Portada del libro |
Uno llega hasta donde llega (que últimamente no es mucho). Una de las satisfacciones mayores de los últimos meses ha sido poder prologar "Historias de microtintas y otros cuentos" de Marcos Alonso.
He tardado más de lo previsto en subir este micro, por una sola razón: quedé con Marcos en hacerme una foto con su libro ante un monumento de Segovia. Y aún no lo he hecho... No será porque falten lugares en la ciudad donde hacerlo, sino porque los días en que he podido hacerlo, se me ha olvidado salir con el libro de casa... Pero todo llegará.
O eso espero.
Y éste ha sido el prólogo que abre un libro, cuyos textos creo que son de lo más apetecible para cualquier lector, sobre todo si quien lee es de los que cree que el ser humano, aún en los casos más complicados, siempre merece una oportunidad, al menos la de explicarse:
Una cierta mirada
(Microrrelato a modo de introducción)
Tras apagar el ordenador, estirar los brazos y frotarse con
índice y pulgar los párpados de sus ojos azules, pues el cansancio era tierra
colada en ellos —creyó la arena que eran retazos de mar—, dio por concluida la
tarea.
Esta vez no era un poema ni era la enésima corrección de “Andamana…”. No, en esta ocasión, y
después de mucho discutir consigo mismo, sus recuerdos y unos cuantos de sus
personajes, al fin había dejado zanjada la cuestión.
El libro de relatos estaba listo.
Y pensó.
Pensó en el tiempo transcurrido desde que se le ocurriera abrir
aquel blog en que iba dejando retazos de sus letras que viajaban como mensajes
lanzadas al espacio en naves siderales invisibles a la espera de que en alguna
isla solitaria, algún náufrago diera con tales historias.
Luego, antes de ir a la cama, asomado a la ventana dispuesto a
empaparse de estrellas —relajante eficacísimo para el espíritu—, pensó en que
el mundo está lleno de tantas gentes cuya historia necesita ser contada porque
sí, porque no es peor ni menos atractiva que otras que pululan en tantos y
tantos libros. Concluyó con una sonrisa tenue: He cumplido con una porción de
esta infinita tarea.
A los dos o tres minutos, mientras procuraba no hacer ruido para
no despertar a su compañera, se reiteró por enésima vez que el mundo está
dirigido por hacen de las apariencias combustible para que funcione. El día en
que se demuestre que la mejor gasolina es la voz y no los ecos, se les habrá
acabado el chiringuito, afirmó para sí y no se dio cuenta que los pantalones se
habían caído al suelo. Quizá, se dijo —la pelea con una manga del pijama era
encarnizada—, la única batalla legítima de los escritores es desenmascarar la
mentira de la apariencia. Acaso, murmuró sintiendo la pleamar de una sábana en
su torso, quien escribe un relato o un poema —debería volver a escribirlos— deba
auscultar el rumor de la vida como el médico escruta el corazón dañado.
Mientras era derribado por el sueño, los personajes de los
cincuenta relatos y minicuentos de “Microtintas
y otros cuentos” debatían entre sí con susurros sólo perceptibles por los
elfos y algunos insomnes especialmente adiestrados para analizar radiografías
en la brisa. Hubo una conclusión general, casi unánime —acaso Peggy decidió
abstenerse…, era demasiado coqueta para aceptar cierto matiz en una de las
frases en que Marcos Alonso la había descrito—: todos, como mínimo, reconocían
que el autor canario les había despojado de las máscaras con delicadeza y había
desvelado su auténtico rostro. Hasta Jose comprendía que era verdad cuanto se
decía sobre la verdadera naturaleza de su ser en apenas dos pinceladas, precisas
como resonancia magnética; eso sí, malhumorado se dirigió a la mazmorra de los
castigados, y entró en un mutismo incombustible.
A miles de kilómetros, días más tarde, un escribidor de Castilla
que había conocido su blog antes que a su autor, y que años después vivió junto
con el canario y otros cinco plumigos (afortunado
neologismo debido a la sutil y bondadosa ironía de Marcos Alonso), descubría
que lo importante de “Microtintas y otros
cuentos” era esa cierta mirada azulina del escritor que arrojaba tanta
misericordia sobre los seres humanos y que con mucha ironía y mucha delicadeza
pretendía que el lector descubriera que la verdad de cada individuo poco o nada
tiene que ver con las apariencias.
Marcos Alonso |
Aquel segoviano, invitado por su amigo a escribir el prólogo
para un libro con tantas cosas buenas, pensó que sus palabras serían breves, para
que fueran concordantes con los relatos, y, de paso, evitar enojosas dilaciones
y vanas palabras al lector. Pero, sobre todo, pensó que le encantaría ser uno
más de cuantos habitan “Microtintas y
otros cuentos”. Desde entonces, gracias a la osadía que otorga la amistad, se
mezcla con los personajes y junto a ellos y a Marcos Alonso (nuevo actor del
texto), disfruta de conversaciones y murmurios sólo audibles para elfos, gnomos
y poetas durante ciertas noches de insomnio y melancolía.
*
Tras la 'amenaza' del autor vertida en su comentario, no me ha quedado más remedio que salir corriendo y hacerme la fotografía. Aquí os dejo la prueba
3 comentarios:
Estaba terminando de hacer un comentario cuando de improviso desapareció sin saber cómo ni por qué. En cualquier caso, quería agradecer a Amando no sólo su colaboración necesaria en este libro de relatos, sino celebrar tener la suerte y el privilegio de haberlo conocido y disfrutar de su amistad. Decía en el comentario desaparecido que Amando toma forma, muchas veces, de oráculo donde consultar, en medio de las tempestades o en los mares en calma, qué derroteros seguir para llegar a buen puerto. Sin duda es, además de un escritor extraordinario con tantos registro, un verdadero maestro que sirve de ejemplo y anima al viajero a seguir su rastro.
PD: eso sí, la foto no te la perdono.
Bueno de nuevo por aquí leyendo otra reseña como para felicitarte de otra vez, del libro de relatos de Marcos Alonso. Seguro que está muy interesante a judgar por tus letras.
Echaré un vista a su blog en cuanto pueda.
Por cierto, la foto, estas estupendo, hecho un mozo, pues todavía lo eres.
Publicar un comentario