Esta ciudad se ha convertido en el paraíso de los niños. Durante esta semana, Titirimundi ha vuelto.
Han llegado los muñecos arrastrando sobre sus espaldas a unos seres humanos que tienen como misión, la de disfrazar la verdad de todo el asunto.
A ver si me explico.
La realidad es que los títeres decidieron hace años unirse en secreto para darse cita en esta ciudad a principios de mayo. Pero no se podían presentar de cualquier modo. Sabían, pues son expertos conocedores de las realidades humanas, que si lo hacían sin más podrían ser desalojados por la autoridad gubernativa.
Así que se reunieron con su mejor amigo en España: Julio Míchel.
Según mis noticias, todos sabéis que soy bastante despistado, debían correr los últimos días del año 1984 o los primeros de 1985, pero pudo ser cualquier otra fecha.
El mejor amigo de los títeres dormía en ese momento. (Creo que se me ha olvidado decir que los títeres sólo se mueven por su cuenta durante la madrugada). Unos días antes, durante una reunión celebrada en un lugar ultrasecreto, habían comisionado a un polichinela, a una princesa con trenzas amarillas y al lobo bueno, para que se entrevistaran con él.
Cuando llegaron a su casa, Julio ya dormía, así que hicieron lo que mejor saben hacer los títeres, colarse en los sueños del hombre.
¿Que por dónde se metieron?
Sobre este particular sólo dispongo de ciertas conjeturas; el rumor que cobra más fuerza es el que afirma que aprovecharon una rendija de sus ojos, y se montaron en un regato de luz que por allí se colaba, un hilo tenue que venía brincando desde una farola; otras informaciones sugieren que utilizaron un globo aerostático que traían con ellos para aprovechar la tibia brisa de su respiración nocturna; y otra opinión, sin duda promovida por gentes relacionadas con el sector científico, asegura que se limitaron a explicarle sus razones susurrándole a través de los oídos.
Sea como fuere, el caso es que a la mañana siguiente Julio, se levantó con la idea bien clavada en su cerebro: 'Organizaré un festival de títeres en Segovia'. Al escuchar a su propia voz enunciar este pensamiento, quedó convencido de la genialidad de la idea, y se puso manos a la obra.
Cuando llegó la primavera de aquel 1985, las calles de Segovia sonrieron con la presencia de los muñecos que parecían ser movidos por unos hombres y mujeres, pero en realidad era al contrario.
Los niños fueron los primeros en percatarse.
Yo, la verdad, me di cuenta un par de años después. Durante dos años creí que eran los manipuladores los que movían las figuras que por unos minutos cobraban vida. Había muñecos de guante, muñecos de hilo, había sombras chinescas, había seres con todos los aspectos que os podáis imaginar.
Pero una tarde, en la plaza de El Salvador, descubrí la verdad. El agua de la fuentecilla de la plazuela era una melodía tranquilizadora. El sol apretaba de lo lindo. Turbias nubes amenazaban tormenta. Como ocurría entonces, no había mucha gente dispuesta a ver títeres. Todo era más íntimo, más familiar, como si ensayáramos todos: intérpretes y espectadores. Digo que esa tarde me fijé, como por casualidad, en los niños, quienes sentados en el suelo, formaban corro alrededor de los personajes.
Cuando los niños miran un teatro de marionetas, ponen los mismos ojos que ponemos los adultos al mirar un informativo de televisión. Y entonces comprendí.
Comprendí que esos muñecos eran los portadores de su historia, y que simplemente disimulaban. No podían hacerlo de otra manera, porque a esas horas de la tarde o de la mañana, tienen prohibido moverse por su cuenta. Sin embargo los niños tienen la capacidad de descubrir un movimiento imperceptible a los adultos. Y la razón es que sólo se fijan en los protagonistas.
Ellos no están atentos a los gestos del manipulador, ni a las argucias técnicas que tienen que salvar para que las marionetas cumplan con su misión. Ni siquiera les preocupa un ligero error que alborota todos los hilos e impide que la mano izquierda, por ejemplo, vaya al compás que debe.
No, los niños entienden la historia desde el principio, y a través de estos muñecos se acercan a todo tipo de espectáculos. Y comprenden de igual modo las narraciones de toda la vida y las creaciones más vanguardistas.
