11ª parte 12ª parte 13ª parte 14ª parte
Luis:
Creo que no son necesarios preámbulos. Ni estoy en condiciones para extenderme en cuestiones inútiles, que a ambos nos repugnarían. Me imagino que te estarás preguntando por qué te escribo ahora, tantos años después. ¿Cuántos? ¿Trenita… veintiocho…? ¡Qué más da!
Estoy seguro de que haber leído mi nombre en el remite del sobre habrá sido suficiente para haberte traído todos los recuerdos de aquellos años. Sé perfectamente que, a pesar de lo que supone la mayoría, has sufrido mucho. La mayoría sólo ve al pobre huerfanito que con su esfuerzo ha llegado a ser ayudante del fiscal. De eso se trataba, de que sufrieras. Reconozco que lo habéis llevado muy bien en vuestra familia, y el que hayas llegado hasta donde lo has hecho, puede confundir a la mayoría. Pero no a mí. He seguido a cierta distancia, y desde la sombra, tu brillante trayectoria profesional y sé que estás a punto de subir otro peldaño más en tu carrera. ¿Te sorprende esta afirmación? No la rechaces, no desestimes mi información. A pesar de mi ausencia en tu vida, sé más de ti de lo que te pudieras imaginar. Hasta tu futuro conozco. Pero esto no viene ahora al caso. Lo que me importa es que a pesar de las apariencias hayas sufrido y sufras como lo estás haciendo.
No es justo, Luis, que tú continúes ascendiendo y yo esté muerto.
Creo que no son necesarios preámbulos. Ni estoy en condiciones para extenderme en cuestiones inútiles, que a ambos nos repugnarían. Me imagino que te estarás preguntando por qué te escribo ahora, tantos años después. ¿Cuántos? ¿Trenita… veintiocho…? ¡Qué más da!
Estoy seguro de que haber leído mi nombre en el remite del sobre habrá sido suficiente para haberte traído todos los recuerdos de aquellos años. Sé perfectamente que, a pesar de lo que supone la mayoría, has sufrido mucho. La mayoría sólo ve al pobre huerfanito que con su esfuerzo ha llegado a ser ayudante del fiscal. De eso se trataba, de que sufrieras. Reconozco que lo habéis llevado muy bien en vuestra familia, y el que hayas llegado hasta donde lo has hecho, puede confundir a la mayoría. Pero no a mí. He seguido a cierta distancia, y desde la sombra, tu brillante trayectoria profesional y sé que estás a punto de subir otro peldaño más en tu carrera. ¿Te sorprende esta afirmación? No la rechaces, no desestimes mi información. A pesar de mi ausencia en tu vida, sé más de ti de lo que te pudieras imaginar. Hasta tu futuro conozco. Pero esto no viene ahora al caso. Lo que me importa es que a pesar de las apariencias hayas sufrido y sufras como lo estás haciendo.
No es justo, Luis, que tú continúes ascendiendo y yo esté muerto.
Sí, Luis, si te ha llegado esta carta es que he muerto, y mi albacea tiene la orden de remitir este sobre tal cual está y sin abrir. Supongo que podrás comprobar fácilmente la fecha de mi muerte, ya que no puedo dudar de tu acceso directo a los datos del Registro Civil, con lo cual te evito la molestia de tener que buscarme o de tener que contestarme, ya lo harás en el infierno, cuando allí nos encontremos. En todo caso, mis cenizas reposarán, cuando leas estas letras, en el cementerio de Euritmia. En el columbario de la séptima galería. Lo digo por si quieres hacerme algún tipo de despedida, o simplemente escupir sobre mi tumba.
Estoy seguro de que vas a leer todos estos renglones más de una vez. Y quiero que sepas que el único motivo que me impulsa escribirlos es el odio a tu éxito, la pura envidia que me corroe porque te veo llegar a dónde nunca soñaste, mientras yo, tu mejor enemigo de la infancia, un enemigo realmente cordial, está a punto de morir en unos pocos días, quizá me queden un par de semanas, si es que me pongo un poco cabezota y me resisto a hacer caso a mis malditos huesos, y con toda seguridad habré muerto cuando leas esta carta, por culpa de un tumor que ya me ha vencido a pesar de mi dinero y galopa victorioso y sin cuartel por lo poco que queda sano de mi organismo.
Así que no me perderé en más divagaciones.
Ambos sabemos que el tiempo, los años que han pasado desde aquello, no ha sido suficiente para explicar con claridad todo lo que ocurrió aquella mañana. Supongo que recordarás que yo era un niño muy inquieto y que me moría por ser el centro de atención del lugar donde estuviese. Pero eso era fuera de casa. En casa sólo era una sombra que se dedicaba a escuchar lo que decían los adultos.
Como sabes, nunca tuve un hermano con quien compartir juegos o pelearme, así que mi distracción predilecta era disimular que jugaba con alguna cosa, mientras mis padres hablaban, más bien poca cosa o veían la televisión. Me gustaban especialmente unas construcciones que tenían cientos de piezas de colores.
Aunque no entendía la mayoría de cosas de las que decían, pues éramos muy niños, ¿recuerdas, verdad?, sí me hacía cierta idea de lo que les preocupaba, y según eso yo actuaba. Sobre todo necesitaba que me quisieran que fuera importante para ellos, que me tuvieran en cuenta.
Supongo que no se te habrá olvidado que éramos inmensamente ricos. La Florida, que por entonces aún dirigía mi padre, y donde tu padre trabajaba como contable y hacía las veces de secretario o algo por el estilo, ya funcionaba a pleno rendimiento. Pero a pesar de tantas riquezas, yo me aburría muchísimo, y mis padres pasaban muy poco tiempo conmigo. Por la noche, antes de dormir, solíamos estar los tres en el salón, mientras veían algo de la televisión. A veces hablaban, pero en contadas ocasiones. Lo normal es que mi padre contase cosas de la fábrica y mamá algún chisme que había oído por ahí. Pero habitualmente no se decían casi nada.
Poco antes de lo de la pelota, empezaron las discusiones, las voces, los llantos.
