Le
Sin embargo, al comprobar que sus dos compañeros no hacían avances, se interesó un poco más por la situación y se sorprendió a sí mismo charlando con la mujer de cabellos como mañanas y mirada de primavera, mientras los demás se entregaban a sus propias conversaciones. Atisbó el rostro de aquellos supuestos pretendientes y no descubrió nada parecido a celos.
No se quiso hacer ninguna ilusión, y mantuvo las distancias, pero cada viernes que él acudía a esa cita, los demás se iban retirando a sus hogares bien avanzada la madrugada, mientras ellos continuaban con su conversación, normalmente poco trascendente. Sucedía con naturalidad, sin esfuerzo, sin premeditación. Ocurría, simplemente, con la misma fluidez de la respiración.
Más de uno en la fiscalía apostó doble contra sencillo que la alicantina se convertiría en la pareja del ayudante del fiscal y alguno, probablemente con una alta dosis de inquina perfumando sus palabras, insinuó que si Nélida aguantaba a semejante muermo era porque el fiscal estaba casado, pues lo único que le interesaba a la chica era un puesto de cierta notoriedad dentro de la Audiencia.
El ser humano, cuando es corroído por la envidia, usa los comentarios y las calificaciones con la misma habilidad con la que un matarife atraviesa el cuello de las reses en el matadero.
Al fin concluyó el güisqui y se dispuso a leer la carta. Esta vez, la tercera que comenzaba a hacerlo, sabía que no habría interrupciones. Sabía que podría leerla de un tirón, como Eladio había pensado que la tenía que leer el día que la recibiera. La maldita carta que le había llegado justo el día en que iba a intentar dejar las cosas claras de una vez con aquella mujer… La maldita carta que desmoronaba toda su historia y la convertía en una caricatura, mejor dicho, en un esperpento doloroso e inútil.
No se quiso hacer ninguna ilusión, y mantuvo las distancias, pero cada viernes que él acudía a esa cita, los demás se iban retirando a sus hogares bien avanzada la madrugada, mientras ellos continuaban con su conversación, normalmente poco trascendente. Sucedía con naturalidad, sin esfuerzo, sin premeditación. Ocurría, simplemente, con la misma fluidez de la respiración.
Más de uno en la fiscalía apostó doble contra sencillo que la alicantina se convertiría en la pareja del ayudante del fiscal y alguno, probablemente con una alta dosis de inquina perfumando sus palabras, insinuó que si Nélida aguantaba a semejante muermo era porque el fiscal estaba casado, pues lo único que le interesaba a la chica era un puesto de cierta notoriedad dentro de la Audiencia.
El ser humano, cuando es corroído por la envidia, usa los comentarios y las calificaciones con la misma habilidad con la que un matarife atraviesa el cuello de las reses en el matadero.
Al fin concluyó el güisqui y se dispuso a leer la carta. Esta vez, la tercera que comenzaba a hacerlo, sabía que no habría interrupciones. Sabía que podría leerla de un tirón, como Eladio había pensado que la tenía que leer el día que la recibiera. La maldita carta que le había llegado justo el día en que iba a intentar dejar las cosas claras de una vez con aquella mujer… La maldita carta que desmoronaba toda su historia y la convertía en una caricatura, mejor dicho, en un esperpento doloroso e inútil.
Por su experiencia como ayudante del fiscal, no podría estar seguro si era completamente exacta la apreciación, o, más bien, es que acababan de descubrir su óbito, aunque éste se hubiese producido horas antes, pero dadas las circunstancias y dado que en la residencia conocían su profesión, era probable que así hubiera sido. Según la enfermera que había atendido a su madre, Laura Enciso murió mientras dormía, sin sufrimiento. Una parada cardiaca de efectos instantáneos, sin previo aviso. Con los años su organismo se había ido deteriorando progresivamente, sin ruido, sin estridencias, pero sin detenerse, como llega la noche, tras un ocaso paulatino e imparable, en una calurosa jornada del estío. Luis emitió su comentario en un tono que rozaba la dureza para la enfermera, como si le estuviera echando en cara su opinión sobre la placidez de su final entre los vivos.
— Bastante ha sufrido en su vida, como para que también hubiera tenido que sufrir en el último momento.
