A la sombra ardiente de la sangre
Primaria, decisiva e inaprensible.
Marian Raméntol, Serratosa.
Poesía. editorial Alkaid, Valladolid 2015
Marian Raméntol, Serratosa.
Poesía. editorial Alkaid, Valladolid 2015
Portada del libro |
«Primaria, decisiva e inaprensible» es un paso
más en la fluvial escritura de Marian Raméntol, quien, a lo largo del último lustro o más,
nos deslumbra con su poesía al ritmo de una respiración de ser humano
fieramente herido (o malherido) por un sentimiento de deseo, de vacío y dolor
en lo más profundo del abismo personal, que sólo se puede aliviar con la más
honda y quirúrgica de las alquimias inventadas por la humanidad: la palabra
poética.
Como siempre, al menos hasta donde alcanza mi lectura de sus
poemarios, sus versos riman con el subconsciente herido y solitario,
amedrentado e insatisfecho, dubitativo y sediento, como si brotaran o
destilaran de ese magma ardiente e imparable, aunque quizá invisible para
muchos, pero esto es otro tema.
Alguien dijo (con revolucionaria exactitud) que lo más profundo
del ser humano es su piel. Marian Raméntol excavó en la frase y la tornó
disparo certero, un diez sobre el centro de la diana: la piel es cuanto
llamamos cuerpo u organismo. Todo (nos) sucede sobre él o dentro de él o en sus
márgenes o, como muy lejos, en el horizonte de la mirada, quizá de un sueño.
Todo sucede, digo, en esa selva de huesos, arterias, venas, vísceras, músculos,
tendones, nervios, neuronas… Todo sucede, reitero, en esta selva tan hermosa y
precisa, armónica y exuberante, donde la vida —como océano o como huracán o
como arpegio de vacío y soledad— nos zarandea y donde transcurre la agonía de
existir.
En este poemario subyace un dolor que tiene que ver —creo— con un
vacío, con una ausencia irreparable y que cruza en vertical los versos, puesto
que el ‘relato’ del poemario, más que avanzar se zambulle, bucea hacia la fosa
abisal del corazón a través de las arterias, de las miradas, del pensamiento,
de las caricias, del sexo deseado.
Si siempre el lector culmina con su lectura la escritura de un
libro, en el caso de la poesía es algo, además de indudable, determinante. Pues
bien, en la poesía de M. R. (espeleóloga, por no decir habitante, del
subconsciente, de lo onírico, de lo sub-real —acaso lo más real, aunque también
lo más irracional y hermético, lo que provoca dificultades para el lector medio, apenas
entrenado para algo diferente del cartesianismo racional que impera en
occidente—) tal cualidad se eleva a la enésima potencia. Para leer su poesía es
necesaria una sobredosis de participación del lector en la ‘re-creación’ del poema, porque el sentido evocativo
del lenguaje poético adquiere su máximo esplendor y si, además —como sucede
siempre con la poesía de Marian— asistimos con mirada de amanecer a las imágenes,
sinestesias, metáforas, alegorías, continuas y cada vez más arriesgadas e
inconformistas (como vencejos esquivando los dedos del aire), llegamos al
paroxismo absoluto, casi a la ‘re-escritura’ incesante del poema. ¿Cómo encontrar
unánime o mayoritaria interpretación en imágenes que tienen la virtud de hacer
flexible hasta extremos de horizontes marítimos la semántica de las palabras
más sencillas y cotidianas?
Creo que nadie podrá tacharme de excesivo si afirmo que en el caso de «Primaria, decisiva e inaprensible» hay tantas versiones, no como lectores, sino como lecturas, como si Marian hubiera escrito un inimitable poemario que, al mismo tiempo, tiene la virtud de ser un andamiaje para que cada mirada y cada experiencia, cada vacío y cada dolor, cada miedo y cada deseo construya —mientras lee— el edificio necesario con su diseño personal, con los materiales a su alcance, propios e intransferibles.
Creo que nadie podrá tacharme de excesivo si afirmo que en el caso de «Primaria, decisiva e inaprensible» hay tantas versiones, no como lectores, sino como lecturas, como si Marian hubiera escrito un inimitable poemario que, al mismo tiempo, tiene la virtud de ser un andamiaje para que cada mirada y cada experiencia, cada vacío y cada dolor, cada miedo y cada deseo construya —mientras lee— el edificio necesario con su diseño personal, con los materiales a su alcance, propios e intransferibles.
Marian Raméntol recitando, una de sus pasiones (Foto tomada de su blog) |
Y así, entre el dolor esencial de la especie —insustituible,
incurable, acaso nutricio mal que nos pese, pues el deseo, en el fondo, es
prueba evidente de carencia— y la reflexión continua sobre la esencia de su
poética, discurre, a mi modo de ver, este poemario que concluye con un cegador
fogonazo, con un iluminador relámpago de esperanza y eternidad emparentado —así
lo ha sentido mi escalofrío— con el famoso soneto de Quevedo. Escribió el poeta
del siglo XVII: «serán ceniza,
mas tendrán sentido / polvo serán mas polvo enamorado». Dice nuestra poeta del siglo XXI: «y brotaré primaria, decisiva,
inaprensible / sobre la sombra de mi muerte».
Uno no sabe si se refiere a sí misma o a la poesía (que, intuyo,
ha personificado durante buena parte del poemario) o, lo más probable, a ambas;
pero desde ya me lo apunto en el fardel de mis deseos y esperanzas, desde ya lo
acumulo a mi respiro y mi horizonte.
3 comentarios:
Querido amigo Amando, eres un suertudo por la cantidad de amigos escritores que tienes...Tus reseñas siempre son una referencia.
Un fuerte abrazo,
Pepe Gonce
Muchísimas gracias por tu generosidad, Amando.
Es una gran poeta, no me cabe la menor duda y después de tu impecable reseña, solo que por decir, chévere y mi enhorabuena.
Otro beso.
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