viernes, 29 de enero de 2010

LA CARTA. Segunda parte.




Primera parte, aquí

Porque lo primero que vieron sus ojos, una vez que se acostumbraron a la claridad del día de primavera, fue el color negro, no sólo de las ropas de su madre, sino de su mirada, lo que le impactó más que otra cosa, porque hasta ese día su madre había repartido luz de esmeraldas desde sus ojos. A pesar de los muchos gritos con que adornaba las órdenes que dictaba tanto a él, como a su hermano Gabriel, lo normal es que la sonrisa materna presidiera cada gesto, cada frase, cada mirada, cada silencio. Sin embargo, como si siempre hubiera sabido que algo horrible ocurriría alguna vez en ese momento de la jornada, a la hora de la comida del mediodía solía ponerse nerviosa. Siempre había alguna circunstancia imprevista que mordía su impaciencia con afilados incisivos y despertaba en ella esa ansiedad o nerviosismo al que se habían habituado, pues sabían que era algo pasajero, como una tormenta de verano que igual que surge se acaba, casi de improviso. Así ella, en cuanto que estaban todos a la mesa, los cuatro, se tranquilizaba y volvía a repartir luz de pradera a su alrededor.
Quizá la culpa de aquella tensión desmedida en el ánimo de Laura Enciso, pensó el ayudante del fiscal, la tenía el trabajo de su padre. Mientras recordaba, no se decidía a desdoblar la carta, que no parecía muy extensa, escrita por una caligrafía abigarrada y poco atractiva a primera vista. Si don Luis, como le llamaban todos en el pueblo, no hubiera tenido que volver cada tarde a su puesto de trabajo, casi con la boca disfrutando del último bocado, lo más probable es que su madre no hubiera sido tan rigurosa con que estuviera dispuesta la mesa antes de que él asomara por la puerta. Esa exigencia suya, que sólo desaparecía los domingos y fiestas de guardar, era la que provocaba la explosión tormentosa en el carácter materno.
Pero al descubrir a la séptima mañana después del accidente, aunque cuando Luisito despertó no podía precisar el tiempo transcurrido desde que su cabeza se golpeó contra los adoquines, que la mirada de luz verde transmitía la misma frialdad que la hiedra o el musgo, comprendió que algo muy serio había pasado. A sus ochos años era imposible que determinara con alguna precisión por qué tuvo aquella intuición. Acaso el miedo. Un miedo que se emparentaba con la desolación. A pesar de que aquel rostro que veía era inconfundible, ni más ni menos que el de su madre, le resultaba una cara desconocida, como una máscara de hielo… No lo supo decir en aquel momento, pero llegó a la conclusión de que se trataba de la efigie de su madre a la que le habían extirpado de cuajo la vida. Se movían sus labios, pero lo hacían como dirigidos desde un lejano control remoto. Procuró sonreírle cuando sus ojos, por fin, descerrajaron el portón pesadísimo en que se habían tornado sus párpados durante tantos días y tantas noches, pero aquella mueca le asustó más que le reconfortó. Y pensó vagamente en aquellos seres que había visto en alguna película de la televisión que emergían de las tumbas y caminaban por desérticas ciudades aterrorizadas. Y sin poderlo explicar tampoco, la mañana en que abrió los ojos comprendió que su vuelta al presente, no aliviaba el tremendo dolor que había tornado la luz de esmeralda en sombra de hiedra.
Dejó la carta sobre la mesa del salón. Se encontraba un poco aturdido. Demasiados recuerdos agolpados sobre sus pensamientos sobrecargados, demasiado pasado cayendo con todo su peso de odio y tristeza sobre su ánimo. Se desanudó la corbata de rayas diagonales rosas, malvas, plateadas y negras que combinaba con la camisa rosa, y fue a por un vaso al que introdujo un par de hielos. Abrió el mueble bar y sirvió una generosa dosis del güisqui que sólo reservaba para ciertos momentos. Necesitaba por todos los medios espantar, sino los recuerdos, al menos el halo de tristeza y dolor con el que estaban envueltos y que tenían cierta condición de sustancia líquida, al menos fluida o viscosa, pues acababan por cruzar el tiempo, aquellos treinta y tantos años, y habían aflorado en el presente y empapándole el ánimo de hoy con esa aroma fétido de la tristeza y la podredumbre.
