Su primera deuda fue un aguijón venenoso que se infiltró en su sangre.
Hubo más llamadas. Cada vez menos corteses. Más plazos, cada vez más cortos y perentorios. Más incumplimientos, cada vez más arriesgados. Las llamadas dejaron, casi imperceptiblemente, de ser amables, y se tornaron primero frías, luego hoscas y definitivamente amenazadoras y violentas.
Pero, como con el abandono de su mujer, o con aquel maldito farol, o con la primera deuda que contrajo, o con la vuelta al casino, fue incapaz de escuchar la voz nítida que le avisaba del peligro cierto que corría. Por nada del mundo estaba dispuesto a pagar la última deuda.
La última llamada, la semana anterior, había sido la más glacial y amenazadora de todas. Era un ultimátum. No hizo caso. Estaba convencido de que era un farol.
Pero, como con el abandono de su mujer, o con aquel maldito farol, o con la primera deuda que contrajo, o con la vuelta al casino, fue incapaz de escuchar la voz nítida que le avisaba del peligro cierto que corría. Por nada del mundo estaba dispuesto a pagar la última deuda.
La última llamada, la semana anterior, había sido la más glacial y amenazadora de todas. Era un ultimátum. No hizo caso. Estaba convencido de que era un farol.
En el fondo, pensaba que la vida era poco más que una partida de cartas...
Lo más que le podrían hacer sería robarle, y, total, no tenían nada que robarle. Todavía debía más de doce mil euros al banco (sin contar los intereses). Y no estaba dispuesto a deber ni uno más. Trabajaba para pagar el crédito personal. Cualquier otro gasto era dispendio. Casi era despilfarro comer.
Pero, como mal jugador que había demostrado ser, no percibió que aquel prestamista podía hacer algo más con él. Podía acabar con su vida, y después presentarse como acreedor. No había papeles, era cierto, pero sí testigos: varios trabajadores del casino, algunos jugadores habituales... Casi seguro que un juez le daría la razón, a pesar de lo oscuro del asunto. Probablemente no hiciera falta llegar a tanto. Su abogado sería lo suficientemente astuto como para conseguir una buena cantidad sin tener que llegar a los juzgados.
El individuo de traje gris no escuchaba el ruido que se producía detrás de él. Normalmente no escuchaba ningún ruido leve, aunque fuera nítido y claro. No escuchaba el chasquido metálico que precedía al silencioso y definitivo disparo. El individuo de traje gris estaba más pendiente de sus últimos pensamientos, aunque él ignorase tal circunstancia. Pensamientos que, como su indumentaria matutina, eran brumosos, fantasmales. Ideas leves, poco más que vagos rumores de lo que pudo ser, pero no había sido. Del desastre en el que se había metido por no haber escuchado la argentina voz que le decía las cosas; aunque él siempre quisiera atribuirla a vagas invenciones de su timorata imaginación, o de su ánimo cobarde.
Pero, como mal jugador que había demostrado ser, no percibió que aquel prestamista podía hacer algo más con él. Podía acabar con su vida, y después presentarse como acreedor. No había papeles, era cierto, pero sí testigos: varios trabajadores del casino, algunos jugadores habituales... Casi seguro que un juez le daría la razón, a pesar de lo oscuro del asunto. Probablemente no hiciera falta llegar a tanto. Su abogado sería lo suficientemente astuto como para conseguir una buena cantidad sin tener que llegar a los juzgados.
El individuo de traje gris no escuchaba el ruido que se producía detrás de él. Normalmente no escuchaba ningún ruido leve, aunque fuera nítido y claro. No escuchaba el chasquido metálico que precedía al silencioso y definitivo disparo. El individuo de traje gris estaba más pendiente de sus últimos pensamientos, aunque él ignorase tal circunstancia. Pensamientos que, como su indumentaria matutina, eran brumosos, fantasmales. Ideas leves, poco más que vagos rumores de lo que pudo ser, pero no había sido. Del desastre en el que se había metido por no haber escuchado la argentina voz que le decía las cosas; aunque él siempre quisiera atribuirla a vagas invenciones de su timorata imaginación, o de su ánimo cobarde.