Poco a poco, los segovianos descubrimos esa verdad, y poco a poco, esa verdad se transmitió de ciudad en ciudad.
Comenzaron a llegar los visitantes, sobre todo desde Madrid y Valladolid, pero también de otras partes de España y del mundo...
Todavía había segovianos de alto copete y enjundioso saber que miraban la algarabía que llenaba plazas y patios y ensanches de calles y jardines y el teatro con aire de superioridad. Decían o pensaban que una ciudad que tiene como máximo exponente cultural las representaciones callejeras de títeres, no sería nada en el ámbito de la cultura. Eran palabras que sonaban a mayúscula y parecían revestirse de un subrayado gritón.
Hoy ya callan. Es lo que tienen las evidencias.
Hoy saben que este sueño de Julio Míchel es un acontecimiento cultural de primer orden, y acaso lo que otorga una singularidad propia a Segovia. Tanto que, años después, y a pesar de las dificultades presupuestarias que a uno le amedrentan, se exporta otros lugares, tanto que la ciudad despierta por estas fechas.
Quizá es que el entramado urbano de Segovia, sea un escenario perfecto para este tipo de actividades, quizá es que las marionetas creyeron que Segovia se parece mucho a un escenario para un cuento de hadas.
No sé, no estoy tan bien informado.
Lo que sé es que hay muñecos y titiriteros que se acercan de todas las partes del planeta. No sólo vienen los que aparecen en el programa. Será que los muñecos no son xenófobos, y admiten incluso a los que no han sido contratados. Comparten las mismas calles. Cuando acaba una actuación programada, unos metros más allá comienza otra que no dispone de papeles, pero genera la misma ilusión y expectación.
Segovia se convierte en el paraíso de los niños, y de cuantos, por unos días, rebuscamos en nuestro almacén la mirada infantil que un día utilizábamos y que por precaución, no arrojamos a ningún contenedor de desperdicios cuando llegamos a la adolescencia.
16 comentarios:
Me será permitido decir que este es un extraordinario escrito.
Porque si no lo digo, reviento.
¡ OLE!.
ALENA: ¿Vale que te nombre a ti y no a la revista? Pues gracias, y que lo sigamos disfrutando. Ya están las calles que se sonríen y se frotan las manos... Y ya están las tormentas... Si es que nadie se lo quiere perder, ni los truenos ni los relámpagos. Pero ayer se sujetaron y hasta la noche, no cayó el agua, que vino a limpiar el alboroto de las gentes. Y a preparar las calles para hoy que os esperan a todos.
Amando, querido, te lo dije el otro día: eres un narrador estupendo. Haces que el lector se meta dentro del relato; y en este caso un relato, que no deja de ser una noticia. Estoy, pues con Alena.
Por otra parte, te cuento que conozco Titirimundi, desde hace tiempo y me parece, que a todos nos gusta sentirnos niños, por algún tiempo y como ellos, asegurar que las marionetas tienen vida propia. ¡Que nos demuestren lo contrario!
Gracias por esas buenas noticias; esas son las que queremos leer los blogueros. Para las otras, tenemos otros medios.
Voy a bajar un ratito a la playa, aunque el sol es un poco tímido.
Muchos besos desde el sur.
ISOLDA: No sé si te bañaras, pero si pudieras meter un poquitito los pies en el Mediterráneo amigo, y saludarle en mi nombre lo agradecería. Me llegan hasta aquí sus aires salinos tan benéficos.
Aquí el sol anda a monterazos con las nubes. Ha llovido, muy poquitín, no asustarse. Y ahora el sol está como de guardia de la circulación distribuyendo el tráfico de grises y blancos bólidos aéreos. Pero barrunto que el atasco que se acerca desde el norte es poderoso.
Estoy escuchando a Sostakovich y escribiendo el diario, dentro de un ratito, me iré a vestir con la mirada infantil que durante estos días cuelgo en el perchero, para no tener que buscarla mucho.
Que pases una feliz mañana marina.
Un beso
Querido Amando, has sabido captar el espíritu de titirimundi y de los integrantes de ese maravilloso cosmos que debería ser el que viviéramos como la realidad cotidiana y no ésta que nos muestran en lo noticieros y comprobamos en la intragable constatación diaria.
