viernes, 26 de febrero de 2010

LA CARTA. Parte sexta



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Aquella respuesta no sirvió para aliviar en nada las madrugadas de Laura Enciso, pero sí se convirtió en una barrera infranqueable para el equilibrio emocional de Luis, un parapeto que evitó la caída por el precipicio que se abría a sus pies. Al menos comprendió que su muerte no hubiera resuelto el sufrimiento de su madre, quizá le hubiera provocado reacciones diferentes, pero en todo caso habría actuado de modo similar sobre ella: le habría degollado el alma, aunque su cuerpo continuara respirando, tan a su pesar.
Para algo más sirvió aquel diálogo.
Desde entonces Luis se acostaba más tarde y aprovechaba para estudiar más y mejor que el resto de sus compañeros. Las horas que robaba a su sueño eran, a la postre, horas, sino de placidez, al menos de calma para ella, horas que birlaba al voraz apetito del monstruo que consumía a su madre.
Las primeras semanas notaba que ella se empezaba a poner nerviosa poco antes de la media noche, pero en poco tiempo se habituó al nuevo ritmo de los quejidos que mordían sus entrañas, y quizá porque el suplicio empezara más tarde o quizá porque ya sabía que su tortura no era invisible para el resto del mundo, pues su hijo era testigo confuso, o quizá por haber expresado con palabras parte de su sufrimiento, o quizá por el cúmulo de estas circunstancias, al menos su intensidad decreció, hasta tal punto que se tornó en hondo lamento emitido en un pianísimo casi inaudible.
Para Luis era difícil conocer si su madre dormía algo o seguía sin hacerlo, pero intuyó que poco a poco el sueño volvía a ser parte de su rutina, al menos durante algunas horas de la madrugada.
Se podría decir que se aficionó al estudio como mejor medicina para aliviar el martirio materno. A aquellas alturas ya era consciente de que esa herida no cicatrizaría nunca del todo en el ánimo de Laura Enciso, pero al menos parecía que sangraba con menos abundancia. Ésa fue la primera satisfacción y si sólo hubiera producido semejante efecto, habría sido suficiente compensación a tal esfuerzo. Pero es que, además, semejante tesón le otorgó un lugar de privilegio entre los profesores del colegio. A medida que más estudiaba, mejor les entendía, y mejores calificaciones obtenía, y, del mismo modo, mejor profundizaba en los misterios de la sabiduría humana.
Entre los compañeros, sin embargo, el asunto presentaba aristas diferentes y no tan gratas. Pero esta opinión nunca le preocupó en exceso. Desde la muerte de su padre, se había convertido en un niño introvertido, silencioso y medroso. Es decir que todos los condiscípulos que había tenido casi siempre le habían conocido igual comportamiento. La mayoría respetaba su modo de ser y la mayoría, incluso cuando con catorce años pasaron al instituto para estudiar el primer curso del BUP*, conocía el motivo de ese silencio, de esa mirada huidiza, de ese gesto intuitivo para colocarse en un lugar que siempre parecía un escondite. No obstante, los adolescentes son impulsivos por naturaleza, y dicen lo que sienten y lo que piensan sin que medie mucha reflexión. Más de uno, de vez en cuando, solía hacer públicos sus pensamientos secretos, cuando Luis contestaba acertadamente a la pregunta más enrevesada planteada por el profesor más puntilloso o exigente.

