Se entrega, en la Diputación, el Premio Gil de Biedma de este año. Creo que van dieciocho. Espero que el trabajo me permita acercarme, al mediodía, al acto. Deseo que venga Victoriano Crémer, el ganador, aunque con ciento un año (101, en serio, no es ninguna errata), cualquier cosa puede pasar, hasta que tenga que recogerlo alguien en su nombre.
Si viene, y si me firma un ejemplar de la obra premiada El último jinete (Visor, 2008), lo contaré.
No sé si me estoy convirtiendo en un mitómano o un fetichista, pero cada vez me gusta más que los libros me los dediquen los autores. Creo que este simple gesto, dota a los libros de un aroma propio y exclusivo. Es como si les hubieran hecho el correspondiente asiento en el Registro Civil.Tengo unos cuantos, aunque muchas veces la vergüenza o el miedo a molestar o a que me miren malamente me ha impedido acercarme a algún autor que andaba cerca.
Todavía no he aprendido que nadie es más que nadie, ni que, en muchas ocasiones, lo único que desea el escritor, es recibir la complicidad del lector, aunque no sea total, aunque algunos aspectos de la obra no gusten a quien le lee.
Como escribidor que soy, lo que más me gusta es saberme leído.
¿Ego?
Quizá. Pero como se recordaba ayer en una entrevista que publicaban en la sección de cultura de El País, hay un dicho que circula en los mentideros literarios, según el cual, se afirma que los escritores desayunan egos revueltos.
Si viene, y si me firma un ejemplar de la obra premiada El último jinete (Visor, 2008), lo contaré.
No sé si me estoy convirtiendo en un mitómano o un fetichista, pero cada vez me gusta más que los libros me los dediquen los autores. Creo que este simple gesto, dota a los libros de un aroma propio y exclusivo. Es como si les hubieran hecho el correspondiente asiento en el Registro Civil.Tengo unos cuantos, aunque muchas veces la vergüenza o el miedo a molestar o a que me miren malamente me ha impedido acercarme a algún autor que andaba cerca.
Todavía no he aprendido que nadie es más que nadie, ni que, en muchas ocasiones, lo único que desea el escritor, es recibir la complicidad del lector, aunque no sea total, aunque algunos aspectos de la obra no gusten a quien le lee.
Como escribidor que soy, lo que más me gusta es saberme leído.
¿Ego?
Quizá. Pero como se recordaba ayer en una entrevista que publicaban en la sección de cultura de El País, hay un dicho que circula en los mentideros literarios, según el cual, se afirma que los escritores desayunan egos revueltos.
3 comentarios:
ESTA DE PUTA MADRE, ERES UN MOSTRO, ¿ DE DONDE SACAS TANTA SABIDURÍA TIO ?
ESTOY DE ACUERDO EN LO QUE DICES Y COMO LO DICES. PIENSO LO QUE ESCRIBES.
Muchas gracias Jose y Rafa. Es una suerte contar con personas que a uno le aprecian tanto. Con vuestra presencia en este pedacito de camino, a uno le entran fuerzas para seguir adelante.
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