Yo no entendía muy bien por qué discutían y eso me asustaba. A pesar de que en el colegio aparentaba que nada ni nadie me asustarían nunca, pues yo era Eladio Roquedal Torrequebrada, hijo de la mayor fortuna del contorno. Pero me asustaba ver lo que pasaba en casa. Estaba acostumbrado a su silencio, no a sus voces o a sus llantos. En una de estas discusiones escuché con nitidez que mi padre acusaba a mi madre de que le estaba traicionando con tu padre. Aunque aún no tenía pruebas, decía él, estaba completamente convencido. Y como pudiera demostrarlo se podía ir despidiendo de todo aquel lujo en el que vivía, incluso de mí se podía ir despidiendo. Aquella fue una cuchillada, Luis.
Desde ese momento te odié más que nunca te había odiado. En realidad tú no tenías la culpa de nada, pero yo no conocía a tu padre, sólo conocía a su hijo, y en mi interior debiste ocupar su lugar, y nunca has dejado de ocuparlo. A ti, además, te tenía bien a mano y estaba seguro que si te hacía sufrir, algo ocurriría para que tu padre se diera cuenta de que el verdadero culpable era él. Así que te tenía que hacer todo el daño que pudiera, para ver si tu padre se daba cuenta de las cosas tan horribles que estaba haciendo con mi madre y el daño que hacía a nuestra familia, sobre todo a mí, que me podría quedar sin madre. Me dediqué a hacerte la vida imposible. Comencé con meterme con tu torpeza física y me encantaba recordar continuamente que tu padre era empleado del mío. Cosas de niño que no tiene recursos.
Hasta que se te ocurrió llevar aquella pelota. Eso fue mi salvación. Supe que te podría hacer daño si te la afanaba, y no lo dudé.
Lo demás fue una mezcla de intuición por mi parte y la buena suerte que se convirtió en mi aliada. Estaba asomado al balcón, cuando vi que venías corriendo por la calle. Supuse por la hora, que venías a la panadería de doña Tesita. Así que bajé las escaleras y me situé en el portal, cuando estabas a punto de pasar solté la pelota. Esperaba que la vieras, y que fueras detrás de ella. Luego pensaba perseguirte y atizarte por habérmela quitado. Que me creas o no, a estas alturas, me es indiferente, pero de mi cabeza no salió ninguna maldad más.
Fue después la suerte quien vino a completar mi iniciativa. Fue una suerte para mí que tu padre subiera en ese momento con el coche, fue una suerte que no miraras y que no lo vieras, fue una suerte que topara contigo; fue suerte que tu padre pensara que te había matado, al haber quedado tú inconsciente en medio de la calzada, y la mayor suerte de todas fue que su corazón no resistiera aquella sensación de culpa y lo matase allí mismo. En esos días o semanas no lo pensé, pero con los años llegué a la conclusión de que pensó que aquel accidente, en realidad, había sido un castigo divino por acostarse con mi madre.
Sí, Luisito, conocí el coche y su conductor y durante un segundo se me puso un nudo en la garganta. Pero fue sólo un segundo. El coche te golpeó y frenó en seco. Tuviste suerte de que fuera tan despacio; si hubiera venido más rápido seguro que todo había sido más perfecto aún. Él abrió la portezuela y se levantó, no hizo más, cayó fulminado. Supongo que verte con aquella postura tan graciosa que tenías en el suelo fue suficiente para que confirmara el primer pensamiento que había tenido.
Subí corriendo a casa y le conté a gritos a mi madre que el papá de Luisito había atropellado y había matado a su hijo y que él se había desmayado al salir del coche.
Como se demostró a los pocos minutos, ocurrió exactamente al contrario, pero yo no podía saber que mis súplicas habían sido escuchadas. En realidad lo que me interesaba era contemplar la reacción de mi madre, saber que su traición había tenido consecuencias funestas, que se anduviera con ojo, puesto que cualquier día a ella también le podría suceder algo.
Recuerdo que no gritó, que no hizo ningún aspaviento, salvo taparse la boca con la mano y echar a correr hacia la calle. Interpreté esos gestos como una prueba evidente de que mi padre tenía razón.
Por suerte, todo el mundo se olvidó de la pelota y alguien que pasaba por allí, pensando que se te habría escapado, se la devolvió a tu madre.
Pensarás que después de tantos años te regalo un golpe innecesario.
Quizá sí, Luisito, quizá sí, pero mientras tú gozas de una vida próspera y con un futuro brillante, yo estoy muerto. Y eso es terriblemente injusto, completamente inmoral, sobre todo porque tu padre y mi madre consiguieron que mi infancia se convirtiera en un infierno, puesto que a pesar de la muerte de tu padre, mi padre nunca más se fió de mi madre, y ella acabó por marcharse de casa, supongo que harta de tener que dar explicaciones o de sentirse perseguida por los celos de mi padre.
Desde el infierno, Luis, recibe mi odio más cordial.
Estoy seguro de que vas a leer todos estos renglones más de una vez. Y quiero que sepas que el único motivo que me impulsa escribirlos es el odio a tu éxito, la pura envidia que me corroe porque te veo llegar a dónde nunca soñaste, mientras yo, tu mejor enemigo de la infancia, un enemigo realmente cordial, está a punto de morir en unos pocos días, quizá me queden un par de semanas, si es que me pongo un poco cabezota y me resisto a hacer caso a mis malditos huesos, y con toda seguridad habré muerto cuando leas esta carta, por culpa de un tumor que ya me ha vencido a pesar de mi dinero y galopa victorioso y sin cuartel por lo poco que queda sano de mi organismo.
Así que no me perderé en más divagaciones.
Ambos sabemos que el tiempo, los años que han pasado desde aquello, no ha sido suficiente para explicar con claridad todo lo que ocurrió aquella mañana. Supongo que recordarás que yo era un niño muy inquieto y que me moría por ser el centro de atención del lugar donde estuviese. Pero eso era fuera de casa. En casa sólo era una sombra que se dedicaba a escuchar lo que decían los adultos.
Como sabes, nunca tuve un hermano con quien compartir juegos o pelearme, así que mi distracción predilecta era disimular que jugaba con alguna cosa, mientras mis padres hablaban, más bien poca cosa o veían la televisión. Me gustaban especialmente unas construcciones que tenían cientos de piezas de colores.