— ¡Cómo no iba a ser el Empollón el que acertara…!
Luis Prieto Enciso era el Empollón. En el fondo prefería ese apodo que no el Raro. Se comparaba con el resto de sus compañeros y en su fuero interno, más que como empollón, se reconocía como raro. Se giró sobre sí mismo, volvió sus ojos hacia la carta que era una nube oscura que crecía y amenazaba tormenta y sonrió con amargura. Fue Eladio, cómo no, quien sacó aquel mote por vez primera, incluso antes de que llegaran al instituto. Aún no sabía muy bien por qué, desde el día del maldito accidente, el hijo del jefe de su padre no había podido perdonarle. En un primer momento llegó a la conclusión de que se trataba de algo irracional, que había nacido en la infancia por alguna discusión que él había olvidado, por algo a todas luces insignificante, pero, cuando, incluso después del accidente, Eladio seguía mostrando aquella animadversión hacia su persona, empezó a percibir vagamente que podría haber algo más que se le escapaba o que ni siquiera formaba parte del paisaje que podía atrapar con su entendimiento. Pero nunca llegó a ninguna conclusión que pudiera considerarse medianamente razonable. Si acaso pensaba que, dado que el padre de su compañero era el jefe de su propio padre, sus hijos habían heredado en los genes el mismo tipo de relación servil que Luis no estaba dispuesto a prestar a Eladio. Pero tal idea no sostenía ningún análisis, por tanto siempre la descartaba como absurda.
Cuando, aún en el colegio, Eladio le instaló públicamente en la categoría odiada por todos de empollón, no le preocupó nada, bastante tenía con todo lo que sucedía en su propia casa. Pero al llegar al instituto, un par de años más tarde, con lo peor de la galerna cotidiana relegado al recuerdo, intentó bajarse de ese podium, sin mucho éxito.
Aunque en el instituto había alumnos procedentes de varios colegios, la influencia de Eladio Roquedal Torrequebrada no disminuyó respecto de la que siempre tuvo en el colegio. La prosperidad de la fábrica de embutidos de su padre, La Florida, era archiconocida en toda la ciudad y provincia, por tanto, ser amigo de Eladio podría garantizar ciertas ventajas. Es decir que lo que opinase Eladio era muy tenido en cuenta por los otros jovencitos, más aún cuando afectaba a juicios de valor sobre otros compañeros que no tenían ningún baluarte con que evitar semejantes ataques despiadados.
Que el resto de compañeros del instituto le conociese como el Empollón, no le hubiera preocupado, si Azucena no hubiese aparecido también aquel curso en el mismo instituto y en la misma clase. Hora tras hora, día tras día, semana tras semana, contemplaba a Azucena riendo las gracias de Eladio, mientras él se consumía por ser objeto de una sola de sus miradas.
Luis Prieto Enciso avanzó hacia el dormitorio. Con descuido posó el vaso de güisqui sobre la mesita de noche. Necesitaba una ducha o acabaría mal. Antes de entrar en el baño apuró el último trago con la torpe creencia de que el agua de la ducha arrastraría los recuerdos que empezaban a ser demasiado peligrosos.
Con catorce o quince años, Luis sintió la primera sacudida del amor en su vida. Nunca supo como sucedió con precisión, pero sucedió. El primer síntoma fue que al escuchar la voz de Azucena, su corazón se aceleraba como si estuviera disputando una carrera. El segundo síntoma fue sorprenderse a sí mismo mirando sin disimulo el cuello de la jovencita que se asomaba apetecible cuando su cabeza se inclinaba sobre alguno de los libros o de los cuadernos escolares. El tercero fue al notar sin duda posible que su rostro se tornaba de color de puesta de sol si ella le dirigía la palabra, aunque fuera para pedirle prestado un bolígrafo. Pero el síntoma definitivo de todos los síntomas posibles es que le preocupaba cada día más lo que ella pudiera pensar acerca de él. Si Azucena hubiera considerado como un valor ser empollón, se habría pavoneado por la Calle Imperial de Euritmia con un letrero de enormes dimensiones en el que figurase la leyenda: 'Soy el Empollón'. No le cabía duda. Más aún, hubiera estudiado más, mucho más… Pero Azucena odiaba a los empollones. Pensaba que poseer semejante cualidad era similar a portar una enfermedad muy contagiosa. Cuando las risas de la chica se hacían repiqueteo de cristal agudo sobre el resto de la clase al escuchar a Eladio llamarle Empollón, sentía que se convertían en esquirlas que atravesaban sus ojos. No es que fuera algo tan tremendo como lo que le sucedía en su casa, pero se acercaba a ese tipo de sensación que le laceraba el ánimo. Entonces comprendió hasta qué punto una palabra que anteriormente le era indiferente, se convertía en una navaja que le hería. Aún así tuvo el suficiente tino como para no hacer público, ni siquiera un poco notorio, su interés por Azucena, pues si lo hubiera hecho, el asedio de Eladio sobre su persona habría sido mucho más insistente y dañino. En este caso, su modo de ser, esa introversión similar a la de una sombra en medio de la noche, fue buen aliado, aunque en cierto sentido fuese un terrible impedimento para su verdadero deseo por aquellos días: conseguir que Azucena le tuviera en cuenta.
Durante aquellos meses sí echó de menos un confidente de su edad, alguien que pudiera escucharle y hablar con él sobre estos temas. Fue por entonces cuando más añoró al hermano. Le hubiera encantado compartir con él estos sentimientos, pero era imposible. Gabriel ya era alguien lejano, alguien que sólo era hermano, porque lo decían los papeles. Como nunca, sintió el dolor de aquella amputación, de aquella ausencia, pero, aunque intenso, fue un dolor efímero.
No le quedó más remedio que vivir en el más absoluto de los silencios este sentimiento que para sus adentros definía como un géiser de agua hirviendo que le abrasaba continuamente. No quería llegar mucho más allá. Para que su día cobrara sentido, sólo necesitaba un pensamiento: que la joven de ojos nocturnos que brillaban como un cielo cuajado de estrellas en mitad de un paisaje de nieve, le dedicaba una de sus sonrisas.
Pero hay pensamientos demasiado parecidos a un sueño inalcanzable.
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* BUP: Bachillerato Unificado y Polivalente. Nombre con que desde el año 1974 ó 1975 se conocía al bachillerato estudiado en España. Eran tres cursos que comenzaban en torno a los catorce años.
En la actualidad, se correspondería al Tercer curso de la ESO (Educación Secundaria Obligatoria).

