sábado, 7 de marzo de 2009

A VECES SE SILENCIA SU MIRAR

A veces hay silencio en sus ojos. Se pierden en una lejanía incierta que no soy capaz de descifrar, por mucho que, aprovechando su distracción, los mire a hurtadillas.
Adivino, no obstante, su destino final. Es un viaje hacia el pasado, a un punto muy concreto, pero muy alejado, inasible para cualquiera. Hacia ese momento de la infancia en que algo o alguien determinó todo su sufrimiento, con el que nunca pudo, a pesar de tanto tiempo, casi cuarenta lustros.
Todo sucedió una mala mañana de marzo. ¿Mala suerte, un error, un descuido, un olvido intencionado? Para los pobres nunca hubo mucho tiempo. Y mucho menos hace casi cuarenta lustros y menos aún en mitad de la nada: entre el frío y la desolación, el hambre y el abandono, la incultura y el odio. La caída fue brutal; pero ya estaba muerto tras la descarga eléctrica. Al pie del tendido se le enterró. Un túmulo apenas, una cruz casi invisible, perecedera. En mitad de la soledad y del frío de la sierra tan próxima como la respiración de la muerte.
Aquella mañana, a ella que era una niña se le torció del todo el camino. Ella viaja a ese punto quizá buscando o soñando el sendero que nunca transitó, el que se merecía, el que tendría que haber tomado...
A veces se silencia su mirar. Busca, lo que le hurtaron. En el fondo, aún cree en los milagros.

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