Su primera deuda fue un aguijón venenoso que se infiltró en su sangre.
Desde aquélla, cada noche acudió al casino con la esperanza de recuperar lo perdido... y cada noche perdía más. Teniendo en cuenta su buen sueldo, no habrían sido grandes sumas (entre doscientos y trescientos euros por noche), si no hubieran sido diarias, pero se convirtieron en una sangría imposible de taponar. En cuatro semanas debía unos siete mil euros. Y lo peor fue que, sin darse cuenta, sus días comenzaron a ceñirse al único deseo de que llegara la noche para ir a jugar al casino. Lo tomó como antídoto a sus otros problemas.
El abandono de su mujer estaba en un segundo plano. Era una sensación lejana, como de cierta melancolía, de cierta tristeza porque ya no estaba con él. Era añoranza de su presencia, pero sólo a ratos, pero sólo por la costumbre.
El abandono de su mujer estaba en un segundo plano. Era una sensación lejana, como de cierta melancolía, de cierta tristeza porque ya no estaba con él. Era añoranza de su presencia, pero sólo a ratos, pero sólo por la costumbre.
O eso se decía.
Cuando quiso percatarse (en pocos meses), su cuenta corriente estaba en números rojos. No podía hacer frente a las deudas. Vendió acciones, participaciones, canceló un fondo de inversiones... No fue suficiente. Pero no quiso enfrentarse a la realidad: la trampa fundamental en la que se había metido: no quería abandonar el casino. La voz nítida y clara, aunque leve, optó por enmudecer, lo cual fue un alivio para sus pesadillas.
Los trabajadores del casino le miraban con cierta sorna no exenta de lástima. Era el típico perdedor que no se reconocía a sí mismo. Habían visto a muchos.
El par de jugadores profesionales exultaban gozosos cuando se repartían los beneficios de las partidas en la casa del supuesto prestamista, a la que acudían por separado. Todas las precauciones eran pocas. Aquel hombre resultó una mina. Habían hecho uno de sus mejores negocios en los últimos tiempos.
Cuando quiso percatarse (en pocos meses), su cuenta corriente estaba en números rojos. No podía hacer frente a las deudas. Vendió acciones, participaciones, canceló un fondo de inversiones... No fue suficiente. Pero no quiso enfrentarse a la realidad: la trampa fundamental en la que se había metido: no quería abandonar el casino. La voz nítida y clara, aunque leve, optó por enmudecer, lo cual fue un alivio para sus pesadillas.
Los trabajadores del casino le miraban con cierta sorna no exenta de lástima. Era el típico perdedor que no se reconocía a sí mismo. Habían visto a muchos.
El par de jugadores profesionales exultaban gozosos cuando se repartían los beneficios de las partidas en la casa del supuesto prestamista, a la que acudían por separado. Todas las precauciones eran pocas. Aquel hombre resultó una mina. Habían hecho uno de sus mejores negocios en los últimos tiempos.
No se preocuparon porque al final de mes el perdedor oscuro no devolviera casi religiosamente la deuda de la víspera. Aquellas cosas podían suceder. Ellos tenían previstas todas las posibilidades.
Absolutamente todas.
Absolutamente todas.
Una noche dejó de acudir al casino.
En el banco, tras el tercer préstamo personal solicitado, le informaron que su situación financiera era crítica (palabras textuales). Y añadieron que, a pesar de no ser magro, su sueldo no podía respaldar tanto dispendio. Y también le comentaron que a aquel ritmo habrían de ejecutar sus propiedades. Para concluir la sarta de malas noticias, le espetaron que era el último préstamo personal que podían hacerle. Y como si fuera la puntilla, se negaron a hipotecar su vivienda.
Comenzó a ponerse nervioso. Así que decidió no volver por el casino.
Comenzó a ponerse nervioso. Así que decidió no volver por el casino.
Después de una semana de ausencia, sin que su acreedor diera señales de vida, sonó el teléfono. Fue una advertencia cordial. Parecía una conversación de viejos conocidos en la que, como por casualidad, hubiera salido el tema del dinero. Pidió un plazo de diez días, que su interlocutor concedió sin problemas. A la vez, como si fuera casual, quedaron para una nueva partida. Nunca supo cómo, pero le hizo una perfecta llave de judo en el cuello de su decisión y le inmovilizó la voluntad. No se resistió.
Regresó al casino. Volvió a perder. Otros doscientos euros... solamente
Por fin, estuvo una noche sin dormir. Ajetreado, pesaroso.
Reaparecieron los avisos de la voz que creyó enterrada para siempre; sin embargo aquella madrugada le pareció el eco de la voz materna. Al principio volvió a confundirla con su insana imaginación. En su mente daban vueltas las cartas. Soñaba con el repóquer de ases, con imposibles escaleras de color. Pero eran, más que ensueños, pesadillas que le aletargaban la voluntad.
Se rindió. Tomó la decisión definitiva, inapelable: No volvería.
Por fin, estuvo una noche sin dormir. Ajetreado, pesaroso.
Reaparecieron los avisos de la voz que creyó enterrada para siempre; sin embargo aquella madrugada le pareció el eco de la voz materna. Al principio volvió a confundirla con su insana imaginación. En su mente daban vueltas las cartas. Soñaba con el repóquer de ases, con imposibles escaleras de color. Pero eran, más que ensueños, pesadillas que le aletargaban la voluntad.
