lunes, 15 de octubre de 2012

Donde piden los pobres




Y después de Auschwitz
y después de Hiroshima,
cómo no escribir.
(José Ángel Valente. Al dios del lugar)
I. Preguntas
¿Y ahora qué?
¿Ahora nuestra sangre
de esclavos disfrazados como criaturas libres,
se fundirá con el estiércol?
¿Tiene que barbotar en cada grieta,
que torna en adoquines de dolor
los toboganes de miseria,
un río de cadáveres, un surtidor de muertos,
otra lava de vértebras sin tumbas?
¿Y ahora qué?
¿Ahora nos sentamos en la calle,
y pedimos limosna resignados
como si nuestras manos extendidas
tuvieran culpa o fueran criminales
sobre cuyas espaldas dormitan los fantasmas?
¿Y ahora qué?
¿Ahora nos sentamos en la calle
con los dedos cerrados
empuñando pistola y rabia,
apuntando a demonios invisibles?
¿Y ahora qué?
¿Ahora nos sentamos en la calle,
inermes, despojados y desnudos
y en mitad de las plazas,
a vosotros, cobardes poderosos,
os miramos de frente, cara a cara,
fijamente, sin pestañeos,
para que comprendáis por qué morimos?
¿Y ahora qué…?
A vosotros, cobardes poderosos
os estoy preguntando:
no volváis la cabeza, no miréis a otro lado.
Ahora que nos habéis matado
sonrisas y futuro,
ahora que rebosan vuestras cuentas
como una inundación de asesinatos,
decid, ¿qué más os hace falta?
Acercaos aquí
si aún os quedan agallas, y contadlo,
si es que aún vuestras gónadas
son de criatura humana.

II. Alegato
Pero antes escuchadme:
subido al mismo púlpito donde piden los pobres,
en esta misma esquina de la calle,
ofrezco mi palabra, la desnudo y la extiendo,
como una mano
sin joyas o perfumes que la adornen,
la yergo como un cuerpo enhiesto y decidido.
Hoy no engalanaré los versos,
ni me engañarán lenguas de serpientes,
las que usáis cual corbatas en vuestros ademanes.
Yo sé que os gustaría,
regresar a otros tiempos,
a tantos dormitorios de la historia
en que algunos humanos
no eran tratados como humanos.
Sé que os arrepentís todos los días
de habernos permitido excesos.
Sé que os arrepentís todos los días,
de habernos tolerado
degustar el aroma de la libertad,
aunque fuera infinita
tanta sangre inocente derramada.
Sé que os arrepentís todos los días
de habernos tolerado
que nuestras huellas toquen vuestras sombras,
que nuestros ojos miren a los vuestros,
como cualquier igual mira a su igual.
Sé que os arrepentís todos los días
de habernos permitido
soñar que nuestro mundo
no es otro diferente al vuestro.
Y sé que vuestras manos
y vuestras billeteras homicidas
huelen a sangre y cementerio.
Y sé que sois hipócritas,
pues hiede vuestro aliento a pudridero.

