque es algo más difícil que otros géneros, también puede resultar fascinante...
Cuando dijeron que se acababa el acto, él no se movió de la silla. Me apagó, pero seguí viéndole. Se quedó para firmar algunos libros que le compraron quienes se acercaron por ahí. Allí pude escuchar algunas cosas, pero creo que esas sí me las debo callar, puesto que si me habían apagado es que no querían que se dijeran en voz alta.
Un momento de la firma. Foto Ángeles Hernández
Todavía tardaron un rato en dejarnos en paz, a oscuras, con nuestras cosas. Me hubiera gustado que se hubiera olvidado alguno de los libros, para echarle algún vistazo, pero tuvo buen cuidado de llevarse todos. Será que le hacían falta para algo.
Desde luego es un mal educado. Cuando se fue, ni me dio las gracias, por haber cumplido tan fielmente con mi trabajo…

Ángeles, María Sangüesa, Isolda y Amando, después del acto.

viernes, 14 de enero de 2011

Idioma incomprensible


El mundo vive, escribe, sueña y habla
un idioma que no me han enseñado
-o no he aprendido aún,
aunque lleve analgado en su pupitre
cuarenta y ocho cursos y un trimestre-.
Su marcapasos truena sin cansancio,
pero quizá cualquier doctor intuya
una cardiopatía irreversible…
Sin embargo, después de unos segundos,
o unos años
-aún no sé medir muy bien el tiempo-,
he descubierto que su arritmia no es tal.
Pero,
repite mi oftalmólogo privado
-un topo sin guarida-,
este anadeo sincopado y rápido,
es sólo el eco azul de mi mirada
incapaz de engarzar algún subtítulo
sobre las melodías de las noches:
unas gotas de lluvia y un reguero de sangre,
un grito vomitando estiércol sucio,
mil borracheras de mirlos prensados,
un parto con gemidos y dolor,
con orines, con heces…,
un estruendo de músculos y semen
sobre el asfalto de otro cuerpo incierto,
poluciones de pétalos llevando
cadáveres de auroras en sus brazos…
En fin vida y muerte aullando:
cristales rotos sobre llanto, silencio, miedo..., 
mientras mis ojos se desguazan dentro
de la deshilachada almohada de mis insomnios.


* * *

¿Vale más el temblor de la abstinencia
del caballo asesino,
que el temblor provocado por un beso?
¿Es más la intensidad de este cuchillo
descuartizando un corazón brillante,
que el vuelo de unos dedos sobre el cielo
de la piel amada?
¿Que es más hermoso, el miedo o la esperanza?
¿Cuesta más el verdín de las monedas
empapadas de sangre y de injusticia,
que una flor, cualquier flor, casi marchita?
¿Es más el grito de los vendedores
de eternidad y crecepelo
que el silencio de un verso sin lectores?
El mundo es una náusea que sostiene
tristes cíclopes de único ojo ciego.
Quizá sea mejor tornarme viento,
fugarme envuelto en lágrimas de aurora
convertirme en silencio sin fronteras.

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