lunes, 31 de agosto de 2009

DAROCA

Daroca parece un barco anclado en un terreno sinuoso.
Cuando el viernes veintiuno de agosto por la noche cruzamos una puerta de su muralla, aún no sabíamos que atravesábamos la llamada Puerta Alta de la ciudad y nos metíamos en su casco amurallado a través de la Calle Mayor que es como el puente de este velero de piedra. Ni siquiera, una vez deshecho el equipaje y tonificados por una ducha que nos alivió del viaje, al cazcalear por su calle Mayor, fuimos conscientes del asunto. Sí percibimos que a la calle Mayor sólo desembocaban callejuelas empinadísimas tanto por un lado como por otro. También habíamos comprobado en propia carne que en cualquiera de estas callejuelas no se pueden cruzar dos vehículos, mientras que en la calle principal lo pueden hacer, siempre y cuando no haya otro aparcado junto a las estrechas aceras. Habíamos llegado después de un viaje que desde el principio se hace faldeando por zonas sinuosas y montañosas, un viaje ondulante, como si el terreno fuera una bandera en constante tremolar.
Fue a la luz de la diáfana mañana del sábado, cuando intuí que este pueblo fue fundado por los árabes en el barranco que forman las laderas de dos montes. Cerraron el único paso cómodo que había por el entorno e hicieron escalar sus murallas hasta las crestas de ambos montes.

Cualquiera puede leer en muchas páginas de Internet que en Daroca se encuentra la torre más antigua del mudéjar aragonés la de la iglesia de de Santo Domingo (en la foto), que tiene otras muchas iglesias mudéjares, pero que, sin duda, el templo más importante es la Colegiata de Santa María, también conocido como iglesia de Los Corporales, que es la seña de identidad de esta ciudad. Se trata de una iglesia colegiata que acuna en sus interior los Sagrados Corporales como muestra del milagro sucedido en febrero de 1239 y que condujo a una inapelable victoria de las tropas cristianas sobre las musulmanas.

Pero lo que no aparece en Internet, cuando se refieren a Doroca es esta placa que está justo frente a la torre de Santo Domingo.


Si se amplía la fotografía se lee nítidamente el contenido de los versos, pero por si acaso aquí los transcribo:
Torre en penumbra de melancolías
me das en esta hora
el gusto añejo de mis tiernos años
y tu solemne sombra
y silencio acuñado por los siglos
dulcemente se posan
sobre mi corazón que te contempla.
Muro de San Cristóbal
torreón de mis sueños
Cristobalón de las murallas de Daroca .
Ildefonso Manuel Gil
Hice la foto y ahí quedó grabada en la memoria de la cámara. Lo cierto es que la hice pensando en este rincón, por si acaso.
Y seguimos callejeando por Daroca ascendiendo por ladera del lado norte. Cada vez las calles eran más pinas, cada vez más estrechas. Como ya he dicho se hacía complicado atajar, las calles desembocaban en muros de casas que suponían un final de trayecto, y había que volver sobre nuestros pasos.

Ya por la tarde a la vuelta del Monasterio de Piedra, la puesta de sol nos acarició en Daroca, donde continuamos nuestra exploración de los rincones de esta ciudad amurallada. Volvimos a pasear por las mismas callejas, subimos y bajamos cuestas, y después de dormir en ella, a la mañana siguiente salimos hacia Cariñena, como ya está escrito y publicado...

Ahora que me pongo a escribir y busco alguna fotografía me encuentro con la de la placa en la que están trascritos esos versos. Me pica la curiosidad.
Para mi inmensa incultura Ildefonso Manuel Gil es un nombre sin historia, un nombre que no me dice nada. Pero, por si acaso recurro a la enciclopedia y zambulléndome en internet aquí me encuentro con una breve semblanza biográfica y parte de la obra del poeta. Y de pronto es como si me explotara entre las manos una bomba de relojería, algo sobre lo que vengo pensando en los últimos días, quizá en las últimas semanas. Pero de eso hablaré el miércoles.

domingo, 30 de agosto de 2009

MAS DE UTOPÍAS

La palabra de cada día 2005.
El camino que serpea.
Abril.

He salido a la calle, como cada mañana, y he sonreído a cuantos se cruzaban conmigo, porque en todas los rostros colgaba, como una condecoración, la más alta de todas, la sonrisa de la felicidad. Han desaparecido todos mendigos que con sus mugrientas manos extendidas y vacías, me pedían que se las llenase con monedas. He asistido a la quema de todos los pasaportes, porque desde ayer son documentos inútiles. En todos los edificios públicos, ondea una sola enseña, la bandera blanca de la paz. Cuando he comprado el periódico, las páginas dedicadas a los sucesos eran del mismo albeado color que la bandera; he vuelto a donde mi quiosquero para que me cambiase el ejemplar, pero cualquiera que tomara le pasaba igual; he hojeado otro periódico distinto, y pasaba lo mismo, y con otro, y con otro... Los políticos, decidieron ayer por unanimidad en el Congreso que, a partir de hoy, se dedicarán a leer poesía y en sus ratos libres a jugar al parchís, únicamente. Las multinacionales han acordado que pagarán los mismos sueldos y en las mismas condiciones, en Boston que en Bangla-Desh, en Madrid que en Rabat, en Copenhague que en Mogadiscio, en Londres que en Dakar… El Consejo de Seguridad de la ONU, por unanimidad, ha convocado un concurso de ideas para construir una paloma albina con todas las armas negras y con todos los barrotes de las prisiones. La última acción de la policía en el mundo, antes de su autodisolución, ha sido desmantelar todas las redes de prostitución que hay en el Planeta…
¡… Ay, he despertado y todo era mentira, aún! Ante mí se ve, como cada mañana, un inmenso camino empinado y abrupto, y más que invitarme a explorarlo, me amenaza con su presencia. De todos modos, el sueño es un motor poderoso, aunque de efecto retardado…

sábado, 29 de agosto de 2009

SI YO HUBIERA RESUELTO LA ECUACIÓN



Ya sólo sueño que tus brazos mecen
este loco deseo que me enerva,
esta loca pasión que me da vida,
este loco delirio que me impulsa.
Allí estaré dispuesto a que me acune
tu corazón, cual beso ilimitado,
a que tus labios sean mis latidos,
a que tus ojos sean mi horizonte.
Soy vagabundo insomne que deambula
y atraviesa mis propias pesadillas.
El insomnio se enreda cual serpiente
en el núcleo de un iris agrietado,
taladrando el cerebro sin descanso.
Siento que miles de alas se han cortado
y esparcen su sonrisa sin aliento.
Sé que he de abrir los ojos con premura,
y evitar que el reptil que me aprisiona
devore el último suspiro roto
y convierta en cenizas o en pavesas
inermes aunque vuelen en el viento,
este postrer anhelo que me alienta.
Paseo en la ciudad
desierta en medio de esta madrugada
que muerde venenosa
e inyecta su ponzoña en mis entrañas.
Si yo hubiera resuelto la ecuación
absurda de mi vida,
acaso no sería tan feliz
como cuando contemplo tu hermosura.
Escruto tu sonrisa y me dan ganas
de hurtarte ese tesoro tan valioso,
y guardarlo muy dentro, bajo llave,
lejos, detrás de las retinas, lejos,
y que luego la luna
escrute mi mirada y te envidie:
perfecta curvatura de tus labios,
gargantilla de ocaso que me adorna,
baile cautivador de tus pupilas,
suave soga de seda que a ti me ata,
rebrillos de tu boca,
faros que alumbran esta senda oscura
que se dirige a tu paisaje oculto.
Si acariciar tu orilla
es arrullar la aurora que desborda,
no quiero, ni por micras de segundo,
separarme del quicio de tu ser.
Quiero sólo latir a tu compás.
Te contemplaré lento, sosegado,
y mientras me sonríes como ninfa,
desearé abrazarte..., muy despacio.

