Laura Enciso, a diferencia de sus compañeros de clase, se dio perfecta cuenta del cambio en su hijo. Por un lado se alegraba de que el amor viniera a sacarle del ataúd en el que se había convertido su vida, a lo que ella misma no había sido ajena. Pero, también le asustaba que su hijo sufriera del modo en que ella lo hacía, tras la muerte del que fuera el amor de su vida.
Algunas veces, para los hijos es complicado, quizá por pudor mental, imaginar que sus padres se amaron del mismo modo apasionado en que ellos sienten esa fuerza imparable de la naturaleza. Que los hijos imaginen entre sus padres el mismo tipo de abrazo que ellos desean vivir, es algo que no suele cabalgar por los pensamientos de ninguno, pero es tan real como la misma existencia de la especie, o como la existencia de la fragancia de las rosas, aunque sea algo que nos parezca más propio de los poetas que de los jardineros.
Laura Enciso había amado sin fisuras a Luis Prieto. Había amado su corazón, su mente y su cuerpo con total apasionamiento y dedicación desde que se conocieron, unos cuatro años antes de casarse, o sea unos catorce años antes de morir. Y esto lo sabía todo el mundo, e incluso el ayudante del fiscal, cuando era un adolescente, llegó a sospecharlo del modo decoroso con el que los hijos imaginan las relaciones de sus padres.
Cada vez que Luis recordaba las fechas, se daba cuenta que la relación de sus padres, incluidos los cuatro años de noviazgo, fue una relación breve en el tiempo. Desde esa perspectiva, y teniendo en cuenta lo repentino y trágico del suceso, nunca fue extraño que su madre tras el accidente se convirtiera en una especie de cadáver que lamentablemente cargaba con un organismo del que se quería desprender a toda costa para volver junto a su marido, allá donde él estuviera.
En la vida de Laura Enciso no había habido otro amor que el de Luis Prieto. Ambos se conocieron en 1958 con veintidós años, y nunca más dejaron de amarse, hasta que en 1972, con treinta y seis años ella enviudó. Sin embargo este dato, incontestable en su biografía oficial, no es cierto en su biografía sentimental, puesto que hasta el día de su muerte, muchos años después, ella siguió amándole sin grietas ni olvido, como si hubiera continuado casada con él. Todavía tuvo que soportar treinta y cuatro años de soledad y sufrimiento, pero lo hizo sin que casi nadie supiera otra cosa, salvo ese amor que parecía imposible.
Ella no entendía muy bien muchas cosas que acontecían a su alrededor, pero sobre todo no comprendía que las parejas que se habían unido bajo la premisa del amor acabaran por romperse como un plato se hace añicos. Por más que le explicaran, por más que le contaran un caso u otro u otro, ella siempre terminaba por menear la cabeza y por pensar que aquello, entonces, no había sido amor verdadero. Laura Enciso no había sido lectora de poetas, ni de ninguna otra clase de escritor, pero nunca le había hecho falta semejante esfuerzo para saber que el amor, o es eterno o no es amor. Nunca hubiera comprendido que el amor se desgasta por tanto usarlo, ni habría entendido que las personas evolucionan hasta dejar de amar a quien habían amado, ni menos aún hubiera comprendido que el hombre o la mujer pueden encontrar o incluso toparse en su vida con otra persona que les haga cambiar de horizonte el latido de sus corazones.
Admitía que había errores, que había personas que se ofuscaban por otras y llegaban a la vida en común pensando que se amaban, cuando en realidad lo que les unía era otro sentimiento más frágil y por tanto mudable y caduco. También admitía que hubiera matrimonios cuyo sostén no era el del amor precisamente, sino otros intereses que nada tenían que ver con aquél. Una cosa eran sus hondas creencias, y otra bien distinta que fuese ciega o sorda y no hubiera sabido de muchos casos que habían llegado al altar o a la presencia ante el juez con la sola pretensión de consolidar una fortuna o una hacienda.
Por eso, y a pesar de la aparente contradicción respecto de sus convicciones, nunca se opuso al divorcio, por el contrario, había sido siempre una defensora incondicional de su puesta en marcha. Cuando aquel ministro tan simpático hizo todo lo posible por su legalización en España, discutió con el cura de la parroquia quien llegó a amenazarla con una excomunión inmediata, cosa que ella resolvió con un desplante muy criticado por algunas comadres de la parroquia, por la que no volvió a pisar, hasta la muerte del párroco.