Tu relato exuda armonía y ternura y está narrado con el vuelo de esa pulga en el aire haciendo las cabriolas pertinentes antes de sumergirse en las piscinas de nuestra imaginación.
Buena temperatura, amigo, y coincido con la dos damas que me antecedieron en el comentario.
ADRIÁN: Lo de la pulga... Es el espectáculo más veterano del festival. Se repite año tras año, y años tras año cada sesión, no sé si son cuatro al día se llena... La verdad es que se hace en un patio muy pequeño, muy coqueto, perteneciente a un palacio renacentista, en plena Calle Real.
Pues nada, amigos, que la pulga no se cansa de sus cabriolas, de sus baños, de sus arriesgadas piruetas. Os garantizo que se ve, que está, que nunca falla... todos los que la hemos visto en directo os lo podemos asegurar.
He estado en la playita y he metido un dedo en el agua (helada), pensando en tí y en toda Segovia. Acabo de ver unas imágenes, en directo, de Titirimundi en las noticias. Había que ver las caras de ilusión de los niños.
En donde yo nací, se llama teatro de guiñol y las marionetas, “titellas” o “putxinel-lis”, que mientras lo escribo me doy cuenta de que al menos, la segunda viene de la Comedia del Arte italiana.
Buenas noches, Amando, besos del mar, seguiré por ahí.
Yo, como segoviano y vecino de esta pequeña y humilde ciudad, estoy orgulloso de que en estos dias y año tras año, acojamos este maravilloso espectáculo. Tu has relatado el espíritu del mismo y la genial idea que Julio Michel tuvo un dia y que supo mover los hilos de manera magistral superándose en cada edición; creo que todos reconocemos su mérito.
A mi en cada espectáculo, además de seguir la historia, me gusta cómo con unas tijeras y un simple trozo de cartulina, se engendra una rana o un colibrí o un caballo o una ...; me gusta seguir esos geniales y precisos movimientos de muñeca que nos hacen creer que los hilos no existen y que la música que suena, realmente la está tocando ese ser de negro con pelos alborotados y ojos saltones sentado frente a un piano. Es estupendo ver las distintas partes de los muñecos y los artilugios que componen estos espectáculos y como sus "creadores" las ensamblan y articulan para conseguir tal naturalidad y elegancia.
En fín, TITIRIMUNDI es todo un espectáculo, larga vida a TITIRIMUNDI.
ISOLDA: Gracias por el detalle. Y no sabes qué en serio lo digo. Lo de teatro de guiñol es igual en todas partes. Pero aquí ya estamos tan acostumbrados a lo de títeres que hasta se me olvidó escribirlo anoche... y yo desesperado buscando sinónimos... vamos a los guiñoles, se decía, ¿no?
JAVIER: Efectivamente, eso que tan bien nos cuentas es otra de las facetas de este festival, cómo se puede crear un muñeco casi de cualquier cosa. Y tal y como afirmé anoche y sostengo ahora, entre los guiñoles, títeres, muñecos, titellas, putxinel-lis, y demás individuos de esta clase de seres vivos, se llegó al acuerdo de reunirse una vez al año en Segovia. Utilizaron como embajador a Julio Míchel y tanto fue su esfuerzo que hemos visto muñecos en el agua, en carromatos, de sombras, de papel, de hilos, de guante, manos que el titiritero desconocía que tenían vida propia...
Y más aún. Hay una actividad dentro de este festival que lleva unos cuantos años y que es como una cantera.
Lo llaman TITRICOLE y consiste en que los colegios, creo que es hacia los 9 ó 10 años, pero no estoy seguro, crean su propio espectáculo que se representa en público, en la calle, durante las mañanas de la semana laboral.
Una de mis hijas participó con un montaje que tomó como base la música de "Pedro y el lobo".