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viernes, 28 de agosto de 2009

¿QUÉ DECISIÓN TOMAR? (22 y 23)


* * *
22

'¿Lo mismo pretendes que me quede en casa, sola?' Virginia no comprendió el gesto de Elio que le había impedido levantarse de la cama al tiempo que él lo hacía. Pero Elio tenía la intuición de que si abandonaban juntos el edificio, serían presa más fácil. Si ella permanecía en casa, quizá lo siguieran a él y ella la dejarían en paz.
'Virginia, no seas chiquilla. En cuanto me vean salir por el portal se olvidarán de ti... Suponiendo que alguien nos vigile a estas horas de la madrugada'.
La joven le miró sin convencimiento. En la propia actitud de su novio veía a las claras que había más peligro del que sospechaba. Mucho más. Cuanto más quería él ocultárselo, en la suposición de que estaría más tranquila, ella más amedrentada se sentía. Y Elio lo intuía. Barruntaba que su novia le había olfateado el alma. En realidad lo que deseaba es que salieran tras él, para así liberar a la joven de la amenaza. Desde que había llegado a casa lo había lamentado. Tendría que haberse ido a cualquier parte, no haber salido de la redacción, haber pasado la noche en un hostal, haberse recorrido todos los garitos hasta el amanecer... Cualquier cosa.
Sin embargo, cuando leyó la nota con la amenaza sintió que su sitio era estar junto a Virginia por si acaso, como decía el papel, vigilaban sus movimientos, como si su protección fuera determinante para descuajaringar cualquier peligro que se cerniera sobre su melena rubia; pero en el instante que apareció en el piso, se dio cuenta que en ese momento es cuando estaba vigilada. Quizá antes lo estuviera, o no. Pero desde entonces lo estaba, porque él lo estaba.
Virginia no se quedó quieta, ni muda. 'Si te vigilan, en casa es donde menos peligro corres, porque saben que desde aquí no puedes hacer nada; mientras que si te vas a otra parte, y más a estas horas, es que estás tramando algo... Además, si te tienes que ir, yo voy contigo... Aquí no me quedo'
Elio pensaba que debía ir a El Espejo, y esperar que su jefe no estuviera allí. Era la única manera de pasar el resto de horas que restaban de noche más o menos tranquilo... Salvo que...
Pero entonces tendría que llevarse a la chica con él. Ese movimiento sería una locura. Pensó que en cuanto le vieran aparecer de nuevo por la redacción del periódico se pondrían en marcha de inmediato. Y quizá actuaran. '¿Y si les logramos despistar?' Virginia se quedó atónita. '¿Despistar? ¿Cómo?'
'No creo que tengan bajo control tu móvil de tarjeta. Podemos llamar a D. Efrén y pedirle permiso, para intentar cambiar el periódico de papel. Eso no se lo esperan... Por ejemplo, una carta firmada por alguien como Pez Espada o algo así, y que cuente la historia con pelos y señales. No creo que en imprenta les sea muy complicado eliminar una carta al director, por otra'
Virginia buscó en algún misterioso lugar de su mesilla de noche, hasta que apareció aquella antigualla que, milagrosamente, y previa conexión a la red eléctrica, aún funcionaba.

* * *
23

Primero dio una vuelta con el coche ante la puerta. Despacio, pero sin pararse. Inútil. A esas horas las puertas estaban bien cerradas. Y era imposible ver nada en su interior. Sólo había un vehículo aparcado ante la entrada. '¿Alicia...? Toma nota de esta matrícula... e, u, guión, seis, cero, cinco, ocho, guión, i ... Ya sabes, la rutina'.
El reloj del salpicadero marcaba las dos y cuarenta y tres de la madrugada. Tendría que tomar alguna decisión.
Lo más práctico sería entrar en el local y comprobar qué sucedía. No fuera a ser que don Efrén ya se hubiera largado, o por el contrario estuviera en dificultades. Aquel modo tan repentino de cortar la conversación no era una buena noticia, precisamente. Pero su presencia podría ser peligrosa. Que don Efrén disimulara era posible, que el otro que cortó la frase a Fito no le conociera, podría ser; pero que Fito no reaccionara de algún modo especial... Suponiendo que no hubiera más personas en el local. El Subcomisario, como bien sabía, era más conocido de lo que aparentaba la ciudad. ´'¡Tendría que haberme dado cuenta antes, joder!' Volvió a tomar el radio transmisor. 'Alicia, Rubén... Escuchadme bien ambos. Vamos a hacer lo siguiente, y quiero máxima velocidad. Vete arrancando el coche y hacia comisaría' Del Río supuso que ambos jóvenes se mirarían y confirmarían que tenían un jefe que estaba loco de atar; pero mientras hablaba percibió el ruido del motor. 'En cuanto lleguéis os vestís de paisano y volvéis a subir, pero no en coche patrulla. Alicia, tú conduces. Dejas a Rubén un par de calles más abajo de El Espejo. Rubén, cuando entres en el pub, por tu padre, que parezca que estás cabreadísimo, que acabas de discutir con tu novia, con tu amante o con tu esposa, eso me da lo mismo. Pero quiero que te fijes en cada detalle: cuántas personas hay ahí dentro, qué hacen, de qué hablan, yo qué sé, hasta lo que piensan, si es que están callados. En cinco minutos, Alicia, sólo cinco minutos, ¿entendido?, le llamas al móvil, y simuláis un reencuentro. Si la cosa está complicada ahí adentro, Rubén, no aceptes sus buenas palabras, dile que no vuelves con ella que es una tal o una cual, lo que se te ocurra... Si ves que necesitas más tiempo, te despides de buenas maneras diciéndole que necesitas quince minutos o diez u ocho o veinte, para pensártelo. ¿Queda claro hasta ahí...? Supongo que sí, no hay nada complicado... Yo no me moveré de la calle Estrella, y espero Alicia tu llamada. Desde aquí controlo perfectamente la puerta de acceso al pub. Rubén verás el coche en cuanto llegues por la calle Hojalateros. Si no lo vieras y no os he podido avisar, es que el operativo se ha roto'.

jueves, 27 de agosto de 2009

RÍO PIEDRA

Pero antes que el domingo, pasó el sábado, también caluroso, como si un cocinero hubiera decidido asarlo en el horno abrasador que ojalá hubiera servido para asesinar por el sistema de cremación a todos los virus y bacterias, sobre todo los que atacan al corazón. Al mediodía, después de recorrer la distancia que separa Daroca de Nuévalos, accedimos al Monasterio de Piedra.
Si lo hubiéramos hecho a la inversa, acaso habríamos errado, pero la decisión de Marián fue un total acierto. Primero hicimos la visita guiada al monasterio, luego comimos y por la tarde, a la hora más calurosa, recorrimos el parque natural.
Según explicaron en la visita guiada, que compartimos unas sesenta personas, el monasterio cisterciense se erigió a petición del rey Alfonso II de Aragón y su esposa Sancha sobre un castillo anterior que a su vez había sido ocupado por los árabes. Llegué a la conclusión de que el ser humano siempre ha buscado el Paraíso, o alguna de sus dependencias, para aposentarse allí el mayor tiempo posible, si se pudiera toda la eternidad. A pesar de la ruina y destrucción que campea en algunas zonas que fueron territorio monacal (sobre todo en su iglesia), a uno le queda la sensación de que aún reverberan los susurros de las conversaciones de los frailes y el eco de sus salmodias que volaban hacia lo alto. Ni puedo ni sé ni quiero escribir ahora sobre la traza de las dependencias monásticas, sobre la belleza de su arquitectura, sobre la actividad que desarrollaron los monjes entorno al chocolate y al vino, sobre los siglos de silencio hacendoso, sobre el tiempo de destrucción y abandono. Me alargaría muchísimo, y eso que me alargaré, me temo. Que estas dos imágenes acudan en mi ayuda como endecasílabos de un poema aún sin forma.



Tras la comida, accedimos al lugar en el que pudo estar el jardín del Edén, o una de sus réplicas, repartidas por el planeta. Repito que el sol había decidido mostrarse en toda su fortaleza, y no escatimó ningún recurso. Y, sin embargo, nada más cruzar la entrada del parque, y acometer el primer descenso pronunciadísimo, los árboles se convirtieron en fieles testigos de nuestra ruta compartida por cientos de visitantes que, como nosotros, quizá se olvidaron del tiempo y entraron en una nueva dimensión que más tiene que ver con lo intemporal.