III. Seis Maldiciones
Ay de vosotros,
matones planetarios,
que gritáis la defensa de nuestra libertad,
precedidos de horrísonas trompetas,
mas os enriquecéis
lamiendo vergas de tiranos,
que matan a sus pueblos, con vuestras viejas armas,
para que nunca olviden
el antiguo y noble arte de la guerra,
aunque los proxenetas del idioma
propongan que es correcto decir conflicto bélico;
ay de vosotros,
seréis malditos,
porque vuestra bandera es muerte,
y la muerte os será propicia,
y os tornará manjar apetitoso
para buitres hambrientos y huérfanos famélicos.
Seréis malditos.
Ay de vosotros,
traficantes de sexo y de mujeres
vosotros, homicidas de futuro,
vosotros, sanguijuelas de almas,
que usáis de la pasión y del deseo,
que usáis de nuestro fuego,
y con su dignidad y con su hambre
levantáis torres de euros,
y con su miedo hacéis imperios
para que vuestras hijas y mujeres,
vuestras amantes, vuestras concubinas
presuman de virtud y de riqueza,
seréis malditos,
seréis como heces,
seréis vulvas violadas sin descanso.
Seréis malditos.
Ay de vosotros,
sádicos presidentes de multinacionales
que compráis democráticas campañas
y obtenéis beneficio de gobiernos
donde no hay diferencia
entre un trabajador, un buey o un perro.
A cambio de su vida y de migajas,
os regalan el barro los hambrientos
y les vendéis vasijas.
Seréis malditos,
por haceros verdugos de los hombres,
crueles infanticidas, atroces homicidas.
Seréis malditos,
seréis el pavimento donde pisen
los perros y los bueyes y los hombres.
Seréis malditos.
Ay de vosotros, sabios ignorantes,
inútiles expertos en finanzas
que rezáis cada instante una blasfemia atroz,
la que torna al dinero en dios,
dios que empuña un alfanje siniestro
que cercena gargantas
de hombres desocupados, enfermos, ancianos,
el dios imperdonable
que proclama que somos un motor,
un martillo, una cinta de montaje,
puro ser productivo, puro consumidor:
seréis malditos
ministros de exterminio,
como una vieja máquina llegaréis al desguace
y seréis desbrozados miembro a miembro.
Seréis malditos.
Ay de vosotros, clérigos indignos,
que usáis a dios a vuestro antojo,
y lo vendéis
a quien mejor proteja vuestro templo;
y sembráis miedo
como balas disparan los fusiles;
y pensáis que la brisa
puede atraparse en jaulas,
y que el Amor actúa bajo normas,
y la paloma sabe fronteras y liturgias,
y el culto no es misericordia.
Seréis malditos,
porque no se perdona a quien atenta
contra el soplo invisible del espíritu,
porque quien no sitúa el corazón
en el dolor y en la miseria,
detiene los latidos del Amor,
porque ocultar la luz bajo las mitras,
es cegar las pupilas del amor.
Seréis malditos.
Ay de vosotros, títeres estúpidos,
de sonrisa vacía, de palabra engañosa,
ay de vosotros,
políticos abyectos
que tan sólo servís
para masturbar a los amos
y ofrecer vuestras nalgas
a quienes os financian las mentiras.
Seréis malditos
por vulgares rateros,
por vendernos en pública subasta,
y esquilmar nuestra tierra y nuestros hijos.
Seréis malditos,
serán vuestras palabras un graznido
que el huracán engulle,
y serán vuestras manos de ladrones
el plato donde coman vuestros pobres.
Seréis malditos.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Antonio Porpetta, premio de las letras valencianas 2012

(Antonio Porpetta recibiendo el galardón de manos del Presidente de la Generalitat Valenciana.
-Foto Elda noticias.com-)


Casi sin rastro ha pasado la noticia.
Antonio escribió participando la buena nueva de esta distinción, concedida cada dos años, y que viene a reconocer una trayectoria, no una obra en concreto. 
Ayer día 9, si no estoy en un error, fue el acto de entrega de los premios.
Quizá las noticias que ocupan los periódicos son tan trascendentales que tienen ocupados a los hunos y los hotros, que diría Unamuno, en asuntos de trasecendencia absoluta.
Y así, cuando uno esperaba que los medios se ocuparan del asunto (aunque sólo fuese una columna o un suelto), sólo ha sido en la prensa regional y local (y no con mucha extensión) donde ha habido algún eco del galardón. Aquí puede leerse un ejemplo.

Quizá ocurra igual en cada Comunidad Autónoma. Cuando en Castilla y León sucede lo mismo, el 23 de abril de cada año, el silencio me parece más lógico pues la fecha coincide con la entrega del Premio Cervantes, del día de Sant Jordi en Barcelona y comparte escalafón con la misma distinción en territorio aragonés.
(Por premiar que no quede).
El caso es que Antonio Porpetta es amigo, el caso es que tengo la oportunidad de recibir sus comentarios, de conversar sobre algunas cosas. 
Gracias a Paloma Corrales y a su Conversando de 23 de junio de 2011 conocí a Antonio [casualidades de la vida, el mismo itinerario seguí con Elvira Daudet]. Gracias a este descubrimiento, tuve acceso a su obra de la que hice una reseña en su día.
Y aunque sólo sea por esta relación, me apetecía, y mucho, dar aquí noticia de este galardón, por si aún alguno no ha tenido noticia de ello.
Ya se sabe que los premios literarios no son mediáticos, y mucho menos si recaen sobre un poeta, y mucho menos si lo es sobre un poeta poco 'popular'; pero aún queda un rincón en la blogosfera (verdadero refugio de la poesía) en que no sólo es bien recibida, sino que es la razón de la existencia de muchos blogs, incluso el suyo.

domingo, 7 de octubre de 2012

Elvira Daudet. Antología poética.