Aquella mañana, en la que cumplía el ultimátum, acuciado por las amenazas que había recibido la semana anterior, su mente deambulaba por vericuetos extraños, por elucubraciones contritas de lo que no debiera haber hecho la lejana noche de los primeros sucesos.
No esperaba, en todo caso, que la reacción fuese tan desproporcionada, tan sin sentido. Pero ese matiz no pudo contarlo a nadie. Ni siquiera a sí mismo.
A los pocos segundos, con los ojos aún abiertos, sorprendidos aún, yacía en medio de las losas de la acera levemente humedecida por la escarcha de la reciente madrugada, y por su sangre, cálida aún.
No esperaba, en todo caso, que la reacción fuese tan desproporcionada, tan sin sentido. Pero ese matiz no pudo contarlo a nadie. Ni siquiera a sí mismo.
A los pocos segundos, con los ojos aún abiertos, sorprendidos aún, yacía en medio de las losas de la acera levemente humedecida por la escarcha de la reciente madrugada, y por su sangre, cálida aún.
23 comentarios:
Se veía venir. El título lo anunciaba. Desde el primer día estuvimos de acuerdo -creo que todos- en aquello de "lo que mal empieza, mal acaba"
Pero aún así, has conseguido tenernos en vilo hasta el último párrafo de la última entrega.
Buen relato, escribidor. Enhorabuena!
Besos sobrecogidos.
Como decía aquel, ¡lo sospeché desde un principio! Se veía venir…era la crónica de una muerte anunciada. Yo, por si acaso, desde ahora no juego ni al parchís.
Por cierto la crónica, en tu estilo.
Un abrazo nocturno.
¿Imaginas epitafios de cada uno de nosotros con las deudas con las que nos vayamos a ir al otro barrio?
Fulano de tal.
DEJÓ UN BOCETO DE POEMA.
(Por ejemplo, en otros será un cantidad de dinero.)
Desde luego no hay algo más inquieto que una deuda con el reposo más absoluto, sabedora de no ser satisfecha.
Isolda:
Si hasta la ilustración lo decía.
Éste era de los evidentes.
Muchas gracias por tu generosa valoración
Flamenco Rojo/Pepe Gonce:
Si el problema no es el juego, sino que juegues por otra cosa distinta que no sea el mismo juego, quiero decir divertirse y ganar. En el momento en el que hay dinero (u otras cosas) por medio, mal asunto. Muy malo. Y creo que todos hemos oído hablar de casos tremebundos.
Tempero:
Si dejé un boceto de poema, dejé algo, dejé mucho. Buen epitafio, sí señor...
Tienes razón en lo último. La verdad es que no había pensado en ello. Estos prestamistas, que al final resultan asesinos creo que no matan por cobrar la deuda. De sobra saben que no la cobrarían. Quizá se trate de un aviso para otros. Seguro que en el casino se han enterado a estas alturas de lo sucedido.
Pues voy a disentir, con permiso de la concurrencia concurrente.
A mí me ha gustado el relato, me ha gustado la manera, me ha gustado el estilo. Sí.
Ahora bien; todos estamos de acuerdo en que "se veía venir", y eso no me parece bueno, quiero decir, no me parece bueno para la narración en sí misma, porque pierde enganche, aunque engancha.
Me explico: engancha el relato, el cómo del relato, pero no el "qué" del relato, el "qué va a pasar" lo sospechábamos, y a mi modesto criterio eso lo hace perder viveza en el final. Otra cosa es que el autor quiera reflejar exactamente eso y no le haya preocupado como escritor- estaría en su perfectísimo derecho- que se "viera venir"; es decir, que se buscara otra cosa. Si lo que se buscaba era que el lector compartiera un instante de la vida de un jugador, su declive y su muerte, lo ha conseguido, eso desde luego. Ha creado un personaje real, visible y humanísimo; pero nos ha privado-conscientemente o no- de la capacidad de sorpresa. Y con ello no quiero decir que el final no deba ser ese, que debe serlo por coherencia narrativa, lo que digo es que quizá la narración pudiera reelaborar en parte la forma de llevarnos a ese desenlace para mantener la duda en el lector.
Y perdón por el verdadero coñazo que acabo de soltar, al que, desde luego, se puede no hacer ni caso, porque cuando me pongo pedante no hay quien me soporte.