Desde el principio supe que accedíamos a una sinfonía de luz, color, formas y sonidos, donde el agua es la protagonista principal y la verdadera artífice de todo lo que nos rodeaba. El agua murmura, susurra, salmodia, parlotea, ríe, silba, canta, grita, llora, implora, martillea y calla. El agua acaricia, siembra, riega, esculpe, cincela, brinca, cae, duerme, acuna, amamanta. El agua torna vergel o jardín o selva el roquedal calizo de esta parte de la cordillera Ibérica.
Se conoce a este curso fluvial como río Piedra. Aquí, a diferencia de otros ríos, el agua no se limita a utilizar la piedra como lecho sobre el que discurre con más o menos calma. No se trata de un cauce que sigue la pendiente de una ladera y que al llegar a un precipicio se deja caer. El agua del río Piedra ha decidido esconderse en ciertos lugares, girar por zonas impensables, horadar aquí, saltar allá, estancarse un poco más lejos, avanzar como la infantería de un ejército encajonada en un cañón hermosísimo... El agua en este rincón es una niña juguetona y feliz, divertida y creativa. El agua del río Piedra es una escultora con dedos poderosos y delicados.

Pero que nuestras miradas llegaran a esta conclusión no fue instantáneo, sino que nuestros ojos descubrieron esta realidad poco a poco y se arrobaron con imágenes inusitadas, con perfiles huidizos, con reflejos de una paleta de colores cuya gama tiene más de mil matices. Incluso con texturas que parecían arcilla maleable, donde había roca firme pero al tiempo torneada en caprichosas formas curvilíneas.


En el Estanque de los Patos, y ante la cascada Trinidad, el ambiente aún era el de una excursión organizada. Era la primera cascada con que nos enfrentábamos y podía la sorpresa de admiración sobre cualquier otro sentimiento. En realidad esta cascada es la sala de retratos del lugar, es el zaguán en donde el visitante, sin saberlo, deja sobre una percha invisible el disfraz de turista y en un proceso tan paulatino que no se percibe, vuelve a ser la persona de cada día, esa mujer, ese hombre que viven su vida con sus grandezas y sus mezquindades, con sus sueños y sus pesadillas, con sus ilusiones y sus preocupaciones.

Al ascender en sentido inverso al cauce que trae el agua por la cascada Caprichosa, uno se daba cuenta de que los sonidos propios de una excursión, daban paso a los sonidos del arrobo, de la admiración contenida por la contemplación de una maravilla. Cada grupo, cada familia, cada pareja, cada persona adecuaba su ritmo al de su corazón. Del zurrón del alma salieron, como pájaros asustados, la impaciencia, la prisa, el tiempo, el desasosiego. Cada uno se detenía allá donde una flor, un sonido, una perspectiva podía servir de alimento para su corazón.


Nuestros pasos ascendían y descendían por pendientes en algunos puntos vertiginosas, tan vertiginosas como la escalinata casi interminable de la Cascada de los Fresnos. Sin duda buen ejercicio para el cuerpo, pero sobre todo para esa parte de nuestro ser que unos llaman alma, otros corazón, otros cerebro, otros psiqué y que yo resumiría en espíritu.


Después del espectáculo de la Gruta Iris y la Cascada Cola de Caballo, sin duda lo más fotografiado y admirado, seguimos hacia el Lago del Espejo.
Allí alcancé una sensación similar a la paz. En este punto, no sé por qué, el número de visitantes era menor, o fue menor en ese momento, o simplemente me pareció menor. Sólo cuando llegábamos a su extremo final, nos alcanzó un grupo que formaba, este sí, una excursión organizada. Hasta ese instante, el silencio invadió todo esa inefable porción escondida en el territorio del Parque. ¿Exagero si digo que nunca antes en mi vida he visto un agua más transparente? No, creo que no. No me extraña el nombre; y aunque sea el más evidente, es el más adecuado. Allí se comprende perfectamente lo que quieren decir palabras como transparencia, hialino, diáfano, traslúcido, puro, cristalino... Uno tenía miedo de hablar, no se resquebrajara el aire, y los pocos que paseábamos por esa zona murmurábamos entre nosotros, no nos atrevíamos a más, como si estuviéramos en una inmensa catedral de luz y agua, de aire y vegetación. Curiosamente la peña que refleja el espejo del lago se llama La Peña del Diablo.


Para mí fue la paz, con esa armonía de piedra, agua, luz, vegetación que invita a reflexionar sobre la vida, sobre su constante transformación, de tal modo que nunca concluye, pues de un elemento se pasa a otro. Y quizá aquí, donde el agua parece quieta, la piedra frágil, la vegetación aérea y el aire de cristal, es donde mejor se llega a esta conclusión. Nos habían hablado en el monasterio de la vida retirada y contemplativa de los monjes, pero aquí es donde estaba la verdadera capilla del lugar, aquí es donde se puede sentir la caricia de la respiración del creador.

Aunque no sea precisa esta afirmación, al abandonar el Lago del Espejo, se comienza el retorno. Tras una tremenda subida, se regresa hacia zonas ya vistas o intuidas desde el otro margen de la ribera. Como es obvio, volvíamos siguiendo el curso natural de la corriente. A medida que la tarde declinaba, y la luz del sol (aunque aún muy alta) descendía en lentísimo deliquio de oro, el sonido del agua se tornaba murmurio, quizá algo oculto por causa de las conversaciones de la multitud de visitantes que ocupábamos la zona. Unos, los menos, abandonábmos el lugar, después de algo más de dos horas de hermosísima caminata; otros la mayoría, sin saberlo aún, iban dejando el disfraz del turista en la Gruta de la Pantera, nada más abandonar la Cascada Trinidad.

Al regresar camino de Daroca, aún tenía como fondo de mis oídos el sonido del agua que quizá también había esculpido algo en mi corazón.

miércoles, 26 de agosto de 2009

EN CARIÑENA, CÁLIDO CALOR


Y el domingo llegamos a Cariñena envueltos por un sol que había decidido sumarse al acontecimiento enviando todas sus huestes para que no faltara nada: ni esplendor, ni color, ni calor, por supuesto, un calor con intenciones más bien dañinas.
Era temprano para la inauguración, así que, haciendo caso a quienes nos lo aconsejaron, dimos una vuelta por el pueblo. Cazcaleamos hacia la iglesia, donde Pedro Mateo nos demostró su desmesurado amor por su ciudad (título otorgado a Cariñena por Alfonso XIII) y a la iglesia que en una de sus plazas se erige. La torre de planta octogonal, más que eclesial, parece militar. La apariencia no engaña, ya que esa fue la intención con la que se erigió por orden de Pedro IV de Aragón.
Después de que este cabal aragonés nos informara de los distintos avatares y tesoros artísticos, logros estéticos y anécdotas que guarda esta joya, mudéjar por fuera y de sones barrocos y un poco catedralicios en su interior, regresamos al Museo donde está colgada la exposición de mi hermano. Se trata de un edificio que nació como bodega para la crianza del vino, por tanto es una construcción industrial; tras las oportunas transformaciones, ahora contiene las explicaciones básicas que orientan al visitante sobre las características e historia de esta denominación de origen.
El Museo del Vino de la Denominación de Origen Cariñena tiene como responsable a Jesús Sánchez quien, entre otras muchas labores propias de su tarea cotidiana, trabaja porque se imbriquen actividades culturales en la propia sede, abriendo así sus horizontes. Por ello, y tras una conversación mantenida entre él, Jorge, padre de mi cuñada Pilar, y el pintor, una idea, que el verano pasado era una semillita, ha madurado y ha dado fruto un año después.
Aún faltaban cuarenta y cinco minutos para la hora prevista, pero la impaciencia y el cariño desmedido de quienes deseaban contemplar los cuadros, supuso que no fuéramos los primeros en acudir.
Porque, si el calor del domingo fue abusivo en todo el Campo de Cariñena, la calidez de la familia que nos acogió hizo que la temperatura de dentro superase en grados a la de fuera, de tal modo que el agobio del exterior fue mitigado por la calidez de los latidos del corazón. La generosidad con la que fuimos tratados, bien se merece esta pequeña mención, que se torna palidísimo homenaje, tan frío, que se me queda la cara avergonzada por no loar más esta acogida, esta naturalidad, esta obsequiosidad, esta ausencia de protocolo formal y absurdo de quienes se ven por vez primera.

