Mi paisaje es tu sonrisa,
el horizonte donde arraigan brillos
de besos y esperanzas.
Mi mirada se pierde en el océano
de tu piel
y mis dedos escrutan el deliquio
de tus suspiros.
Daría mis dos manos
porque tu mirada
no dejase humedales a su paso,
porque la noche no ocupase el centro
de tus latidos lentos.
Hoy,
a la hora del amanecer frío,
me gustaría que mis dedos
vislumbraran tu piel tan despacio
como mis ojos acarician tu aliento.
Hoy,
cuando los niños sueñan con arroyos
de leche caliente,
reviste el rostro de sonrisa,
esa que derrocó la resistencia
de mi ignorancia ciega
ese horizonte donde arraigan brillos
de besos y esperanzas:
firme muelle donde anclo mi cansancio.
No es parodia de excusas ni de miedos
ni es timbre azul de inútil queja oculta,
ni el fin de un melodrama.
Es certeza que embriaga mis caricias,
cada uno de sus saltos silenciosos
y poderosos y continuos saltos.
Hoy, según todos los indicios, huye
una hoja más del almanaque limpio
de tus jornadas, pero no es así,
los indicios son inciertos,
leves ecos de la verdad oculta.
No, no se escapa nada,
se acerca un tiempo preñado
por sonrisas invencibles.
Detrás, sobre su espalda inalcanzable,
quizá haya un abismo
o quizá esté el recodo del Edén,
que según el poeta está perdido.
Los ángeles conocen ese tiempo,
entretanto, sonríe, hoy, soníe
para que mi paisaje permanezca.
el horizonte donde arraigan brillos
de besos y esperanzas.
Mi mirada se pierde en el océano
de tu piel
y mis dedos escrutan el deliquio
de tus suspiros.
Daría mis dos manos
porque tu mirada
no dejase humedales a su paso,
porque la noche no ocupase el centro
de tus latidos lentos.
Hoy,
a la hora del amanecer frío,
me gustaría que mis dedos
vislumbraran tu piel tan despacio
como mis ojos acarician tu aliento.
Hoy,
cuando los niños sueñan con arroyos
de leche caliente,
reviste el rostro de sonrisa,
esa que derrocó la resistencia
de mi ignorancia ciega
ese horizonte donde arraigan brillos
de besos y esperanzas:
firme muelle donde anclo mi cansancio.
No es parodia de excusas ni de miedos
ni es timbre azul de inútil queja oculta,
ni el fin de un melodrama.
Es certeza que embriaga mis caricias,
cada uno de sus saltos silenciosos
y poderosos y continuos saltos.
Hoy, según todos los indicios, huye
una hoja más del almanaque limpio
de tus jornadas, pero no es así,
los indicios son inciertos,
leves ecos de la verdad oculta.
No, no se escapa nada,
se acerca un tiempo preñado
por sonrisas invencibles.
Detrás, sobre su espalda inalcanzable,
quizá haya un abismo
o quizá esté el recodo del Edén,
que según el poeta está perdido.
Los ángeles conocen ese tiempo,
entretanto, sonríe, hoy, soníe
para que mi paisaje permanezca.
2 comentarios:
asi sea!
Y que tú lo veas.
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