Aunque no entendía la mayoría de cosas de las que decían, pues éramos muy niños, ¿recuerdas, verdad?, sí me hacía cierta idea de lo que les preocupaba, y según eso yo actuaba. Sobre todo necesitaba que me quisieran que fuera importante para ellos, que me tuvieran en cuenta.
Supongo que no se te habrá olvidado que éramos inmensamente ricos. La Florida, que por entonces aún dirigía mi padre, y donde tu padre trabajaba como contable y hacía las veces de secretario o algo por el estilo, ya funcionaba a pleno rendimiento. Pero a pesar de tantas riquezas, yo me aburría muchísimo, y mis padres pasaban muy poco tiempo conmigo. Por la noche, antes de dormir, solíamos estar los tres en el salón, mientras veían algo de la televisión. A veces hablaban, pero en contadas ocasiones. Lo normal es que mi padre contase cosas de la fábrica y mamá algún chisme que había oído por ahí. Pero habitualmente no se decían casi nada.
Poco antes de lo de la pelota, empezaron las discusiones, las voces, los llantos.
Yo no entendía muy bien por qué discutían y eso me asustaba. A pesar de que en el colegio aparentaba que nada ni nadie me asustarían nunca, pues yo era Eladio Roquedal Torrequebrada, hijo de la mayor fortuna del contorno. Pero me asustaba ver lo que pasaba en casa. Estaba acostumbrado a su silencio, no a sus voces o a sus llantos. En una de estas discusiones escuché con nitidez que mi padre acusaba a mi madre de que le estaba traicionando con tu padre. Aunque aún no tenía pruebas, decía él, estaba completamente convencido. Y como pudiera demostrarlo se podía ir despidiendo de todo aquel lujo en el que vivía, incluso de mí se podía ir despidiendo. Aquella fue una cuchillada, Luis.
Desde ese momento te odié más que nunca te había odiado. En realidad tú no tenías la culpa de nada, pero yo no conocía a tu padre, sólo conocía a su hijo, y en mi interior debiste ocupar su lugar, y nunca has dejado de ocuparlo. A ti, además, te tenía bien a mano y estaba seguro que si te hacía sufrir, algo ocurriría para que tu padre se diera cuenta de que el verdadero culpable era él. Así que te tenía que hacer todo el daño que pudiera, para ver si tu padre se daba cuenta de las cosas tan horribles que estaba haciendo con mi madre y el daño que hacía a nuestra familia, sobre todo a mí, que me podría quedar sin madre. Me dediqué a hacerte la vida imposible. Comencé con meterme con tu torpeza física y me encantaba recordar continuamente que tu padre era empleado del mío. Cosas de niño que no tiene recursos.
Hasta que se te ocurrió llevar aquella pelota. Eso fue mi salvación. Supe que te podría hacer daño si te la afanaba, y no lo dudé.
Lo demás fue una mezcla de intuición por mi parte y la buena suerte que se convirtió en mi aliada. Estaba asomado al balcón, cuando vi que venías corriendo por la calle. Supuse por la hora, que venías a la panadería de doña Tesita. Así que bajé las escaleras y me situé en el portal, cuando estabas a punto de pasar solté la pelota. Esperaba que la vieras, y que fueras detrás de ella. Luego pensaba perseguirte y atizarte por habérmela quitado. Que me creas o no, a estas alturas, me es indiferente, pero de mi cabeza no salió ninguna maldad más.
Fue después la suerte quien vino a completar mi iniciativa. Fue una suerte para mí que tu padre subiera en ese momento con el coche, fue una suerte que no miraras y que no lo vieras, fue una suerte que topara contigo; fue suerte que tu padre pensara que te había matado, al haber quedado tú inconsciente en medio de la calzada, y la mayor suerte de todas fue que su corazón no resistiera aquella sensación de culpa y lo matase allí mismo. En esos días o semanas no lo pensé, pero con los años llegué a la conclusión de que pensó que aquel accidente, en realidad, había sido un castigo divino por acostarse con mi madre.
Sí, Luisito, conocí el coche y su conductor y durante un segundo se me puso un nudo en la garganta. Pero fue sólo un segundo. El coche te golpeó y frenó en seco. Tuviste suerte de que fuera tan despacio; si hubiera venido más rápido seguro que todo había sido más perfecto aún. Él abrió la portezuela y se levantó, no hizo más, cayó fulminado. Supongo que verte con aquella postura tan graciosa que tenías en el suelo fue suficiente para que confirmara el primer pensamiento que había tenido.
Subí corriendo a casa y le conté a gritos a mi madre que el papá de Luisito había atropellado y había matado a su hijo y que él se había desmayado al salir del coche.
Como se demostró a los pocos minutos, ocurrió exactamente al contrario, pero yo no podía saber que mis súplicas habían sido escuchadas. En realidad lo que me interesaba era contemplar la reacción de mi madre, saber que su traición había tenido consecuencias funestas, que se anduviera con ojo, puesto que cualquier día a ella también le podría suceder algo.
Recuerdo que no gritó, que no hizo ningún aspaviento, salvo taparse la boca con la mano y echar a correr hacia la calle. Interpreté esos gestos como una prueba evidente de que mi padre tenía razón.
Por suerte, todo el mundo se olvidó de la pelota y alguien que pasaba por allí, pensando que se te habría escapado, se la devolvió a tu madre.
Pensarás que después de tantos años te regalo un golpe innecesario.
Quizá sí, Luisito, quizá sí, pero mientras tú gozas de una vida próspera y con un futuro brillante, yo estoy muerto. Y eso es terriblemente injusto, completamente inmoral, sobre todo porque tu padre y mi madre consiguieron que mi infancia se convirtiera en un infierno, puesto que a pesar de la muerte de tu padre, mi padre nunca más se fió de mi madre, y ella acabó por marcharse de casa, supongo que harta de tener que dar explicaciones o de sentirse perseguida por los celos de mi padre.
Desde el infierno, Luis, recibe mi odio más cordial.