Lo más probable es que la enfermera no comprendiera el alance exacto de las palabras del ayudante del fiscal, y quizá supuso que se refería tan solo al alzheimer, pero a Luis le dio igual. En realidad necesitaba expresar en voz alta semejante pensamiento.
Después del entierro, frío y protocolario, lo primero que se planteó fue dejar el hogar de toda su vida. Allí ya no pintaba nada. Prefirió buscar un piso pequeño en una zona más céntrica, en algún lugar que le evitara cualquier recuerdo de su infancia. Para él, a diferencia de tantos seres humanos, la infancia no era aquel mítico paraíso perdido, sino el infierno que tenía que olvidar, el enemigo de quien debía huir, el verdadero cadáver que hubiera querido sepultar junto al cuerpo materno.
Tuvo suerte, pues un compañero de la Audiencia, a causa de un ascenso casi sorpresivo, se marchaba de la ciudad y ponía a la venta su piso. Se pusieron de acuerdo en los términos del contrato de compraventa en muy poco tiempo. A penas una hora. No negoció el precio. Le pareció bien la zona y el estado del inmueble orientado al mediodía, justo a espaldas del esquicio de la ciudad. Era una quinta planta, y desde allí se veía el horizonte plano del Solanar. Un espacio amplio donde acunar la mirada y dejar que los sueños volaran y las pesadillas huyeran. Un espacio que no interrumpía ni un solo tejado, ni el dibujo geométrico de la silueta torreada de la ciudad.
Cuando se levantó del sofá, de nuevo la carta olvidada sobre la mesa, pero acechante como una fiera hambrienta, contempló el mismo panorama que aquella otra tarde de hacía cuatro años. Con la diferencia de que estaba nublado y el aire del poniente, traía densas nubes que amenazaban lluvia.
Pronto anochecería y tenía que decidir de una vez si acudía a la cita semanal o se quedaba en casa.
Pero sabía que tenía que volver a leer, completa y seguida, la carta de Eladio. Esa maldita carta que había actuado como la espoleta de una bomba que había estallado en su memoria y le había devuelto la película de su vida durante las últimas horas.
Por suerte le quedaba el güisqui. Ya no se preocupaba en intentar el conteo de los ingeridos aquella tarde. Meneó la cabeza como con misericordia de sí mismo, pero regresó a la cocina, tomó otro par de hielos, y volvió a echarse una buena dosis del licor de tonos rubios.
Llevaba cuatro años en este piso de dos dormitorios en el centro del Paseo de las Olmas, con vistas al Solanar de Euritmia. Los cuatro años más tranquilos de su existencia.
En este tiempo, aunque siguió siendo el mismo introvertido y tímido de siempre, había aprendido, o había aprendido a usar, para ser completamente rigurosos, algunas técnicas que le ayudaban a vencer la parte enfermiza de aquella forma de ser. Su afición cinematográfica le había inspirado, y cuando trabajaba, interpretaba el papel del ayudante del fiscal jefe. Y no le salía mal, aunque hubiera preferido ser como Gregory Peck en Matar a un ruiseñor, pero a tanto no llegaba.
Seguía prefiriendo el silencio, la soledad, pasar desapercibido, pero podía soportar con entereza una vista oral, el enfrentamiento público con algún abogado defensor, y, sobre todo, algunos recuerdos de su pasado.
Aunque más bien pocos.
Había una frontera a la que no se acercaba, la de aquella tarde. Sin embargo al leer el remite del que procedía la carta manuscrita, el linde de su memoria se acercó, como si tuviera que atravesar un terreno minado y todos sus baluartes saltaron por los aires y hubo de transitar por los recuerdos de los que había huido sistemáticamente, sin escudo, coraza o parapeto de ninguna clase.
Y ahora que lo había hecho, y que a toda velocidad había recordado lo fundamental de su anodina existencia se sentía con fuerzas para releer la carta sin más distracciones, sin más miradas al tiempo abandonado a sus espaldas, y que, de pronto, no tenía ningún sentido.
— Eso y la ayuda de este güisqui que es un buen bálsamo para el ánimo.
Sabía que no estaba borracho, o no del todo, pero tampoco conservaba su estado de ánimo habitual. Se encontraba en ese lugar en que uno se ha liberado de sus miedos, pero aún controla todas sus reacciones, o eso cree. Ese espacio de desinhibición que alguien como él necesitaba incluso para enfrentarse sí mismo. Y más aún cuando el espejo, de pronto, devuelve no la imagen de quien fuimos, sino el disfraz que usamos y que ocultaba una verdad tan distinta.