Lo que ella discutía y lo que no le supieron entender, no era la indisolubilidad del matrimonio; lo que ella discutía era la indisolubilidad del amor.
Cuando Laura Enciso intuyó que su hijo sentía algo especial por una compañera de su clase, se le encendieron todas las luces de alarma. Por propia experiencia sabía que el amor era el motor más potente de la existencia, pero también sabía que, si se rompía a causa de la muerte, se tornaba el sentimiento más cruel y destructivo.
Y no quería que su hijo sufriera más.
Por alguna razón que Luis no adivinó entonces, su madre se dedicó a advertirle contra del amor, mejor dicho, en contra de que él se enamorase, no fuera a sucederle lo mismo que a ella le había sucedido. Pero aquellas advertencias eran como prédicas en un desierto sólo abarrotado por arena y sol. Luis tenía la conciencia de que su vida cobraba sentido, pero sobre todo era vida si pensaba que Azucena le hacía caso y se fijaba en él.
La primera y única batalla que Luis dio por conseguir que ella se diera cuenta de su existencia, fue ofrecerle su ayuda para estudiar. Intuía que tal cosa no era la mejor arma para conquistar a una mujer, pero era la única de la que conocía su manejo con más precisión que el resto de sus compañeros. Para la mayoría de ellos era un arma de última generación, un arma secreta. Pretendía demostrarle a Azucena que una cosa es ser estudioso y aprovechar el tiempo y otra bien distinta es ser empollón. O eso pensaba él.
Para tener la oportunidad tuvo que esperar a las primeras calificaciones de aquel curso, allá por diciembre. En realidad tuvo que esperar a la vuelta de las vacaciones navideñas para ofrecerse como ayuda. Tuvo tiempo durante las dos semanas de receso de prepararse un buen discurso convincente, que a sus oídos sonaba bien, muy bien, tanto que se decía que si él no hubiera sido un buen estudiante, escuchando semejante alegato, se convertiría en uno de ellos.
Pero a la vuelta de las vacaciones, nunca encontraba el momento adecuado para dirigirse a Azucena. O ella nunca estaba sola, o a él le daba un ataque de timidez desaforado, como si un huracán de temor le explotara en el corazón. Todavía pasaron otro par de semanas más hasta que en un recreo, de forma casual, ambos se cruzaron sin ninguna otra compañía. Sin mirarle a la cara, Luis se atrevió a murmurar.
— Si quieres, te puedo ayudar con alguna de las asignaturas que te resulten más difíciles. La que tú quieras… Sin condiciones.
Ella lo escrutó de arriba abajo con una mezcla de incredulidad, burla, desprecio e interés. En realidad pensó que no le vendría mal que el chico más listo de la clase, a pesar de lo que sobre él opinara Eladio, le echara una mano en lengua y en matemáticas; pero al mismo tiempo supuso lo que los demás dirían si se enteraban de que Luis la ayudaba. Azucena temblaba sólo con barruntar que podría dejar de ser la chica más popular del Instituto, y acercarse al Empollón era comenzar a perder semejante estatus. Y lo último que pensó, como una ráfaga difusa y cálida, fue que a lo mejor el Empollón se había fijado en ella. Sonrió y a pesar de todo, la primera idea es la que prevaleció.
— Si me das un número de teléfono, hablamos.
Por desgracia ninguno de los dos llevaba en ese momento ni papel ni bolígrafo encima (a nadie se le ocurre llevar los útiles de trabajo durante su tiempo libre), y ya no hubo manera de encontrarse a solas.
Pero a él, sin duda con más recursos de lo que la mayoría suponía, se le ocurrió mirar en la guía. Su nombre completo era Azucena Pimentel Sanz. Sabía que vivía por la zona del barrio del Ángel (a pesar de sus ínfulas de chica bien, como tantos de los alumnos del instituto había nacido y vivía donde vivía), y no creía que hubiera muchos Pimentel en la guía de teléfonos de Euritmia. Es decir, poseía datos más que suficientes para que su búsqueda tuviera éxito. Acertó. Sólo había un Pimentel cuya dirección, además, pertenecía a la calle Chopera que estaba en aquel barrio de la ciudad. Anotó con esmero el teléfono y dudó todavía sobre si hacer la llamada o no.
