martes, 1 de septiembre de 2009

¿QUÉ DECISIÓN TOMAR? (24 y 25)

* * *
24
02:50 a.m
Lauro, después de muchos intentos infructuosos, escucha con nitidez la emisora de radio donde suenan tantos boleros. Esa música le llena el alma con una sensación parecida a la que le producían las caricias de su madre cuando de chico tenía fiebre. Mientras se agacha a buscar el mechero caído sobre una de las alfombrillas del coche, piensa que nunca deberían haber pasado esos años, cuando la felicidad era correr descalzo por la arena de la playa, y contemplar la llegada de las barcas de los pescadores, que parecían teñidas de rojo por culpa de la puesta de sol. Si hasta cuando enfermaba y se quedaba en la cama, era feliz, porque sabía que a la tarde, cuando su madre regresara del trabajo en la fábrica de conservas, le acariciaría la frente. Prefiere no pensar semejantes pendejadas, y enciende con rabia el cigarrillo, cuyo filtro se ha humedecido; aunque ante su propia madre lo negaría, él sabe que ha sido una lágrima. Siempre le pasa lo mismo. Si está solo, cuando escucha bolero es imposible que los ojos no se le humedezcan y le caigan algunas lágrimas. Si a su alrededor hay compañía, traga mucha saliva y piensa en otras cosas. En cualquier cosa; pero la táctica más importante de todas consiste en no prestar atención a lo que dicen las letras. Aún no sabe si sintonizar la emisora ha sido la mejor decisión esta noche. La mirada triste de la madre de su hijo, y el rostro demasiado delgado del niño, no se apartan del recuerdo. Y ahora la música del bolero.
Ni delante de un pelotón de fusilamiento dejaría de llorar esta noche.
Pero la figura oronda del periodista que sale del portal viene a destrozarle la sesión de lágrimas. Lo ha visto casi de refilón, pues iba muy rápido, muy pegado a la pared. ‘¿Por qué este pendejo tiene que salir, precisamente ahora?’. Todavía contempla la silueta oscura de Elio cuando le llega al oído la voz adormecida de Gilberto, que primero le increpa por llamarle a esas horas y luego queda en silencio.
‘Jefe, no tarde en decirme qué hago, si tengo que seguirle, como no me conteste pronto, voy a perderle’.
Envuelta en papeles de humo, la música del bolero se escapa en busca de la noche y el olvido, tras la rendija abierta del cristal de la ventanilla. Por un momento tiene miedo de que los últimos suspiros de la melodía avisen los oídos del periodista, pero no está la música tan alta.
Si el jefe habla de esperar, esperará.
* * *
25
02:49 a 02:53 a.m.
Elio ya está seguro. La casa está vigilada. Justo un segundo antes de abrir, ha intuido una sombra fugaz en el coche aparcado frente a la fachada. Con las prisas ha olvidado encender la luz del portal. A pesar de la oscuridad de ese zaguán estrecho, el claror que las farolas de la calle nimba lo suficiente la puerta de entrada, como para abandonar el edificio sin temor a un traspiés. Elio ya sabe que tal cosa no es recomendable, pues el pie, si no es ayudado por los ojos, puede encontrarse con cualquier mala sorpresa que acabe en esguince o algo peor, pero a esta hora de la madrugada ha tenido suerte; no siempre han de suceder desastres. Durante unos segundos ha detenido su marcha. Necesita comprobar si lo que había intuido a través del rabillo del ojo, como suele decirse, eran traiciones que le causaba el subconsciente, o era una percepción real que le ha llegado al cerebro a través de un mecanismo automatizado por el nervio óptico, como si este nervio funcionara cual cámara de seguridad que, sin petición expresa de nadie, graba todo cuanto sucede ante su foco, siempre que esté en funcionamiento. Antes de detenerse frente al cristal de la puerta, ha visto la silueta de un hombre que se incorporaba. Deduce que el movimiento que se le ha colado por entre las pestañas, ha sido el contrario al que ahora contempla con nitidez. Un busto se incorpora. El movimiento habitual del tronco de un ser humano que se alza estando su propietario en postura sedente. Lo más probable es que hubiera estado accionando algún reproductor de música, o que buscara algo caído en el suelo del vehículo. La llama del mechero ilumina un rostro del que, sin embargo, no podría decir nada. A pesar de ese resplandor fugaz, para Elio se trata de un rostro en sombra. Sabe que el vigilante no le ha visto aún. Si tiene suerte, incluso, el propio fogonazo del mechero impedirá que se dé cuenta de su marcha. Sale lo más rápido posible; sobre la marcha improvisa y decide caminar en dirección contraria a la que tenía pensada, puesto que a menos de cien metros puede torcer por una callejuela, por la que se perderá del todo de la visión de aquel hombre.
Pero no esá seguro.
No, no es cierto, el fuero interno de Elio tiene la completa certeza de que su salida no ha pasado desapercibida. Tiene miedo de que los latidos apresurados de su corazón lleguen hasta los oídos del vigía que fuma. Da la vuelta a la esquina y se detiene. Necesita saber si el aquel centinela vendrá tras sus pasos o se quedará ante el edificio.
Quizá, piensa, Virginia tenía razón y no debía haber salido de casa. ¿Por qué no volver?