Antes de sentarse, volvió a pensar en la cita de los viernes, mejor dicho, en Nélida. Sabía que si no acudía, perdería la oportunidad hasta dos semanas más tarde, puesto que a la semana siguiente la joven se marchaba a Alicante.
Se lo había dicho ella misma en un aparte. La joven puso mucho cuidado en dos cuestiones, que él comprendiera que el próximo viernes no estaría en Euritmia, y que su deseo era que no faltase a aquella cita.
Le extrañó y le agradó y le emocionó el detalle, pues imaginó que quizá ese tipo de confidencias indicaba cierto interés hacia su persona.
Desde que Paloma le dejó por su antiguo novio zaragozano, no había vuelto a tener ninguna relación con una mujer. Ni siquiera tuvo oportunidad de tenerlas, a pesar de tantos años transcurridos desde aquel día en que la joven aragonesa le dijo, sentados en uno de los bancos de la Plaza de España que se volvía a su tierra.
Desde ese momento se había pertrechado contra las mujeres en un refugio blindado con muchos centímetros de introversión, si es que ello era posible. Como a penas salía de su casa, la única posibilidad un poco real era la de una compañera de trabajo, pero en aquellos años se dio la circunstancia de que todas ellas tenían pareja estable. Lo suficientemente estable, al menos, como para que no se produjera ningún tipo de movimiento sísmico entre corazones. En el fondo agradeció estar rodeado de esposas, compañeras, novias, amigas especiales con derecho a intercambio de fluidos, y toda la variopinta modalidad de ligaduras que los afectos entre personas otorgan en estos tiempos.
Había llegado a la conclusión de que él estaba diseñado, suponiendo que existiera algún diseñador, para la soledad y para huronear entre papeles esclareciendo si los acusados eran culpables o eran inocentes de los cargos imputados.
Hasta que en el año 2008 apareció Nélida por la Audiencia de Provincial de Euritmia. Al principio aquella nueva compañera le pasó desapercibida, hasta que su voz cristalina le recordó vagamente a la de Azucena. Pronto tuvo que determinar que más bien se parecía en poco a su primer y fugaz e intenso amor. Pero se había hecho presente, allí estaba y formaba parte de su horizonte.
Podría jurarse a sí mismo, sobre todo con la ayuda del licor de la cebada ejecutando volteretas entre los rincones más ocultos de sus células, que si se incorporó a la primera cita del grupo un viernes, ante la extrañeza y admiración del resto de los compañeros, fue porque sabía que ella asistiría, mejor dicho, porque ella se lo había propuesto.
Fuera de la oficina Nélida era un ser adorable, al que nunca podría aspirar. La felicidad y la vitalidad y el optimismo que transmitía en cada uno de sus gestos estaban muy lejos de sus posibilidades, por no hablar de la diferencia de edad. Al menos diez o doce años menor, calculaba él sin base científica.
Aquel primer viernes todos sus temores se confirmaron y había que ser ciego para no ver que, al menos dos compañeros más jóvenes que él, más extrovertidos que él, mucho más guapos que él, con más dotes que él para el galanteo, iniciaron el asedio de la joven alicantina.
Salvo él, nadie supo que la verdadera razón por la que no asistió a la reunión de los tres o cuatro viernes siguientes, fue saber o intuir que la mujer acabaría en brazos de alguno de aquellos dos, eso suponiendo que no contara con pareja en su tierra. Esa última posibilidad parecía poco probable, porque los viajes hasta Alicante eran demasiado escasos, demasiado esporádicos, incluso un poco anárquicos, puesto que no había una cadencia determinada en su ritmo. Temió atravesar el mismo dolor que en ocasiones pretéritas, y prefirió alejarse de la batalla, una batalla para la que sus armas no tenían ninguna posibilidad.
36 comentarios:
Me encanta la fluidez con la que narras, es exquisita, y muy rica en matices e imágenes que recrean con la misma facilidad un paisaje que el estado de ánimo de Luis.
La carta como detonante y el güisqui como acelerador están infundiendo el valor necesario, no sólo para leer la cara -que también- sino para enfrentarse a los fantasmas de sus recuerdos que tanto se ha empeñado en aparcar.