Estaba haciendo tiras las hojas de aquella carta, cuando repiqueteó el móvil, que mostraba el nombre de Nélida en su pantalla. Mientras descolgaba, sentado en una nube de güisqui e incomprensión, con la sensación de que todo su pasado era un guiñapo, como la carta que contenía una posible verdad, una posible explicación a aquel odio que le había perseguido durante todos los años de su vida, había decidido que, por fin, aquel viernes saldría con sus compañeros e intentaría que Nélida escuchase lo que tenía que decir.
Pero al oír la voz que sonó tras su móvil, la sorpresa fue aún mayor. Nélida había suspendido la cita con el grupo. Quería que Luis Prieto Enciso, el ayudante del fiscal, fuera a visitarla a su casa, en media hora, más o menos.
El futuro, esta vez, no se marchitaría.
Pero al oír la voz que sonó tras su móvil, la sorpresa fue aún mayor. Nélida había suspendido la cita con el grupo. Quería que Luis Prieto Enciso, el ayudante del fiscal, fuera a visitarla a su casa, en media hora, más o menos.
El futuro, esta vez, no se marchitaría.
Eladio Roquedal Torrequebrada
45 comentarios:
Impresionante! No me he podido acostar sin leer ese final. Ahora cuadra todo, perfecto. Incluso el futuro de Luis Enciso.
Estaba todo escrito y no hablo metafóricamente...
Mañana más, qué descanso y que maravilla!
Besos
Pues yo Amando, no te voy a comentar aún.
Raudo voy al principio, de nuevo...
Un abrazo.
Muy bueno, escribidor... Coincido con Isolda, por fin tuvimos acceso a la carta. Ya podemos dormir tranquilamente...o no. Porque me gustaría saber si,con tanto güisqui en el cuerpo, la cita con Nélida tuvo algún resultado positivo...
Abrazos africanos
Solo diré que lo leido me ha gustado. Te das cuenta cuando se odia a alguien lo que se puede a llegar a hacer, y no solo eso ya que el odio lo dejas caer en la persona que no lo merece. En la vida real eso pasa mucho ¡parece increible, para mi es de tarados mentales!
Seguro que Luis Prieto Enciso, tendrá la vida que merece.
Buenas noches Amando. (al escribir tan largo, no me ha dado tiempo a leer toda la historia)
Buenas noches y lo leido Excelente
Un abrazooo
Bueno amigo ahora si cuando comiences algo nuevo alli estaré en esta llegue tarde,un abrazo.
Isolda:
Como prometí quiero hacer un post explicando algo sobre este relato, sobre su elaboración. Lo subiré pronto, antes de que se olvide el texto, pero sí puedo decir que yo mismo cuando escribí la carta, me quedé de una pieza. Sé que es difícil de creer, pero así fue... Por ello tenía ciertos temores al efecto que causaría.
Odiseo:
Pues a la vuelta de tu viaje de cuarenta y siete folios, hablaamos...
María A:
¿Me propones un relato, aunque sea breve, con otra música de fondo, una luz más tenue y otro tipo de temática...?
Verónica:
Ojalá que poco a poco lo leas todo y ojalá que te guste.
fiaris alfabeta
Como diría nuestra amiga Mercedes, a la que deseamos mucha suerte en su periplo aragonés, "La carta" estará en internet hasta que la Red arda.
Muy bien, Amando, yo tampoco me he podido ir a dormir hasta leerla. Algo barruntaba sobre las relaciones entre los padres, pero el golpe de efecto total ha sido lo de la muerte de Eladio... muy bueno y sorprendente. Y el toque de final abierto con lo de la cita en casa de Nélida es el redondeo. María A., cuando chica invita a chico en la intimidad de su casa (dejando al grupo de amigos por otro lado)... los violines no hacen falta... Luis ya ha triunfado en el amor, eso seguro. Muchos besos y buenas noches para el escribidor y para todos.
María Sangüesa:
Muchas gracias, María. Has trasnochado, porque este escribidor se acostó casi ya en la madrugada...
La muerte de Eladio es la única solución para que se revele el secreto, sobre todo porque el odio es lo único que mueve su corazón.
Mal motor, por cierto.
Un beso
¡¡Genial!!
Realmente bueno el relato y el final impactante, de verdad Amando me ha encantado leerte, eres un crack.
Un abrazo.
Paloma Corrales:
Muchas gracias.
Espero no defraudar las expectativas.
Bueno. Terminó la carta, la espera, la novela. Me ha encantado el final, me ha sorprendido el brutal cambio de estilo entre lo que "cuenta" el odiador y el odiado. Me ha parecido maravilloso tu desdoblamiento.
Y, sorprendentemente a lo mejor, se me ha hecho corto. Me he pasado catorce partes (catorce semanas si no hago mal la cuenta) esperando la decimoquinta y "sufriendo" la espera, y ahora me habría gustado que quedaran otras quince o veinte o treinta o. Eso debe ser bueno, claro.
Muchísimas gracias, escribidor, por regalarnos este texto con sus quince partes. De corazón.
Un abrazo.
Los hay h de p hasta la sepultura.
Te doy las gracias como AVATAR por esta historia.
AVATAR:
Ahora eres tú quien me emocionas con tus palabras.
Era fundamental para mí que Eladio tuviera su voz, su propia voz... Y en la primera versión, incluso era un poco más, ¿cómo decirlo, coloquial, incluso grosero...? Pero a última hora, me pareció excesivo cambio, excesivo tiempo...
Como escribidor del texto, es un honor que uno de sus lectores diga que se le ha quedado corto.
Creo sinceramente que está en su medida, inlcuso le podría sobrar alguna parte, pero no más.
A veces es bueno no saciar del todo.
Esperemos que el próximo relato por entregas cuente con tus ojos como atento lector...
Abrazos.
urbanoyhumano:
Sí, tienes razón... Pero, por otra parte (con independencia de la certeza, o no, de las sospechas vertidas contra el padre de Luis), este odio que ha llegado hasta el vómito de un veneno que se ha enquistado durante décadas, ha servido para liberar a Luis, para darle alas... No todo es güisqui.
Todo queda claro. Ha sido necesaria
la muerte del enemigo para que se atreviera a confesar y justificar, su villanía.