Titirimundi...espero poder acudir alguna vez... ¡me entusiasman los títeres! Y tu relato y los ´titeres, me han llevado a mi infancia en el campo charro. Vivía en mitad del campo y en los fríos inviernos acogíamos en casa a los aspirantes a toreros -llamados "maletillas"- que iban por las dehesas salmantinas a los tentaderos de toros bravos. Los dueños de las fincas y de las ganaderías no les permitían pernoctar en sus dominios...para evitar que torearan a las camadas por la noche,se decía... la realidad creo que era otra... Bueno, pero en mi casa, no había ganadería de toros bravos...y sí un camastro y una comida caliente para todo el mundo.. Y allí venían. De todos ellos, los niños/as que allí crecimos, recordamos a "El Toto", un aspirante a figura del toreo que, al caer la tarde, venía con sus títeres y su hatillo al hombro. Lo esperábamos con ansiedad y,cuando lo veíamos aparecer por los tesos, enfilábamos el camino corriendo a su encuentro. ¡Teníamos gran fiesta asegurada! Peleábamos para coger su hatillo con sus pertenencias. Se las llevábamos hasta la casa, cuesta arriba con mucho gusto pues,así, él iniciaba ya el trasteo con sus títeres. Ya en casa, los padres nos regañaban y exigían que le dejáramos descansar, entrar en calor, comer un poco. Merendábamos sin rechistar y comenzábamos a "organizarnos": colocar las mesas, las sillas...Mi madre ponía una sábana colgada como telón y mi padre, otros maletillas, o el sr. Felipe,con maderas o palitroques, renovaban los esqueletos de los personajes. Mientras mi madre,mi abuela, la Sra. Mariana...en un plis plas elaboraban con telas viejas el "vestuario" de los personajes. Todo listo. Cuando mi padre lograba que se "oyera el silencio"...¡empezaba la función! EL TOTO... Dios! mil y una representaciones...príncipes, princesas, toreros, tiranos, ladrones, personas malas y buenas... Siempre ganaban los buenos y los más pobres...siempre había una moraleja... siempre había una historia de amor...y de adversidades...y de triunfo del más generoso... y de... No puedo continuar... EL Toto, siempre en mi corazón...eran los años 60...yo era una niña...pero, muchos años despues, lo localizamos muy viejito, en una residencia de las hermanitas de los pobres en Zamora, y para allá fuimos una representación de la familia a verle y a devolverle de la mejor manera posible todo lo que nos había dado. Hasta su muerte, unos años después, procuramos que nunca le faltara nada de nada y sobre todo, el cariño y las visitas de sus "niños" y de toda la gente a la que nos hizo tan felices en las largas noches de invierno...Murió y tuvo un entierro de figura del toreo, pero, sobre todo, de maestro del títere...Le lloramos y nunca le olvidamos, porque instaló algo muy importante en nuestros corazones...Hoy, veo un titiritero con sus muñecos y le veo a él...
Amando, dando un largo paseo a la orilla del Mediterráneo, en una preciosísima tarde, tu relato de hoy me ha llevado a lo que acabo de contar...Confieso que los recuerdos me han emocionado un poco, pero decidí que al llegar a casa, terminados los "deberes" de la semana, me ponía a escribir,como remedio contra la melancolía...Y eso es lo que acabo de hacer... Perdonad por la extensión y la emoción. Felices sueños y abrazos africanos. María.
Gracias, Amando, por acercarnos Titirimundi con la magnífica narración que haces. Ojalá que nunca perdamos esa mirada de niños que hoy impera en el limpio aire segoviano. Un abrazo.
MARIA: La emoción que sentiste ayer por la tarde, ha pasado completa a tu texto, y hasta la pantalla de este máquina parece que ha tomado pulsaciones humanas.
Qué grande el Toto, qué grande el ser humano cuando profundiza en su interior y se despoja de todo lo que es superfluo...
No, no me extraña que no hayas olvidado nunca aquellas tardes de títeres previa merienda y elaboración de aterezzo.
Un abrazo mañanero.
MARIA SANGÜESA: Gracias María por tus palabras. No, no es mala meta esa. Como acabo de escribir a tu tocaya residente en África, cuando el ser humano se dedica a buscar lo auténtico es mejor, y la mirada de los niños es limpia y auténtica.
hoy he estado en el circo de las pulgas ,es increible tener esos instantes mágicos, es una suerte vivir aqui.
me encanta tu blog!!!!!!!!!!
CHUS: Cuánto te he echado de menos.
Por favor, confirma a todo el personal que la pulga está presente, siempre está presente.
Un beso.
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