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30
03:23 a.m.
La luz que sobresalta la oscuridad de la fachada alerta la mirada de Lauro que, tras haber recibido la orden de Gilberto, está más despierto que nunca. Sabe que la sustanciosa paga de este negocio no se debe a que sus neuronas intenten batir récord de altura o de longitud o de velocidad o de elasticidad. Pero no puede evitar que los pensamientos le rueden como un desprendimiento de rocas. Si Elio ha salido de casa no ha sido para darse un paseo nocturno. Que vaya a acudir a donde está el viejo director del periódico está por ver. Y ahora esa luz. Se le ocurren varias posibilidades: que la joven muchacha se haya desvelado ante la salida repentina de su novio y haya decidido ponerse a coser o a leer un libro (a pesar de la estrecha vigilancia, desconoce todo acerca de las costumbres y aficiones de Virginia), que sufra una pesadilla, que haya recibido una llamada de teléfono. Según su jefe, tienen controlado el teléfono de esa vivienda, pero hoy en día en cada casa hay más de un teléfono. Por un momento la piedra más grande que cae de sus neuronas le impulsa a subir hacia aquel segundo piso e intentar enterarse de lo que ocurre. El olfato de Lauro le dice que algo va mal, que Gilberto no lo tiene todo tan controlado como dice, que están a punto de echar todo al traste. Esa idea crece como una araña venenosa, como una serpiente que le crecieran tentáculos viscosos. Si el plan se desbarata, qué será de ese niño y de su madre en los próximos meses. Algo parecido a una catarata de sangre le golpea en la mirada. Cómo esperar a que reaccione el pendejo de Gilberto, tan pagado de sí mismo, tan ufano, tan convencido de que nada se le escapa. Si algún vecino insomne estuviera mirando, desde otra ventana, creería que Lauro es un felino dentro de un cuerpo de hombre. Sin ruido cierra la puerta del coche. Sin ruido, y con todos los sentidos alerta cruza los escasos metros que le separan de la fachada. Sin ruido abre de nuevo el portal. Sin ruido asciende, como si levitara, los cuatro tramos de escaleras que separan la entrada del edificio de su segunda planta. Sin ruido se para ante la puerta de la joven pareja. Sólo un vago rumor de voz entrecortada le llega a lo lejos.
* * *
31
03:24 a.m.
Elio está a punto de llegar al periódico, cuando le sobresalta la vieja melodía del cacharro antiguo. No da tiempo a sus recuerdos para que se alleguen a su corazón las imágenes de hace unos años, cuando Virginia parecía una realidad inalcanzable, a pesar de sus esfuerzos. ‘Dime… ¿Que le llame? Pero este hombre ha enloquecido o qué. ¿No habíamos quedado en que tenían vigilado su teléfono… No, cariño, perdona, no dudo que te haya dicho eso, lo que digo es que me extraña que lo haya dicho. ¿Y si es una trampa…? No, Virginia, ni se te ocurra salir. Estás mejor en casa, ni se te ocurra’. La imagen de aquella silueta sin duda masculina, encendiendo un cigarrillo tras el volante del coche no es nada tranquilizadora; pero tampoco tiene ningún interés en provocar el pánico en la muchacha. Supone que se limitarán a vigilarlo. Además, el tardará poquísimo. Redactar una carta dirigida al director del periódico enviada por un supuesto ciudadano euritmitense. ‘Tranquila. En menos de media hora estoy de vuelta’. ‘Lo primero es lo primero… A ver… Sí, aquí… ¿Don Efrén…? Que me ha dicho Virginia que… Sí… Sí… No, no pienso cambiar nada de la página digital, pienso modificar algo de la edición impresa… Una carta al director de un tal Ciudadano Cabreado… ¿Que no, qué…? ¿Cabreado…? ¿Mejor Indignado…? Vale, como quiera. En ella escribiré lo que sabemos en pocas líneas… Ya, sólo tenemos dos nombres el del Alcalde y el del representante de la sociedad con quien se permuta el terreno, sí, eso, Doroteo Burón… ¿Qué es poca cosa? Coño, don Efrén, ya lo sé, pero no hay más. O eso o nos quedamos con la pasta… ¿Pero para eso ya es un poco tarde, no le parece? No tendríamos que haber puesto sobre aviso a la pasma…'
Elio baja precipitadamente a la sala donde se imprime el periódico. Su mirada, como de ardilla asustada, se dirige en busca del jefe de la imprenta, Manuel. Manuel le descubre con un atisbo de mueca de fastidio. Cuando un periodista baja al infierno a pocas horas de que el periódico se convierta en testigo del alba es que algo habrá que cambiar. ‘Joder, vaya noche. A este paso hoy no salimos’.