36 comentarios:

Mercedes Pinto dijo...

Luis ya es un adolescente. Sabemos cómo la soledad que sufría en casa y en el colegio favoreció su hábito de estudio. También sabemos que sufrió el acoso despectivo de Eladio, el hijo del jefe de su padre, y que le puso el apodo de empollón, lo cual nunca le importó hasta que conoció a Azucena, su amor platónico. Azucena comparte amistad con Eladio y Luis sabe que a ella tampoco le gustan los empllones.
Por otro lado la relación con su madre ha mejorado en algo, al menos se ha quitado un peso de encima al saber que ella no lo considera culplable de su viudez, pero siguen viviendo en silencio.
Sigo con atención este relato. Esperaré paciente la próxima entrada.
Siempre disfruto leyendo en tu casa.
Un abrazo.

Isolda Wagner dijo...

Amando, esta carta está resultando tan emocionante! Bueno, la carta y la intriga que me come por dentro.
El capítulo de hoy, una vez más, prueba de principio a fin por qué eres el escribidor. ¿Quién puede describir las risas de cristal agudo de Azucena como tú, con esas palabras?
Aunque estoy impaciente, logras que cada capítulo sea un todo en si mismo. Luis Prieto Enciso, se muestra hoy como su nombre. Lo he disfrutado mucho.
Besos como los que él se permitía soñar.

Alena.Collar dijo...

Este capitulo es muy interesante porque es -me parece a mí- un capítulo de "transición". Es decir, describes una evolución en las circunstancias, un madurar del protagonista, pero no tensionas ( aposta,claro) el relato. Con ello das un respiro al lector a la vez que le aportas datos. Datos que, van a tensionar la cosa imagino (Azucena)en próximas entregas.
Seguiré leyendo...

Alena. Collar dijo...

Que se me olvidaba...el BUP.
Grrr...qué espanto el BUP. Cuatro años suspendiendo las matemáticas de 2º.
Aquellos "usted se calla", preguntaras lo que preguntaras...
El BUP corresponde a mis "años oscuros"; qué tiempo de silencio, de grisor, de no futuro...no volvería ni aunque me pagaran...qué tiempo de calles sin nadie, de nada de nadie, de negrura...
Perdón por la intimidad...

Amando Carabias dijo...

Mercedes:
Es un placer para mí que te interese el relato y que, además, estés a gusto en esta casa que también es la tuya.
Besos.

Amando Carabias dijo...

Isolda:
Ahí había otro reto, en considerar cada parte como algo cerrado en sí mismo, pero, al mismo tiempo enlazada con la entrada anterior y que se suelde con la siguiente.
En realidad, si esto se publicara seguido en alguna ocasión, no habría estas separaciones. Sería un relato continuo.