12 comentarios:

Beatriz Ruiz dijo...

Buenos días amigo... Me ha encantado lo de Lacayo... has estado sembrao...

Marcho a Madrid, pero volveré... seguro...

Feliz semana...

Beatriz desde Tenerife...

Amando Carabias dijo...

Beatriz:
Eso espero que vuelvas. Ah, los hijos, los hijos.

Ferran dijo...

Septiembre...Hace setenta años, como no se han cansado de decir los publicistas, la locura se expresó en la guerra; esa locura que ya había depositado su huevo de la serpiente en los corazones de los europeos. Una locura que engendró ideas como la posibilidad de excluir, esclavizar o exterminar a los Infrahumanos. Esa locura que pretendía hacer de una comunidad homogénea el sujeto de la historia, reduciendo al individuo a una cuestión accidental. La libertad era la del Volk, la voluntad de poder, la capacidad de transformación, todo aquello que la Ilustración había mostrado como espacio de desarrollo y realización del ser humano, pasó a ser la zona de expansión del Ser comunitario, ese principio ontológico heideggeriano que se expresaba fenomenológicamente en el "movimiento", tomando forma y manifestación en lo perceptible, en lo aparente, en lo estético. Para ellos, la naturaleza y la historia se reconciliaban por fin, la especie hallaba su liberación mediante la destrucción de las cláusulas morales que limitaban la libertad del pueblo más fuerte.

Hace sólo setenta años, Europa demostró que la cultura también ha consistido en esto.

Amando Carabias dijo...

Ferran
Por tanto, deduzco que hoy tendría que ser un día para la reflexión y el luto, o el luto y la reflexión. Tendría que ser una jornada para recapitular sobre lo que ocurrió y aquello que aún hoy respira en la humanidad y se asemeja a esas tendencias de sentirse raza superior, cultura superior, y por tanto, con pleno derecho para eliminar de cualquier modo todo lo que sea distinto, puesto que, por definición, su definición es inferior.

Flamenco Rojo dijo...

Vaya, nos quedamos con la intriga de si Elio volverá a casa o no.

Desde luego Amando como después de todo no haya esa veta de oro en la mina abandonada de caolín estamos arreglao.

Amando Carabias dijo...

Pepe Gonce
Hay oro, eso es seguro. Es la base del asunto. ¿Cómo sin el oro el alcalde y el procurador van a convencer a un testaferro que contrata a estos matones?
Hay oro. Y es de lo que se trata, de que no lo publiquen o de que lo publiquen.
Porque si lo publican, cómo explica el alcalde que el erario público (no sé si municipal o estatal, porque en caso de tesoro quízá el Estado tenga prioridad, pero este tema lo desconozco) iba a permutar el terreno por otro?

maririu dijo...

Oro de cultura:
como decía el otro día, en otro sitio sobre el año escolar las faenas del campo mandaban y las guerras se declaraban en otoño con la cosecha en el granero las no salvajes , las crueles consistían en impedir la cosecha.

Amando Carabias dijo...

Maririu:
Quizá hay una razón que lo explique, quizá interesaba respetar el territorio y las gentes, no destruirlos, porque un territorio destruido no le servía al nuevo señor del mismo. En todo caso, qué sutil es el humano que puede matizar tanto hasta el nivel de las guerras.

maririu dijo...

quizás hubiera esa razón, lo más seguro es que la había, tienes razón Amando he moralizado con cruel y civilizado.
En cuanto a Lauro u el retrato de la mujer demasiado delgada, ¿será la causa de el trabajo de matón?
Se acaba de acabar una semana con muy poco tiempo para mí, necesito concentración y cada día he tenido razones de alegría y de trabajo en la cocina (cuando no era yo la invitada que de todo ha habido) porque alguién me dio sobrinos (encantadores y con sobrino nieto) Hoy se han despedido, Barcelona les espera el viernes y estarán en Atmella (el sitio de origen de la madre de Ferran) sin venir ya a Tortosa,lo que hacían día sí y otro también. Puede que pueda escribir.

Amando Carabias dijo...

Maririu:
Efectivamente es la razón. En uno de los primeros capítulos, en el instante en que aparece ya se menciona que lo están pasando mal y que el dinero le vendrá bien para poder ir pasando unos cuantos meses.

Maria Sangüesa dijo...

Muy buena idea la de ir poniendo el acceso directo a los anteriores capítulos, me he puesto al día y estos dos últimos me tienen en ascuas. Un abrazo.

Amando Carabias dijo...

María Sangüesa:
Es una suerte poder contar contigo, a pesar de que tienes que estar a tope con los preparativos de la presentación del libro.
La verdad es que como dijiste en alguna otra semana, esto se alarga y se alarga. Todo junto, no es tanto la verdad, pero separadas en el tiempo, no veas... Es fácil que haya despistes, o que alguien no pueda acudir el día que se publica. Por eso se me ocurrió lo de enlazar las entradas anteriores.