Me acabo de enterar, como quien dice [gracias, Isolda] de la nueva publicación de Alacena Roja. Su editora, Luisa Navarrete, trabaja firme, pues, si las cuentas no me fallan ha editado ya cinco libros.
En este caso no quiero esperar más para invitaros a que acudáis a la lectura de la “Antología poética” de Elvira Daudet.
Como breve anticipo aquí dejo las palabras que la propia autora ha escrito en la solapa de la publicación. Toda una poética condensada, toda una declaración de principios que, doy fe, ha cumplido desde el principio en toda su obra que (y a pesar de la última frase del prólogo de esta antología) espero siga creciendo con la misma contundencia y calidad con la que ya nos ha regalado en los últimos años en “LaberintoCarnal” y “Cuaderno del delirio”:

Mi poesía tiene como principio y fin la criatura humana, todo lo demás está subordinado a este valor. Entre lo sublime y lo común, yo elijo como materia poética lo común: el pan antes que la rosa. Frente a la ambigüedad de ciertos poetas que ocultan su nadería con humo o sobredorados que confunden a los lectores, yo opto por la claridad de la palabra desnuda, aunque hiera, que todos puedan comprender.
Únicamente me mueve a la poesía el dolor, el mío y el ajeno. Par mi mal, nací con la tara en el alma de la guerra, en un solar empapado de sangre y minado por los muertos. (Elvira Daudet. "Antología poética".)

Desde aquí se puede acceder a la publicación.


domingo, 30 de septiembre de 2012

Quicio de septiembre (Oniliria XVI)


Mañana de septiembre sentado ante la lluvia. La melancolía se pasea desnuda y me contempla con lujuria. Quiero apartar mis ojos de ella, pero es tan atractiva, tan hermosa. Intento escribir versos, aunque sean oscuros, cualquier idea absurda como una cebra azul que me distraiga, pues sé el peligro que me acecha.
Pero no puedo, nada se me ocurre. Ella ante mí, sinuosa, cantándome con voz de mil campanas que alumbran esqueletos, mostrándome su cuerpo sin pudor y sin obscenidad: la serena pureza del tiempo y la costumbre.
Le falta sonreírme, guiñarme un ojo, hacerme ese gesto inequívoco; pero ella no sonríe, excepto cuando llora, excepto cuando sabe que tendrá más fuerza el brillo de sus ojos que la curva delgada de sus labios.
Llueve en el quicio de septiembre. La mañana es hermosa casi como una perla, y ella danza ante mí. Cómo cimbrea el cuerpo apetecible: sin rubor y sin prisa. Me conoce y está segura de que me entregaré a sus brazos, incrustándome a sus poros, recorriendo centímetro a centímetro su piel con mis labios como dedos. Intuye que mis dedos como labios libarán cada pliegue de su anatomía. Y desembocaré, labio, surtidor o dedo, en su entraña, mandorla de vacío.
Se acerca tal que niebla, extendiendo su brazo de alga y mirlo. Se acerca como arroyo y sombra de una estrella. Continúo sentado en la mañana, y sus ojos me imantan como un lago infinito, y mis ojos ahora son incapaces de mirar a otra parte, ya casi son un surtidor, un dedo, un labio perdiéndose en su entraña.
Pero he de contenerme, no dar el paso. Dejaré que sea ella quien baile ante mí, quien muestre sus encantos, todos ellos. Intentaré vencerme, vencer mi inclinación. Si quiere mis caricias, mis besos y mi entraña, tendrá que venir hasta aquí, tendrá que desnudarme, y abrazarme y besarme y llevarme, muriendo, hasta su centro.

