domingo, 8 de enero de 2012

Última jornada

(Este texto, sé que es muy largo para una entrada habitual de un blog, pero después de varios días de pensar en ello, he decidido su publicación íntegra. No he visto el modo trocearlo en partes. Es más, no descarto aún reformarlo y convertirlo en novela corta. Si es así, esto sería, pues. el primer esbozo general de ella.)
Sé que esta es mi última jornada. No sé si este texto será leído por alguien que lo pueda comprender. Escribo y pienso que estos caracteres serán simples trazos ilegibles para el entendimiento de ese alguien futuro, si es que llega a existir.
No me quedan casi fuerzas, pero me apremia una necesidad que ya intuyo improrrogable. A mi alrededor sólo veo cadáveres de cualquier criatura. Pienso con la lentitud propia del que se queda sin oxígeno, de quien en cada ocasión que boquea un átomo de aire, sabe que se está envenenando un poco más…
Los colores hace tiempo que son simples instantáneas en un recuerdo cada vez más impreciso. Los árboles son óseos esqueletos que bailan extrañas danzas obedeciendo la melodía que interpreta un viento devastador y muy caliente siempre, un viento que reseca, quema y agrieta las pieles. Hace muchos meses que nadie logra ver el sol. Sabemos que continúa en su lugar, pues la sucesión de claridad y oscuridad prosiguen con un ritmo constante, o eso escuché la última vez que oí a alguien a hablar; sin embargo, mi percepción me dice que las horas de claror disminuyen progresivamente, y la luz se torna cada vez más plomiza, salvo durante algunas horas en que parece arder el cielo. Llevan años proclamando que la situación no es irremediable, pero después de comprobar que el atuendo del locutor no varía nunca, he llegado a la conclusión de que repiten y repiten la misma mentira que un aparato reproduce diaria y machaconamente.
No tengo conciencia de ser el único ser humano con vida, ni tampoco tengo conciencia de lo contrario. Lo único que puedo constatar es que en el espacio en que me puedo mover, apenas quinientos metros cuadrados, pues mis energías, probablemente postreras, no dan para más, llevo varias semanas sin ver un ser vivo, ni vegetal ni animal… ni siquiera un diminuto insecto.
Me mantengo en las proximidades del supermercado cercano a mi casa. Pude, hace unas semanas, apartar, al fin, el cadáver del encargado que, después de mi cuchillada cayó mal herido bajo el umbral de la puerta automática de entrada, bloqueándola. Fue esa puerta la que le seccionó la yugular y acabó con su vida. Pero ya casi no quedan alimentos, ni siquiera para mascotas, y no me atrevo a ingerir otros productos que se almacenan en sus anaqueles: tengo miedo al dolor atroz que puedan producir en mi aparato digestivo. Si supiera de alguno ocasiona una muerte instantánea e indolora, lo comería sin dudar, probablemente con una sonrisa de paz en mis labios que parecen piel de lagarto consumida por el sol… Me encantaría morir en este preciso momento, en mitad del ruido ensordecedor del viento, que es el único sonido que escucho…
Estoy seguro de que el mundo no va a sufrir ninguna consecuencia, sólo se trata del final de la vida tal y como la hemos conocido. El planeta seguirá siendo una nave espacial, pero durante un tiempo indeterminado únicamente transportará sustancias inorgánicas inermes y nuestros cadáveres en descomposición; esta bola de sílice y agua continuará impertérrita su viaje alrededor del sol y el sistema solar no se inmutará por esta alteración. En el Universo no quedará noticia de esta leve anécdota. Si Dios (algún dios, cualquier dios) existe, quizá llore o quizá se encoja de hombros o quizá, simplemente, certifique el fracaso de su obra e intente otra en un futuro. Quizá tus ojos sean fruto de esa nueva criatura. No lo sé, creo que no lo sabré nunca. Creo, además, que a estas alturas no me importa… De hecho me avergüenza este rotundo fracaso de la especie.
A veces, a causa de nuestro insufrible orgullo, creíamos que el Universo se conmovía por el dolor y el sufrimiento que aquejaba a la humanidad. A veces llegamos a la absurda conclusión de que desapareciendo nosotros, desaparecería este cosmos, e incluso el Planeta dejaría de serlo. Simplemente, ya lo he comprendido, era algo imposible si la causa es la salvaje avaricia humana que devasta y asfixia esta pequeña bola de sílice cargada de agua. Es imposible que el entramado cósmico regido por leyes físicas tan complejas (algunas aún desconocidas por nosotros, quizá no por ti) vaya a verse siquiera escalofriado por estos acontecimientos.