Amando Carabias dijo...

Alena I y II:
Pues para mí, salvo por la coincidencia con lo de las matemáticas que me costaron un mundo, el resto de este periodo fue como una luz. Estudié en colegio religioso (creo que no es noticia) y nunca sentí opresión diferente a la que se vivía en otros ámbitos. ¡Qué odiosas las matemáticas de 2º, sobre todo aquello intangible e inexplicable de límites, funciones, sistemas...
Pesadilla.

Entrada de transición... En realidad todo este relato es una transición que nos depositará, como en un gran bucle, en el presente de la carta que aún yace sobre la mesa del salón, mientras Luis acaba de entrar en la ducha.

Maria Sangüesa dijo...

Estamos en pleno desarrollo de lo que es una novela psicológica, se va definiendo cómo actúan e interactúan los personajes por su complejidad psiquica, situados en momentos de crecimiento puntual,la adolescencia, y dentro de un escenario real e histórico (por fortuna) como lo fue el BUP... estoy de acuerdo con todo lo que te han dicho Mercedes (buena síntesis), Isolda y Alena. Sigo especulando sobre el contenido de la carta...Un abrazo y que continúe pronto.

maririu dijo...

- mira como se hace uno estudioso y empollón !!! para dar satisfacciones a la madre no para que descanse la madre!!!
Ya sé sólo al principio, luego encuentra satisfacción en el estudio mismo.
Tu Azucena me parece muy mujer fatal... y bailandole el agua al rico de la clase Muy propio de las mujeres fatales.
Espero que la ducha no dure y que lea pronto la carta ¿heredará Eladio del padre? ¿quien se casará con Azucena? Yo que pensaba que Eladio le escribía desde la cárcel porque está en preventiva...

Anónimo dijo...

Aquí estoy retomando la carta -Por cierto, enhorabuena por esos versos como carne-.
¿Qué decide a una persona tomar la inclinación hacia el estudio y no hacia la desidia en circunstancias como la de Luis?

Amando Carabias dijo...

María Sangüesa:
Ojalá que fuese una novela psicológica. No llegará a tanto. Meros apuntes.
No es por nada, pero yo dejaría de especular sobre la carta.
Habrá carta: el último capítulo y será sorpresa. A mí mismo me sorprendió su contenido. Sé que esto no se entiende muy bien.
Repito: quince capítulos y el último será la carta.

Amando Carabias dijo...

maririu:
No es para dar satisfacción a la madre, sino para otorgarle algo de alivio.
Azucena es el primer amor y muchas veces el primer amor es fatal (no que la mujer sea fatal)
Veremos lo de Azucena.
Eladio no escribe desde la cárcel, también se sabrá desde dónde escribe.

Amando Carabias dijo...

urbanoyhumano:
Como ves, el verdadero motor de Luis ha sido el cariño hacia su madre, haber descubierto que así ella podría descansar.
El ser humano es un pozo sin fondo.

catherine dijo...

Creo que un niño solitario como lo era Luisito, como se queda Luis lo observa y lo siente todo. Es porque tiene ganas de estudiar, sin olvidar el cariño hacia su madre que evoca Amando.
Las suposiciones de Maririu me hacen reír mucho pero no tengo idea.

catherine dijo...

El comentario se me escapó del ordenador.Leer: no tengo ninguna mejor idea.

Amando Carabias dijo...

Catherine I y II:
Quizá sea la mejor idea, leer y dejarase llevar por la propia corriente del texto.

Evaasecas dijo...

En aquella época en la que era adolescente, había poco en lo que refugiarse cuando se estaba en el estado de ánimo del protagonista. La verdad es que si hubiera sido en esta época, probablemente se hubiera dado al leer y escribir blogs... ;), o a los videojuegos o un montón de cosas, pero es estupendo que se refugiase en el estudio. Magnífico.
Y llegó su amor platónico y empieza a renegar de su apodo... Muy típico el miedo al rechazo y por desgracia muy común, que mueve a los chicos y chicas jóvenes a tomar decisiones no siempre acertadas, veremos a ver por donde nos sale Luisito. Llegó a fiscal, así estoy deseando leer la próxima entrega.