sábado, 22 de septiembre de 2012

En cada corazón, en cada sangre




A veces todavía
pretendo buscar el poema,
transitando enormes palabras
de esdrújulos significados,
con tetrasílabo sentido
—que sea pentasílabo deseo algunas veces—,
e hiperbólica trascendencia.
Parezco explorador de naciones telúricas,
o astronauta de hiperbatones
y de confusas paradojas,
o inextricables sombras de metáforas,
como pesadillas nocturnas
enterradas en laberintos,
donde no encuentro nada,
quizá por mi torpeza,
quizá por mi hipermetropía.
A veces, todavía,
no entiendo que el poema no se busca,
sino que me interroga,
me ilumina y me sacia;
y más que aparecer, renace, brota,
como brota una brizna
de hierba en los resquicios de dos losas
de un adoquín estéril y prosaico.
Mis versos son palabras cortas,
de llanas acepciones,
de monosílabo sentido
—bisílabo por accidente—
y trascendencia cotidiana.
Más que explorador o astronauta,
soy arador confuso
de un breve surco expuesto al hielo,
la nieve, o el granizo,
o al pedrisco asesino de cosechas,
o al chubasco y la lluvia y el orvallo,
al viento y a la brisa,
al sol, a las estrellas, a la luna.
A veces, también soy el transeúnte
subido a zapatillas viejas
que pasea por calles y plazuelas
y choca con pupilas desahuciadas,
o encuentra un corazón exangüe,
o es testigo de un llanto milenario.
Entonces me convierto en grito o en desgarro.
Se nutre mi poema de la arcilla
que alimenta y alumbra mis latidos,
como toda la arcilla que arde y vuela,
en cada corazón, en cada sangre. 

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Amanece




Amanece despacio el día
como si se pensara,
como si no tuviera decidido
el número de sílabas precisas
para sus versos,
o su estricta cadencia
para que en su latido
quepa la vida entera:
pulsos, sueños, angustia,
dudas, besos y risas
sobre este campo
de amapolas, de trigo y de lavanda.
Amanece un cristal traslúcido,
un aroma de nubes,
una lluvia de pétalos
de colores muy lentos tal que dedos
sin aristas filosas o áridas melladuras.
Amanece una copa intacta,
ni siquiera un pedazo con astillas
como una frente atormentada,
sobre este campo
de amapolas, de trigo y de lavanda.
Ni mi dolor de lágrima nocturna
podría ennegrecer tanta belleza
como de acogedor vientre materno.
Ni este desgarro oculto por donde me desangro,
por donde se despeña mi horizonte,
por donde crece la tragedia,
podría apagar su llama que ya alumbra
sobre este campo
de amapolas, de trigo y de lavanda.
A pesar del desgarro,
aunque me duela respirar,
amanece despacio:
un lánguido pensarse,
un aroma de nubes,
una lluvia de pétalos:
copa intacta, cristal traslúcido…
llama creciente,
sobre este campo
de amapolas, de trigo y de lavanda.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Hay noches que... (Oniliria XV)



Hay noches que me cuesta fugarme de mi piel para encontrar tus pasos, para sentir tu llama, para entender tu sueño. Hay noches que mis poros se me cierran y amordazan el vuelo como si un guardián persiguiera con saña mis afanes.
Quizá piel y alma sean haz y envés de una hoja fugitiva: alentada materia, espíritu embarrado, pero hay noches que siento una persecución de alacrán impaciente entre mi piel y mi latido.
Durante algunas noches, como si el escorpión fuera metal, siento un miedo de aristas incendiadas, sospecho que está próximo —a la distancia de un latido—, la victoria del alacrán.
Ya sé, parezco un niño, pero hay noches que me cuesta fugarme de mi piel para encontrar tus pasos, para sentir tu llama, para entender tu sueño.

martes, 4 de septiembre de 2012

Eterna Luz Sonora (Un poemario como un blog)