El rostro de su madre se abalanzó sobre el suyo y más que besarlo lo empapó con el llanto de unas lágrimas desaforadas que no eran de alegría. No supo qué preguntar, tampoco hubiera podido pues con la cabeza de su madre aplastándole la suya difícilmente podría articular palabra, pero ya sabía que algo tremendo había pasado. Instintivamente movió las piernas. Por alguna razón, quizá cierta intuición, supuso que el accidente podría haberle dejado paralítico, pero al darse cuenta de que no era así, empezó a sentir en el estómago el horror a lo desconocido. Con tan pocos años era difícil matizar, pero se dio cuenta de que él estaba bien, o no estaba muy mal y de que su madre, aunque se alegraba de verle al fin despierto, sufría por algo, y ese algo era más fuerte que su recuperación. Por tanto, y esto Luisito lo adivinó con absoluta certeza, lo que había ocurrido era tan grave como su propia muerte. Y no supo qué pensar, pero tampoco supo qué preguntar. O sí lo supo, pero la pregunta le asustaba tanto como tirarse por un precipicio, así que decidió esperar.
Mientras movía el güisqui y escuchaba el tintineo del hielo sobre el vidrio del vaso, miraba la carta que le gritaba sobre la mesa de metacrilato del salón. Y sintió que aquella mirada era muy parecida a la que le lanzó a su madre cuando, por fin, despegó su rostro enlagrimado* de su cara.
— No, cariño, tú no tuviste nada que ver.
Luis recuerda que esa frase fue la que le abrió el portón de la culpa. Desde entonces supo que su madre lo acusaba (y probablemente lo acusaría durante toda la eternidad) de ser el causante de algo terrible. No hacía falta ser muy inteligente para saber que se refería al accidente que no recordaba. Con ocho años era difícil enfrentarse a un adulto que lloraba sin pausa y decía aquello. Mucho más si ese adulto era la propia madre. Así que permaneció en silencio, incapaz de preguntar qué había pasado, o por qué no se alegraba mucho de que despertara, o por qué decía aquellas cosas, y sobre todo, por qué lloraba de ese modo, por qué de sus ojos sólo brotaban lágrimas oscuras.
Aquella noche Luisito no durmió. Los médicos no dieron importancia al asunto, puesto que después de una semana de inconsciencia puede ser explicable la falta de sueño, o una alteración en su ritmo habitual, pero a ellos tampoco les dijo que, en realidad, estaba muy asustado con lo que le había dicho su madre y necesitaba desentrañar la madeja de sus recuerdos para ver si recordaba alguna circunstancia de aquel golpe que le había llevado al hospital. Se pasó toda la madrugada intentando reconstruir la escena, buscando con desesperación obsesiva aquello de lo que, según su madre, era inocente, y que, sin embargo, le producía semejante dolor a Laura Enciso.
Al cabo de unas horas, con una cefalea terrible, resumió sus conclusiones en una pregunta. En realidad fue una distracción de sus pensamientos que se acababan irremediablemente en el bote artero de la pelota de colores y en una especie de sombra blanca que ascendía por la calle. Las imágenes en su memoria eran incapaces de avanzar de ese instante, como si la cinta de la película se hubiera atorado en ese momento. Y en un descuido del cerebro se le coló la pregunta, como un vendaval de aire congelado que mata las flores, como una respuesta que en realidad es el filo de una espada.
— ¿Por qué no ha venido papá?
Sabía que no había nadie en la habitación, pero tuvo que escuchárselo decir a sí mismo en voz alta, para que la pregunta no fuera un cañonazo interior que le reventara los oídos y las ganas de vivir. Aunque su padre salía tarde del trabajo como secretario y contable en la fábrica de don Samuel Roquedal y Villafresno, nunca lo hacía después de la puesta del sol. Luisito no sabía a la hora en que se había despertado, y por tanto no sabía si su padre estaría en el trabajo. Pero cuando su madre se tuvo que marchar, ya era de noche, y su padre no había ido a verlo ni un sólo minuto.
___________________
* Enlagrimar... Esta palabra no existe en el diccionario. Se me apareció durante la redacción de Gorrión de invierno, una de mis novelas inéditas, y me parece tan expresiva que por ello la uso. Digamos que sería un vocablo análogo otros como empedrar, enladrillar, encalar, enlucir, etcétera. Por tanto, ‘enlagrimar’ podría definirse, más o menos de este modo: Acción o efecto de cubrirse el rostro con abundancia de lágrimas.