Luis ha necesitado varios días para
digerir la información y durante ellos ha recorrido mentalmente toda su vida para colocar cada hecho en su lugar, un nuevo lugar a la luz de la nueva información.
No va a dejar de ser un hombre tímido y prudente, es su personalidad, pero la culpa por algo que no acababa de ver claro ha desaparecido y ahora puede empezar a quererse y a arriesgarse en el amor de los otros: para amar es necesario amarse (por eso su enemigo sólo pudo odiar, la falta de afecto de su infancia y su baja autoestima no le daban para más).
Con Nélida puede irle bien, o mal , en todo caso está dispuesto a asumir el riesgo y eso le da muchas posibilidades de salir airoso. Si la suerte no le acompañara esta vez siempre estará preparado para intentarlo una vez más.
..................................
Enhorabuena, has mantenido el ritmo y la tensión hasta el final en este relato tan bien elaborado y con unas bases psicológicas muy coherentes.
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Luis sabe ahora que su madre sufrió un duelo patológico a causa de un hombre que le era infiel. ¿Era la madre consciente, o cuando menos ¿albergaba alguna sospecha de la posibilidad de la traición de su esposo?. Acaso ese sea uno de los componentes del dolor tan exagerado, quizás ella tenía previsto reconciliarse o ya lo habían hecho...
Es un dolor nuevo para el fiscal, su padre tenía fisuras. Tendrá que elaborarlo y asumirlo.
Dos palabras…Im presionante.
Magistral escribidor…has superado las expectativas. Pero me quedo con alguna duda, y no me refiero a la cita con Nélida, eso se lo imagina hasta la Flamenquita Rosa. Me refiero a los celos del padre de Eladio. ¿Eran infundados? Nunca lo vamos a saber…Ahí está el acierto del autor del relato, cada uno que piense lo que mejor le venga. Y es que los celos en muy pequeñas dosis pudieran ser saludables e incluso pueden calificarse de románticos, pero cuando son excesivos pueden resultar enfermizos y llegar a causar mucho dolor y resultar irremediable, como en el caso que nos lleva. Al igual que en muchos de los problemas psicológicos que tenemos los humanos, los celos son el inicio y el desencadenante de una situación personal y familiar insostenible.
Ea, pues ahora a engancharnos al relato de las 7 plumas.
Feliz fin de semana.
Cumplo mi promesa y vuelvo.
El primer respingo sonoro al leer la carta, fué cuando Eladio dice "no es justo que tú estés ascendiendo y yo esté muerto." Me quedé de una pieza.
Sospechaba que Eladio no estaba frente a la panadería con la pelota de Luis, por casualidad. Pero mi teoría era otra más retorcida y morbosa. (Una madre demasiado amante de su marido...mejor no pensarlo)
Nélida se ha citado con él, para comunicarle el ascenso que le anuncia Eladio en su carta. Si de ahí saldrá algo más que una relación laboral, no lo sabremos.
Escribidor, podrías regalarnos más novelas parecidas? Me refiero, aparte de la cuestión literaria, que no se discute, a algo con esa tensión que hemos mantenido todos durante quince semanas y desde el minuto uno. Sabes que digo lo que pienso, en caso contrario me callo. La Carta es lo mejor que has escrito, dentro del género, recalco, dentro del género a falta de leer algo que tengo entre manos.
Y como Flamenco dice, ya estamos todos enganchados a 7 Plumas.
Besos y más besos.
Ángeles Hernández:
Gracias por el análisis del texto. Has llegado tarde, y te has puesto al día, quizá su lectura más global te ha hecho percibir algo especial. Este texto (unos cuarenta y siete folios) está escrito desde el principio sin separaciones, sin las divisiones que aquí he tenido que hacer, pero sobre ello me explayaré algo más en un post que pienso publicar a la semena que viene.
No, Laura Enciso no tiene ni idea de la infidelidad (supuesta o no, esto no lo sabremos nunca) de su marido.
Y ello le convierte su dolor, me parece, en algo más desgarrador.
Y es cierto que Luis tendrá que elaborar internamente todo, pero al menos se le ha borrado de un plumazo todo el complejo de culpa que le ha traído a mal traer durante toda su vida.
De pronto, quizá, se siente como el viajero de un tren equivocado.
Por suerte se ha dado cuenta a tiempo. Ha podido apearse en una estación y quizá, ha podido tomar el tren que le llevará por su verdadero camino.
Tiene que ser tremendo darse cuenta en la mitad de la existencia (aunque esto sea mucho suponer), que todo lo que has vivido toma como punto de partida un error, una mentira, un posible engaño...
Flamenco Rojo:
De nuevo tu generosidad me abruma.
Sobre los celos del padre de Eladio sabemos una cosa, mejor dicho, dos: para él fueron un suplicio y para su hijo un dogma de fe que conviritió en odio cerval hacia el hijo del amante de su madre. Ese tipo de odio que nace en la infancia y que es muy difícil extirpar, y menos aún, cuando durante toda la vida hay alguien que se encarga de alimentar diariamente... Porque no podemos olvidar, que la madre de Eladio acaba por irse, no puede soportar ese ambiente. Eladio se queda sin madre, incluso después de muerto el padre de su enemigo. Otra razón más para que el odio aumente...
Que sean fundados o no, como dices no lo sabemos, ni lo sabremos, creo que Luis Prieto Enciso, por más que intentare indagar aprovechando todos los resortes que le otorga su profesión (incluido ese posible ascenso, que por cierto, tampoco sabemos si será cierto o será un farol de Eladio), no podrá obtener ninguna prueba. Si hubiera habido alguna, es más que probable que por aquel entonces el jefe del padre de Luis, la hubiera utilizado contra su esposa, incluso de modo legal. No olvidemos que el desencadenante de toda la historia viene a suceder a finales de los años sesenta.
Isolda:
Me abrumas. No sé si merece tanto este relato. La verdad es que este desenlace (ya hablaré en el artículo prometido sobre su escritura), me tenía un poco nervioso.