La pronta extinción humana, así como la de cualquier ser vivo, animal o vegetal, no puede significar la desaparición de la vida, ni del astro Tierra. No es la primera vez que se produce una circunstancia que al alterar drásticamente las condiciones de habitabilidad, tenga como consecuencia la desaparición de vida.
Algunas veces hemos sido demasiado desmemoriados y nos hemos figurado ser más de lo que en verdad somos.
Quizá no hubiéramos sido tan estúpidos y tan avaros, si en cada momento hubiéramos tenido presente que antes de la presencia animal en este Planeta, esa célula primigenia con vida propia, esa ameba ancestral, hubo de realizarse una obra de ingeniería cósmica y astrofísica de consideración, pues primero hubo de disponerse de luz (energía) a modo de explosión inimaginable y que causó la aparición de los cuerpos celestes y su posterior organización a base de movimientos orbitales y elípticos que, una vez asentados, además de una armonía inimitable, tienen un automatismo basado en reglas complejas y precisas inalterables (desde la perspectiva temporal humana). Pero esto fue sólo el principio, ese primer día de la creación según una de nuestras religiones; pero de eso mejor no hablaré, entonces no acabaría nunca… Una vez que los astros se ubicaron cada uno en su lugar, la existencia de agua en la roca esférica número tres (en cuanto a proximidad del sistema de masas minerales y gaseosas que orbitan alrededor de una de las estrellas menos significativas del firmamento), se empezaron a producir fenómenos pura y estrictamente internos de este planeta que en nada afectaron o afectan al devenir cosmológico. Por resumir, la existencia de agua y oxígeno en la masa gaseosa que rodea su superficie, implicó la posibilidad de que otros elementos químicos interactuaron entre sí y fueron provocando sutiles cadenas moleculares que en un momento determinado concluyeron en la primera célula viva que nunca tuvo conciencia de serlo.
Con independencia o no de la existencia y/o intervención divina, según se descubrieron algunos de nuestros científicos, hasta llegar a los primeros individuos del homo sapiens, existieron otras especies de homínidos y prehomínidos con inteligencia o atisbo de ella. Sin embargo, por cuestiones distintas, algunas conocidas y otras no, desaparecieron, lo que (como sucedió con otros animales o vegetales), no afectó ni a la vida ni al Planeta ni al Universo. Sólo se me ocurre una posibilidad para imaginar que la desaparición de la vida afecte en algo al Planeta y esto, a su vez, pueda implicar algún leve picorcillo al sistema solar: la destrucción mediante explosión de esta roca. Sin embargo, una fragmentación en cientos o miles de meteoritos que quizá –aunque es poco probable- pudieran alterar mínimamente el funcionamiento orbital del Sistema Solar, tampoco es nada sencillo, a pesar de lo que creímos, cargados de esa mirada orgullosa y egocéntrica que nos caracteriza.
Así pues, futuro desconocido, es la primera vez que, con conciencia y con determinación voluntaria, una especie del Planeta elimina un modo concreto de manifestación de la vida, la que se basa en el oxígeno y en el carbono como fundamento. Aunque, ¿desaparecerá la vida? Es una respuesta arriesgada. Quizá no desaparezca del todo como la conocemos, quizá haya algún microorganismo (bacteria o virus) que pueda sobrevivir en las nuevas condiciones y sean el cimiento para una nueva evolución por otras vías bien distintas a las anteriores y que no estamos en condiciones de imaginar ni siquiera por aproximación.