Choca a primera vista que una exposición de pintura no relacionada directamente con el vino se muestre en este museo. Y sin embargo, al menos en este caso, encaja como un guante en una mano. Como ya se publicó el viernes en este rincón, Mariano ha titulado esta colección Los Antepasados y ahí, en ese título, que es perfecto resumen de la pretensión de esta parte de su obra, se encuentra el eslabón que une el lugar con el tema de sus cuadros, como si dijéramos, acopla el continente al contenido.
Como el vino, nuestros rostros y nuestros pensamientos se injertan en un pasado muy remoto. No somos, por suerte, brotes ajenos al tiempo que nos precedió. Hay una raíz honda que bebe y se nutre del sudor y de la esencia de tantos millones de ancestros que se han perpetuado y se perpetuarán en nosotros y en quienes nos seguirán en un ejercicio de continuidad que tiene que ver con el milagro y con la costumbre, dos ideas que también parecen antónimas y, paradójicamente, son la esencia de la vida, puesto que, a mi modo de ver, cada ser humano es un milagro convertido en pura cotidianidad. Más aún que nuestra presencia, el buen puñado de niños y niñas que correteaban por la diáfana nave donde se instalan aperos, utensilios, fotografías, paneles, etcétera, eran la confirmación evidente de lo que digo.
La obra de Mariano es cálida e intensa, y empuja a la reflexión sobre nuestra procedencia. De algún modo emergen en sus tablas los cimientos más profundos que dotan de solidez nuestro modo de ser. Ese basamento que nos revelan sus pinceles no es ladrillo o piedra, sino pasmo y meditación ante los prodigios que a modo de preguntas nos lanzan los misterios y los acontecimientos que la vida nos coloca ante la mirada día a día.

Momento del breve discurso de Mariano durante el acto de la inauguración.
A su izquierda José Luis Mainar, Presidente de la D. O Cariñena

Según mi humilde criterio, la muestra se articula en torno a seis retratos que representan o encarnan distintos aspectos del ser humano que ha elaborado esta cultura o civilización: el profeta, el augur, el sacerdote, el filósofo, el poeta, el legislador. Pero si el poeta o el augur o el profeta o el legislador fueron aglutinando y dando forma a nuestro pensamiento y al modo en que entendemos la vida, se debe a que su mirada y su pensamiento se dejaron interrogar por la vida y por la muerte, por la bondad y la maldad, por la belleza y la imperfección, por la paz y la guerra, por la creación y la destrucción..., en fin, porque escarbaron y excavaron en las estrellas, en la naturaleza y en el corazón humano para explicarse y explicarnos, y en último extremo, para ordenar el caos, o intentarlo al menos.
Esos antepasados fluyen como río desde un pasado inasible para nosotros. Aunque no lo parezca, de ellos nos diferencian escasos elementos que tienen más que ver con la anécdota y lo contingente, es decir, con lo mudable. Poseen nuestros rostros, prestados con rubor y orgullo, porque, en el fondo, anida en nosotros su mismo espíritu. Ese espíritu sembrado, crecido y fraguado entorno al Mediterráneo, bajo el mismo sol que desde el principio de los tiempos calcinó la tierra y acarició las viñas y maduró las uvas que fermentaron en ese vino que, desde bien antiguo, como atestiguan los dioses y sus libros santos, los vates y sus poemas, sirvió para sellar alianzas humanas y divinas, para escrutar el futuro o para inspirar los versos de los juglares, para crecer, luchar y morir por la libertad, para hacernos, en fin, más humanos.

martes, 25 de agosto de 2009

¿QUÉ DECISIÓN TOMAR? (20 y 21)


* * *
20
Elio seguía sin conciliar el sueño. Había algo que le atosigaba el ánimo desde que la nota llegó a sus manos, hacía unas horas. ¿Cómo se habían enterado? No encontraba la respuesta a una pregunta tan importante. Su mirada continuaba clavada en el techo, estática, casi petrificada, y ausente. '¿No apagas la luz? ¿No habíamos quedado en que no hay peligro? ¿Por qué entonces tienes esa cara de cordero a punto de ser degollado?'
'Mira, hay una cosa que no entiendo. La que entiendo menos de todas, y con las prisas ni se lo he preguntado a D. Efrén. ¿Cómo se han enterado de que nosotros lo sabíamos, de que íbamos a publicar, precisamente mañana?' A Virginia le pareció una pregunta sin trascendencia. 'Elio, a veces pareces tonto... Pues de la misma manera que os habéis enterado vosotros de lo suyo, por casualidad. ¿No me lo acabas de contar? Cualquier cosa que dijeráis en una cafetería o donde fuera... Si hay tanta gente implicada no es imposible que pasen esas cosas...'
Elio se giró sobre el costado izquierdo y transformó sus pupilas en prolongaciones dactilares que recorieron la silueta de Virginia. 'El problema es que, que yo sepa, sólo tenemos esta información don Efrén y yo' 'No, Elio, eso es imposible. En un periódico es imposible. Seguro que alguien ha oído o visto algo. No le des más vueltas... Y deja de mirarme así que tengo sueño... Siempre igual, siempre con lo mismo..., hombres'. Apagó la luz. Comprobó que eran las dos y media de la madrugada. Virginia tenía razón no eran horas, pero el caso...
El sueño estaba muy lejos de sus párpados.
También en eso ella tenía razón, la información estaba escrita de antemano, y el borrador pudo llegar a cualquiera de la redacción o de la imprenta, y pudo comentar algo y que, a la vez, alguien relacionado con el alcalde o Doroteo Burón hubieran escchudao y que a continuación hubieran ido con el soplo... Pero, conociendo como ya conocía al género humano tal cosa era pensar con indulgencia, casi con misericordia. La intuición le decía que en el periódico tenían un topo.
'Se lo tengo que decir a don Efrén'. En realidad era un pensamiento, pero tuvo tanta fuerza que se convirtió en una frase que provocó un nuevo enfado de Virginia. '¿No se te ocurrirá ir ahora a casa del gallego y dejarme aquí sola?'
'Pues acompáñame, además seguro que no ha ido a casa. Me dijo que iría a El Espejo'
* * *
21
Gilberto se extrañaba de no recibir la llamada de Damián. Mucho tardaba el director del periódico en llegar a su casa. Efrén Barrientos era un hombre de costumbres inalterables: en cuanto salía de la redacción se encaminaba a su casa, dándose un paseo que no le llevaba más allá de quince minutos. Había pasado media hora desde que su hombre le comentara la salida de Efrén. Gilberto telefoneó a Damián.
Al otro lado escuchó una voz susurante y al tiempo airada que le decía que no podía hablar, que estaba en un pub donde había entrado el director. '¿Entonces has salido del coche y te está viendo? ¿Es que todo lo tiene que hacer uno?¿Es que no puede haber nadie que se limite a cumplir las órdenes?' Pero la respuesta fue contundente; le dijo Damián que, si el director quisiera, podría llamar por teléfono desde el bar, y ese teléfono estaba incontrolado... Como tantos de la ciudad...
Un sudor frío recorrió su espalda. Ese magnífico plan tenía demasiados agujeros. Tendría que hablar de inmedioto con Doroteo Burón. Quizá era necesario modificar la estrategia. Muy a su pesar, no lo podían tener todo controlado. Y quizá ya fuera tarde
Olió el peligro como las fieras olisquean a sus víctimas.
No sabía muy bien por dónde, pero algo había cambiado. ¿Y si cuando Damián entró en ese pub, ya había llamado a la policía? Pero la respuesta de aquel hombre de apariencia ruda, le tranquilizó. Según él, no había tenido tiempo. Como mucho, le aseguró, había entrado un par de minutos después que el gallego. Según la versión de Damián, era el camarero quien hablaba por teléfono y se despedía. La frase la concluyó de modo irrefutable: 'No, imposible, no ha tenido tiempo'.
Aún así, Gilberto, pensó que cambiaría la vigilancia. Lauro pasaría a ser la sombra de don Efrén y Damián la del chaval.
Necesitaba dormir un poco, unas horas. Todo el día pendiente de los teléfonos de los periodistas era agotador. Sin poder moverse deltante de la silla.
Quizá tendría que llamar a Doroteo Burón. Sí, venteba cambio en el rumbo de la presa, y había que advertir al cazador. Por alguna razón intuyó que a pesar de acercarse el reloj a las tres de la madrugada, el tiempo, de repente, era crucial.

