Me gusta pasear bajo la lluvia lenta, bajo esa lluvia serena de ciertos días, tan escasos por desgracia.
Hoy ha sido una de esas jornadas en Segovia. Para transitar por enero, las temperaturas han sido agradables. Pongamos que unos siete grados a las cuatro de la tarde, cuando he salido a la calle. La luz era más bien un tubo de plomo, quizá lo más arisco de la jornada, pero no se puede tener todo. Además, como aún las tardes son cortas, tal que una subida de sueldo a un funcionario, tampoco importaba en exceso.
Caía la lluvia con esa parsimonia con la que respiran los niños mientras duermen y sueñan. Caía con calma, pero con esa intensidad que suele definir a la persona hacendosa y constante. Eso que tanto solía escuchar en mi infancia: sin prisa, pero sin pausa. Era más que el típico orvallar asturiano, pero si lo definiera de chaparrón, exageraría. Llovía de ese modo en que la tierra se esponja y los charcos nacen con pereza, como sin querer.
Además, para completar la dicha que me produce este tipo de lluvia, el viento debía estar descansando de sus afanes... Ni siquiera la brisa jugaba a la comba sobre mi cara.
Perfecto.
Me hubiera gustado que mi cazcaleo urbano sólo se hubiera visto acompañado por la banda sonora de este llover sereno y continuo; pero tal hecho hubiera sido un milagro, pues la hora hacía imposible que la ciudad durmiera. Así que el sonido de las gotas de agua no llegaba a alcanzar ni siquiera el título de murmurio de una fuente lejana. Por más que aguzaba el oído, ni siquiera percibía el roce de los brillantes líquidos sobre la tela del paraguas. Y como cuando paseo, no sólo cazcalean mis pies, sino que mi cabeza también vagabundea de un lado a otro, este tránsito sin brújula me ha llevado a recordar un poema que escribí hace tantos años… Uno de los primeros.
Creo que lo escribí, si no me equivoco, hacia abril o mayo de 1979. Lo publiqué en el Adelantado de Segovia el diez de agosto de ese 1979 (acabo de ver el recorte, la fecha es precisa). Luego lo incluí en Humanidad perdida…
EN LA CALLE
El cielo llovía lágrimasde cansancio.La noche era negra.En la calle yo,nadie más.El humo de un cigarrillocubría mi faz.Un murmullocallado,suave,me rodeaba.En la calle yo,nadie más.Las luciérnagas de electricidad temblabany se diluíanen el aguanegra y transparente.En la calle yo,nadie más.Los pasos retumbabanen mis oídos;sólo el ruidode lágrimasde cansanciome rodeaba.En la calle yonadie más.
Ahora lo que me gustaría saber es por qué he recordado ese poema, precisamente. Quizá la lluvia haya sido tan similar a la de aquella noche… Una noche que, por lo demás, no recuerdo mal, y no la recuerdo mal, porque escribí esos versos.
El poema se me ocurrió mientras cruzaba bajo la lluvia el Paseo del Salón. Creo que venía de acompañar a alguien. Supongo que andaba un poco melancólico, no lo sé. Pero es cierto que por la calle, al menos por ese lugar de la ciudad, a aquellas horas no había nadie…
Lejos de llenarme de melancolía, hoy he me he sentido dichoso recordando este poemilla, recordando todos los avatares que acabaron con él en las hojas de un libro.
Y pensaba también lo curioso que es que mi primer libro de poesía nació, después de haber publicado muchos poemas en el Adelantado de Segovia... es decir poco a poco con el conocimiento de algunos lectores. O dicho de otro modo, di a la imprenta un libro que no era inédito... Igual que ahora, gracias a este blog, nació Versos como carne. No, no deja de ser curioso...
Pasan los años (más de treinta) y no cambian las cosas. No cambian tanto, al menos. Ahora el periódico local no publica poesía, pero antes no existía internet...
La lluvia, sin embargo, era la misma...
14 comentarios:
Estarás de acuerdo conmigo que la lluvia solamente es agua ¿no?...Pero convierte nuestra ciudad en una pecera donde algunos escribidores se inspiran y son capaces de parir un texto como el tuyo.
Un abrazo.
Pd.- ¿Cómo decía la canción?…Sentir…que es un soplo la vida, que treinta años no es nada…
O eran veinte…ahora mismo no me acuerdo.