Muy interesante Armando y un placer leerte.
Un abrazo.
Bueno, nos has dejado en lo más interesante, tengo la impresión, y creo que tú ya me has avisado antes, de que en la próxima entrega de "La carta", sabremos el contexto de ésta. Me consuela saber que, por fin, Luis tiene probabilidades de formar pareja, parece que esta chica Nélida está muy interesada en él, pero a la vez me inquieta que no pueda acudir a la crucial cita que tiene justo el mismo día que ha recibido la carta de Eladio; especialmente me preocupa que, con tanto güisqui, de asistir, no esté lo bastante lúcido como para declarar su amor de una vez por todas a una mujer. Tal vez el hecho de que esté un poco bebido sea beneficioso, siempre y cuando pare a tiempo.
Como siempre, un lujo leerte, se fluye por tus textos con una naturalidad muy agradable.
Esperaré la próxima entrega, creo que la 14 será la definitiva, menos mal que no ha sido el de hoy, ya sabes, el 12+1. Creo que tendré que leerlo a la vuelta de mi viaje, ¿no es así?
Un abrazo, Amando.
Paloma Corrales:
Muchas gracias por tus palabras que no sé cómo agradecer.
Después del próximo capítulo, quizá a la semana siguiente, pensaba escribir algo sobre esta cuestión del estilo y de esta novelita corta en particular, con la que he disfrutado muchísimo.
Mercedes:
Comprendo que después de tanto humo, tanto fuego, tanta tensión con tu novela, y las horas de la noche que son, no te hayas fijado en un par de detalles intrascendentes: la de hoy es la entrega 14 y el relato acaba en la 15.
Sí, La carta, salvo que Ángeles lo arreglé de otra manera, la leerás a tu vuelta de Zaragoza y como dices siempre en tu "Maldita" desde que se publique quedará en la Red, al menos hasta que la quemen.
Un beso y gracias por el esfuerzo de leerme a estas horas.
Buenas noches Amando, paso a saludarte y te prometo que este fin de semana, entre otras cosas lo dedicaré a ponerme al día en LA CARTA leeré desde el principio.
Un abrazooo y buenas noches
Verónica:
Me pillas casi en pijama, a punto de desconectarme, para irme al sobre. Gracias por tu visita. No es necesario que emplees el fin de semana, tienes toda la semana completa, hasta el próximo viernes en que llegarás al último capítulo...
Paloma Corrales:
Por cierto, ahora me doy cuenta de que Nélida es paisana tuya.
Jajaja Armando, el Mediterráneo me adoptó hace doce años, nací en Madrid (con este nombre es casi una evidencia) y me crié en Guadalajara.
Me voy a dormir, que me pierdo leyendo ;-)
amigo por aqui visitandote,un abrazo,vengo de lo de Mechi muerta de miedo,bbbrrrrrrrrrrrrr!!!
Ya solo queda una entrega. Estoy hasta nervioso.
Un abrazo.
Paloma Corrales:
Has ido creciendo hacia el Este. No es ese mal destino, no.
fiaris alfabeta:
Acabo de darme una vuelta por el cortijo de Diego, y sigue el fuego, la humareda densa que colapsa los pulmones, la explosión de ventanas, Lucía continúa yerta en los brazos de Pedro, que ha logrado abrir la venana y los vecinos ya están formando la cadena humana para intentar parar la voraz destrucción de las llamas...
Nada, no hay nada nuevo. Qué mujer, nos tiene en ascuas... hoy especialmente.
Gracias por pasarte por aquí, a pesar de la tensión de allí.
AVATAR:
Sí, sólo nos queda la última entrega, la carta, por fin...
No me extraña tu nerviosismo, tú que fuiste el máximo incitador a que me refugiara para escribir el texto.
Aquellas palabras tuyas fueron como un empujón. Y es que hay veces que, aunque se tengan las cosas claras, sólo escucharlas en voces ajenas (=leerlas en palabras de otros) actúan como un catalizador.
Las nuestras, muchas veces, las sofocamos con un simple chasquido de dedos... o de neuronas.
Gracias por aguantar hasta aquí.
En este día del libro de 2010, con tantas cosas que se están terminando y tantas que van a empezar, nos encontramos con las últimas refexiones y las últimas emociones de Luis, antes de que el autor nos aclare lo que él va a asumir definitivamente y que espero sea el inicio de su salvación en esa vida cerrada acompañado del güisqui, de los legajos, del cine y de los malos recuerdos.