Si en el transcurso de los siglos, la diferentes reacciones químicas, o la acción de ese Hacedor, o la visita de otras vidas procedentes de otros cuerpos celestes, consiguen aclimatarse a las condiciones de este astro y resurge la vida de un modo similar a éste o completamente inimaginable para mi torpe imaginación, me gustaría que encontraran estas palabras y que supieran que sobre la superficie de esta esfera en perenne movimiento hubo una vida supuestamente inteligente rodeada de belleza, bienestar y equilibrio y que fue destruida a causa del orgullo y avaricia de unos cuantos individuos (quizá muchos de ellos por desidia e ignorancia) del homo sapiens según nos hemos dado en llamar a nosotros mismos. Esta especie, después de sobrevivir a muchas y variadas tragedias y penurias (glaciaciones, terremotos, volcanes, maremotos, huracanes, inundaciones, sequías, corrimientos de tierra, hambre, sed, guerra, persecución, enfermedades...) y después de unos miles de años (es decir unos cuantos miles de giros orbitales alrededor de la estrella más cercana, que hasta hoy hemos llamado sol), decidió un suicidio colectivo, un genocidio planetario, mejor dicho, un ecocidio* sin marcha atrás, mediante el uso de un método lento: el envenenamiento y desaparición de las sustancias del Planeta que permitían las condiciones básicas y esenciales para la vida.
Cada vez me cuesta más trabajo respirar. Siento que mis ideas fluyen mucho más despacio como si me pesaran más y más... No tengo tiempo de resumir la historia de la humanidad, ni siquiera en titulares y espero que además de este testimonio, encuentres la información que ha almacenado esta especie, caracterizada, entre otras cosas, por parlotear sobre sí misma sin descanso y sin aburrimiento.
Según mi percepción, todo el proceso hacia el final ha consistido, en una desmedida ambición por poseer más dinero (un invento netamente humano), y por controlar los medios para obtenerlo. La posesión de estos medios, a partir del llamado siglo XX, deterioró tanto la atmósfera (el espacio gaseoso que abraza la superficie terráquea y nos aísla del resto del Universo y que quizá hayas tenido que atravesar hasta llegar aquí), y el agua (una sustancia líquida formada por oxígeno e hidrógeno y que abarcaba siete partes del planeta y siete partes de nuestro organismo), que comenzó a producirse un cambio en el clima que nos ha llevado a la destrucción.
Hubo voces, sobre todo en el último tercio del siglo XX, que advirtieron el peligro. Al principio parecían leves susurros de locos o ilusos; poco a poco fueron aumentando de intensidad. Cuando se tornaron clamor, ya en pleno siglo XXI fue tarde e inútil, puesto que quienes controlaban los elementos contaminantes y destructores, también controlaban la economía y los resortes del poder y sabían que si buscaban el alivio de la situación para una hipotética regeneración de las condiciones de vida, perderían su poder, su riqueza y su forma de existencia. Por otra parte, pensaron, o debieron pensar, que encontrarían a tiempo un antídoto al veneno y creyeron que ellos eran inmunes, construyendo ciudades subterráneas que podían mantener la vida, almacenando oxígeno en lugares seguros, custodiados e inalcanzables para el resto. Entretanto engañaron y acallaron las conciencias y raciocinio de la inmensa mayoría de habitantes del planeta (varios miles de millones de individuos) manteniéndoles ajenos a cualquier información fidedigna sobre este asunto y ocupando su tiempo de diversas formas, para evitar que pusieran en marcha su pensamiento.
Por tanto, si alguien pretende estudiar las causas de esta destrucción, que no piense en alteraciones del clima a causa de un inmenso meteorito que modificó la trayectoria de la órbita del Planeta alejándola o acercándola al sol; que no piense en una erupción durante varios decenios de todos los volcanes del planeta y que contaminó e hizo irrespirable el aire; que no se piense en invasiones extraterrestres (así llamamos a las criaturas procedentes de otro planeta).
La única razón de esta destrucción ha sido un suicidio inducido, un genocidio global, un ecocidio*, irreparable a estas alturas.
Quizá nuestra supuesta vida inteligente no merecía otra cosa. No se trata de un castigo, simplemente es la consecuencia lógica de unos hechos que un día, quizá hacia el año 2012, todavía parecían lejanos e incluso improbables...
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ECOCIDIO: Esta palabra se la debo al poeta Jorge Riechmann a quien se la he leído por primera vez en su poemario El común de los mortales, editado por TUSQUETS en 2011

