martes, 22 de septiembre de 2009

¿QUÉ DECISIÓN TOMAR? (36 y 37)

* * *
36
04:22 a.m.

El vaso de leche tibia, casi caliente, le reconfortaba, como tantas veces le reconfortaba la escucha de una buena música, esas melodías que en esta época de prisas y estruendos nadie se para a oír. Un buen bolero, quizá un tango…
Cuando entró en el portal y descubrió que el coche que le seguía a todas partes aún no había llegado sonrió aliviado.
No por tanto acontecimiento rompería su rutina. Lucía, a esas horas, dormiría a pierna suelta, ya estaba acostumbrada a los horarios del periódico. Tenía la plena certeza de que, como cada noche, el vaso de leche le esperaba en el microondas para ser calentado. También sabía que le aguardaban sus galletas. Esas cuatro galletas de toda la vida, que eran como el paladar del recuerdo de la infancia, a pesar de sus años.
Pero antes de cumplir con la liturgia de cada madrugada, después de depositar las llaves en la entrada, de puntillas, sin encender ni una luz, se dirigió a la ventana del salón, la que daba a la C/ Arcipreste de Hita, esquina con Dos de Mayo. A pesar de la pequeña treta que había gastado a su sombra, no debería tardar mucho en aparecer. Si no lo hacía quizá debiera de llamar a la policía…Este pensamiento no le duró más de unos segundos, pues los faros del coche aturdieron las sombras de la noche. Ya se podía ocupar de su persona, al menos unas horas: el vaso de leche, las galletas, dormir…
Hasta que el sonido de ese maldito artilugio inventado sin duda por uno de los diablos más perversos que habita en el infierno, convirtió el silencio en un puñado de cristales rotos…Temió incluso que Lucía despertara...
Las palabras que escuchó a Elio no eran precisamente tranquilizadoras.
Si no había interpretado mal, la sien de su redactor de cultura era apuntada por un revólver que empuñaba Doroteo Burón. O desaparecía la carta escrita de la edición impresa o sus días estaban contados. El retraso en la salida a la calle, parecía no importarle a aquel hombre. Ni en los días más duros de la represión de aquel Gobernador Civil había pasado por una situación tan delicada.
Quizá debieron haber aceptado el dinero.
* * *
37
04:27 a.m.

Lauro no había visto nunca Sólo en casa. El niño que lloraba en su cabeza aún no tenía edad para tales cosas. Su edad era la de soñar con tibios ríos de leche caliente. Si hubiera visto la película norteamericana, sabría que el volumen de un televisor puesto a determinada altura puede confundir los oídos de un oyente poco avezado.
Si hubiera pensado, al menos durante unos segundos, sobre tal posibilidad, quizá no hubiera actuado de la manera en que lo hizo. Pero no tenía madera para ser guionista de Hollywood.
Virginia, sí recordó esa cinta. Suponía que no era una solución excesivamente brillante, pero quizá funcionara. Cuando Elio se fue, ella intuía dos cosas, y sabía una tercera. Intuía, primero, que su novio no regresaría tan pronto como decía y, segundo, que estaban siendo vigilados, a pesar de los intentos de Elio por asegurar lo contrario. Además, sabía que tenía miedo. La sensación de miedo era poderosa, tan poderosa como el estruendoso sonido de los latidos de su corazón.
Lauro desconocía el temor que deambulaba en el corazón de Virginia y mientras pensaba en cómo actuar, no vigiló la sombra de la silueta femenina que se asomaba a la ventana. Lauro no sabía que Virginia vio con detalle el momento en que salía del coche y cómo, con pasos de gato precavido, cruzó los metros que separaban su coche del portal.
El miedo ocupó el caudal del torrente sanguíneo femenino y aceleró de tal manera la velocidad de sus pensamientos que en cada segundo le cupieron varias ideas al mismo tiempo.

17 comentarios:

maririu dijo...

buenos días y au revoir
no tengo tiempo de leerlo y me despido hasta el viernes con un gran abrazo

Amando Carabias dijo...

Maririú
Buen viaje, pues y hasta el viernes.

Anónimo dijo...

Me parece a mí que el vaso de leche se va a quedar frío. Y no sólo la leche.
-No hay novela aún ni creo que la haya nunca. El texto que subí fue escrito en el momento-
Un abrazo.

Amando Carabias dijo...

Neuroscopetrix
Sí, me parece que sí... La leche, y además su estómago, por el susto.
Pues si no tienes novela, a lo mejor ayer escribiste su primer párrafo.

Isolda Wagner dijo...

Hay que ver cómo transmites el miedo, se encoge el estómago (ah, pero ya he comido)
Nos tienes en ascuas y con la particularidad de cortar los capítulos como lo haría un programador de TV
Besos más tranquilos que tu novela.
Buen viaje Maririu!

Flamenco Rojo dijo...

Es verdad lo que dice Isolda, parece que cada vez que termina un capítulo nos vamos a publicidad…y a esperar la próxima entrega/intriga.

Había escuchado alguna vez que otra una definición para un teléfono móvil pero como esta ninguna: “maldito artilugio inventado sin duda por uno de los diablos más perversos que habita en el infierno”. Magistral.

Un abrazo.

Ferran dijo...

