(Detrás está el capítulo 4) (Por si no recuerdas el capítulo 3) (Para refrescar el 2) (Por si se te olvidó el 1)
Era una posibilidad y no podía dejar escaparla. Debía bajar hasta el bar. Antes de hacerlo, echó un vistazo a la pantalla del ordenador, por si acaso. El último mensaje seguía inalterado.
Te necesito, Joyce. Ven, si no mi vida no tendrá ningún sentido. Sabes dónde estoy.
Te necesito, Joyce. Ven, si no mi vida no tendrá ningún sentido. Sabes dónde estoy.
*
Era humosa la atmósfera del bar, como siempre. Su cigarrillo contribuyó a aumentar la irrespirable densidad del aire, opalinos jirones de gasa ingrávida.
Había animación juvenil y desenfedada.
Beatriz se movía con agilidad de ninfa traslúcida tras la barra. Despachaba o acariciaba cervezas, cubalibres, copas, refrescos, vinos. Su sonrisa alumbraba el área del local donde se encontraba, parecía una linterna que señalaba su presencia. También como cada día, sus brazos hermosamente torneados, musculosos y morenos se mostraban desnudos. Eran brazos apetecibles.
Beatriz era una joven estudiante universitaria que se ayudaba a pagar los gastos de la carrera con este trabajo. Abelardo la conoció porque iba al bar a tomarse una cerveza antes de cenar. Tras varios meses de visita diaria, una noche que el local estaba prácticamente vacío, y por intervención femenina, entablaron conversación. Supo que estudiaba Filología Inglesa. Este dato le impulsó, como un empujón, a hablarle de su ídolo. Ella le miró sorprendida. Abelardo supuso que la sorpresa venía motivada porque entre los cálculos de la chica no entraba el que un ser tan callado, serio y taciturno le gustara James Joyce.
Dos semanas después, las conversaciones eran largas y entretenidas, como ríos caudalosos. Aunque la clientela aumentase, ella se las componía con diligencia para que ningún parroquiano la acusara de desanteción, y mantenían su charla de media hora. Poco a poco, Joyce sintió que tal intercambio era reparador, más bien liberador para su ánimo. Había días en que, desde bastante antes de que llegara el momento de bajar al bar, sólo pensaba en ella, y sentía el leve roce de alas de mariposa en su vientre. Incluso, si no había mucho público, de vez en cuando, Beatriz le invitaba. Él devolvía la invitación, con lo que la estancia se prolongaba. La primera vez que sucedió, Abelardo se ruborizó como un adolescente. Cuando comprendió que ella se había percatado, el rubor se multiplicó. Su corazón se encariñó de la joven. Pero Joyce era gato escaldado. Salía de una separación, en la que nunca estuvo muy de acuerdo.
Hasta que Beatriz apareció en su vida (si es que la joven camarera era alguien en su vida), sólo había sido hombre de una mujer.
Hasta que Beatriz apareció en su vida (si es que la joven camarera era alguien en su vida), sólo había sido hombre de una mujer.
Desde muy joven, se enamoró de Blanca. Fue una relación larga y sin excesiva pasión, como una ancha planicie anodina, sin cumbres en su trato, ni siquiera pequeños oteros. Claro que, como contrapartida positiva, tampoco existieron declives. El largo noviazgo concluyó en lo evidente para todos, la boda. La vida continuó tranquila, pero más que remanso era la antesala de la muerte. Sin gritos, sin discusiones, lánguidamente, como se marchitan las flores, como una larga puesta de sol del estío, falleció el matrimonio. Se juraron amor eterno, pero lo más probable es que no se amaran. Aunque en tal circunstancia no había tacha moral, o afán de engaño. Simplemente habían confundido el amor con el cálido aroma de la compañía... Consunción por aburrimiento sería el diagnóstico más certero. Sobre todo, por aburrimiento de ella, él hubiera seguido junto a la mujer siempre; pero Blanca no soportaba la forma de ser del hombre, tan callada, tan aburrida, tan plana, tan taciturna, tan ensimismada. Aunque ella siempre lo negó, Abelardo sospechaba que detrás de aquella separación había otro amor. Lo cierto es que nunca se lo reprochó. Era muy comprensivo y, al mismo tiempo, y eso no lo sabía nadie, muy crítico consigo mismo. Probablemente Abelardo Botícher era la persona que más odiaba a Abelardo Botícher.