Aunque si las partes séptima y octava, justo el centro del relato, se leen desde la perspectiva de la carta, allí se encuentran algunas frases que pueden explicar y avisar al lector sobre su contenido, para que no parezca que se trata de un conejo sacado de la chistera, tenía ciertas dudas sobre su acogida, sobre la coherencia interna, sobre la verosimilitud.
Eso que te traes entre manos, espero que pronto se pueda concretar en algo.
Tiene que ser terrible basar una vida en la venganza. Fuera o no fuera infidelidad, él tenía claro que si, y eso le marcó toda su vida y la de Luis que sufrió también toda su vida por algo que desconocía.
Vuelvo por aquí después de tiempo sin comentar(pero leyendo todo), me uno a los demás y te doy la enhorabuena, esperaba el contenido de la carta y no me ha decepcionado, me ha sorprendido en cierto modo y casi casi me gustaría saber qué más pasó con él, ya que, semana a semana le he ido conociendo y sabiendo de él, casi se ha convertido en un amigo.
Un saludo a todos. Feliz fin de semana.
Evaasecas:
Jo, Eva, qué cosas más bonitas me dices. Quizá sea uno de los piropos mejores que se le puedan decir a un escribidor: que un personaje encontrado en una esquina se convierta en nuestro amigo, o casi.
Es una suerte que me hayas leído cada día. Aunque, si te digo la verdad, te hemos echado de menos, inlcuso observo que tu rincón se renueva más despacio que antes. Sóloe espero que no te suceda nada.
En fin, que tú también disfrutes de un buen fin de semana.
Resulta complicado no repetirme con los anteriores comentaristas, pero no me queda más remedio: ¡Sorprenderte! Confieso que, de ninguna manera, me esperaba este magistral final. Finalmente resultó que Luis había estado torturándose durante toda su vida, a causa de su "culpabilidad", por una cruel mentira montada por la maquiavélicamente de un niño. En tu relato, como en tantos otros, reflejas con tu particular y maestra manera cómo los pecados de los padres finalmente los heredan los hijos, que nuestros comportamientos influyen y reverberan en el universo para bien o para mal. Afortunadamente, Luis ha sido capaz de perdonar a tiempo, de deshacer el entuerto que iba destinado a ser la tortura de generaciones. A veces ocurre el milagro, y el amor gana la partida al odio, a pesar de ser éste tan hábil.
Tu relato "La carta" es un mensaje de esperanza.
Un abrazo, amigo Amando.
El poder de la mentira... Lo suponía, el contenido de la carta era cruel y cuando Luis era manipulado por su enemigo, de los enemigos que tenemos en la infancia, fue el malo de la película (o del relato) que sufrió lo peor. Son personajes inolvidables, Amando.
Por supuesto este desenlace lo había leído al poco salir en tu blog, pero pasé mucho tiempo con las noticias del Himalaya y también explorando Siete Plumas, experimentación que promete. Gracias por el enlace y buen fin de finde....
Terribles consecuencias para el ser que odia en esa forma, el cuerpo recibe esa negatividad y lo has expresado estupendamente.
Cariños y buen dommingo
Mercedes:
Hola, amiga. Ya sé que las cosas por Zaragoza han ido bien. Ángeles nos ha contado algo de lo acontecido el jueves y el viernes has conocido a muchos de tus lectores que dejaron de ser anónimos, o anónimos del todo, porque se acercaron a saludar a la escritora y que su libro llevara la dedicatoria de la autora.
Gracias por tus palabras.
Sobre algunas cuestiones de este texto, te avanzo, y avanzo en general que mañana subiré un texto en el que desvelo algunas cosas de este texto.
De todos modos apuntas una cuestión que me parece interesante.
Personalmente no creo mucho que los pecados de los padres sean heredados por los hijos; sin embargo sí creo en que el concepto de culpa hace mella en nosotros con más determinación de la que parece. Esto puede hacer confundir ambas cuestiones. En teoría creo más en cierta libertad moral del individuo, que no en ese determinismo. Lo que ocurre, y este es el caso, es que el padre de Luis parece que puede sufrir el infarto fulminante porque, después de haber atropellado accidentalmente a su hijo, piensa que la muerte de su propio hijo es un castigo por su relación extramatrimonial... Pero fíjate que no lo sabemos a ciencia cierta. Desde el lado de Luis (el hijo), desconocedor durante toda su vida de los hechos, la muerte de su padre se debe a que no pudo soportar el dolor de haberlo atropellado y pensar que lo había matado, por culpa del capricho de la pelota, o sea, él es el culpable de la muerte del padre, de algún modo siente que él, por una imprudencia, ha provocado el fatal desenlace; creencia, por cierto, que es bien alimentada durante muchos años por la madre.
Sin embargo, no lo sabemos a ciencia cierta. Podría suceder que el simple dolor de ver a un hijo tuyo atropellado por tu propio coche, creyéndolo muerte, devastó el corazón del padre, sin más... Lo que no es poco.
Un beso, amiga.
Catherine:
Así es. Fuiste la primera en intuir el contenido terrible de la carta. No quizá sus exactos términos, pero sí barruntaste (y abriste la brecha entre aquellos que leemos los comentarios que se vierten a colación del post)que había algo funesto en esta misiva.
Tampoco sé si se trata exactamente de la mentira en el caso de Eladio. Para él, como también se ha destacado, la verdad absoluta de los hechos, sobre los que también se cimenta buena parte de su vida, es la que expone en esta carta. Para él no es mentira. Si acaso, es mentira y es hipócrita la vida de su madre y del padre de Luis. Él se siente víctima del abandono de su madre a causa de un acto que marca su infancia y que, probablemente, no podía entender del todo. Y su reacción, irracional y subconsciente, como no puede ser de otro modo en un niño, lleva a concluir que si castiga al hijo, el padre también será castigado. Si en tal empeño se encuentra con este desenlace, no le hace falta más para que queden confirmadas sus sospechas.
Además de la mentira, es destructivo el odio. Quizá sea esta una de las cuestiones que pretendía subrayar. El odido, al menos el odio hacia Luis, aderezado con ese orgullo excesivo suyo al saberse el más rico de entre sus compañeros, dibuja una personalidad que si bien, en un principio, es victoriosa, a la larga acaba por deteriorarse, porque sólo puede provocar la infelicidad. Simplemente por eso.