26 comentarios:

Mercedes Pinto dijo...

Bueno, cada vez sabemos más del trágico accidente que le ocurrió a Luisito cuando tenía ocho años, por culpa de una pelota de rayas; también sabemos que se despertó del coma a la semana, y que todo esto lo está recordando cuando ya es un adulto por culpa de una carta que no termina de abrir porque que necesita terminarse esa copa de güisqui para reunir valor. Intuyo que quien conducía el coche era su padre... No sé, esperemos a leer la carta.
Sigo pendiente de este intrigante relato.Es un placer leerte.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Solo espero que le queden al menos veinte o treinta entregas, que en vez de un relato sea una novela o, mejor, una saga.

Qué impaciencia!

Un abrazo

Amando Carabias dijo...

Mercedes
Lo del padre no era un misterio, hoy se desvelan parte de las consecuencias.
Esto se escribió en la primera parte:

"Ni siquiera [Luisito] reconoció a su padre que, con la cara desencajada, intentaba abrir la portezuela del vehículo, para ayudar a su hijo, a quien acababa de mandar al cielo, o eso pensó confusamente, mientras el corazón le estallaba dentro del pecho…"

Has hecho un magnífico resumen del texto. Lo que no sé es hasta dónde tendré que ir en el tiempo (detrás o delante) para llegar a la carta que, de momento, está doblada en la mesa del salón.

Amando Carabias dijo...

AVATAR:
Pues no diría que no..., ni que sí.
Aún es todo posible.

catherine dijo...

terrible para el niño que resucita encontrar esta mirada negra y esta cara desconocida con su màscara de hielo. Me temo que la carta se quede cerrada hasta el final de la historia. Hoy el enigma es: qué tal con el padre? Habrà pasado algo entre los padres después del accidente.

catherine dijo...

Preciosa la palabra "enlagrimar", muy descriptiva.

Flamenco Rojo dijo...

Toy entrigao*…Me da que sé que le pasó o que hizo el padre entre el accidente y el despertar de Luisito, pero no lo voy a comentar para no pecar de “listillo”. Ea, pues a esperar hasta la entrega siguiente.

Un abrazo.

* Entrigar: Acción o efecto de cubrirse la mente de intriga.

Amando Carabias dijo...

Catherine
Pues todavía no sé en qué lugar del relato irá la carta enviada por Eladio.
Tengo que avanzar un poco más en la escritura del relato para saberlo con seguridad.
De todos modos, es una posiblidad la que sugieres.

A mí también me parece que enlagrimar es una palabra hermosa, aunque remite a una tristeza muy honda o muy intensa.

Amando Carabias dijo...

Flamenco Rojo:
Lamento des-entrigarte, pero si lees la respuesta que he escrito a Mercedes, donde copio un párrafo de la primera parte...
Por cierto esto me recuerda a aquello que decíamos de niños,
Su rostro está enlagrimado, ¿quién lo desenlagrimará? El desenlagrimador que desenlagiame el rostro enlagrimado buen desenlagrimador será...

