lunes, 24 de octubre de 2011

Estaba decretada esta derrota


No hay ninguna palabra para el desasosiego,
ni tampoco hay caricias.
Sólo siento tu ausencia:
una montaña rusa
                                     enredada en el viento
que convierte esta tarde en intestino
transformando el recuerdo
                                                     en lodo maloliente.

El otoño construye la memoria,
y la melancolía.
Sus hojas amarillas suspiran cada tarde
como un niño de fiebre y de cristal.

¿Cómo no hacer parada en el recuerdo
de otras tardes, espejos de esta tarde,
o de tantas mañanas disfrazadas de ocaso,
cuando era un gran delito soñar,
o tomar esta pluma para llorar despacio
y en silencio, silencio de mil versos
perdidos en las páginas endebles
de mis neuronas tristes?

También me he levantado
antes de que se hubieran dibujado los labios
los tejados carmín de la ciudad,
ni siquiera los pájaros
habían regresado desde la madrugada,
lejana y ominosa…

                    (Tampoco estabas hoy…
Es la cama un desierto de caricias,
un inmenso ataúd,
donde yacen los besos no nacidos,
y la sábana olvida tus fragancias).

Es difícil que el viento
                                           ordene las palabras,
aunque uno se despierte con premura
y perfume sus dientes
con aromas de bosques milenarios
intentando engañar al roedor nocturno,
y obligue a la bombilla
a resucitar versos trashumantes.

El día no ha evitado convertirse en
necrosado intestino como asfalto
ahíto de miserias y cenizas.
El día no ha evitado convertirse en
cementerio de versos moribundos,
con perfume de lágrima.

Pero no se ha rendido mi trinchera,
aunque la escaramuza era derrota,
por más que se empeñara mi sonrisa.

Antes que la ciudad se engalanara
con el mismo vestido que cuelga cada noche
para que las estrellas lo abrillanten,
he alzado mi estrategia entre las manos,
he perfilado un reto contra la nostalgia;
pero he errado mi cálculo:
tu ausencia
                        ha derrumbado los cimientos
sobre los que apoyaba mi defensa,
el puente no ha aguantado mi sonrisa,
ni ha soportado un verso de esperanza,
estaba decretada esta derrota…
                     (Tampoco estabas hoy…
Es la cama un desierto de caricias,
un inmenso ataúd,
donde yacen los besos no nacidos,
y la sábana olvida tus fragancias).