Cuando entró en el bar, supo que había tenido una vana ilusión. El mensaje no se lo envío Beatriz. Tras aquella barra no había ordenador. Él conocía que ella trabajaba de ocho de la tarde a doce de la noche. Se lo comentó la propia chica: un contrato temporal de media jornada. La joven le miró extrañada, pues no era la hora de Abelardo. Sonrió, Sólo vengo a por tabaco. Ella se encogió de hombros. Ya le había despedido antes de que él se hubiera acercado a la máquina expendedora.
Cuando entró en el bar, supo que había tenido una vana ilusión. El mensaje no se lo envío Beatriz. Tras aquella barra no había ordenador. Él conocía que ella trabajaba de ocho de la tarde a doce de la noche. Se lo comentó la propia chica: un contrato temporal de media jornada. La joven le miró extrañada, pues no era la hora de Abelardo. Sonrió, Sólo vengo a por tabaco. Ella se encogió de hombros. Ya le había despedido antes de que él se hubiera acercado a la máquina expendedora.
20 comentarios:
Bueno como me habéis recomendado leerlo lo hago antes de retirarme a mis aposentos. Es más no creo que conciliara el sueño sin leer esta entrega.
S.V.- B tenía razón, la intuición es femenina…Con que yo apostando por Beatriz. Amando, el primer tapón surrapa. Toy mu intrigao. Mira que si es la ex. Esperaremos una semanita más.
Ahora más en serio, Amando la narración es extraordinaria. Eres un fenómeno, que decimos por el sur del norte.
Un abrazo amigo.
Gónce, yo digo lo mismo,un fenómeno de la narración. A seguir dando vueltas al coco, aunque mi teoría por ahora, cuadra.
Mañana veemos más comentarios.
Buenas noches, queridos.
En este capítulo has soltado cuerda y hasta parece que Abelardo está más tranquilo, no se le nota angustiado como en los capítulos anteriores. A saber que le espera el proximo viernes, a mi siempre me sorprendes.
PEPE GONCE: Ya sólo falta una semana, salvo que ocurra algo extraño entre el instante en que Abelardo sale del bar y sube a casa. Es que me estáis poniendo en el disparadero.
ISOLDA: Espero que el descanso haya sido reparador. Cuando regreses esta tarde, espero que haya comentarios de otros amigos. Y muchas gracias.
JAVIER: Aquí ha ocurrido una cosa, y es que la visión de Beatriz ha detenio el tiempo, y ha disparado los recuerdos del bueno de Abelardo, como habéis visto todo un latin lover.
Bueno, está genial que cuentes un poco de vida sentimental de Joyce. Parece que al pobre no le han ido muy bien las cosas en ese sentido. No será el primero ni el último al que la vida le sorprende por momentos y le da la vuelta. Por eso mismo se merece una oportunidad...espero que no le(nos)falles(*).
En el metro me acordé de ti, me reí (mucho) interiormente, pero, sinceramente, no estaba el horno para bollos...!vaya caretos!..y a mi lo de hacer el payasillo, como que no.
A Isolda la de besosdelsur, gracias por tus referencias a mi persona, eres muy amable. Pero no te equivoques, mi despacho no está entre mamaparas, es una pecera, pecera ( te lo puede testificar Amando, S.V-B y Javier)donde nada a diario entre sus sueños esta sirenita fea con su autoestima intacta.
Besos abisales.
Pilar desde la Pecera.!Glub!
(*)Ay..que he citado a Zapatero sin querer.
PILAR: A mi modo de ver, Isolda tiene razón.
Lo de Abelardo pues es como es, la vida misma. Esto del amor es complicado y desde que en este país la libertad es mayor, muchos podemos atestiguar que los primeros emparejamientos son los definitivos.
Lo bueno, la suerte que tuvo Abelardo/ Joyce, fue que lo suyo no fue traumático... A diferencia de otros.
PD: La pecera es literal, pero no tiene agua, y la sirena es hermosa. Y sino aquí convoco a quienes citas.
!Qué cielo!
Un beso muchísimo más abisal.
Pilar.
Bien. bien, estamos narrando muy bien, el relato atrapa y lo llevas muy bien, al igual que nos llevas a nosotros de las narices por donde quieres...es que hay que tener cuidado con los escitores seductores, hacen de sus lectores adictos a sus letras.
Son peor que la heroína pues al no dañar...es que ya nos ha pasado con varios,les recuedo porque lo sabemos...pero igual el susurro cadencioso y envolvente de la buena literatura nos enlaza como los brazos bien torneados y morenos de Beatriz al ensimismado Joisardo.