(Para Catherine, en especial: se trata de la adaptación de un trabalenguas que decíamos cuando niños supongo que para ayudarnos a la dicción y a mover la lengua. Este es el verdadero trabalenguas: "El cielo está enladrillado, ¿quién lo desenladrillará? El desenladrillador que lo desenladrille, buen desenladrillador será".
Es más fácil escribirlo que decirlo)

Maria Sangüesa dijo...

Se va poniendo cada vez más interesante, Amando, aunque creo que ya sé lo que ocurrió con el padre, lo explicas muy bien en las siete últimas palabras del párrafo que le has mandado a Mercedes, pero no lo digo de manera más explícita porque así la intriga es aún mayor para quienes no han caído en ello. Enlagrimar es una palabra preciosa, a mí me gusta mucho ver jugar con palabras que no vienen en el diccionario, pero que son muy expresivas; a veces, yo también he hecho algo así, por ejemplo, aire ensalinado, que suena mejor que salado. Así que aplaudo tu nueva palabra, que lleva toda una conjugación con ella. Muchos besos.

catherine dijo...

Gracias escritor que se dice escribidor , escribenos màs cuentos bien escritos, bien entrigando por supuesto, que me gusta tu escritura.
Y no voy a ponerte trabalenguas en francés.
Otra vez esta nevando. El jardìn serà màs ... ennevado? Esta palabra sé que acabo de crearla pero la verdad es que no me parece muy bonita.

Odiseo de Saturnalia dijo...

Y diga usted, ¿se puede utilizar la palabra enlagrimar?... es que me ha gustado...

Eso sí, diré que es de don Amando... "comoquesí"...

Flamenco Rojo dijo...

A Catherine…

Catherine cantarina, Catherine encantadora…
Canta, Catherine, canta, que cuando cantas me encantas.
Y que tu cántico cuente un cuento que a mí me encanta…
¿Qué cántico cantarás, Catherine cantarina?
Canta un cuento que me encante, que me encante cuando cantes…
Catherine encantadora, ¿Qué cántico cantarás?

Un beso.
Pepe

catherine dijo...

Gracias por la dedicatoria que viniendo de un cantaor es màs. Me faltan las palabras pero pasaré el resto de la noche cantando.
Ole! ole!para el sevillano. Besitos.

Amando Carabias dijo...

María Sangüesa:
Pues sí, está claro, y no es objeto de la intriga tal suceso, en sí mismo, sino más bien un añadido fundamental para comprender a Laura Enciso.
Muchas gracias por tus palabras.

Amando Carabias dijo...

Catherine
Sabiendo lo que sabes de español, dudé sobre la explicación, pues pienso que no era necesaria, pero por si acaso lo dejé escrito.
Todavía falta tiempo para que deje de >invernear. :)

Amando Carabias dijo...

Odiseo de Saturnalia:
Se podrá usar, pues claro. Incluso sin cita de la procedencia. Las palabras nacen -nacieron- para usarse.

maririu dijo...

Así que yo me lo pregunté en la primera entrega y ¿vosotros en la segunda?
La descripción del dolor de la madre en el espejo y el amor del Hijo es extraordinaria y claro poética viniendo de Amando.
Bravo Pepe el rojillo el cante a Catherine es de lo mejor, tu ena poética va por alegrías y me gusta mucho.
Espero que no hagas una saga es muy triste y sería un dramón.
Una novela negra no es porque no predomina la acción lo apunto por di acaso.
Me gusta

Amando Carabias dijo...

maririu
Gracias por tus palabras.
Lo cierto es que no me he planteado que sea una novela negra.
No sé aún su extensión. Necesitaría algo de tiempo para poder escribir un poco más y así poder valorar hacia donde voy.

Amando Carabias dijo...

A las 00.01 se publica el capítulo XXV y último de "Mañana amanecerá".
Como ya sabéis ve la luz en mi otro blog EURITMIA EN LA RED
cuya dirección es http://euritmiaenlared.blogspot.com/
Está enlazado en la columna de la derecha de este blog, dentro de la lista de blogs que sigo.
Y si no, desde aquí, podéis leerlo.