Durante muchas horas había analizado con todo lujo de detalles el fugaz encuentro del recreo y llegó a la conclusión de que ella no toleraría de muy buena gana que él llevase la iniciativa, por eso había sido ella la que le había pedido a él el teléfono; pero, por otra parte, intuía que Azucena necesitaba, más pronto que tarde, la ayuda en alguna asignatura en concreto. Él pensó en las matemáticas únicamente. Pero le hubiera dado lo mismo que le hubiera pedido ayuda en dibujo técnico o en gimnasia. Él habría acudido a cualquier cita con ella en cualquier parte, y si ésta hubiera sido fuera del universo, quizá hubiera sido mucho mejor.
Entre el ansia abrasadora que le empujaba, y la intuición de que su ayuda sería recibida como un remedio necesario, marcó aquel número de teléfono que había memorizado al tiempo que lo escribía, a pesar de lo cual fue seleccionando cada dígito como si copiase una obra de arte, fijándose en cada detalle.
— Buenas tardes — murmuró — soy Luis Prieto, ¿está Azucena?
Laura Enciso, enfrascada en su eterna labor de ganchillo de hilo color crudo, no dejaba de prestar atención a las palabras de su hijo mayor.
Sentía el peligro, como los barómetros notan la llegada de la borrasca.
38 comentarios:
Quien de vosotros tiene un blog, se imagina lo que ha sucedido. Quien no lo tiene, mejor lo explico de forma resumida: el lugar donde se preparan los textos ha sufrido una avería en su sala de máquinas. El escribidor, poco ducho en ciertas cosas ha pensado que no se grababa lo que hacía y ha creado, sin saber que lo hacía, tres post con el mismo título, hora de publicación y contenido. El tercero es el único válido. Como algún gnomo travieso ha cerrado las puertas del archivo, hasta mañana por la mañana (si es que encuentro las llaves) no podré suprimir esas dos entradas que he preferido dejar en blanco.
En fin, gajes del oficio y problemas con el equipo o con la red o las tres cosas.
No se puede luchar contra los elementos...informáticos.
Amando me quedo con la idea “el amor es el motor más potente de la existencia, pero si se rompe a causa de la muerte, se torna el sentimiento más cruel y destructivo”. Muy duro al que le toque en la vida real.
¿estás seguro de que no te ha salido "rosa" la carta? creo que no pero me lo temí...
No llegué a tiempo para desearle al andancio buen viaje. Tengo un montón de cosas que urgen y una vista loca que me impide lectura asidua. Se le llama casi como al Niágara y hay que esperar que madure como la fruta.
Besos
Flamenco Rojo:
Lo peor del asunto es que en este equipo la cosa va de la misma manera. Me huelo algo rarito, porque sin embargo el acceso a la edición de entradas antiguas de Euritmia en la red no tiene problemas.
Esperemos que se solucione de alguna manera.
Esa frase que señalas, puede ser uno de los pivotes del texto, quizá incluso del texto en su conjunto.
maririu:
Pues habrá que esperar a que esas cataratas evolucionen hasta que puedan ser retiradas. Por suerte, la ciencia de hoy en día ha avanzado muchísimo en ese campo, y si no hay otro tipo de complicaciones, es sólo cuestión de un poco de tiempo.
No, creo que no me ha salido rosa, aunque el tema del amor, en realidad no deja de correr por todo el texto como se seguirá viendo.
Entiendo a Laura, apenas puedo imaginar lo que debe suponer que un amor tan profundo como el que se tenían Luis y Ella sea arrancado de este mundo inmisericorde de un hachazo en su momento más álgido; lo pienso y me estremezco. Es lógico que alguien que amó y sigue amando de esa manera tan extraordinaria no pueda aceptar que un divorcio sea la causa del fin de un amor, para ella el amor no tiene fin, si acaso la pasión o un mero contrato enmascarado con anillos y un "sí quiero". Sufre tanto desde la pérdida de su amado que se le abren las carnes al pensar que su hijo Luisito pueda pasar por algo parecido enamorándose de Azucena. Pero el muchacho ya se ha enamorado y el padecimiento ha comenzado.
Sigo pendiente de este bonito relato y disfrutando de tu manera clara y amena de escribir.
Un abrazo.
