Imagen del ciprés plantado por San Juan de la Cruz
Y luego el sol de la tarde, a lo lejos,
detrás de los muros de las viejas casas, de los viejos edificios, de la vieja
iglesia que, como un imán calizo es el vértice del viejo barrio, uno de los más
antiguos de la ciudad, próximo quizá a cumplir mil años de nada. Momento de las
despedidas, los abrazos, los intercambios de direcciones o de nombres o de
letras son el colofón de un día que, como las muñecas rusas, podría tener
muchos perfiles sobrepuestos hasta que se alcanza ese núcleo sólido, de hierro,
imbatible por el tiempo y las distancias y que, al final, a todos nos une y,
acaso, nos explica o, al menos, nos ordena.
El recital ha sido ameno, un éxito. El entorno,
la iglesia románica de San Quirce —hoy sede la Real Academia de Historia y Arte
de San Quirce, criatura cuyo embrión, la Universidad Popular, plantaron, entre
otros, Zambrano, Quintanilla, Machado…—, ayuda en su belleza de líneas puras,
en su espacio adecuado. Los poemas han sido leídos más que correctamente (casi
todos). Variedad en todo (acentos, voces, ropa, temas, estilos, tonos, metros…).
Ilusión, intensidad e incluso emoción. Los interludios musicales de temas
renacentistas a cargo de Pablo Zamarrón y Miguel Abad lo justo para oxigenar la
atención sin romper la continuidad del acto, como una ilustración sonora que no
pretende ser la protagonista y al no pretenderlo acaba siendo un elemento
inseparable del recuerdo de los asistentes a un acto que, me parece, ha sido el
mejor de los tres hasta ahora celebrados. Es probable que asistir como mero
espectador me haya permitido gozar mucho mejor de las dos horas, y es que al no
tener que pensar en leer mis pobres versos, podía paladear sin nervios o
distracciones los del resto, los de los treinta y ocho poemas seleccionados.
Pero antes, han pasado tantas cosas: tantos
versos, tantas sonrisas y risas, tantas conversaciones que se han perdido en un
ascenso envuelto de volutas de humo, en la única sala pública que existe para
el gremio de fumadores, tantas emociones, tanto sol, tanto asombro…
A pesar del cinismo de este mundo en que
vivimos donde la mirada autista es uno de los riesgos más evidentes que nos
lleva hacia el precipicio, hay determinados acontecimientos que terminan por
enderezar nuestra cabeza y consiguen que nuestra mirada, al fin, se fije en la
inmensidad y nos haga comprender (y disfrutar), aunque sólo sea por unas horas,
que somos hormiguitas un poco despistadas.
La celebración del III Día de Mundial de la
Poesía en Segovia, ha sido una jornada que uno definiría como depurativa, una
jornada para encontrar la perspectiva, para recordar dónde estamos, sí, pero
para intuir al menos que nuestra gota de poesía es una más (nada menos) de un
océano indescifrable, infinito, inabarcable.
El año pasado recorrer el hogar de Antonio
Machado en estas tierras, esa humilde pensión de la calle Desamparados, donde
tuvo habitación durante doce o trece años, creo que nos ubicó en un punto
similar de la geografía. Este año recorrer y escuchar, el territorio hollado
por los pequeños pies de Juan de Yepes, también conocido por san Juan de la
Cruz, y contemplar el paisaje que sus ojos vieron, pero su alma convirtió en
esos versos que a todos nos reviven, ahonda en esa idea: somos una gota, poco más.
Sólo eso, nada menos que eso…
Imagen © María Jesús
Llorens (24/03/2012)
El sol del mediodía, la brisa cálida, el eco de las campanas de la hora del ángelus, la sierra de sábanas blancas, la ciudad próxima y ajena, junto al esqueleto del ciprés que el plantó, en lo alto del roquedal que hace de espalda a las propiedades conventuales, algunos versos como semillas de infinito… Y entretanto, mis ojos han descubierto las veloces carreras de las hormigas como desorientadas o aturdidas por la visita de tantas personas. Acuclillado nada cambia: el sol, la brisa, el eco, la sierra, la ciudad, el ciprés, el roquedal, los versos… Sólo estoy más cerca de las hormigas que siguen desorientadas, que se mueven entre asustadas o ansiosas o despistadas, quizá hambrientas, quizá buscando el alimento preciso después de la invernada, porque acaso hoy sea el día en que han abierto el túnel de su hormiguero, acaso hoy sea la primera mañana de luz después de tantos días enterradas.
El sol, la brisa, el eco de campanas, la
sierra, la ciudad, el esqueleto del ciprés, el roquedal, la semilla de sus
versos, las hormigas…
9 comentarios:
Un escenario inigualable. Segovia es en si poesía. No imagino mejor ciudad para semejante encuentro.
La crónica como siempre una joya.
He visto la foto de grupo que ha colgado en facebook Norberto y me ha dao corage que no estuvieras en la misma...además algún comentario he dejado allí.
Un abrazo.
Laborar la tierra como ha hecho Norberto, seleccionar el grano por parte del Jurado, disfrutar del paisaje entreverado de Segovia, deleitarnos con los trinos melodiosos de Pablo Zamarrón y Miguel Abad, y saborear el fruto recogido -convertido en versos-, bien merece un reconocimiento público para una continuidad futura.
Enhorabuena a todos y gracias por hacernos emocionar con vuestra acogida. Todo salió a pedir de boca.
Amando: Preciosa crónica que transforma la tierra en barbecho de cara a la proxima cosecha.
Gracias Segovia.
Las palabras sin oquedad, el susurro de los poetas,la primavera que canta a la vida. Tu magnifica entrada.
Un abrazo
Gracias por estos comentarios que hacen que hoy, día de resaca post-poética, pueda irme a descansar con la satisfacción de saber que cada cual se vuelva a su casa con un buen sabor de boca. Gracias Amando por tu sensible crónica que me anima a creer que aunque en Segovia somos pocos, hay esperanza de propagar fuera nuestra palabra y nuestro quehacer. Y gracia a los que estuvisteis y comentáis vuestro agrado, porque a través de vuestras sensaciones toman forma y concrección las mías. Abrazos y besos.
Esa mañana espléndida que encargó Norberto, para otro tipo de recital al aire libre. Escuchar algunos de los escasos mil versos que compuso San Juan de la Cruz, en sus peñascales, en la cueva, desde el cerro donde contemplaba montañas, valles y cuanto alcanzaba su vista; el camino que recorría desde su convento al de la santa de Ávila, por entre los islotes que dejaba el río Clamores. No sigo, Amando lo ha escrito como suele, con la poesía en cada sílaba. Gracias y besos a ambos. Un día inolvidable.
Hermosa crónica de un día inolvidable lleno de sol, de poesía de amigos, de versos, y con toda esa gente que vino a escucharnos. Así vale la pena seguir. Todavía hay esperanza. Un abrazo, amigos poetas.
La pintura, el paseo con San Juan de la Cruz, la poesía, la música, los encuentros... no lo cuento tan bien como lo hace Amando, sólo digo que estos dos días me hicieron aun más segoviana de adopción con ganas de volver muchas veces.
Qué bonito debió ser teniendo como escenario los paisajes que transitó San Juan de la Cruz...
Sí, somo apenas una gota y me gusta cómo lo expresas: "Sólo eso, nada menos que eso..."
Un abrazo.
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