Mejorada su autoestima, la relación con Nélida tendrá muchas más posibilidades de éxito.
Esperamos anhelantes el desenlace, que, haremos todo lo posible por conocer el mismo día en que se publique (imponderables mediante).
Un abrazo y felicidades por tu redacción fluida y creíble.
¿Máximo incitador? Mucha responsabilidad es eso. Aunque si el resultado es un relato largo/novela corta tan bueno...
Y gracias a ti por darme la oportunidad de "aguantar", está mereciendo la pena muchísimo.
Ángeles Hernández:
En esta misma sintonía de su equipo, os esperará la carta el próximo viernes. Supongo que los imponderables no existan, si acaso un poco de lentitud, pues a veces las zonas wi-fi se lo toman con calma...
Y sabremos a las 00.01 del día 30 de abril si estás cerca del centro de la diana, si estás muy alejada, o si ni siquiera hay diana.
AVATAR:
Sí, máximo incitador para que me retirara a mis aposentos y descubriera la historia de Luis. Había que invertir tiempo en ello.
Quiero decir, tiempo sin interferencias, tiempo extendido, tiempo intensivo. Y fuiste tú el que me dijiste que me olvidará de todo y escribiera del tirón toda la historia.
Meu caro amigo, esto se termina…y tengo la misma sensación de cuando llega una festividad tipo Navidades…disfruta de ella antes y durante pero cuando estás por el 5 de enero ya sabes que está muy próximo el final de las celebraciones o vacaciones. Aquí en Sevilla, y viene al caso ya que estamos en la semana que celebramos la Feria de Abril, nos ocurre algo similar…una semana antes se empieza el montaje de las casetas, te ves con gentes que lo mismo no ves desde el pasado año, compartes buenos momentos, una copita de manzanilla, una tapita de queso, un cante y un baile por sevillanas. Durante la semana de farolillos lo mismo, quizás con más intensidad que la previa…pero cuando se va acercando el viernes (hoy) y el sábado, el cuerpo y el alma se van entristeciendo porque esto se va terminando…como la carta. ¡Pero bueno! ¿Qué pasa aquí, estamos locos o qué? ¿Es que no va a ver más Feria de Abril y más relatos?
Aquí os dejo un enlace donde podéis ver la portada de la Feria de Abril de este año.
http://www.youtube.com/watch?v=lurgWkJBNGw
Buen fin de semana a todos.
De parte de Flamenco Rojo
Flamenco Rojo:
Pues eso digo yo, chiquillo, que te leía y decía, pero qué hombre, si yo sigo como aquél Felipito Tacatún, personje creado por el entrañable Tony Leblanc, si no meto la pata.
Además, tanto chillar con que llegue la carta y ahora que está ahí, a la vuelta de la esquina (salvo imponderables, que diría Ángeles), nos quejamos....
Esto es un sinvivir....
Espero que una copita de manzanilla o de fino o de algo rico haya ido o vaya a ir por este blog y sus amigos.
Hola Amando: Éstos preciosos relatos están llegando a su fin. He pasado ahora mismo, un rato súper-agradable leyendo este último... que cómo siempre es un gusto, lo plasmas de forma que una lo ve totalmente axioámtico. Me parece que Luis, ya va viendo consolidado por fin- su premio- merecido, de un amor- en su vida... ese amor que es el motor que mueve el mundo. Bendita sean tus manos y tu inteligencia, escribes tan lindo, que es un disfrute leerte. Un abrazo. Se feliz. Hasta pronto me voy de viaje 15- días
Marina Fligueira:
Mil gracias por tus palabras. Se acerca el final, sí, y a la semana que viene veremos en qué queda todo esto.
Feliz viaje, que lo disfrutes como te lo mereces.
Un beso.
Hola, Amando.
Le leo de tapaidillo por aquello del no molestar. Y nunca dejo ningún comentario.
Hoy, sin embargo, el guisky es un acelerador consistente y retrancado.
Espero conocer el desenlace.
Un saludo.
Wenzel Richlerin:
Hola, buenas. Es un placer que hayas salido del rincón del silencio, de vez en cuando gusta saber que estáis ahí.