Mercedes:
Los padres procuramos inutilmente evitar ciertos sufrimientos de los hijos, porque ciertas experiencias o se viven o no se entienden y el amor, quizá, sea la más fuerte de todas ellas.
Gracias por tu atención y por tus palabras.
Luis se enfrenta a todos sus miedos para poder quedar con ella, eso es valentía, no? Y su madre, lógicamente, teme por el, es curioso como lo que más le falta a ella es lo que más desea para él, parece que hemos dejado atrás el tema de que le hiciera sentir culpable por la muerte de su padre definitivamente, de lo cual me alegro mucho.
¿Va mejor ese "andancio"?. Que paseis un muy buen fin de semana a todos.
Evaasecas:
Luis se enfrenta a sí mismo, sí. Y eso demuestra valentía. También parece que dejamos ese tema, quizá, no lo sé. No soy psicólogo y no puedo afirmar que lo de hoy, así como el resto de cosas que están por venir, en el fondo no sean una consecuencia de lo anterior.
Parece que el andancio se aleja, andando, pero anda tan lento que es como si no se fuera.
Ese chico tiene que salir cuanto antes de su casa. Y acompañar en momentos esporádicos a su madre. Nadie tiene derecho sobre la vida de nadie.
Hay demasiadas Lauras Enciso que lo que pretenden no se concuerda con la realidad de un chico que evoluciona afectado. Afectadísimo.
Para mi gusto, lo mejor es que Laura Enciso muera y la entierren junto a su marido.
Mi querida Amando, ando más colgada que una ampolleta de carnicería, para hacerte el cuento corto, yo no sé si será obra del patrón de arriba pero cada vez que pongo la cola en el asiento y me apresto para leer o escribir pues viene un temblor más grande, que con el pavor en estos casos me gana tú sabes, acá arranco pa cualquier lado menos por donde debo, así que ando desenchufada un poco de los asuntos literarios. Amigo mío que ya me pongo al día como sea poco a poco y que no venga otra que así no me concentro para nada,jajja, ay Dios mío esto está peludo, cada día más intolerante.
Te vengo a dejar mi cariño y a decirte que no me olvido de mis amigos.
M.E
urbanoyhumano:
Todo llegará a su tiempo. Salidas, entradas, muerte, sufrimiento, alegría. Aun dentro de una vida en apariencia anodina...
Dejemos que la vida de los personajes avance según su cauce.
María Eleonor:
Ya es suficiente que te allegues hasta aquí para dejarnos señales de cariño como ésta. Vuestra situación ya es suficientemente complicada y confusa como para que puedas hacer más... Haces muchísimo y te lo agradezco.
Todo nuestro ánimo.
Me sigue atrapando el relato. Sin embargo, estoy con urbanoyhumano. Laura Enciso no debería sobreproteger a Luis. No dudo de que ella amó con todas sus fuerzas, pero si hay algo irreparable, es la muerte y aunque lo desee, nunca volverá a amar a su marido como cuando vivía.
Si Luis se ha enamorado, tiene que vivir su amor (que de momento, no parece que vaya a fructificar) como se le presente y será o no será, pero la madre le está haciendo un flaco favor, aunque actúe de buena fe.
Intrigada me tienes escribidor.
Besos para los que sufren en la realidad, M. Eleonor y en la ficción, Luisito.
El andancio pasó ya?
Isolda:
Este relato tiene algo que me asusta, y es su extensión, así como la periodicidad, por eso que digas que te atrapa me tranquiliza.
Sobre la relación de Laura Enciso y Luis, hay que tener en cuenta una cosa, supongo que lo tenéis en cuenta: Luis tiene unos quince años, y estamos en 1979.
De todos modos no seamos impacientes.
A pesar de lo que opináis, Laura Enciso no creo que sea la antagonista de Luis.
Ay- Amando: Que cosa más bonita de relato... me está enganchando, eres un cielo- hijo, tanto como persona, como escribiendo; siempre tus relatos van envueltos en aromas de poesía. Es verdad que el amor verdadero, es el motor que mueve el mundo. !Amor, amar, que palabra tan hermosa! y que feliz se siente uno cuando sucede. Yo se muy bien lo que es eso! Tenerlo! Y pederlo, se lo que duele, pero a diferencia de Laura Inmciso, lo nuestro duró cuarenta y ocho años hermosos y difícil- muy difícil, de olvidar. Buenas noches y besos con nostalgia.