lunes, 24 de agosto de 2009

TRIBULACIONES DE UN ESCRIBIDOR MATUTINO

No sé si ya se lo he dicho en alguna ocasión, pero, a pesar de la hora en la que suelen aparecer estas letras mías en los vericuetos inasibles del ciberespacio, soy escribidor matutino, aunque lo disimule muy bien. Si por mí fuera, lo sería de auroras, pero otros ojos, que me quieren y me acompañan, opinan que esas horas son para continuar soñando con los ojos cerrados.
Tengo por norma de vida no emplear esfuerzos inútiles en batallas estériles, así que me encojo de hombros y sueño con los ojos cerrados durante la primera sonrisa del alba.
Pero tengo un grave problema.
Nunca recuerdo mis sueños. Este escribidor sabe, porque alguna vez le ha sucedido, y porque se lo explicaron durante sus años de estudiante, que todo ser humano sueña mientras duerme. También sabe que el proceso del sueño en su explicación científica (para algunos apasionante, para otros aburridísima) tiene diferente fases cuya duración y profundidad varían a lo largo de la noche y de la madrugada...
Por tanto, como no pongo en duda que el corazón late dentro de mi pecho unas ochenta y siete mil veces cada día, tampoco recelo de que mis neuronas maquinen a su antojo mientras mi conciencia abandona su puesto de trabajo y viaja no sé muy bien dónde. Pero salvo contadísimas excepciones nunca recuerdo mis sueños.
Dirán ustedes, y a nosotros qué nos importan sus sueños de usted.
Permitan que me explique mejor.
He llegado a la conclusión de que poseo una suerte envidiable, y que a lo mejor este es el destino que atesoran poetas, escritores, escribidores, plumíferos y demás laya del gremio literario.
Se trata de una singularidad funcional que proviene del nacimiento y cuyo principal síntoma es una aparente amnesia onírica; en realidad no es tal. Se trata, por lo que intuyo, de que la sustancia de los sueños (una sustancia muy compleja por otra parte) no pasa a la memoria, sino que se almacena en cierta cuadrícula del corazón o del cerebro que sirve para alimentar la imaginación creativa. Y por tanto, son los sueños que no recuerdo los que nutren mi escritura.
Y como sucede con los sueños habituales, que es más fácil recordarlos en el instante del despertar, porque después (a veces a los pocos minutos, a veces casi de inmediato) se evaporan, tal que hermanos menores del rocío, me ocurre con las historias, con los poemas, con mis letras balbucientes: nacen más frescas y limpias, vigorosas y nítidas, por la mañana, bien temprano, cuanto más temprano mejor..., si he dormido bien seis horas al menos.
A medida que avanzan las horas y el peso de la jornada se arracima sobre mis párpados, sombrillas desflecadas de mi mirada hipermétrope como saben, ya no es lo mismo.
A partir de esos momentos, este escribidor tiene la sensación de convertirse en espeleólogo de su alma.
Por desgracia, salvo fines de semana y vacaciones, ejerzo de topo de mis latidos. En mis cuevas, cansado y a oscuras, tanteo los recuerdos, y ahora sé que allá pulso la sustancia depositada por el bendito sueño durante la madrugada.
Aquí quería llegar, ahora que escribo iluminado por la mañana aragonesa y que teclearé en la noche castellana para que ustedes, si quieren, lo lean en la intemporalidad apátrida de la Red: hoy lunes empiezo vacaciones, podré aprovechar las mañanas (si otras circunstancias no lo impiden) de tres semanas.
Espero que den su fruto, aunque sea un fruto pequeño, como otros años han dado.
Me hablarán de descanso, me hablarán de relajación, pero alguien tendría que saber dónde está mi descanso y de qué manera encuentra mi ánimo su relajación.

domingo, 23 de agosto de 2009

LA MIRADA

La cabeza de Medusa de Caravaggio. Tomado de Wikipedia
La palabra de cada día 2005.
El camino que serpea.
Abril.

No son los ojos lo más significativo de un rostro, sino la mirada que irradian, como si fuera la brisa del alma.

Hay ojos, o miradas, que se aposentan en la calma clara de la paz, sobre los que uno podría pasar la vida entera, como arrullado.

Hay ojos, o miradas, que invitan a las confesiones desmedidas, a vaciarte sin dejar nada, o casi nada, al buen recaudo del corazón propio.

Hay ojos, o miradas, chispeantes, como bengalas, que atraen como lo hacen las hogueras en la noche de San Juan.

Hay ojos, o miradas, que iluminan los senderos de una vida, como fanales incombustibles situados en lo más escarpado y peligroso de la costa.

Hay ojos, o miradas, transparentes como manantiales serenos que, además de traslucir su fondo, permiten que uno se contemple reflejado en ellos.

Hay ojos, o miradas, sin embargo, que desazonan, que intranquiliza mirar, de los que uno, a pesar de las normas de buena educación, rehuye. Y es peor no hacerlo, porque se nota demasiado el disgusto que supone mantener la propia mirada frente ella; además, el esfuerzo que exige la fijeza del propio mirar es superior al de sujetar a pulso diez o doce kilogramos de lo que sea.

Pero, hay ojos, o miradas, que duele mirar, porque, cuando te has asomado a ellos, descubres el vacío, la nada espantosa, como un agujero negro del cosmos. Esas miradas que atraviesan nuestra corporeidad como si delante de sí tuvieran sólo aire transparente. Esas miradas que parece que se arrojan hacia delante, pero en realidad están en otro tiempo, normalmente pretérito, y en otro espacio, normalmente alejado o inexistente. Esas miradas que describen, mejor que las propias palabras, una escisión interna dolorosa e irresoluble, una escisión que, sin embargo, no llega a ser total, pues hay un delgado filamento hialino y frágil, pero sangrante, que mantiene una leve corriente, o un breve hálito entre los ojos y el alma.

Ves ir y venir esas miradas desde aquel espacio inextricable, desde aquel tiempo remoto, como zarandeadas por un viento de ida y vuelta, como un columpio doloroso. Eres impotente para evitar que esa mirada huya de aquí, de ahora, y quede fijada en el presente. La impotencia, te dices en un murmullo consolador, del que no puede atravesar las pupilas e intentar que ese delgado filamento transparente engruese su volumen, acrezca su superficie de contacto con el hoy.

Te gustaría escapar de esa mirada que va y viene como el tiovivo de la feria, pero sabes que será imposible, porque esa mirada te pertenece y sin ti, ese sutil hilo por el que, de vez en vez, emerge a nuestro presente, se rompería del todo. Rezas y pides el milagro, pero, en el fondo, te sientes peor, porque sabes que sólo quieres que se produzca para poder marchar lejos, sin que la conciencia te muerda inmisericorde en los calcañares del alma. Vives, o mal vives, pero no harás nada, porque sabes que lo que hagas no solucionará nada, salvo alargar más aún la agonía.

sábado, 22 de agosto de 2009

NO ESTOY CONTIGO, AMADO



No estoy contigo, amado,
alejé el corazón de tu frontera,
en medio del desierto.
Me torturan las fauces del abismo
que esperan la llegada de mi ser,
como esperan las fieras su carnada
de vísceras infectas.
Me he convertido en grito
como un vacío atronador que absorbe
todo cuanto rodea su presencia
de tiempo ilimitado.
Siento un cansancio pálido que tortura
mis miembros doloridos.
Recuerdo otros días,
en los que el manantial de tu mirada,
y mi pupila vuelta al infinito,
buscaban el abrazo ilimitado.
*
* * *
*
Sé que esta tarde gris, de luz incierta,
no estás, pero sonrío al evocarte,
pues es tan nítida tu bella imagen,
que tan sólo me falta oír tu risa
para saber que ocupas este espacio.
Por rápido que avancen esas nubes
que atraviesan el centro del celaje,
por rápido que acudan esos ríos
desde los montes hasta las llanuras,
por rápido que eleven esas aves
el vuelo de los árboles al viento,
por rápido que rían esos niños
las gracias del payaso de colores,
por rápido que cruce ese segundo
el tictac invisible de la vida...,
más veloz estaré junto a tu orilla.
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viernes, 21 de agosto de 2009

ESTAREMOS EN CARIÑENA


Este fin de semana cambiamos el Cantábrico asturiano por el sur aragonés. Viajamos hasta la zona de Cariñena.
Motivo: Mi hermano Mariano inaugura exposición en dicha localidad. Para no extenderme y para no equivocarme, transcribo sus palabras, las mismas que escribió en la entrada de su blog del pasado día diecisiete de agosto:
Después de un mes sin noticias, aquí tenéis el motivo: he estado trabajando duramente en la exposición que aquí véis y que se inaugura el próximo domingo 23 de agosto. Por supuesto que estáis todos invitados. Como el texto introductorio no se lee bien en el formato de imagen de la tarjeta de invitación, lo transcribo aquí de nuevo: "Los antepasados" es una mirada a épocas pretéritas, homenaje a aquellos que nos precedieron y abrieron caminos culturales y vitales. Los representados en cada cuadro evocan simultáneamente a las personas concretas y a arquetipos humanos en los que perfectamente nos reconocemos los hombres de hoy. El resultado integra pictóricamente otros tiempos con una visión original e innovadora que huye de esquemas establecidos.Pasado, presente y, quizás, el futuro pretenden así ser unidos en una visión atemporal.
Inaugura la muestra este domingo veintitrés de agosto a las doce y media y permanecerá, por si alguno pasáis cerca y os interesa, hasta el día 16 de octubre. Lugar, Museo del Vino de la Denominación de Origen Cariñena
Espero contaros la próxima semana de esta exposición y alguna de nuestras andanzas.