Abrazos.
Pues yo casi coincido con Alena... habría sido espectacular que el "carne de cañón", con la complicidad del escribidor, nos hubiera dejado a todos perplejos con un final del tipo "como ya lo tiene todo perdido, decide jugarse al póker lo último que le queda...gana todo todito todo...bancarrota para el casino... y con la pasta, además de saldar las deudas, alquila un helicóptero, carga las sacas con los leuros y se dedica a sembrarlos por los barrios marginales..o en las colas de parados...o en las de la oficina de inmigración... Y se "pierde" por cualquier rincón del planeta... donde no haya ni cubiletes, casinos,ni cartas de Fournier...Se nota que estoy de viernes, disculpen...
Me voy a una mesa redonda sobre la Alianza de las Civilizaciones, el Islam y la política actual. Participan políticos y religiosos de todas las tendencias -incluídos los fundamentalistas y "nuestro cónsul"- promete... Ya contaré a la vuelta...Abrazos africanos en un atardecer precioso...
Al menos yació mojado, aún, por una escarcha de la reciente madrugada.
Inocentes todos los días del año...
Tus lecturas son incluso las de los perdedores, bálsamos.
Y no es hacer la pelota. Tienes, Amando, esa capacidad sobre mí. Que también vivo en Aquel Sábado Lluvioso.
Flamenco, apuntado el café Pierre Loti. Ojalá tenga tiempo.
Un abrazo.
Madre mía, Alena. Llegas a ser mi profesora de algún curso y fijo estoy cateada.
El final está claro que es el que ha querido dar Amando. La opinión de Alena la mediocomparto, pero pienso que si hubiera querido no habría sido el que todos dábamos por cantado desde la primera entrega, podría haber sido cualquier otro y como ejemplo lo aportado por María A., pero claro, ya no haría honor al título del relato: "El perdedor". A mi me hubiera gustado que no muriera, pero el saldo para ser perdedor debía ser negativo y no solo en términos económicos.
Pos no estoy de acuerdo con Javier, y me intento explicar: yo no digo que no deba ser ese el final. Lo que digo es que no se si se hubiera podido estructurar el relato para que no se hubiera producido esa sensación de que "ya lo preveíamos".
Una cosa es que yo quiera contar que-por ejemplo- Alguien se casa con Norma para dar un pelotazo y al final efectivamente se case con Norma y de el pelotazo, pero lo cuente de manera que el lector hasta el final no advierta que ese alguien lo que quería era dar el pelotazo, o lo cuente de modo que desde el principio el lector eso lo advierta.
Ay, qué mal me estoy explicando.
¿Se me entienden algo?...
Neuro...
No solía suspender a los alumnos/as; no hacía exámenes. Era todo por trabajos,ejercícios de clase, temas expuestos, salidas al encerado, etc. Odiaba examinar y decidí no hacerlo.
Nos divertíamos mucho...
Alena Collar
Efectivamente es muy consciente. Se trata de lo que tan bien apuntas, el retrato de un declive. Y no me molesté en ocultarlo, ni siquiera la fotografía podría dar lugar al engaño.
Es decir con plena consciencia he huido de la sorpresa.
No siempre, en mi modestísima opinión, los relatos tienen que buscar la sorpresa.
En la primera intervención, además, planteas otra cuestión que me parce trascendente desde el punto de vista del escritor, no sé si del lector, aunque al final sea el destinatario del trabajo.
Hablas de la reestructuración del relato de tal modo que se llegue al mismo punto, pero manteniendo la intriga o la expectación en el lector.
No te voy a llevar la contraria. Visto así tienes razón, pero fíjate que me planteé lo contrario, y construir el relato comenzando por la última escena. ¿En qué consistiría el relato? En el flash-black que explicara por qué hemos llegado al cadáver encharcado.
No es por halagarte ahora, pero con la profesora que más aprendí de literatura, es con la que menos exámenes nos ponía.
