sábado, 8 de octubre de 2011

Sueños. (Oniliria X)



Reflejos de Nenúfares
Autor, Nabuco


Sería conveniente romper todos los anclajes. Levar amarras nunca es suficiente, pues me convierto en caracol, o en ostra. Quizá pudiera hallarse una perla en su interior viscoso, pero para qué se quiere una perla sino hay dónde engarzarla. Ni siquiera hay lugar donde colgar el collar, la pulsera o el pendiente. Llevar una perla guardada en un bolsillo es como esconder un beso en el brocal del corazón.
De niño soñaba con aprender a escribir sobre mis sentimientos y sobre historias como las de Julio Verne o Enid Blyton (aunque pronto me asomé a ellos, otros me parecieron siempre astros inalcanzables). Ahora la niñez es un cuarto oscuro, donde casi nunca entro.
Quisiera saber escribir para no sufrir, para que esta sensación tan extraña me deje contemplarlo con total atención, sin distancias, el gorgoteo de una fuente. Pero probablemente sea lo contrario, escribir es sufrir más de una vez. Todas las veces.
Pero el jardín -al menos a estas horas camufladas en esmeraldas y oros- está asaeteado por el insoportable ruido de una ciudad que transita en sus vehículos.
¿Por qué una ciudad como ésta tiene la cantidad de tráfico que tiene?
Nunca lo he entendido.
Estoy escribiendo. Alrededor oigo ruidos: la vida se manifiesta en un precario estado rudimentario y selvático. Porque el silencio es una conquista, una expresión más elevada de civilización.
Estadistas del mundo, uníos contra el ruido.
Soñar no es difícil, lo difícil es recordar los sueños y es más difícil aún cumplirlos, si es que se recuerdan.
Aún no tengo claro si los sueños son como un laboratorio, o son un aviso o son un vertedero para el reciclaje del subconsciente.
Quizá haya sueños de diversas categorías. Y entonces se añade otra dificultad, cómo establecer los filtros o drenajes que alejen de la conciencia las pesadillas o las premoniciones de dolor y muerte.
Tendría que hacerme ingeniero de canales, para abrir un túnel que una y comunique mis sueños y mis dedos.