sábado, 22 de octubre de 2011

Tu ola de espuma es mi silencio







Mientras la noche esconde
una danza de estruendos y caderas insomnes,
acudo a los misterios del recuerdo,
deteniendo el tictac confuso de mis sueños.
No encuentro las piquetas necesarias
en mis pestañas secas, sin auroras,
para horadar las rocas que confiscan
aromas, tiempo y versos.
Necesito beber un vaso de tu esencia
para que se evapore el mineral
que me acecha y confunde.
Necesito sentir cada latido
de tu cuerpo sin piel,
tan libre como el aire y como el sueño,
estrechándose al eco de mis pasos
y a mis plegarias mudas,
porque tu ola de espuma es mi silencio,
caricia de mis noches.
La calle revestida de caireles
sucumbe al precipicio de la hoguera
de nieve y estraperlo.
Nada igual a tus besos,
se yergue sobre el labio de la acera,
orín de perro y pulpa de una lágrima.
A lo lejos, la marcha de los muertos
enfunda las pisadas como seda
de un gato de mil lunas.
Un pájaro nocturno arrulla el miedo
de la especie y sonríe
                                          al fresno del otoño.
Después de tantas horas,
me pesan estas páginas vacías.
Mis manos se ensortijan con tu sangre
y rozan el brocal del tiempo al que me asomo.
Temblar no es la respuesta, pero tiemblo.
Siento mi cicatriz drenando oscura,
como puerta cerrada para siempre.
¿Quién me vende algún dedo de tu esencia?
¿Quién me acariciará con sus esporas?
Necesito la piel de tu pureza,
y envolverme en su embozo y su misterio,
y encontrar el sendero que me acerque
a tu brisa, a tu playa, a tu marea,
a la verdad que aguarda
para quien peregrina hasta tu altar
y se postra desnudo en tu regazo,
porque tu ola de espuma es mi silencio,
caricia de mis noches.