Marina Fligueira:
Muchas gracias por tus palabras y por tu testimonio.
Por suerte no todo en la vida es negro, también hay recuerdos de personas que no lo han pasado mal, e incluso han sido felices.
Espero que sigas el relato hasta el final
Todos tratamos de protejer a los hijos de un modo u otro... pero también ellos tienen su tiempo- su rumbo su andar por la vida, y saborear, lo duro y lo maduro. Por mucho que queramos... sacarle sus penalidades y equívocos, nunca nos harán caso. Tienen que ir descubriendo por si solos la vida.
Besitos. Ser felices.
Tenía la misma opinión que urbanoyhumano y Isolda. Pensaba en unas madres abusivas que conozco. Ahora que Amando nos dice que no se deben olvidar la edad de Luisito y que en el relato estamos en el año 1979, la postura de Laura me extraña menos.
Aunque el relato esté fechado en 1979, no termina de convencerme la posición de Laura respecto a Luisito, no. Me parece que no va por buen camino con Luisito. Si la criatura, a sus años, no puede respirar un poco y vivir, mal asunto...Y en esos tiempos, o es un pavo, o sale zumbando de la pena materna... Bueno, es una opinión...el relato me tiene enganchada.
¡Vaya invierno! Tenemos un temporal de Levante -lo que faltaba- que no deja ni asomar a la terraza...Hasta los pájaros han desaparecido. Ya escampará... Abrazos africanos.
Catherine:
Por eso lo he recordado. Me estaba pareciendo que ese dato no se tenía en cuenta durante la lectura. Y más en España que apenas salía de un época de total oscuridad.
Amando, de lo que comenté ayer lo más importante es que sí nos tienes atrapados, ya lo ves, todos lo dicen. Así que aquí seguimos sufriendo mientras esperamos el próximo capítulo.
También soportando los rigores de este levante que es demasiado, como dice Maria A. ¿Los pájaros dónde se resguardarán?
Besos con el mar de chocolate.
María A.:
Que Laura no va por buen camino es evidente. De todos modos, repito, entiendo que una parte no despreciable de la población española (y más de ciertas ciudades o poblaciones pequeñas), mantuvo durante mucho más tiempo esa represión sobre sus hijos. Estos, cuando dejaban la adolescencia, como bien señalas o se convertían en pavos o salían volando. Pero Luis todavía tiene 14 años, más o menos..., y cierto complejo de culpa...
Esperemos que esta borrasca sea la última, pero me temo que aún no hemos acabado.
Isolda:
Desconectar del trabajo matinal, con palabras como las que me envías supone un subidón.
Ahora me espera la intendencia del sábado.
Besos a todas y a todos.
... pues la verdad 1979 no es un año antediluviano, ya habían pasado les elecciones de 1978 y ya nos gobernaban democráticamente y no quiero decir mal pero más que en los pueblecitos me parece una mentalidad carca: es decir católica, apostólica y romana a lo Rouco Varela, un amor por la vida Y LA MUERTE.
El cuerpo de una mujer a los treinta y pico que tiene Laura Enciso no existe o se complace en la histeria y el amor maternal es posesivo y castrador; de Freud no se tiene ni idea,
El atraso cultural es de siglos y los vientos de Levante tendrían que llevarse esos "polvos" a la fosas y simas más profundas del oceano.
Yo que fui gran lectora de Corin Tellado estoy segura que ya a fines de los 60 las protagonistas podían tener "relaciones" como se decía.
No os hablo de Francia que también es país católico por cierto, pero lo de esa Laura y su sociedad no es catolicismo es dominación malsana y falta de luces.
bueno a pesar de todo espero la "suite" Increíble ma vero.
Me va a requerir un poco de esfuerzo ponerme al día en este relato. A ver si tengo tiempo. De momento, un saludo muy especial para Maririu y sus ojos. Me acordé de ella al escuchar dos noches de la semana pasada música brasileña en el museo quai Branly. Buen domingo.