Si alguno estaba esperando a su final para leerla toda seguida, indicar que no es necesario cambiar de pantalla: la novela entera está en la página principal.

Después de este capítulo, EURITMIA EN LA RED supongo que deparará nuevas sorpresas que comunicaré a su debido tiempo.

Isolda Wagner dijo...

Sabed que soy más impaciente que vosotros. Me encantaría leer el cuento, relato, novela, o lo que tenga a bien el escribidor, de un tirón. Pero esperaré, porque promete y mucho.

Por fin ví Up in the air. Me gustó bastante. Los dialogos con gracia, la actriz joven hace un trabajo estupendo y por supuesto Cloony, que como nos anunció Amando, está permanentemente con la sonrisa puesta. Un rato entretenido y algunas verdades como puños.

Besos con sonrisas como las de GC.

Impaciente estoy porque llegue medianoche y leer el capítulo final de Mañana amanecerá.

Amando Carabias dijo...

Isolda:
Me alegro de que te haya gustado la película. Por lo que sé, a unos cuantos nos ha gustado. Acabo de escuchar en la radio que algún crítico le da opciones a Clooney para los Óscar, cosa que no veo muy posible.

Este relato avanza. Esta mañana de domingo ha sido más o menos productiva y he escrito la primera versión de alguna entrega más.

Espero que la lectura del último capítulo de "Mañana amanecerá" cierre con dignidad la novela.

Marina Filgueira dijo...

Hola- Amando: y demás contertulios. A mí me da… que este relato o… (Relatear) que a mí parecer no queda tan mal y que tampoco la ha visto en el diccionario. Bueno va acercándose al fin. Y… hasta puede que no tenga un final triste. A pesar que su madre esté vestida de negro! A pesar de haberle dicho a Luisito… que él no tuvo la culpa.

Veo que está en Internet, una novela tuya- (Mañana amanecerá). Yo no lo sabía y ya está en el último capitulo. ¿Ésta novela, está a la venta en alguna librería? A mí me sería más cómodo tenerla en mis manos, pues no debo estar mucho tiempo frente al ordenador. Tienes mi correo. Un abrazo a todos/as. Ser muy felices. Buen domingo.

Amando Carabias dijo...

Marina Fligueira
Pues lamento llevarte la contraria en doble sentido. Me da que no va a ser tan corto. Al menos ya están escritas otras tres partes, y procuraré esta semana avanzar en él, aunque deje otras cosas (como el diario). Sobre el final ni yo mismo lo sé exactamente, aunque me temo que no será para tirar cohetes.

"Mañana amanecerá", la novela que hoy ha finalizado su publicación por entregas, lleva apareciendo en mi otro blog desde finales de agosto, si no me equivoco. Y no, no se vende en ninguna librería porque, hasta la fecha-jejejeje- no se ha editado en papel.
Como escribí más arriba se puede leer sin necesidad de cambiar de pantalla. Si bajas con el cursor hasta abajo del todo te encontrarás con una breve entrada correspondiente al miércoles 12 de agosto de 2009 donde se anuncia la publicación de la novela. El viernes 14 de agosto publiqué una especie de preámbulo o prólogo y desde el domingo 16 de agosto, a un capítulo por domingo se han publicado los veinticinco en que se divide el relato.
Un beso y mil gracias por tu interés.

Marina Filgueira dijo...

Gracias Amando: Pues vaya si me equivoqué. Haber si encuentro lo otro- soy escasa de sabiduría de éstos manejos. Un beso. Se feliz.

Marina Filgueira dijo...

Amando, ya encontré el otro blog. puse la dirección que dejaste en tu comentario...y ya. Empezaré por el 14 de agosto. He pasado así... la vista aérea por algún capitulo y siento lo que perdí!pero empezaré por el principio, aunque me llevará tiempo. Pero no importa. Chauuuu