Después de unas semanas de lecturas y reflexión, he decidido reeditar en formato blog mi poemario Eterna Luz Sonora.
A diferencia de otros blog al uso, nace con todas sus entradas publicadas. Se trata de un poemario que ya lleva un tiempo escrito, y que en su versión de 2010 fue publicada en la plataforma digital Literatura Nova.
No pretendo engañar a nadie, ni crear falsas expectativas, por ello transcribo aquí este fragmento del prólogo a esta edición que allí podéis leer completa, donde se intuye con claridad el tema del poemario:
Al principio —finales de 2002, inicios de 2003—, creí que se trataba solamente de las resonancias que en mí despertaba la música de Juan Sebastián Bach. Y así era (y sigue siéndolo). Pero con el paso del tiempo fui descubriendo que tales reverberos alojan el reflejo de algo sustancial en mí. O dicho de otro modo, lo que me parece que viene a proponer la música de Bach no es otra cosa —pero dicha en el idioma más hermoso de la humanidad—, que la búsqueda y el encuentro entre criatura y creador.
[Para evitar malas interpretaciones, me apresuro a aclarar que no estoy hablando de religión, si de espiritualidad. La distinción quizá sea simplista o sutil para muchos, pero baste enunciarla para señalar que, según lo veo, existen diferencias entre una y otra cosa. A veces excesivas. Quizá por ello huí desde la primera redacción de las obras ‘litúrgicas’ —que son la mayoría— del ‘Viejo Peluca’, quizá por ello me dejé llevar por las Suites para violonchelo, Los conciertos de Brandenburgo, Los conciertos para violín, los dos libros de El Clave bien temperado, y El Arte de la Fuga.]
Ahora doy otro paso. Comparto este poemario en esta versión. Quizá podría haber optado por otro formato incluso digital, pero por alguna razón que aún no soy capaz de expresar de modo racional, he decidido hacerlo de esta manera, quizá simplemente porque me apetecía mucho y porque en este formato me encuentro a gusto.
Aquí os dejo el enlace al blog, para que si os apetece, cuando os apetezca, os deis una vuelta por él. Sólo aclarar que cada poema, o entrada (los prólogos, por ejemplo) están en una página, por tanto hay que navegar por el blog pulsando al final de cada entrada, donde dice: entradas anteriores, o entradas más antiguas. También se puede pinchar en las etiquetas. De este modo se pueden leer varias entradas agrupadas bajo el mismo criterio.

miércoles, 29 de agosto de 2012

A las doce de la noche


(Para Ana Joyanes Romo. Microrrelato.
Basado  en hechos, más que reales, cotidianos)

A las doce de la noche me torno calabacilla a punto del desahucio.
Algunas veces procuro continuar rodando; pero carezco de ruedas, ni siquiera cuento con algún pedículo que pudiera funcionar como pie, pezuña, pata… Nada. Alguna madrugada me haré daño de verdad.
El tiempo avanza inexorable. Ella sospecha que no juega limpio.
—Seguro que se dopa —dice—. Parece que las doce llegan antes cada día. Como si no fuera bastante con esta limitación absurda —murmura desazonada—. Hay horas con minutos de treinta segundos y con sólo setenta u ochenta centésimas. —A tanto llega la desesperación que farfulla—: Tiene un pacto con Cronos, estoy segura… Así es imposible.
No es que mi Cenicienta esté quieta durante el baile, esperando de brazos cruzados a que el príncipe se fije en ella. Sabe que si actuase con tal desidia (acaso orgullo) todo sería imposible, pues en este baile cotidiano las bellezas simpáticas, inteligentes y originales abundan.
Bien lo sabe ella.
Cuando la acerco al baile cada tarde, negocia con el hada. Pretende que le permita estar más horas cerca de las mansiones, aunque sea antes del inicio de la fiesta.
—Quizá el príncipe acabaría fijándose en mí —suspira.
Pero el hada es inflexible, aunque siempre le habla con cariño, yo diría que con ternura, cosa que Cenicienta no aprecia lo suficiente.
—Tienes desde ahora hasta las doce, ya lo sabes. En vez de protestar, agradece que te permitan seguir acudiendo cada día. Tendrás que ser más inteligente y más constante, tendrás que saber cómo mirar al príncipe para que él aprecie tu presencia.
Cada jornada se repite la conversación, cada día es lo único que escucho; ya no sé nada más, porque el viaje de regreso nunca lo hago. Siempre me quedo tirada junto a la verja de acceso, convertida en calabaza agotada, casi desahuciada.
Alguna vez he intentado llamar su atención para que regresase antes de la hora y hacer por una vez el retorno como corresponde. En tal caso le diría que quizá ya ha pasado su tiempo, que su zapato de cristal se hizo añicos; pero, repito, es una pretensión inútil. A partir de las doce de la noche, aunque me arrastre por este camino de piedras que me torturan, sólo veo cómo Cenicienta corre y corre, a veces envuelta en llanto, a veces con ganas de gritar, siempre descalza. Llegará desolada a su casa; quizá tarde en conciliar el sueño, pero sus hermanastras, en silencio, ya le han preparado las tareas que antes de las siete de la mañana tiene que empezar a ejecutar o, de lo contrario, ni siquiera tendrá derecho al baile diario, aunque concluya demasiado temprano: a las doce de la noche.