¿QUÉ DECISIÓN TOMAR? (18 y 19)


* * *
18
A los oídos de Del Río llegó una voz que pretendía ser tranquila, pero no ocultaba una suerte de inquietud disfrazada de sorpresa.
‘Mi nombre es Alfonso Cuadrado, pero todos me llaman Fito, soy el propietario del pub El Espejo, y le llamo en nombre de don Efrén, ya sabe, el director del Diario de Euritmia que me pide que le lea esta nota: “Del Río, supongo que habrá sido usted quien ha llamado hace unos minutos a mi despacho. No le he contestado porque creemos que nos han pinchado los teléfonos. Acabo de comprobar que me siguen y me vigilan Probablemente a Elio Baeza, a su novia, a mi esposa y quizá a más periodistas de la redacción… De acuerdo, entonces, buenas noches’.
‘Oiga, oiga…’. Algo había pasado allá dentro que cortó la comunicación.
En su cerebro actuaron automáticamente los resortes adquiridos durante años de profesión. Tomó la cazadora tejana que pendía tras el asiento de su silla y se levantó. Sabía que tenía que actuar con rapidez, pero no podía hacerlo de manera que las avispas se sintieran amenazadas.
Impartió las órdenes sin dejar de caminar, ‘Rubén, estaos preparados tú y Alicia. Id a la Plaza del Puente. Voy al Espejo. ¿Sabéis dónde está, no...? Esperad instrucciones’.
Una vez en el coche, dudó. Quizá actuaba muy precipitadamente, quizá tendría que haber enviado a otra persona menos conocida que él. O quizá un coche patrulla que pasara por delante del pub, sin más, sin entrar, como si fuera parte de su ruta. Pero que hubieran desconectado de ese modo no era tranquilizante. Saber que el director del periódico y parte de su redacción estaba siendo vigilada, venía a confirmar que no se trataba de un asunto cualquiera. El contenido del correo electrónico recibido tomaba contornos más nítidos.
Una vez que salió de la Comisaría, camino del pub, maldijo por enésima vez la estructura urbana de la ciudad. Tendría que hacer un recorrido de unos cinco kilómetros para llegar a un lugar que estaba a poco más de uno.
¿Si activaba las sirenas y las luces de emergencia...? ¿A esas horas de la madrugada, algún policía local le impediría cruzar bajo los arcos del Puente?
* * *
19
A pesar de la presión que el recuerdo del cuerpo de La Colombiana le producía en la memoria, a Damián se le encendió una bombilla en un punto recóndito del cerebro. El viejo tenía controlado su móvil, el periódico y casa, pero en otro teléfono fijo, no. Si llamaba a Gilberto para recibir nuevas instrucciones, el gallego tendría tiempo de ponerse en contacto con la policía, suponiendo que quisiera hacerlo. Sabía que se arriesgaba a ser descubierto si dejaba el vehículo de cristales tintados, pero no tenía más opciones.
Decidió que sería bueno tomar iniciativas. Además necesitaba distraer sus pensamientos que difícilmente se apartaban de la figura de La Colombiana.
Al entrar, comprobó que el local estaba vacío. El director del periódico estaba sentado en la esquina más alejada de la puerta, fumando un cigarrillo y bebiendo de un vaso de tubo un líquido del mismo color que el güisqui. El camarero hablaba por teléfono.
Ninguno de los dos hombres hizo gesto significativo tras su entrada. El camarero que estaba al teléfono se despedía de su interlocutor, o eso dedujo de la frase que atisbó, ‘De acuerdo entonces, buenas noches’.
Quizá se había precipitado. A lo mejor las prevenciones de Gilberto eran exageradas y el viejo director no tenía pensado hablar con la policía.
Llegó a una conclusión que lo hizo sonreír como un canino: al final se quedarían con la pasta, e iban a ser una tumba durante el resto de sus vidas. No dirían nada del asunto ni a su sombra. Le encantaría saber con cuánto dinero habían untado sus jefes a los periodistas. Seguro que podría pagar las deudas o invitar a La Colombiana a un viaje lejos de todo, cerca de su cuerpo.
Por precaución se sentó al extremo opuesto que ocupaba el director del periódico. Por precaución apoyó su espalda contra la pared, de modo que sin mover la cabeza controlara la puerta y cualquier movimiento del viejo. Por precaución no pidió un güisqui que era lo que más le apetecía y se conformó con una Coca-cola. Por precaución se desabrochó la cazadora..., aunque no era probable, quizá tuviera que echar mano del revólver que guardaba en el bolsillo interior de la prenda de vestir.

jueves, 20 de agosto de 2009

PINÁCULOS SOBRE LA ARENA

Tras abandonar la contemplación de los cubos, volvimos sobre nuestros pasos. La tarde, a pesar de la tormenta que descargaba unos kilómetros hacia el ocaso, conservaba suficientes rescoldos de luz, en realidad eran brasas, casi llamas. Observamos con más calma parte de lo contemplado durante la sobremesa y primera hora de la tarde, pero aunque almacené en la retina fachadas, árboles, flores, calles, datos... aún el día me reservaba una sorpresa.
Marián tenía bien guardado el fin de fiesta... Y este fin de fiesta fue tan deslumbrante, que convirtió en menciones veloces, como pinceladas breves y rápidas, la curiosa disposición de su puerto, la torre de la muralla, la basílica y sus buganvillas, el mercado medieval, las hermosísimas casonas de indianos, las filigranas de su Casino, hoy también usado como Casa de Cultura, las constantes referencias a las películas, viejas y nuevas, rodadas en cualquier núcleo del concejo (playas y calles y jardines y rincones)...


Porque sin salir de Llanes, camino de Cue, se accede a la playa de Toró.
Según se explica en cualquier punto de información sobre las playas asturianas o de Llanes, se trata de una playa en forma de concha, cubierta con fina arena blanca, de unos doscientos veinte metros de longitud, en la que se nos muestran hermosas flores rocosas, mejor aún, pináculos de esencia gótica, repartidos por toda ella, supervivientes de la acción del mar sobre componentes calizos.

Nos acercamos a ella con feliz respeto religioso. Por suerte para el viajero, la hora del turista agonizaba, como si descendiera el telón de la bullanga que impone la masificación que había asolado nuestra mirada a lo largo de la mañana.
Digo que nos acercamos con respeto religioso en el sentido más hondo y vital del término: la conciencia precisa de no ser meros individuos, sino seres religados a una fuerza sobrenatural que construyó con paciencia de artista sublime un espacio para que la vida se desarrolle en plenitud.
Abarqué con mi mirada esa disposición de pináculos que se yerguen cual vigías permanentes de lo infinito, apuntando al firmamento y contemplando el horizonte. No fue difícil descubrir unos dedos amorosos detrás del impulso inquebrantable e invariable e incansable del mar. Fue muy simple constatar que todo aquello que podamos inventar ya está inventado, y que las modernas intervenciones artísticas en los espacios abiertos, salpican la naturaleza a modo de caprichos sorprendentes.
Continuamos el regreso después de un buen rato, mientras el resol de la tarde besaba el mar de la orilla, donde languidecía el agua.