9 comentarios:

Unknown dijo...

Pues me parece muy bien, Amando, creo que valga la pena continuar sobre esta idea y desarrollarla. Yo apuesto por tu idea de convertirlo en Novela.
Un abrazo, amigo mío.
Leo

Mercedes Pinto dijo...

Cierto que el futuro pinta así de plomizo, que a poco que nos paremos a pensar ese ecocidio parece más que inminente; pero yo creo, sigo creyendo en que somos la obra de un Sabio Arquitecto que no permitirá que todo acabe sin sentido. No sé lo que pasará en el futuro, pero sí sé que en él se encierra el porqué de tanta sinrazón. El mal y el bien siguen sueltos en el planeta a su libre albedrío, y pareciera que siempre gana el mal. No es cierto, también podríamos escribir una carta en la que el bien fuese el ganador; porque también hay mucha gente de buen corazón que luchan día a día por mejorar su mundo, aunque hayan sido expatriados de los medios de comunicación.
Es un texto desolador, que debería hacernos reflexionar y cambiar nuestra actitud, para que no se haga realidad.
Ya ves que he vuelto. Me regresar a tu casa, en la que siempre se estimula mi conciencia.
Feliz 2012.
Un abrazo.

Isolda Wagner dijo...

Me uno a los amigos anteriores y apuesto por una novela. Hemos visto todos, "El planeta de los simios". Según tu ecocidio, ni eso sería posible. Nuestro pequeño mundo, es eso, minúsculo, que el azar lo ha puesto en órbita y cualquier motivo, como los que cuentas o cualquiera de los que ni imaginamos, acabarán con él. Es absurdo creer que durará eternamente con a revolución que han supuesto los dos ulimos siglos.
Inventa, fabula y haznos creer lo que quieras.
Un beso, todavía real y que dure unos cuantos años!

emejota dijo...

No es larga, es estupenda, estoy de acuerdo con Isolda, para variar ;). De todos modos, aunque todo lo que está ocurriendo en la actualidad sea fruto de un pensamiento colectivo iniciado hace muchas décadas, aunque no haga falta imaginar lo palpable, a nivel de pensamiento, me inclino por el talante positivo, de algún modo, dentro de la realidad que nos atenaza.
Si en el fondo fondísimo todo es cuestión mental, jooooo .... pelines, "ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor". Aunque parezca una labor inútil nunca lo será, resulta conveniente para la supervivencia como concepto abstracto ejercer presión en el lado positivo de la vida, hasta que se nos nublen los ojos. Este será un esfuerzo (labor) de amor que se habrá transmitido a través de ondas invisibles por nuestro universo. Seguro, seguro. Esta es una de las razones, si no la principal, por la que me inicié hace dos años en la blogosfera; otra cosa muy diferente es que esté consiguiendo mi objetivo, que no es otro que cumplir con la obligación ética de elevación, superación, fuerza y positividad, aunque me acechen las dificultades, aunque me venzan a la postre; este tipo de labor nunca será en balde. Bs. extendidos.

Jorge Arbenz dijo...

No voy a ser menos y también apoyo la moción de la novela, que el texto lo merece.
En lo que voy a ser menos es en la extensión del comentario, pero es que me vence la pereza.

Saludos muy cordiales y mucha suerte, Amando.

Beatriz Ruiz dijo...

Mi comentario desapareció... Bueno decía que me he quedado sin palabras leyendo y claro yo también apoyo la moción, es un buen preludio para una novela...

Pero te diré que estoy con Mercedes. No quiero pensar que todo es negro, tenemos mucha bondad en nuestro mundo, pero lo malo hace mucho ruído y es molesto y cansino...

Besos para todos...

Flamenco Rojo dijo...

Uff, vaya forma de empezar el año chico...Esperemos que la ficción de tu relato no supere la realidad.

Un abrazo.

Antonio Porpetta dijo...

Este texto es, sencillamente, estremecedor, Amando. Me ha emocionado.
Y gracias por tu comentario, tan generoso y cordial. Abrazos desde Madrid.

Marina Filgueira dijo...

¡Ay Amando!!! Amigo mío, que negro lo pintas, pero quizá cierto, aunque debemos ser positivos y pensar que nuestro mundo puede dar un cambio para mejor. Pongamos todos de nuestra parte un granito de arena.
Pero claro, lo peor son los países desarrollados, también conocidos como industrializados, son los principales responsables por las emisiones de gases tóxicos.
Estos son los que tienen que tomar conciencia.
Es una entrada de categoría, como siempre.
Te dejo mi gratitud y mi admiración. Un abrazo y se feliz.