Feliz fin de semana a todos. Por aquí con piedras en los bolsos... viento y lluvia, mucho de ambos. Un saludo.

francisco gomez dijo...

Entro para saludaros a todos,siempre os echo en falta(la edad,la morriña, el cariño)después de leer tu relato y comprobar como desmenuzáis milimétricamente todo(que precisión y que sabiduría,hijos míos,yo no me entero,tanto y también como vosotros) y ver que seguís con ese buen entendimiento y armonía tan deseado en estos difíciles momentos.
Un gran y cariñoso saludo, buenas gentes
Paco

Amando Carabias dijo...

Evaasecas:
Las piedras en los bolsillos hoy son necesarias en todas partes, y esperemos que no vaya mucho más allá. Esta mañana nos hemos desayunado con el terremoto chileno. (Ánimo a todos los chilenos desde aquí. En especial a nuestra comentarista María Eleonor. Ojalá no vaya a más la cosa). Anoche nos acostábamos con otro en Japón. Todavía quedan unas horas para que la ciclogénesis explosiva ésta nos abandone, y parece que avanza hacia Francia. Nos contarán maririu y Catherine...

Aunque en edad no coincido con Luis, soy un par de años más viejo que él, puedo decir que lo entiendo muy bien. Entonces lo más parecido a la tecnología que teníamos era una televisión en blanco y negro con dos cadenas, y en clase una máquina para pasar diapositivas (filminas les llamábamos). En algunos sitios había equipos de súper ocho...
Luis se zambulle en el estudio, porque descubre que estando más horas ante los libros (es decir acostándose más tarde) su madre sufre menos [nótese que no se habla de su habitación. Entonces estudiábamos en el salón... o en la cocina, como menda], pero al poco tiempo se da cuenta (como buena parte de nuestra generación) que en el estudio había una salida buena para vivir una vida mejor que la que estaban viviendo nuestros padres.
Mi caso no es el único.
Un beso que te llegará pronto con este viento del sur.

Amando Carabias dijo...

Francisco Gómez:
Bienvenido a este rincón, otra vez.
Como ves aquí seguimos tomando como excusa mis letras para hablar de lo divino y lo humano. A lo mejor no te has terminado por enterar bien del relato porque ya vamos por la sexta parte, acercándonos a la mitad. No importa, siempre te puedes incorparar.
Cada uno aporta de lo suyo lo que buenamente puede o sabe. Y todos aprendemos de todos (sobre todo yo que soy el gran beneficiado).
Quizá haya personas más preparadas que otras en determinados terrenos, pero en corazón bondadoso nadie te adelantará.

Beatriz Ruiz dijo...

Estoy totalmente perdida... bueno Amando... ya lo confesé en Sevilla... así que no tendré más remedio que empezar de cero, osea por la 1ª parte... y volver...

Mientras tanto... besitos para todos...

Odiseo de Saturnalia dijo...

Veo en estas cartas fotos pasadas... donde me veo en épocas lejanas... que fueron odiosas por mi falta de madurez. Algún día te lo contaré...

Amando Carabias dijo...

Beatriz:
Seguro que te pones al día rápido, y para la próxima entrada lo entenderás.
De todos modos con el escasísimo tiempo que tienes, no me extraña.

Amando Carabias dijo...

Odiseo...:
Ahora que dices eso, aún tenemos pendiente un par de cosas.
Una no se me olvida, cada vez que entro en el blog, pero cuando tengo que preparar el sobre con el libro...
Ya me contarás...
La verdad es que Luis pertenece a la generación que en estos días ha sufrido una de las más graves decepciones de los últimos años...
Por lo menos quien suscribe.

catherine dijo...

Noticias de Francia, quizàs ya las conocéis:
la ciclogenesis perfecta fue terrible en la costa atlàntica. El nùmero de muertos creciò al largo del dìa, ahora son 53 muertos. Con la luna llena la marea era fuerte lo que aumentò las inundaciones. Falta la luz para unos millones de personas.
No sé mucho màs porque no ve la televisiòn. Aquì en mi regiòn es la nieve que mata: aludes, pero hay milagros con gente que se encuentran en vida después de una hora sepultados en la nieve.
El viento se ha ido, la cesped se vuelve verde. Al anochecer los paàjaros cantaban. Esperanza.