Construir una vida sobre odios, rencores y envidias es un buen camino para vivir, no en la tristeza, sino en la amargura.
Abuela Ciber:
No sé si es así, quiero decir, científicamente comprobado; pero así parece y desde luego así lo pienso. En eso si tiendo a creer, estos sentimientos tan profundos y largos de odio tienen que acabar por minar los organimos.
Quizá lleguen los estudios científicos y nos demuestren que tampoco hay causa directa entre una y otra cuestión, pero de momento sabemos que quien odia no tiene generalmente buen carácter...
Catherine:
Se me olvidaba darte las gracias por tu paso por 7 plumas, ya he visto allí tu testimonio. Es una aventura sobre la que también quiero escribir aquí en los próximos días.
Ahora mismo me parece apasionante y estoy muy, muy ilusionado con todo el proceso.
Un agradabilísimo acontecimiento familiar (la Primera Comunión de una de mis sobrinas, además ahijada), me mantendrá desconectado toda la jornada, hasta la noche. Lo digo, por si alguien tiene a bien dejar algún comentario y ve que tardo en responder más de lo habitual.
Besosabrazos a todas y todos.
:-)
¡Por fin sabemos el contenido de la carta! Reconozco que en las primeras entradas quería saber que decía; luego, el interés por ello fue diluyéndose. Reconozco que me ha sorprendido aunqeu algún motivo tenía que haber para un odio tan visceral.
Espero con ansia la entrada en que nos expliques como fue tomando cuerpo el relato.
¡Felicidades!
(Vuelvo a reiterar que aunque permanezca casi siempre silenciosa, te leo. Ah, y quiero agradecerte también que invitaras a Susana, "mi colega" a hacerme una visita.Gracias)
Quisiera hacerte un comentario, Amando, en "plan literario", más que otra cosa.
Y quisiera hacértelo en público porque en público decimos aquí las cosas en la certeza de la Amistad, y de la sinceridad.
Literariamente, tu relato es bueno, es intrigante, deja al lector esperando por lo que va a suceder, y le hace regresar a leer.
Tienes calidad narrativa en descripción de ambientes y personajes, de situaciones y de argumentos.
Ahora vienen las críticas:
A mi modo de ver te dispersas. Es decir, enlenteces demasiado la acción, y no sé si eso es consciente o no. Y me explicaré:
Tú planteas que hay una carta que desencadena un drama. El lector se intriga por la carta.
Bien.Y a partir de ahí narras una vida hasta llegar a la carta. Y en esa narración a mi modo de ver pierdes de vista el objeto principal de la narración que es la que desencadena todo lo anterior.
Yo tengo la sensación, la he tenido al leerte, es decir, la tendría si leyera esto como de alguien desconocido que me plantea este relato, que a tí te interesaba mucho más contar la vida del protagonista, la de sus relaciones, el ambiente, que el hecho en sí de la carta, que ésta es -digámoslo así- un "cebo narrativo" pero que para tí no es lo importante del relato.
Y eso no estaría mal, lo que sucede es que el lector -yo, en este caso- sigue leyendo porque lo que le interesa es qué pasa con la carta, y -en mi caso- las digresiones que llevan a la carta me parecen menos interesantes narrativamente hablando.
Literariamente a mí me ha decepcionado un poco lo que dice la carta. Me parece una resolución pelín "ortodoxa". Como si no te hubieras atrevido literariamente a plantear otro final, por ejemplo, que la carta lo que dice es que la madre fue quien tiró la pelota para cargárselo porque no era hijo suyo. O que fue la inductora de que la lanzara Eladio.
Eso, a mi modo de ver justificaría más la actitud de la madre.
Bueno, después de esto, acepto asesinatos, pero quería decírtelo, no me quedo conforme si me callo...
Y naturalmente abrazos.
Leyendo el comentario de Alena.Collar me doy cuenta de algo que se me ocurrió al conocer el contenido de la carta: me plantée como sería en realidad la relación entre los padres de Luis. Porque parece que efectivamente la relación extraconyugal existía; luego, la otra, no podía ser tan perfecta.
Pero supongo que todo esto nos lo explicarás en la mencionada entrada.
Yo siempre he pensado que la madre no era normal, y no creo en las relaciones del padre que vienen tan al final sobre todo que las cuenta Eladio y podrían ser su venganza póstuma es decir:
1) lo ha hecho todo para que la madre le envenenara la vida
2) y al morir lo hace todo para que el recuerdo del padre también se la envenene.
Ya sabéis no creo en los humanos monolíticos no hay nadie absolutamente bueno y puro, y nadie absolutamente malo e impuro .
Se me ocurre que la vida de Luís vista por Eladio para nutrir su odio (porque el odio es un volcán como el amor y hay que alimentarlo porque si no se desvanece como el amor) podría ser tu próximo relato.
Trabajar el lado malo que tanto miedo te da.
lammermoor I y II
Para esa entrada no falta mucho, la verdad, aunque todavía la tengo que peinar y maquillar...
Tu comentario, de algún modo,enlaza con el de Alena, pues ambos inciden en el papel que juega el grueso del relato con La Carta, como tal, es decir como misiva de Eladio.
Y ahora mismo me es difícil contestarte. Casi lo voy a dejar para la entrada que publicaré en unos minutos.
De todos modos, en general se ha producido una reacción similar a la tuya, en la que lo que importaba era conocer con cierto detalle la vida de Luis.
Respecto de la relación de los padres de Luis, está clara, a mi modo de ver: Laura Enciso vive en el engaño, si es verdad lo que dice Eladio, pero ha vivido satisfecha, tanto que no pudo superar nunca del todo aquella muerte.
Lo de Susana era evidente, quiero decir, se lo tenía que decir, era casi obligatorio.
Alena Collar:
En primer lugar, muchas gracias por tus palabras y por explicarte con sinceridad.
Me salto la parte positiva de la crítica, y voy directamente a lo otro, más que nada porque el tiempo me va a acabar atropellando, como un tren con los frenos estropeados.