viernes, 24 de agosto de 2012

Silencio


Hay momentos, cuya duración no se puede medir aplicando criterio humano, en que conviene más el silencio. No se trata este silencio necesario de una inacción perezosa, ni viene provocado por una acidia del alma (ni del ánima, ni del ánimo). Quizá pudiera parecer lo contrario, pero el silencio al que aludo, provoca la misma extenuación que cualquier frenesí, porque se trata de hacerme todo escucha, como radar dispuesto a intentar captar hasta el latido de las alas quietas de un insecto. Es, pues, un silencio que contempla y que, por ello, requiere del concurso de cada una de mis potencias, por frágiles que sean.
Hay momentos en que importa más, dejarse hacer que hacer, porque para poder entregar algo, primero es imprescindible tenerlo, y para poseerlo es necesario haberlo encontrado, o haber encontrado el modo de entregarlo. (A veces sucede que uno posee lo que busca, pero si no acierta a darlo, no lo tiene). Dando por cierto que sólo halla quien busca, no es menos cierto que la pesquisa es eficaz cuando cada sentido está pendiente del hallazgo.
[También es posible —pero esto forma parte del proceso de búsqueda y de la atenta escucha— que no haya nada más, que se haya agotado mi tiempo. Es posible, aunque intuyo que no probable, pero es menester prever cualquier posibilidad por muy improbable que parezca].
En fin, quizá perciba a lo lejos el murmurio de la fuente, pero necesito adentrarme en el sendero correcto que desemboque en su manadero, o de lo contrario, aunque no esté lejos, mis pasos sólo serán un cazcaleo sin brújula, sin tino. Es noche cerrada, apretada. Sé que camino al borde del cantil y más que nunca preciso no errar la dirección de mis pasos, para que, al fin, mis ojos vean su mirada.

viernes, 3 de agosto de 2012

Pasión. (Oniliria XIV)

(Imagen tomada de Internet:
“Éstrellas calientes de Joaquín Rodríguez Martín, Nabuco)).





Su vida había sido una pasión: descubrir la belleza del Universo. A ese afán dedicó los latidos de sus días desde que recordaba, desde que su memoria le acompañaba como sombra de la mente. Una noche de insomnio, casi una vida después, una noche de temperatura cálida y cielo despejado, pero huérfano de luna, salió a la calle y miró a lo alto. Entonces decidió que abandonaría el telescopio. Buscaría donde sólo puede estar la respuesta.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Llegarás, muerte





llegarás, muerte,
lenta como segundo,
siempre presente


llegarás, muerte,
veloz como universo, 
siempre en camino


llegarás, muerte,
fugaz como la historia, 
siempre a la espalda


llegarás, muerte,
libre como un aroma, 
flor invisible


llegarás, muerte, 
callada como un alba,
no será pronto


llegarás, muerte,
callada como ocaso, 
no será tarde


llegarás, muerte,
beso, horca o guadaña,
y será tu hora


llegarás, muerte,
luz de sol o de estrella, 
inexorable

miércoles, 25 de julio de 2012

¿Despertará Caín en nuestras médulas?






Se desgarran mis versos
como jirón de luto anticipado,
preludio de las tumbas.

¿Despertará Caín
en nuestras médulas?
¿Caerá otra vez Abel
                                  bajo su inquina?
¿Beberá nuestra tierra
de su sangre?
¿Se encrespará Caín
en nuestras médulas
para matar a Abel
con la quijada,
la navaja, el fusil
                             o un bombardeo?
¿Enseñará Caín
aquella marca
con la que el mismo Dios
lo hizo intocable
aun caliente 

el cadáver de su hermano?

Se desgarran mis versos
como jirón de luto anticipado,
preludio de las tumbas.