Menos mal que la lluvia sigue siendo la misma, es decir, del mismo tipo y sin que nos cobren por disfrutarla. El fumar bajo la lluvia se nos va poniendo más difícil...¡ay! el tiempo que pasa y pasa... creo que son veinte los años del tango, Flamenco, pero luego vino Nacha Guevara y nos dijo que sesenta años no es nada. Y tenía razón, estaba como nunca... esperemos que el tiempo sea igual de generoso con nosotros, aún entre los recortes de sueldos y las prohibiciones...¡Un gran abrazo!
Aquel 1979 estaba yo en aquel octavo de EGB de unas Escuelas Aguirre, esperando saltar al Instituto de San Isidro, que tanto me despertó...
A mí me gusta pasear más entre el viento...
Francamente Amando, tu relato es precioso, la descripción del paseo bajo la lluvia, los recuerdos que te produce, todo perfecto.
Pero... Aquí, que tan escasos andamos de lluvia y cuando cae, no lo hace apaciblemente, sino en tromba, lo de cazcalear bajo el paraguas, como que no, sólo sale a la calle, aquel que no tiene otro remedio y a la carrera, nada de paseo. Que siete grados, a las cuatro de la tarde, sea una temperatura agradable, pues tampoco, siete grados a las siete de la mañana y decimos que hace frío.
También me gusta la nueva imagen del blog, un fuerte abrazo.
Lo primero, el vídeo del universo en movimiento me ha subyugado, bien sabes lo afín que me siento a esos aconteceres.
En cuanto a la entrada, confirmar que siento lo mismo, a ser posible notar las gotas de agua en la cara mientras voy debidamente pertrechada para no calarme, que me constipo con una facilidad pasmosa.
Es la vida que se manifiesta a quienes somos capaces de percibirla bajo uno de sus múltiples aspectos, que nos acaricia y nos refresca a través de la lluvia. Un fuerte abrazo extendido y orballado.
Y todo se hace carne poco a poco, como debe ser, con ese aroma a lluvia indiscutible y atemporal.
Besos
Marian
Amando, has despertado de su melancolía a las calles desiertas de la ciudad bajo la lluvia.
No es fácil hacerlo. Casi siempre el bullicio quema la belleza.
Dinos algo más...
Un saludo.
Será que mis signos en el agua me han marcado el dìa, pero he leìdo tu entrada y siento correr una lágrima por mis mejillas, entiendo perfectamente tu "no" melancolía, tu dicha recordando este POEMA, pero estarás de acuerdo conmigo que la literatura es emoción, la poesía sentimientos, y hoy, este exceso de agua, sabes porque lo digo, para mi es nostálgica belleza que me emociona y conmueve.
Un abrazo fuerte.
Leo
Creo que la canción es Volver, la de la película de Almodóvar, la que canta Martirio.
Este escribidor no se cansará nunca de pasearse por las calles de su ciudad y de contarnos sus recuerdos y emociones.
A mi me gusta saber que aunque pase el tiempo hay cosas que parecen no cambiar nunca.
Escribí yo a principios de otoño también a la lluvia que me trasportaba al pasado. Lo odiada que es para muchos y la cantidad de sensaciones y recuerdos que nos trasmite a otros...
Los elementos, los olores, los sonidos, todo lo que nos transporta de una forma u otra al pasado.
Me has hecho retroceder en el tiempo, Amando, a épocas en las que aún paseaba con paraguas, solo que bajo una lluvia y un viento bastante más inclemente.
He disfrutado, también, paseando por Segovia contigo, escuchando tu poesía -cosa rara-, sintiendo en la cara la suave humedad de una lluvia mansa.
Abrazos
Qué paseos tan estupendos.
A mí me pasa algo parecido con la niebla, aunque sé que a ti no te gusta.
Me ayuda a volar, relajarme, tal vez, a esconderme.
Me parece muy interesante poder comparar este poema primerizo con tus últimas creaciones líricas. Opino que hay una gran evolución.
Sigue lloviendo, como tú siempre has sabido escribir versos.
Otro besico,
Anabel
Saludos!!... ke hemos pasao a recoger alimento para la Radio Copyleft 52 y nos llevamos EN LA CALLE para las cloacas... Ke gracias por ser Creative Conmons y gracias por compartir... Esta noche a partir de de 23:00 tus letras serán nutrientes para cucarachas...!!!..jejejje
y besos y versosssssssssss!!
Menuda sorpresa, hermosa sorpresa.
Os escucharé, como cada semana, Murmullo de las cucarachas,
aquí, en Radio Copyleft
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