Marián aún se desvió hacia Niembro, para contemplar con más calma su iglesia y su cementerio que se asoma a un brazo de mar, donde Garci rodó parte de El abuelo. Y fue muy hermosa también aquella visión, pero de los pliegues de mi corazón (donde reside cierta clase de memoria) no se borraba la capilla de Toró, desde cuya nave rodeada de pináculos calcáreos se vislumbraban las formas y los colores de Los cubos de la memoria, que semejaban, a esa distancia, las piezas de aquellos viejos puzzles de nuestra infancia.

miércoles, 19 de agosto de 2009

PASEO LLANISCO

Caía el ocaso, quizá algo más prematuro de lo habitual, puesto que la tormenta, como una lágrima de bronce, se derramaba hacia el Poniente y se hacía perceptible desde la cresta del acantilado que recorre buena parte del septentrión de Llanes y que hoy es el Paseo de San Pedro. Un idílico lugar, una caricia para que la vista contemple la inmensidad ilimitada del Cantábrico. Recorrimos un buen trecho de su longitud, después de un cazcaleo tranquilo por las calles, callejuelas y plazuelas de un lugar tan turístico y festivo como se quiera imaginar un sábado quince de agosto en zona de playa.
La tarde abandonó los tonos nítidos del sol radiante y se cubrió de notas de suave languidez entre gris y púrpura, por culpa o gracias a la tormenta entonces presentida y que un par de horas más tarde se hizo real y asperjó el coche por la zona de Caravia y Ribadesella.
Acabábamos de llegar a los pantalanes del puerto de Llanes con el objeto de contemplar Los cubos de la memoria de Agustín Ibarrola.
A medida que nos acercábamos, en mí acrecía el sentimiento de melancolía de las despedidas. Esa es la sensación que me produjo la contemplación de esta creación gigantesca en la que los cubos de hormigón, en posiciones inverosímiles y de imposible equilibrio, desafían la lógica y la gravedad.


En algún lugar he leído que el artista vizcaíno pretendió reflejar el sentir de los llaniscos a lo largo de toda la historia, su forma de pensar, lo que les importó, les importa y acaso les importe. Y es así, sin duda; pero a mí no dejaba de zumbarme en la cabeza la idea de que si estos cubos de hormigón se ubican en la escollera del puerto es por algo, algo trascendental, sin duda:
¿Los que miran al horizonte inabarcable para ver si vuelven los pescadores un día de galerna? ¿Los que escrutan el límite del mar para ver si más allá encontrarán la salida a sus miserias? ¿Los que imploran el regreso de quienes marcharon? ¿Los que lloran porque tienen que partir muy a su pesar? ¿Los que son incapaces de volver la vista atrás en el momento en el que zarpa el barco y sólo arrojan un pensamiento que esperan que florezca? ¿Los que se besan sintiendo el aplauso del oleaje encandilado...? ¿Los que sueñan con vestir de colores felices el futuro...?
Al contemplar a las gaviotas sobre las aristas de estos cubos, estas ideas se hicieron aún más poderosas, porque en el reposo de las aves al atardecer, descubrí algo que aún no sé explicar muy bien, pero que tiene que ver con las despedidas y los reencuentros, con los abrazos y las lágrimas, con la distancia y la lejanía, con lo que se olvida, pero sobre todo con lo que perdura.


martes, 18 de agosto de 2009

¿QUÉ DECISIÓN TOMAR...? (16 y 17)


* * *
16
Del Río estaba a punto de arrojar la toalla.
El café era un recuerdo amargo en su paladar. Ninguna de las noticias del periódico le había dado la luz que esperaba. Los mismos anodinos temas de política local; las batallas diminutas por lograr un centímetro más de influencia, o alguna ventaja económica; la interminable ristra de quejas por cuestiones que, en el fondo, eran de despensa; las convocatorias para conferencias a las que sólo asistirán los organizadores, los conferenciantes, algún familiar, algún despistado y el fotógrafo del periódico que se iría, una vez disparada la foto, antes de que comenzara el acto; o los recordatorios de algún acto religioso; y las esquelas, esas esquelas por las que muchos empezaban la lectura de la prensa... Los sueños de grandeza de una ciudad que se desgastaba a sí misma de tanto mirarse al ombligo. Pero su cabeza no estaba para pensar en el permanente estado de dormición de Euritmia. De alguna manera se tendría que poner en contacto con don Efrén, pero tendría que ser por la mañana.
El sonido del teléfono lo sorprendió. Se había enfrascado en la lectura de una noticia deportiva que tenía que ver con la mejora en la carrera como atleta del sobrino de una amiga, al que el periodista local le auguraba un gran futuro, incluso en el panorama internacional. ‘Subcomisario, le llaman de El Espejo, un tal Fito, de parte de don Efrén’.
Reconoció de inmediato el familiar sabor de la estampida de adrenalina en su cuerpo. Un sabor que tenía como principal característica un amargor mayor del habitual, al tiempo que una sequedad extraña en la lengua que adquiría semejanzas al corcho. El sobrino de su amiga tendría que esperar.
Era muy consciente el subcomisario que su primera frase en la conversación sería la importante y la sorpresa había sido excesiva… ‘Dile que estoy atendiendo otra llamada y que espere un momento. Retenle un par de minutos y me lo pasas... No, mejor, espera a que yo te llame’.
El cerebro del policía se preparó a toda velocidad a lo que se esperaba del cerebro de un policía con el título de inspector, con el curso de criminología y balística bien aprobados. Adenás, en algún momento tendría que llevar él el mando de la situación.
Llegó a dos conclusiones rápidas. La primera es que si el director del periódico llamaba desde un pub, pocos minuntos después de no haberle cogido el teléfono en su despacho, es porque no podía hablar desde allí. Por otro lado, supuso que era algo urgente (¿de emergencia?), puesto que no había esperado al día siguiente. Mientras alzaba el auricular, como de propina y con una sonrisa casi melancólica dibujada en su rostro, llegó a otra conclusión: el contenido del correo electrónico era el que era, sin más. No había ninguna intención oculta en aquellas primeras frases. Si el viejo periodista hubiera sabido que el Subcomisaario estaría de guardia, probablemente algo más contundente habría hecho.
‘Si quiere me puede pasar al del teléfono’.
* * *
17
Entre los cuerpos de la joven pareja se había extendido un muro invisible, pero perfectamente tangible.
Elio continuó contemplando el techo, como si contemplara extasiado, una puesta de sol en el Cantábrico. Virginia seguía mascando su miedo. Sabía que no tenía razón en lo que le había dicho a su novio, pero él, probablemente, debía pensar en protegerla un poco más, en cuidarla un poco más, en mirarla de vez en cuando al fondo del corazón, y no tanto a las curvas de su cuerpo.
Y no era la primera vez.
Pensaba ella que haberse enamorado de un periodista con afanes literarios era bastante desgracia, como para tener que soportar las ínfulas como detective o investigador. Ella quería a Elio Castro, redactor de Cultura y sociedad del Diario de Euritmia. Para la mayoría, su novio era un periodista gris y rechoncho, anodino y aburguesado, soñador y miope. Pero ella lo quería, y esto era irremediable. Quizá hubiera querido algunos kilos y alguna dioptría menos, pero nada más, tampoco era mucho pedir... Y el hijo, ese famoso hijo al que Elio no estaba dispuesto, de momento. Mientras rozaba uno de los gordezuelos dedos del periodista, le dijo en un tono que era un mensaje de paz, ‘Al menos podrías haberme advertido del peligro que corría. No veas el susto que me has dado’.
Elio comprendió que el ingrediente fundamental de la reacción femenina había sido el miedo. Explicó con toda la naturalidad con que pudo las cosas como las había vivido en las últimas jornadas, u horas. Sabía que era poco creíble, pero había sucedido de ese modo.
‘Todo ha surgido muy deprisa, aunque llevemos semanas conociendo el asunto de la mina y el oro y el tejemaneje que se traen en el Ayuntamiento, todo se ha acelerado de repente… De hecho en la redacción nadie lo sabía, excepto don Efrén, que me había ordenado sigilo… Fíjate que aún no sabemos a ciencia cierta si el tema se para en el Alcalde y en Demetrio Burón, o hay alguien más arriba. A mí me parece que no, pero don Efrén dice que sí. Ya estábamos con la soga al cuello, y teníamos que tirar de la manta, sólo nos quedan quince días... Y, de pronto, a pesar del sigilo, esta noche surge lo del soborno y el chantaje… ¿Cómo lo han descubierto...? Esa es mi pregunta, pero mañana hablaremos. Estoy seguro que no has corrido ningún peligro, tonta… Seguro que es un farol ¿Es que has notado algo raro en la calle o has escuchado algún ruido en la escalera...?’.
Pero ella no se conformó fácilmente. ‘Por eso venías corriendo por la calle, porque estabas completamente tranquilo. Elio, ¿me tomas por tonta, o qué? A no ser que me digas que habéis comprobado que el dinero es falso. Si el dinero es falso, la amenaza es falsa’.
Elio pensó que era imposible intentar engañar a Virginia. Aunque él no era experto en billetes de cien y doscientos, los billetes no le habían parecido falsos. Y si se podían gastar tanto dinero en un chantaje, ¿cómo pensar en serio que iban de farol en lo de la vigilancia?

