lunes, 3 de octubre de 2011

Cerviz uncida en yugo inapelable (Nueva versión)

(En el post de ayer hablaba de la comunicación con amigos y amigas sobre los textos que voy publicando en este espacio. Una de las últimas fue a raíz de la publicación de este poema el pasado lunes 19 de septiembre. Una amiga que prefiere permanecer en el anonimato por pudor, me hizo una serie de consideraciones sobre aquella primera versión que se puede leer AQUI. Considerando que el interés que le movía para opinar de ese modo era la mejora de mis versos, repasé el poema a la luz de esas ideas y llegué a la conclusión de que tenía razón. Así que me puse manos a la obra. El resultado es el que ahora ofrezco. Gracias infinitas a esta consejera y amiga a quien, obviamente dedico el poema. Hoy es anónimo, pero si algún día estos versos forman parte de algún poemario, su nombre ha de figurar impreso).

Tus dedos son un verso ensangrentado,
azul huella de espanto acariciándome
la piel indiferente a tu prisión,
insensible al desgarro que te asfixia,
el desgarro y la cárcel invisibles
para estas dos retinas siempre en fiesta
oropel cimentado en tu miseria,
fiesta endeble, tan frágil como un sueño
tan fugaz como el brillo del diamante.

Entorno a mi cintura, tu sudor
es tejido invisible que me cubre,
un sudor que ha castrado tu futuro,
un sudor como yugo con candado
que aprisiona cerviz y pensamiento,
impidiendo al destino de su vuelo
encontrar las respuestas que caminan
hacia la misma dársena común…
Mientras, la huella esclava de tus dedos
aún sangra en los tejidos que me cubren
como invisible verso maniatado,
como llanto de lágrima sin grito.

Si tus pupilas arden con el fuego,
el mismo que da vida a mi mirada,
el mismo que calienta mis latidos,
el mismo que ilumina mi sendero,
¿por qué tu esclavitud no me desgarra,
por qué el brutal silencio genocida
no cesa de crecer cada jornada…?

¿Por qué, si tu materia es mi materia,
este dolor me importa más que el tuyo?
¿Por qué, si tu materia es mi materia,
no cuento tu llorar entre mi llanto,
ni cuento tu prisión como mi cárcel?

¿Por qué, si tu materia es mi materia,
no cuento la injusticia que te llaga
como una inmensa losa que me asfixia,
ni cuento tus heridas como mías,
ni tu muerte conmueve mis entrañas?

¿En qué parte del viaje compartido
en esta nave azul y milenaria
se decidió que tanta esclavitud
sería el pedestal para mi dicha?

Y ahora que me acecha la mentira,
y ahora que ese yugo crece y crece,
como las sombras negras de la tarde
y aproxima sus fauces a mi cuello
y asedian sus colmillos mis arterias,
quizá ya sea tarde y no haya tiempo
que evite compartir nuestro destino:
pues mi carne también como la tuya
será un verso de piel ensangrentada,
macerada en barrotes de vergüenza:
cerviz uncida en yugo inapelable.