Isolda: gracias por todo lo que comentaste el otro día. Tenemos puntos de vista distintos no en lo que dices de esencial, sino en lo que al conjunto se refiere, a las expectativas de los lectores y al sentido que deben tener los comentarios. Te agradezco, en especial, que consideraras mis comentarios a las cosas de McCullers como algo que te llevaba a leerla.

Besos

Maria Sangüesa dijo...

Cada vez más intrigante y más complejo el juego de personajes. Espero con impaciencia la próxima entrega. Un abrazo para ti y para los demás amigos.

María A. dijo...

No sé quien decía eso de que “Existen personas en nuestras vidas que nos hacen felices por la simple casualidad de haberse cruzado en nuestro camino”.Bueno pues eso, ayer dos personas hicieron que me sintiera feliz... simplemente porque, gracias a esta Brasserie y su animador, se cruzaron en mi camino Trianero. Gracias a quien lo hizo posible y a estas personas por ser como son: buena gente del Sur, ¡de Triana!, que ayer me costó un poquito más salir de allí… Voy a ver si aterrizo, que mañana tengo “faena”. Besos africanos.

Isolda Wagner dijo...

María A. Eso lo vengo diciendo hace mucho tiempo. Me alegro muchisimo de vuestro encuentro trianero.

Amando, hay que ver la que has liado con la brasserie.

Ferran, te agradezco el comentario, pero me gustaría, si pte parece bien que nos explicaras el fondo de la cuestión.

Besos a todos desde mi sur todavía de verano.

Amando Carabias dijo...

Isolda
La verdad es que a mí mismo me preocupa la situación. En principio, mi intenciión no era ésta, pero los personajes están empezando a cobrar vida autónoma y el relato sigue con su natural ritmo. Que a pesar de su aparente lentitud, es frenético. Si se lee seguido, no de dos en dos capítulos, todo está ocurriendo en pocas horas.
Ahora ya no sé qué decir respecto del desenlace. Lo digo en serio. Y además estoy seguro de que no me creéis.

Amando Carabias dijo...

Pepe Gonce:
Ocurre que hoy en día es muy complicado, casi imposible, escabullirse de los efectos que ha producido en nosotros el cine y la televisión. No obstante, y si recuerdas, al principio de esta serie, allá por el mes de julio, hablábamos sobre los relatos por entregas publicados en los periódicos del siglo XIX y principios del XX. Én fin, en este tipo de relatos creo que es deber del escritor dejar una puerta abierta a la curiosidad del lector.
Los móviles, como tantas cosas de nuestra época tecnológica, son maravillosos, pero parecen fabricados en una sucursal del infierno. Lo sostengo.

Flamenco Rojo dijo...

María A. el placer de conocerte fue nuestro. Ese fue el primer encuentro pero habrá muchos más. Mary y yo estamos seguros de ello.

Y ahora en vez de abrazos mandamos besos para todos y uno especial para María A.

Amando Carabias dijo...

Ferran:
He buscado releído más despacio las palabras de Isolda a las que te refieres en tu comentario, para intentar penetrar en el sentido de lo que dices. Sinceramente, me parece que Isolda tiene razón en líneas generales. Quizá se podría decir, únicamente, que debería introducir un matiz, el que otorga la flexibilidad, y la disposición de ánimo. Por lo demás, es cierto que cada uno vamos situándonos, como, por otra parte siempre ocurre en los grupos. Es evidente que esperabas algo más de alguien, que ese alguien te ha fallado y por tanto entiendes que aportar un nuevo poema al poema no es bien admitido.
Repito, lo que escribí en su día. Si tienes en cuenta en algo la opinión de quien ostenta la titularidad de la brasserie, a mí no sólo no me importa, sino que me encanta, por lo que enriquece y por lo que muestra de tu generosidad.
De todos modos rpeito lo que también escribí en su momento, no soy nadie para obligar a nada, y muchos menos a escribir poemas...

Amando Carabias dijo...

María Sangüesa:
Esto se va liando por momentos. No sé si es el canto del cisne o nos vamos a alargar mucho más.

Amando Carabias dijo...

María A:
Cuando comencé este blog nunca creí que pudiera suceder este milagro, porque el encuentro de personas tan distintas y tan distantes (en lo geográfico) se me hacía como opción sólo posible en la imaginación. Es verdad que unos cuantos nos conocíamos ya de otra casa en la que seguimos o no, da igual, por diferentes motivos. Pero creo (y no es por presumir) que aquí, en esta brasserie se ha fraguado un clima especial, al que poco he colaborado, si acaso, con el esfuerzo de contestar casi a cada comentario, tratando por igual a todos cuantos hasta aquí os acercáis.
Quizá en alguna ocasión debiera haberme extendido más, pero sólo las prisas o tener más clientes que atender ha impedido realizar mejor esa tarea.
Este es mi único mérito. Lo demás es vuestro, sólo vuestro.

Amando Carabias dijo...

Isolda
Me parece que ya te he contestado en la respuesta a María A, como sabes, pues he tenido la inmensa fortuna de decírtelo en persona, esta tarea me encanta, porque no hay nada mejor que conocer a las personas, y si es con la excusa de lo literario, o similar, mejor, mucho mejor.
A Pepe y Mary no los conozco en persona, aún, pero sé que los conoceré; y de todos modos ya estoy seguro (hace muchos meses) que son maravillosos y lo que comentas tú y María A (otras dos personas muy reales y fantásticas) no hace más que confirmármelo.