Isolda Wagner dijo...

Si Catehrine, estamos al tanto de las noticias. Eres una reportera estupenda, vaya invierno tan duro, pero tu aportas la esperanza con el césped verde! Pero si miramos al otro lado del mar, otra vez se nos cae el alma a los pies.
Cuidado con tu hijo y las nieves.
Muchos besos, que continúan siendo lluviosos.

Amando Carabias dijo...

Catherine:
Gracias por la información. Compartimos el dolor por este desastre. 53 muertes -de momento- son muchísimas.
No sé qué habrá ocurrido. En España nos recomendaron, sobre todo en determinadas zonas, no salir a la calle salvo lo imprescindible. Luego se ha hablado de algún cambio en la trayectoria. No sé. Tres muertos y miles de familias sin luz. Comparado con lo vuestro parece poca cosa.
Pero como dices siempre queda un resquicio a la esperanza.

catherine dijo...

No me olvido el otro lado del charco. De Chile sé lo que he leìdo, de Haiti tengo noticias por un amigo que vive en el paìs desde varios años trabajando para la Comunidad Europea. Su boda era prevista el sàbado después del terremoto... él, su compañera y sus dos hijos muy pequeños fueron rapatriados ilesos. Volverà a Haiti con dinero que recauda entre amigos para actuar directamente, sin olvidar su trabajo para la Comunidad.
Isolda, la montaña se parece mucho al mar, con mucho bueno y los accidentes que conozco muy bien. Besos para vosotros también.






































































































































































































































































































































































































































Besos

Alena.Collar dijo...

Catherine, estuve leyendo y viendo alguna cosa en la tele sobre las inundaciones y muertos en Francia.
Vamos de catástrofe en catástrofe...a veces se deprime el corazón...
En Madrid no fue excesivo; aunque llovió a jarros.
Un beso con esperanza.

Amando Carabias dijo...

Catherine:
¿o sea que tu amigo era compañero de Pilar Juárez, la segoviana muerta en el terromoto?
Fíjate cómo somos los humanos, a raíz de esa muerta, porque nos pilló tan cerca, parece que la desgracia de la isla caribeña es más nuestra. Y la campaña bautizada como 1 € por Haití, Segovia por Haití, continúa abierta. He escuchado en la radio que Caja Segovia se acercaba a 170.000 euros de recaudación. (Esto también es un poco de verde césped de esperanza).

Amando Carabias dijo...

Alena Collar:
Aquí tampoco parecía mucho. Pero un cedro 'joven' de los Jardinillos de San Roque ha sido arrancado a cuajo. En La Granja, donde hemos ido esta tarde Marián y yo, los jardines del Palacio permanecen cerrados a causa de los desperfectos y según hemos oído por la zona ayer hubo que evacuar alguna zona del pueblo.
POr suerte nada grave, desde luego. Y apenas cayó una gota de agua.

Y esto que estamos escribiendo ahora, en realidad parece la continuación de la entrada del miércoles.
A veces me asustan las palabras...

Flamenco Rojo dijo...

Tenía que ser Eladio “Torquemada” quien le pusiera el apodo…

Amando Carabias dijo...

Flamenco Rojo:
Eladio nos va a dar más sorpresas.

Marina Filgueira dijo...

Aparezco tarde, por motivos de salud. Pero aquí estoy, me ha encantado este relato... como van marchando los acontecimientos. Luis,formándose como persona... aunque tímido- es el empollón estudioso e inteligente. Lo que le llevará a ser victima de alguna envidia. Bien Amando, me quedo con esas frases preciosas como siempre.

La joven de ojos nocturnos que brillaban como un cielo cuajado de estrellas en mitad de un paisaje de nieve.

Gracias por la ospitalidad en esta casa. He pasado un rato muy agradable. Besitos.

Marina Filgueira dijo...

Perdón estoy estoy dormida.

Hospitalidad.

Amando Carabias dijo...

Marina Fligueira:
A mejorarse, Marina. Gracias por tu interés.