Elio baja precipitadamente a la sala donde se imprime el periódico. Su mirada, como de ardilla asustada, se dirige en busca del jefe de la imprenta, Manuel. Manuel le descubre con un atisbo de mueca de fastidio. Cuando un periodista baja al infierno a pocas horas de que el periódico se convierta en testigo del alba es que algo habrá que cambiar. ‘Joder, vaya noche. A este paso hoy no salimos’.
10 comentarios:
Antes que te lo diga Pilar… ¿a coser se va a poner Virginia a las 03:23 a.m.? Eso no te lo crees ni tú…
Te voy a decir una cosa escribidor, a minuto por entrega, hasta llegar a las 06:00 a.m. que salga a la calle la primera edición del diario nos quedan más o menos 150 capítulos...Bueno pues aquí nos tendrás intrigados y si te crees que nos vas a cansar, te equivocas, no te vas a librar de nuestros comentarios forastero.
Un abrazo.
Pepe Gonce
No si yo no me creo nada, son cosas de Lauro
Casi seguro que no va a ser tanto.
El escribidor ha empezado a vislumbrar el final.
Lo dicho, esto es una novela. Nos tienes en vilo, el escribidor podrá estar vislumbrando el final, pero los lectores ni nos imaginamos cómo va a finalizar este juego de personajes... Que, hagan lo que hagan, resultan creíbles y aumentan la intriga. Un beso.
María Sangüesa:
En un día tan importante para ti, agradezco más, si ello es posible, tu aparición en este rincón. Muchas gracias por tus palabras, sobre todo lo relacionado con la credibilidad de los personajes. Es algo que me suele preocupar bastante, y es una de las causas por las que algunas veces se demoran mis relatos.
Como anoche le dije a Pepe, ya vislumbro el final, pero no sé exactamente aún cuando ha de llegar. Parecía que lo tenía hilvanado y de pronto creo que hay una hilacha de ovillo que tengo que recoger. Sí, al final vas a tener razón. No va a ser novela muy extensa. Quizá novela corta, quizá relato...
Joder, Pepe. Vaya fama que voy a coger de "repelente niño Vicente", o pedantona.
Aunque he de reconocer, que el estilo literario de Amando de hoy , ahora que estoy leyéndole en Cuentos de Euritmia ( que me está gustando más que la Trilogía Millenium y no es coña) , me ha sorprendido. Me resulta algo diferente al habitual, no sé, quizá la repetición de tanto teléfono, la vuelta a utilizar la palabra neurona ( con la que le cayó hace tiempo) ...en fin...Son imponderables de la literatura, supongo. De todas maneras, nos sigues manteniendo en vilo con este relato que veo se va a convertir en novela, seguro.
Y como es Friday ( poupupidou Pepe) , y estoy muy contenta como estado general ennubado y feliz, os dejo un clásico del teléfono, de cuando yo empezaba a vivir (sufrir) la adolescencia . Un poco de buen humor, para desfruncir entrecejos . Como diría un amigo mío de nombre extraño e impronunciable ,a disfrutar de esta joya.
http://www.youtube.com/watch?v=m9gn514qJ1o
Besos comunicados
Pilar desde su Pecera.
De parte de Pilar, para la nostalgia, cliquen aquí
Gracias
Pilar:
Gracias por lo de leerme. Es lo mejor que le puede pasar a quien escribe. Es verdad lo que cuentas, y está bien que se lo recuerden. A veces algunas palabras o expresiones, se tornan casi como tic y es difícil deshacerse de ellas, aunque llueva sobre mojado, mis neuronas..., esto mi pensamiento, no da para más...
Lo de los móviles... En este caso creo que es necesario. Es el modo en que unos y otros salvan las distancias. El mundo, hasta el del hampa y el de los ciudadanos normal, se globaliza.
Hace unos minutos he llamado por teléfono (móvil) para asegurarme de no haber perdido una factura. Y así no me he vuelto loco. rebuscando aquí, allá... HE estado hasta por mirar en alguna de las entradas :-)
Uy...no sea usted tan modesto. Su capacidad intelectual da para mucho, lo sabe de sobra y todos nosotros. Pero tenga especial cuidado con el desprendimiento neuronal (sobre todo si cae en plan peñasco como en el post) , no vaya a dañarte algún músculo vital para seguir escribiendo, tal cual es el esternocleidomastoideo, que mantiene el cuello erguido y la cabeza bien puesta sobre los hombros, lo que no dudo a usted le acontece con habitualidad.
Un beso felicísimo. Liro, liro...
Perdón, "dañarle"(es que hoy no me va tutearle).
Pilar
Pues no se crea lo de ese músculo a determninadas horas no es tan seguro... Y algunas veces más que despeñárseme las neuronas, se me va a despeñar la olla donde cuecen.
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