La palabra de cada día. Diario de un opositor.
Fragmento correspondiente a abril de 2004
Sobre el discurso de investidura de José Luis Rodríguez Zapatero
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(...)
Lo que más me ha gustado del discurso, ha sido el final.
Las últimas dos páginas de su intervención las ha utilizado para hablar de cultura. Creo que es significativo ese puesto en el discurso. Empezó su intervención con la obligada referencia al terrorismo y a la política internacional, y lo cierra con la cultura. La cultura, además, entendida como el valor más importante que tenemos para vender todo lo demás que es este país.
Ha hecho referencias explícitas a la condición de los creadores y ha afirmado que la cultura y, por tanto el mismo hecho de su creación, no es equiparable a cualquier otro bien de consumo.
Según mi traducción: un poema o cuadro o película o composición o novela o escultura u obra de teatro, no es lo mismo que una lata de sardinas, de refresco, o un descapotable último modelo, ni siquiera lo mismo que una vivienda.
Ha sido agradable leerlo, porque a uno le quedaba la duda de si esta actividad no es más que otra clase de mercancía, un bien de consumo, poco más que algo de usar y tirar. Me parece que el Presidente proclama que la creación artística ni puede ni debe estar mediatizada por la rentabilidad económica de sus productos. Y estoy de acuerdo, porque estoy hasta el moño de que el verdadero criterio que establece la frontera entre la bueno y lo nefando en materia de arte sea venta, rentabilidad, cantidad... La creación, la expresión nacida como manifestación de un interior poderoso, libre e imaginativo, no puede estar presionada por nada que venga desde las afueras de la piel del artista. Ni por ideologías, ni por modas, ni por rentabilidad. La calidad es otra cosa. Por otro lado la decisión sobre la calidad es una cuestión cambiante en muchas ocasiones, por tanto el tiempo es un actor principalísismo. Las generaciones contemporáneas al creador, sobre todo en el caso de algunos autores geniales, suelen ser las menos adecuadas para valorar con tino el valor de su obra. Como mucho, expresarán si les gusta o no lo que tienen frente a sí, y este derecho es inalienable y nadie -ni siquiera el autor- puede privar a otro de ejercerlo; pero será el futuro, quizá cada futuro, quien con su juicio, acaso con adecuada perspectiva, emita el verdadero veredicto.
Sin embargo, la guinda del discurso ha sido la referencia al Quijote y a Cervantes. Y esa cita, que abrocha todo el discurso, es un compromiso que le va a obligar más que las promesas electorales, porque, al fin y al cabo, las resume y está dicho de forma y en lugar solemnísimo:
Esta frase, como credo, como finalidad, como lema de un gobierno socialista es mucha frase.“Un gobierno de meollo, un gobierno que mire por el bienestar de los más humildes”.
No sé si se me nota ilusionado, pero lo estoy. Él lo ha conseguido. Espero no tener que desdecirme de todo esto que acabo de escribir.
Así que a este vallisoletano de nacimiento, leonés de adopción, culé (qué se le va a hacer, nadie es perfecto) en lo futbolístico, socialista en lo ideológico, español de alma, pero nada centralista, parece ser, y cervantino en el concepto de la vida, le esperan unos duros años de trabajo. Espero que esa sonrisa angelical que ilumina sus intensos ojos celestes no se le agrie demasiado en estos años.
Y que sea un bien para todos.
4 comentarios:
Las cosas han cambiado un poco desde entonces. Muchos ideales se han esfumado más que nada por el equipo con que en estos años se ha rodeado. En algunos aspectos han perdido el norte.
La sonrisa angelical no es ya tan cautivadora.
S.V.-B: En mi modesta opinión, después de cinco años, lo ideales continúan en su lugar, lo que ocurre es que la vida se ha encargado de hacernos unas cuantas feas jugadas. En algo estoy de acuerdo, el equipo, o parte de él, no ha estado a la altura.
Aunque estoy un poquito, no mucho porque los años no pasan en balde, a la izquierda de Zapatero, me gusta, creo que es un buen estadista. Por supuesto mejor que Sarkozy y que el italiano no te digo.
Salud amigo.
Desde luego, Pepe, las comparaciones son odiosas, lo digo por el italiano. Respecto de le petit Napoleón, ya me gustaría a mí que más de uno tomara nota.
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