Siempre que él le acariciaba con sus manos, lo que ocurrió con frecuencia durante el breve noviazgo, ella pensaba que eran fuertes y que podrían salvarla de cualquier peligro y que sostenida por ellas estaba segura. No percibió en su desmesurada pujanza el rescoldo oculto del espíritu de Otelo, le faltó sutilidad en la mirada. Por tanto nunca imaginó que el verdadero riesgo anidaba en ese vigor desmedido. Aquella tarde tampoco ese pensamiento afloró en sus neuronas, apenas fue el reflejo de un pétalo prendido en la mirada horrorizada.
2 comentarios:
¡Epalalá! ¿Andamos microrelatando misoginias?
Cuanta gente en esto de los relatos breves, si hasta hay teóricos y todo...ya escribiré al respecto..de comienzo me gustan...me gustan...
Sí y no.
Fue precisamente una vueltita por tu blog, la que me hizo aterrizar en esas páginas. Desde hace tiempo ando intrigado por este asunto, quizá porque sea un camino de difícil tránsito para mí, que soy dado más bien a las longitudes excesivas.
¿Quién sabe? Quizá porque me cueste, sea beneficioso para mí.
Por otro lado pienso que todo lo que sea aportar un grano de arena contra el maltrato es necesario, muy necesario.
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