Se rindió. Tomó la decisión definitiva, inapelable: No volvería.
Esta vez era un propósito firme. Pidió otro plazo que le fue concedido.
Y en su fuero interno decidió que no pagaría. Decisión irrevocable. Pensó que, como no había papeles por medio, las cosas no irían a más, no podían ir a más.
No se atreverían.
Ese fue su último error.
26 comentarios:
¿Será verdad que no volverá ese jugador impeternido? Porque el raposo perderá la fuerza pero las mañas no. Pero igual se hizo gÜeno!!!!! Un besito. Ya estoy medio dormida. ser muy felices.
Empieza a inquietar...
¡Recórcholis!...
Todos jugamos a ese maldito juego de cartas.
Me gusta un montón lo que escribes!
Un saludo desde Madrid. :)
Marina Fligueira:
A veces cuando fallan las fuerzas no son suficientes las mañas.
Alena Collar:
Conviene inquietarse.
María:
Que alguien tan joven me diga eso, me halaga. Gracias y bienvenida.
O mucho me equivoco o este tío va a acabar muy mal...Quiero decir peor de lo que está.
Un abrazo.
Joder Amando...como manejas...me has dejado otra vez con la miel en los labios y no tengo uñas para morderme hasta la proxima entrega...
Hola, hola.. aquí seguimos y esto es ¡pura vida! Como estamos en temporada de lluvias, nos cae todos los días la mundial...parece Macondo, pero da igual. el paisaje físico es precioso, pero el humano aún mejor. Escribidor, si ahí tuviéramos tanta afición a la lectura como aquí, sería imposible la existencia del club LETAL... No sólo consumen libros, ¡también los regalan! y no sé cómo podré llevarlos... Ya no sé cuántas gamas de verde llevo registradas y aún no he visto las ranas verdes con ojos rojos y negros. A buscarlas voy... ay, que lo bueno se acaba...Abrazos ticos-ticos
Este hombre que pierde la vida en el camino. Deberíamos haber desarrollado un gen mucho más agresivo contra la debilidad. Pero así son las edades del hombre.
Flamenco Rojo/Pepe Gonce:
Caliente, caliente.
Delgaducho:
Pues me dejas preoupado, no se me ocurre nada que aconsejarte, porque las uñas postizas no son lo mismo... No sé. Sölo falta una semana.
María A:
Esto de los matices del verde me suena de haberlo escrito antes en otro sitio... :)
Me encanta que lo estéis pasando tan bien. Aunque quizá tengas que comprar una maleta, habrá merecido la pena. ¡Pura vida!
Problema: El tiempo.
Neuroscopetrix:
La debilidad es inherente al ser humano.
Está claro que este individuo se encuentra en un proceloso mar.
escuchad esta seguirilla añeja/actual
En contra
to me viene en contra
el tiempo y la marea
los golpecitos de este mar furioso
se me salen por la popa
Hay decisiones que son irreversibles...
Un besazo
Marian
Pero la podemos manejar en cierto modo para que no nos arrastre a la ciénaga ¿Fuerza de voluntad?
Para una vez que podemos decirle al autor sobre sus personajes...no me voy a privar, señor escribidor:
Que bueno está que el personaje las pase canutas, porque es -a mi modo de ver- bastante débil de caracter, pero que como nos lo mate usted, un suponer, se acuerda. Se acuerda porque amenazo con resucitarle para ir en busca del autor, tipo Pirandello...
Avisado queda...;)
Esto acaba mal, si o si. Dudo mucho de la fuerza de voluntad de ese tipo. Es más fácil decir, yo no quería, la culpa es del otro...
Alena, me he tenido que reir contigo.
En fin veremos, menos mal que sólo queda una semana.
Besos asustadísimos.
Tempero
En el mismo ojo del huracán
Neuroscopetrix
Efectivamente la fuerza de voluntad suele ser uno de los mejores caminos para acabar con ciertas tendencias..., pero a veces no es suficiente.
Marian Ramentol
Y además de irreversibles tienen consecuencias.
Alena Collar
Pues creo que no voy a cambiar el final, así que, lo mismo tenemos temita...
Isolda:
Todo es posible, todo es probable, quizá sí, quizá no... Como bien dices, falta una semana.
No, si al final, ¡lo mata!...
Me recuerda la charla en "maribel y la extraña familia", esto de lo mata o no lo mata, ¿os acordáis?...
Cuando están las tres "chicas de la calle" con Maribel hablando del novio y le dicen lo de que la va a matar y dice ella lo de: "pero, ¿porqué me va a matar, ¡mira que es manía!", y la contestan: " pues porque ahora los hombres matan mucho"...
Pues eso, los escribidores matan mucho...
Alena Collar
Que no, que este escribidor mata lo justitio, sólo un poco, de vez en cuando, casi por equivocación. Que ya maté a muchos en otros relatos o se me murieron que lo mismo es peor y estoy un poco saturado, pero es que, ¿qué voy a hacer si se ha empeñado él en seguir así? Porque mira que le ha entrado meona con lo del casino. Que yo venga decirle que lo deje, que se busque otra distracción más inocente, por ejemplo visitar blog y hacerse amigos, pero nada, que no, que lo suyo es el póquer.
Que no lo he contado por no liarlo más, pero fijaos que ha intentado hasta hacerse profesional de esto, pero como debía pasta.
Bueno un lío.
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