Ya sabes, el desenlace el próximo 30 de abril, a partir de las 00.01.
"Un esperpento doloroso y inútil"?
Ahora me da miedo conocer el contenido de la carta.
Y a mí que me da en la nariz que Nélida está dentro de la carta...
Mucho éxito esta noche para Alena.
Pepe, me quedo en casa. Pero muchas gracias por tu correo.
Abrazos.
Vaya, qué despiste. Así que esta entrega es la 14. Perdón, quizás fue la hora y que estuve de canguro desde las 6 de la mañana. Pues nada, leeré el 15º capítulo a la vuelta de Zaragoza.
Hasta pronto. Un abrazo.
Catherine:
Siempre que te leo confirmo que lees con sumo detalle y atención.
Y ya sabes, no debo decir nada...
Redoble de tambor y a esperar...
urbanoyhumano:
Pues como digo a todos, no está entre mis tareas la de desvelar el contenido de la famosa carta, la tengo bien custodiada, sellada, lacrada y bajo siete llaves, hasta el día mentado a la hora indicada, no sabremos, como ya he dicbo a otra comentarista, si has dado en el centro de la diana, en uno de sus laterales, o ni siquiera hay diana...
Más redoble de tambor...
Los habituales sabeis que cuando algo me gusta mucho y ya es hora de dormir, me lo llevo a la cama conmigo. (Si fuera un hombre haría lo mismo, claro, pero no es el caso ¡qué le vamos a hacer!)
A lo que voy, que anoche me llevé el penúltimo capítulo para saborearlo. Es en realidad el último, tan sólo queda La Carta, nada menos! Ya sé que lo he repetido muchas veces, pero la lectura de este relato además de atraparme desde el primer momento, ha resultado un enorme placer; se nota la escritura de un tirón y se agradece la fluidez con que nos has deleitado Amando y la capacidad que tienes para mantener la intriga hasta el final. Y esto con sólo uno de tus registros, que no entro en otros, que aún me gustan más.
Gracias por enseñarme el significado de paciencia (aunque me subo por las paredes)
Besos llenos de ánimo.
PS. Estoy con Flamenco, habrá más ferias y más relatos.
Mercedes:
Y yo que pensé que había sido la humareda y el fuego en el cortijo de Diego del Valle...
Esto me recuerda, no sé si tu lo recordarás, cuando en los primeros capítulos de "Maldita", confundí en una ocasión nada menos que a Diego y le llamé Pedro, que es como pedir agua queriendo vino.
_______________
Por cierto, al resto de lectores, supongo que lo sabréis, pero Mercedes, Mercedes Pinto, tiene su propio blog, PIENSO LUEGO ESCRIBO, donde está publicando una de sus novelas por entregas (esta noche será la 109).
Desde aquí se accede o si lo preferís esta es la dirección electrónica:
http://www.mercedespinto.com/
Está enlazado en la columna de la derecha
Isolda
Bueno, pues, no sé qué decir. Aparte de agradacer los elogios.
Como ya he señalado en algún otro comentario, después del último capítulo, es probable que escriba una entrada explicando algunos de los entresijos de la escritura de esta narración. Allí espero que no se me olvide aludir a esto que comentas.
Un beso...
Hola, Armando:
Admiro tu manera de escribir, son relatos muy fluidos y con mucha coherencia en su desarrollo lo cual atrapa el interés del lector, te felicito por ello.
Manipulaciones van y vienen es éste mundo, con el único propósito de lograr lo que se quiere.
Cordial saludo.
Gracias por visitarme.
Rafael Lizardo:
No, las gracias a ti por venir acá con todo lo que tienes que hacer. Es un esfuerzo, desde luego.
También muchas gracias por la valoración que haces del texto.
Siempre es un placer acercarme hasta tu rincón
Muy creíble, muy creíble. En la recta final, todo es tremendamente coherente. A esperar la lectura de la carta, próxima entrega ya, a la vuelta del viernes, en cuanto me despierte me vas a tener delante del ordenador a ver qué es lo que dice esta carta que tanto se ha hecho esperar. Te diré, con sinceridad, si es lo que barrunto. Un abrazo.
María Sangüesa:
Gracias por tus palabras. Ya falta menos... Ay, que impaciencia tengo, no por conocer la carta, claro, sino por ver vuestra reacción...
¡Qué nervios!
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