lunes, 17 de agosto de 2009

EL ESCRITOR E INTERNET

Imagen tomada de Internet
El oficio de escritor, como cualquier labor artística, es uno de los más solitarios que existe… ¿O que existía…?
¿El proceso de la escritura era una entrega en cuerpo y alma a la extensión de un páramo de tiempo y espacio que sólo se habita en el corazón del autor? Orhan Pamuk escribe en La maleta de mi padre:
Y cuando me refiero a la escritura lo primero que se me viene a la mente no es la novela, la poesía ni la tradición literaria, sino alguien encerrado en una habitación y sentado a una mesa que se vuelve sobre sí mismo a solas y gracias eso forja con palabras un nuevo mundo”[1].
Quizá la fase de la redacción definitiva no se altere en esencia; pero la entrada de Internet en nuestras vidas, ha revolucionado, también, el ámbito de la creación.
Muchos opinan que Internet afecta exclusivamente a la difusión y venta de la obra concluida. No aceptan que este medio alcance a su trabajo; sin embargo, otros creen que esta herramienta modifica, no sólo la distribución y comercialización de la obra, sino la propia creación.
Desde este lugar sostuve en el número anterior que Internet no acabaría con el libro tradicional. Quizá sí a su materia prima, pero no a su concepto básico. Sin embargo, no estoy tan seguro de que la Red no afecte al trabajo del escritor. De hecho, creo que ya lo afecta.
Entre los escritores, quizá no los consagrados, o no quienes más venden, o no en narrativa de larga extensión, se está produciendo el fenómeno de la escritura en internet. No como soporte publicitario, sino como auténtico vehículo de comunicación y de creación artística. Existen géneros literarios, especialmente la poesía y el relato corto, que son un guante para la todopoderosa mano que se extiende como una retícula por el planeta.
Sabe el poeta que editar un libro con sus versos es una aventura repleta de trampas, pinas sendas, trochas que acaban en acantilados. Y para remate de afanes y cansancios, una vez que el libro llega a sus manos, aún oloroso a tinta fresca, queda la tarea de su difusión.
Las preguntas son sencillas: ¿Cuánto cuesta la edición de un libro de poesía, una tirada simbólica, por otra parte la más habitual? ¿Cuántos lectores posarán sus miradas sobre nuestros versos? ¿Cuántos ejemplares quedarán almacenados en la casa del escritor y del resto de la familia más allegada…? Su difusión vía internet soslaya el problema económico y no debilita (a veces lo contrario) la repercusión de los versos.
Aunque no todo es, como suele decirse, miel y hojuelas. Este fenómeno cibernético ha supuesto la proliferación de blogs literarios, y, en su consecuencia, el aumento del plagio. A pesar de los escudos con los que se protege el creador, en la práctica es imposible evitar que quien así lo desee plagie y difunda como propio lo que es ajeno.
A mi modo de ver, además de lo dicho, lo más determinante para el proceso creativo es que la publicación a través de la Red implica, o puede implicar, una cercanía inaudita con el lector. A veces, y lo digo por experiencia propia, la presencia del lector es tan próxima e inmediata que esta fase creativa se asemeja a un diálogo. No me extrañaría la aparición de trabajos realizados en colaboración de uno o varios autores. Incluso la aportación de los lectores en la construcción de una novela. Alguna experiencia al respecto se ha llevado a la práctica.
La inmediatez y la interactividad inherentes a este poderoso vehículo de comunicación, propician, siempre que el autor lo desee, este intercambio de pareceres. En el trueque de opiniones, es decir en la esencia del coloquio, enraíza un nuevo modo de escritura.
No es que el autor cambie sus textos, y menos aún su estilo, según las veleidades o gustos lectores, puesto que dejaría de ser obra auténtica desde ese punto y hora, pero sí se logra que el escritor piense sobre lo que se le dice, se le abran nuevas perspectivas que merezcan su reflexión. Cuando el lector, además, es otro escritor (como tantas veces sucede) con mayor motivo. Los comentarios de este tipo cumplen misiones similares a las que cumplían las reuniones o tertulias literarias que abundaron en el siglo pasado y dan idea de que con la democratización de la cultura se necesita compartir e incluso agruparse para fines similares.
Asimismo, la abundancia convierte a Internet en una biblioteca en imparable crecimiento, donde cada día se incrementa el número de relatos y poemas a velocidad incalculable. Por tanto, las fuentes para el escritor proliferan como si habitáramos un vergel.
No nos engañemos, no obstante. Que pululen textos no significa que su calidad sea elevada. Pero esto ocurre del mismo modo con lo que se puede comprar en las librerías. En fin, mantengo que Internet es reflejo fiel del mundo… con más fácil acceso. A una librería o biblioteca de mi localidad será difícil que llegue a un libro de poemas publicado por un poeta de México, Argentina o Colombia, sobre todo si son poetas desconocidos. Sin embargo llegar hasta él o ella a través de este intrincando circuito inasible, aunque no sea fácil, es posible.
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[1] Orahan Pamuk La maleta de mi padre. Ed. Mondadori 2007. Pág. 15

domingo, 16 de agosto de 2009

LANA, LA PERRILLA


La palabra de cada día 2005.
El camino que serpea.
Abril.

Lana, la perrilla pastor alemán de los vecinos del tercero, crece muy deprisa. Su historia es como un relato de Dickens, o de Chejov. Yo diría que del inglés.
Por lo que me contó Mª José fue su hijo Javier el que volviendo a casa, un anochecer de los más fríos del mes de febrero —por tanto un día muy, muy frío—, oyó un gemido que procedía del interior de un contenedor de basura. Como si el lugar destinado a nuestros desperdicios, que no deja de ser el cementerio doméstico de nuestra vida, se hubiera convertido, además, en un campo de concentración. Vaya usted a saber lo que se le pasó por la mente al chaval, el caso es que abrió la tapa verde del contenedor y allí descubrió una especie de negra bola palpitante que gemía. Sin pensarlo, la recogió y la subió a su casa. En la casa de Mª José, tienen otra perra —Indiana, un chucho de raza indescifrable, pero pacífico como una torta de nata— y una gata. Por lo que se ve, les van las hembras, quizá para compensar que ella tuvo dos hijos. El caso es que se quedaron con ella. Mª José la está criando, como se crían a los bebés, y los resultados en forma de crecimiento, ladridos de felicidad y continuos brincos alegres y vitales saltan a la vista. Los desvelos de mi vecina dan sus frutos. Quizá, con el tiempo Lana se haga buena amiga del perro, también pastor alemán, que tienen los búlgaros que viven en el bajo.

Pero eso es otra historia que quizá corresponda a otro género literario…

sábado, 15 de agosto de 2009

HE MATASELLADO UN VERSO INÚTIL



Caen mis versos como pétalos muertos,
se agrupan en el asfalto en un desorden de tormenta,
se acomodan a una sensación de frío que estruja mis venas.

Alzo mis ojos cubiertos por líquenes nocturnos,
Contemplo, como si contemplara un truco de prestidigitador, el rostro de Amando
y no reconozco sus facciones.
Alguien ha finiquitado esos rasgos
inútiles,
aunque intransferibles, según cuentan,
esa fisonomía que sólo ambos conocíamos,
pues era invisible para las estrellas.

He matasellado un verso dirigido a sus latidos,
una misiva edificada sobre aristas de humo,
escrita con el sonido estridente de una lágrima de otoño
cuya caligrafía es el dibujo de un lugarteniente de la muerte.

Pero a la luz del amanecer,
mientras peinaba el mechón enredado de un sueño,
he descubierto que es inútil.

Ahora sé que su sonrisa desconocida,
semillada en la carne del sol,
podará mis letras que dibujan pétalos muertos.

Ahora sé que el nuevo fuego de sus ojos,
engendrado en el brillo del ocaso sobre el río,
incinerará mis lágrimas de alquitrán vomitado.

Ahora sé que sus renacidos dedos,
alumbrados en la piel amada,
aventarán mis cenizas de lodazal.

Ahora sé que sus estrenados labios,
almidonados en mil caricias al alba,
despedirán mis letras muertas.

Ahora sé que su risa de primavera,
inoculada en una caracola olvidada,
triturará mis versos habitados por cadáveres.

He matasellado un verso inútil,
cuyo destino es la hoguera del olvido.

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