Llego tarde, lo siento, fin de semana de dos trasnochadas seguidas y de intendencia y cazuelas, añadidas, para sacar proyectos adelante. Y los días, que se siguen empeñando en tener tan sólo 24 horas...Me gustan mucho las reflexiones que haces, Amando, sobre el amor y sus sucedáneos. Y el perfil psicológico de Laura Enciso es bastante real, he conocido algún caso casi idéntico. Madres castradoras por la sobreprotección del hijo. El miedo a verles sufrir no les deja desplegar las alas para seguir su propio rumbo, pero darían la vida por ellos. Y siguen, a lo largo de sus propias vidas, de viudas eternas, no por el qué dirán, sino porque siguen casadas con el recuerdo del único amor que tuvieron, pues para ellas el vínculo sigue existiendo y no conciben desprenderse de él para asumir su nueva etapa. Supongo que los factores educacionales tienen su influencia en esta actitud, pero es algo mucho más profundo, y creo que lo estás describiendo muy bien. Continúa el interés y el quiebro que supongo en la relación madre-hijo. Espero que las mariposillas te hayan abandonado de una vez y que la tos te deje tranquilo. Un abrazo.
Maririu
En 1979 en ciertas ciudades se celebraba el 20 N como aniversario de la muerte del dictador. En 1979 en ciertas ciudades si no te sabías el cara al sol algún cabrito con sus amigos te corría por la calle, en 1979 los que se hacían objetores de conciencia eran tratados como desertores. Eso con diecisiete años.
Con catorce ni te cuento.
No, maririú, no ha pasado tanto tiempo, pero en ciertas ciudades han pasado muchísimas cosas...
Te cuento una anécdota y esta es real, no es literatura.
Un primero de mayo que era domingo, alguien que venía conmigo se extrañaba de que hubiera manifestantes que acudían a la manifestación con niños de la mano. Me quedé alucinado. Y le dije, pues tan raro como llevar a tus hijos a misa. Si crees en algo, procuras enseñar a tus hijos en lo que crees. Y me miró como si hubiera descubierto América. Claro, visto así...
Te estoy hablando, probablemente, del año 2000.
España no es Francia.
Euritmia no es París, ni Barcelona, ni Madrid...
Había y hay muchas Laura Enciso.
Y aún así, ella sufre y no quiere hacer daño.
Gaspard:
Un saludo cordial después de este tiempo. Espero que no se haya tratado de la salud. Un abrazo y ojalá te pongas pronto al día.
María Sangüesa:
Es una desgracia eso de que los días no crezcan. O es una desgracia que nos metamos en tantos asuntos.
Más tarde llego yo que llevo sin poder conectarme a la red durante todo el día.
Menos mal que tú opinas lo mismo que yo sobre ciertos tipos de madres.
Yo conozco a más de una. Y el daño que han hecho ha sido tremendo.
Gracias por tus palabras.
No sé si habrá más comentarios, pero sí me gustaría resaltar una frase de este capítulo que creo puede conseguir que veamos a Laura Enciso de otra manera.
Parece que ha pasado un poco desapercibida y sin embargo a mí me gusta:
"Lo que ella discutía y lo que no le supieron entender, no era la indisolubilidad del matrimonio; lo que ella discutía era la indisolubilidad del amor.
Vale, vale. No me precipito.
Me llamó la atención que ya desde el principio dividieras la narración en 15 capítulos. Me transmite compromiso con el lector.
Pues a ver qué se cuece próximamente.
Un abrazo escribidor.
urbanoyhumano:
Por eso avisé.
Es uno de los problemas que tiene la publicación de un texto por entregas. Se pierde el conjunto...
Veamos... Cuando Luis lee la carta ya es ayudante del fiscal de Euritmia y digamos que la recibe en 2010... Todavía nos falta un poquito para cerrar el círculo.
yo también coozco Amando, también, lo que no impide que sea peligroso más que nadie para los hijos pero también para el país. Y lo explicas muy bien.
Me fijé en la frase, me fijé difícil de creer.
maririu:
Eso sí, es peligrosísimo. Estas cosas y estos modos de ser en muchas ocasiones son los que paralizan el desarrollo colectivo.
Sobre el duelo, sobre el amor que se ve truncado por un accidente de tráfico...
Algunas veces la realidad supera la ficción.
Os dejo este enlace de una noticia que aparece HOY en la prensa local de hoy. Quizá lo hayais escuchado en la radio. Pinchad aquí
Hola, Amando, tan solo quiero que sepas que, aunque en silencio, te leo y que a mí también me ha enganchado la historia.
lammermoor:
Que una lectora como tú quedé enganchada de este texto me congratula especialmente y que, además, aparezca para decirlo es de agradecer.
Un beso.
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