Pues ya ves...aquí estamos pendientes de tu voluntad y tu pluma, y como los niños que no soportan la eternidad que significa esperar lo deseado. Con los bolsillos repletos de ansiedad pregunto: ¡UFFFA! FALTA MUCHO PARA EL PRÓXIMO????????????
Hola Pilar de la Pecera, estar en una pecera auténtica es mucho mejor, dónde va a parar! al menos es transparente, y por supuesto si lo dice Amando, la sirena es hermosa.
Veo que el inconsciente nos une. En mi interior sigo diciendo "no nos falles, que hay muchos esperando el regreso" A pesar de todo y de que no está actuando como mucchos quisiéramos, sigo creyendo en él.
Seguiremos sufriendo los maravillosos relatos de nuestro querido Amando.
PILAR: Mantengo lo dicho, y cito, nuevamente a mis testigos.
ADRIAN: Abelyce se ensimisma con los brazos de Beatriz, pero el pobre Joislardo se ensimismaría con cualquier cosa, puesto que Abelardo es pacífico para todo. Aunque según piensa Joyce había razones objetivas.
Respecto de la primera parte de tu intervención, silence.
ISOLDA: Pues fíjate que estoy pensando que el relato podría admitir un capítulo o dos más... No, bueno no... Sí? Uhm...
Pilar, cuando hablas de la pecera me recuerdas mis últimos 7 años de trabajo. Yo trabajaba (ya estoy jubilado por mis problemas cardíacos) en EADS-CASA, (fabrica de aviones) en una oficina técnica, dentro de una nave grandísima, tipo hangar. Pues teníamos dos ventanales de cristales, (sin cortinas ni persianas por orden de la dirección), cada uno de ellos de 2 m x 8 m de largo. Los ventanales daban al taller de montaje. Raro era el día que algún compañero de afuera no nos hiciera alguna broma con lo de la pecera. La diferencia contigo es que mientra tu debes ser, como dice Amando una sirena hermosa, yo era un besugo.
Amando, proposición deshonesta, anímate y métele algún capítulo más hombre. De los cobardes no se ha escrito nada y de ti se va a escribir mucho.
Un abrazo a todos.
PEPE: No sé si se escribirá mucho de mí, lo que sí sé es que ya escribo mucho.
Os hago una confesión a todos. A estas horas de la tarde estoy literalmente fundido y voy a desconectar al menos tres horas. Necesito un paseo largo y sosegado, para que el dolor de cabeza se lo lleve la brisa.
Luego vuelvo.
Os prometo que si escribo ese nuevo capítulo os lo comunicaré con antelación.
Pepe, ni se te ocurra proponerle más capítulos, que le encanta escribir, que ya no conocemos y como parece buena persona, capaz es de contentarte y yo no puedo esperar más. (ueno, dejaremos que haga lo que quiera,que para eso es él que nos reúne aquí.)
Gónce, sabes dónde trabajaba antes de venir al sur? En FEMSA (Fábrica Española Magnetos S.A.) A que te suena de algo?
La vida a veces tiene golpes divertidos.
AAhora los besos son para tí y van paralelos a la costa (máomeno)
ISOLDA: Voy a tener que hacer lo que hacía Dickens, acercarme a los lugares de venta de los periódicos donde publicaba sus novelas por entregas y hacer, disimuladamente un sondeo de opinión... En realidad él lo que hacía era escuchar a los lectores, como si fuera un lector más y según opinaran acerca de la trama y de los personajes actuaba.
Y la verdad es que no es mala estrategia, si es que uno no entra en la esquizofrenia y quiere hacer una cosa y su contraria.
FEMSA hubo en Segovia, ¿no? ¿O era una empresa que tenía las mismas iniciales? ¿O estoy equivocado...?
Amando, FEMSA hubo en Aranjuez, donde posais Marian y tú para la foto, en Laredo y en La Carolina, que yo recuerde. No me suena la de Segovia.¡Hace ya tanto tiempo!
Pido perdón porque tenía prisa y no corregí como debía.
Es muy tarde y todavia no he subido el siguiente peldaño.
Lo leo y vuelvo mañana, estoy que me caigo. Muchos besos para dormir bien.
ISOLDA: Gracias por la información, quizá sólo se tratara de una empresa cuyas iniciales correspondían.
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