En mi interior, quiero decir, cuando escribí el relato, como aparecerá publicado en la próxima entrada, el ritmo lento, como de oleaje sereno es muy meditado. Más aún el origen del relato es ese ritmo. Después está la primera frase. Luego lo demás.
Fíjate que el miedo que he tenido a la hora de publicar el texto es que resultara demasiado largo, pero por otra parte sentía que sin esos hitos de la vida de Luis narrados de este modo, la carta no resultaría igual de contundente.
Dicho de otro modo, teníamos que sentir que toda la vida de Luis,toda su timidez, todas sus dudas enfermizas, ese no querer salir nunca de sí mismo tiene como origen el trauma de la infancia.
Por eso se hace más dura la carta a mi modo de ver.
Dices que la carta se trata de un cebo, para entendernos, que lo que me interesa es la vida de Luis. Claro, es obvio que lo que me interesa es la vida de Luis, pero no es un cebo, sino un detonante, una espoleta de una bomba. Quizá esté mal contruida, no lo descarto, pero lo que hago, o lo que pretendo, en el relato es una elipsis. Pues el lector sabe desde el principio (y se le recuerda en casi cada parte) de la carta, sabe que la carta es la que ha propiciado que en la mente de Luis (que a la postre es lo que se narra en el texto, sus pensamientos) pase como una película su vida, al menos sus hitos más importantes. Un puñado.
Sin ellos, sinceramente, creo que la carta no tendría la misma fuerza.
Por alguna razón, tuve miedo a que el desenlace resultase demasiado 'excesivo'. Por lo que veo, te resulta demasiado 'ortodoxo'.
Creo que si el desenlace hubiese sido alguno de los que propones, el texto hubiera tenido que ser muy distinto.
Nunca vi a la madre de la forma en que algunos la habéis visto, aunque vuestra visión ciertamente es más que factible. Laura Enciso, primero que todo, fue la víctima de la muerte del marido y no fue capaz de superarlo. Un duelo mal curado, le condujo a crear una conciencia brutal de culpa en su hijo.
Repito, gracias por tus palabras sinceras
maririu:
En los capítulos séptimo y octavo del relato se dan unas pistas veladas que hacen alusión a dos cosas, una: Eladio manda callar a Luis, porque según él[Eladio] sabe muchas cosas, que Luis desconoce. Y también se alude al mucho trabajo de Luis que le hace ir a trabajar los sábados y a veces no le permite comportarse con Laura del modoo conveniente.
Con esto quiero decir que no es de repente que Eladio, ante su muerte, haya decidido emponzoñar más la vida de Luis, siguiendo con la inquina que le ha manifestado a lo largo de su vida. En esta carta es sincero, le cuenta lo que él ha vivido.
Quizá la madre no era normal. Pudiera ser. Es posible que un duelo mal curado, en el fondo esconda alguna otra patología de carácter depresivo. No lo sé muy bien. Ella vivía una vida determinada: su marido, sus hijos, su casa. Parece que por este orden. Se muere el marido, de repente (no olvidemos este detalla, me parece lo más importante), y todo se le trastoca. Normal. Pero no es capaz de superarlo en un tiempo prudencial (aun alargando lo que cualquiera puede entender por tiempo prudencial). Pero ella, después de los primeros meses (aunque lo mismo ya es tarde), procura ocultar la manifestación del dolor hasta la madrugada, cuando cree que sólo la madrugada es testigo de su llanto. Lo que ocurre es que Luis lo oye, pues ya soporta la pesantez de la carga de la culpa.
Dices, por úlitmo, que me da miedo trabajar el lado del mal. No lo sé si me da miedo. Quizá. Nunca me lo he planteado. Sale lo que sale. No me lo puedo inventar. Quizá alguna de mis novelas más largas entren en ese aspecto, pero tampoco estoy muy seguro. Ya digo no es que me dé miedo, es que no me lo he planteado. De momento me he quedado en el lado de los que sufren. Pero aunque sea indirectamente, algo se ha visto de la personalidad de Eladio.
Un beso, y muchas gracias por tus aportaciones..
Si hubiera disfrutado de este la mitad de lo hecho, ya tendrías la seguridad de mis ojos leyendo el próximo...
Respecto a la longitud, justa, corta o larga, tengo claro que tiene la justa (al menos desde los parámetros de quien lo escribe, cuando das por terminado un texto, alragarlo solo lo estropea). Otra cosa es al haberme gustado tanto, a mí como lector me hubiera encantado que se alargara más. Pero eso es otro tema...
Un abrazo.
AVATAR:
Seguiremos intentándolo, no lo dudes, y esperando que también lo puedas disfrutar.
Un abrazo
Bueno- bueno: - al leer este final, estaba yo intrigada y ansiosa- haber si salía por lo menos, un perdón… ¡pero nada de nada! Aún con los pies pallá, ¡Eladio, erre que erre! Con su odio. Es obvio que el dinero- no hace feliz al hombre, aunque siempre mitiga- un poco las desdichas. Con toda la riqueza, Eladio, tampoco fue muy afortunado. El motor de su corazón, lo regaba de gasolina- putrefacta, en vez de llenarlo de amor- afecto- solidaridad- ternura- y amistad. ¡Las personas rencorosas- que odian! Jamás pueden ser felices, ó eso es lo que yo pienso. Intuía yo un final parecido… solo que lo contrario… la madre de Luis, con el padre Eladio. Me alegra que Luis, encontrase el amor y alfil pueda ya dormir sin esa pesadilla que tanto daño le producía. Amando, felicidades y gracias por el deleite de cada relato. No sé si leerás mi comentario, pues acabo de llegar a casa, de un viaje, por Alicante, Venidor y Valencia… Donde he visto la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Y también el Océano Grafico y Ártico. Entre otras cosas más. Una maravilla todo. Un beso. Ser felices.
Marina Fligueira:
Como ves aquí estoy, leyendo tus entrañables palabras. Qué alegría que hayas disfrutado en el Levante, donde tantas cosas hermosas e interesantes se pueden ver.
Eladio, efectivamente, se alimentó de odio, y con él murió...
Es curioso, pero hoy, unos pisos más arriba, estamos hablando de lo mismo.
Un beso y gracias por tu fidelidad
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