Alena te explicas perfectamente, yo te he entendido, el que se ha explicado mal he sido yo que no soy escribidor, lo siento, no es lo mio, quizá debería haber dicho por que solo estaba a medias de acuerdo con lo que comentabas. Para mi no era un relato de intriga pero si que era interesante ver la evolución y el desarrollo del mismo y de que manera llegaría a esa muerte anunciada con la imagen de las sepulturas. Estoy de acuerdo en que si no nos hubiera dado esas pistas tan evidentes en el título y en la imagen, por ejemplo, nos hubiera tenido en vilo hasta el final, que es a lo que nos tiene acostumbrados.
María A:
Era imposible, por mor de la verosimilitud.
Un relato no tiene por qué ser real, quiero decir, real en el sentido de lo histórico, de lo acaecido a una persona. Pero sí tiene que ser verosímil. Otra cosa bien distinta es que ante una determinada encrucijada, el escritor pueda barajar opciones diversas, y en función de esas posibilidades optar por una u otra.
Llegados a este punto, ¿pude elegir otra salida que no fuera de una superproducción de Hollywood?.
Supongo que pude llenarle de cordura y que hubiera denunciado todo a la policía. Supongo que pude haberle encontrado alguna amistad que le prestara el dinero. Incluso la aparición estelar de su ex que se enteró de lo sucedido de forma casual y fue ella la que habló con quien debía para que el tema no fuera a mayores, aunque sólo hubiera sido por los viejos tiempos...
Pero entonces no habría habido esa ilustración, cualquier otra hubiera servido. Hubiera sido jugar con los lectores, y eso, aunque algunas veces uno tenga la sensación de que sucede, no me gusta. El lector, que es inteligente, merece mucho respeto.
El relato está escrito creo que hace cuatro o cinco años, y decidí publicarlo de este modo.
Y aunque en estas semanas he estado tentado de modificarlo, al final no lo he hecho, porque tampoco hubiera sido honesto conmigo mismo.
Esto sí es un rollo.
Excusas.
Neuroscopetrix:
Me alegra este comentario, porque es algo que a veces no entienden algunas personas que me leen. Quiero decir que siempre es lo que he procurado, que incluso en los peores casos, buscar un poco, aunque sea un poco, de ternura.
Ahora me meto donde no me llaman, pues es un diálogo vuestro, pero me parece que con Alena nunca habrías suspendido. Salvo que no hubieras hecho los trabajos.
No lo sé, pero estaría por asegurar, que no andarías lejos de una magnífica calificación... Y no es por hacerte la peltoa, es que te leo.
Muy probablemente sobresaliente con "opción a medalla";)...
No vas desencaminado. Yo también leo...
Me ha encantado la discusión-diálogo: es como ir aprendiendo de todos/as, y ver posibilidades, y compartirlas...
Gracias por este blog y por los contertulios.
Javier & Alena:
En primer lugar, Javier, te has expresado de manera perfecta. Quizá incompleta, pero perfecta, y luego aclaras lo que querías decir, que, por otra parte, coincide con lo que acababa de escribir.
Alena te has explicado perfectamente, me pasa lo que a Javier, te he entendido perfectamente. Y te remito a mi anterior respuesta.
De todos modos, quiero resaltar que tu aportación es fantástica.
Quiero decir que me haces caer en la cuenta de algo que muchas veces se me escapa; pero como bien dice Javier, con sólo cambiar el título y poner otra ilustración es probable que todo hubiera cambiado.
Es decir, que también el título (y las ilustraciones en su caso) tienen una función determinante en el propio relato... Por ejemplo, título: El hombre del traje gris. Ilustración: Una calle de una ciudad cualquiera, probablemente al amanecer...
Esto, o sea los comentarios de hoy, están siendo una maravilla, afirmo.
Alena Collar
Pues eso.
Que no se que me gusta más, si los textos o los comentarios, Amando, gracias a todos, de verdad.
Ahh, y padre prior ( es broma), creo que me daré una tregua hasta el lunes. Gracias.
Evaasecas:
Ya ves, que el padre prior :), en el fondo no es más que un diablo malííííísimo.
Los comentarios de los contertulios que aquí entran y salen suelen ser enjundiosos, y al camarero de esta brasserie (no te hago la competencia, descuida) le encanta aprender de vosotros.
¿Has visto el pollito azul de ahí abajo?
Claro que he visto al pollito azul.
Y por lo que veo, todos hacen caso al pollito. Enhorabuena.
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