La vieja piel de toro 
que me acuna 
arde en un fuego 
que se abrasa 
en un odio inextinguible, 
un odio que alimenta 
nuestra sangre,
un odio que descubre 
las distancias, 
algunas diferencias, 
                                     el rencor…
Un odio que germina 
sobre un surco 
de miedos y de envidias, 
sembrado por sectarios y mesías,
por verdaderos
seres inhumanos.
Un odio como polen de terror:
el semen del bozal,
el semen de los yugos,
el semen de los crímenes,
el semen de los genocidios,
el semen de las lágrimas que riegan
el osario de España.

Se desgarran mis versos
como jirón de luto anticipado,
preludio de las tumbas.

Historia repetida 
siglo a siglo, 
batallas 
esparcidas en la piel
de cada calendario, 
como una estación más 
en nuestras vidas,
entre la primavera 
y el verano

Se desgarran mis versos 
como jirón de luto anticipado, 
preludio de las tumbas.
Mientras,
veo más brazos sin labor,
y manos llenas de aire
                                          sin caricias,
y ojos con el futuro calcinado,
y madres revestidas
de insomnio interminable,
y más hambre
saciando su ceguera
junto a los basurales malolientes
en donde la opulencia
es desperdicio.

Se desgarran mis versos
como jirón de luto anticipado,
preludio de las tumbas.

sábado, 21 de julio de 2012

El ocaso son pájaros confusos



[Escucho al cantautor 
cantando sus poemas de voz rota,
llenos de garra, rabia y rebeldía.]
Quizá ni el vendaval de esta tarde de estío
pueda llevarse lejos 

—más allá del postrer acantilado
de este Planeta enfermo—,

los malos pensamientos e injusticias,
las lapidarias formas de decir
que no somos personas, sino esclavos,
las lapidarias formas de engañar
según las isobaras nos aplasten
o el escorpión de turno haya dormido.
[Escucho al cantautor
cantando sus poemas de voz rota,
llenos de garra, rabia y rebeldía.]
El ocaso son pájaros confusos:
más que volar están siendo volados;
como nosotros mismos
pues ya no caminamos, nos caminan,
nos conducen a golpe de miedo y amenaza
hacia el postrer abismo del Planeta.
Una víbora muerde al rebaño lastimero,
sólo presta atención al grito de los buitres
que empiezan a gozar con el sabor
de toda nuestra carne y nuestra sangre.
[Escucho al cantautor
cantando sus poemas de voz rota
llenos de garra, rabia y rebeldía.] 

miércoles, 18 de julio de 2012

Regreso de Madrid, noche de junio


Regreso de Madrid, noche de junio, con toda la pobreza de sus calles ruidosas (a pesar de su aspecto sonriente y danzarín), enclavada en mis ojos extraviados. Pero ya no hay opción para el engaño, tampoco para hechizos fugitivos. El alcohol como abismo de las mentes coloniza y destruye más miradas. La miseria embadurna uñas y pieles, las viste con diseños casi arcaicos, que vuelven con furor a nuestras vidas. La fetidez oscura y glutinosa que repta desde el aire a mi nariz. Dos hermosos caballos (día y noche), tan altos y tan fuertes, se acercan distraídos y obedientes, montados por agentes policiales. No estoy acostumbrado a este paisaje, mis pupilas acunan distintos horizontes. Aquí inspiro pobreza, como un átomo del etéreo elemento que permite la vida: oxígeno y pobreza, hidrógeno y angustia, nitrógeno y dolor, vapor de agua y miedo, dióxido de carbono con orín, ozono y heces, criptón y borracheras, argón y esquizofrenia. Esta noche, una brasa sobre junio, no hace falta mirar con más detalle, ni escrutar en rincones muy sombríos, ni perderse al envés de una luz tenue, acaso moribunda; ni siquiera es precisa una mirada. Hoy sólo respirar es suficiente para que la penuria se me adentre. Como si protestara, como si se quisiera hacer presente, como si reclamara sus derechos, hasta ayer arrumbados dentro de espacios mínimos, ocultos y alejados (siempre lejos). La manifestación de la escasez ha sido autorizada, me susurran los belfos de la yegua castaña, mientras se contonea lentamente sobre los adoquines de Santa Ana en dirección al Prado, como si caminase sobre una pasarela.