Ha
habido muchas razones
para que este blog enmudeciera durante tantos meses, todo el verano, y el
primer mes de otoño, nada menos. Quizá las que más han pesado tienen que ver
con cierta dispersión interior y cierta sensación de que la creatividad se
aleja de mí por momentos. Después de reseñar el libro de Alena Collar, ese
maravilloso Chico de la chaqueta roja,
sentí que las reseñas en público no eran mi tarea ni mi camino (quizá algunas
presiones me influyeron en la decisión), y no tenía ánimos ni para un
microrrelato. En estos meses, como algunos sabéis, he seguido fiel al diario, a
EL surco de los días y poco más.
De
hecho he llegado a pensar en dejar que este Pavesas
y cenizas girase por la red como uno de esos satélites artificiales que una
vez acabada su misión orbitan alrededor de la tierra sin objeto, dan y dan más
vueltas para nada: basura interestelar.
Pero
como no he decidido nada, simplemente he dejado que el tiempo fuera pasando, no
tengo la sensación absurda de la contradicción.
En
fin, que intentaré volver a publicar con algo más de frecuencia en este blog,
pero tampoco lo prometo…
Portada de la obra galardonada |
En
realidad el motivo de este post, no es para lo anterior. Lo de más arriba es
una mera introducción, lo que quería dejar aquí es constancia de que ha sido
fallado el primer premio internacional de novela corta “La Esfera Cultural”,
como podéis ver aquí, que la novela, La felicidad de la polilla de Francisco Corrales ya está a vuestra disposición y aquí podéis
adquirirla, y que desde el mes de abril tuve el honor de formar parte del
jurado junto con otras nueve personas. Gracias a Francisco Concepción, por haber contado con mi aportación en esta apasionante tarea.
En
este texto, a modo de relato (publicado inicialmente, como no podía ser de otro modo en "La Esfera Cultural", mi segunda casa), describo parte de mis impresiones y parte de mis
experiencias:
CORRÍA EL MES de
abril —aún la primavera era retoño en el piedemonte castellano—, a vuelta de
correo electrónico, sin dudarlo, el escribidor dijo sí a la propuesta del
amigo: sería jurado del I CONCURSO INTERNACIONAL DE NOVELA CORTA DE LA ESFERA
CULTURAL. Apenas aceptó, percibió el abrazo de la sombra o del eco de cuanto se
venía encima. Unas semanas después sintió con nitidez de bronce el alcance de
su decisión. Hubo días en que se recriminó en silencio no haber pensado, haber
actuado sin reflexionar; pero algo en su interior le decía que el primer
impulso era bueno, debía seguir la corazonada. Decidió esperar a llegar a la
meta, al horizonte ubicado seis meses después, tan lejos que ni se columbraba,
cegado por una montaña de altas dimensiones.
Tenía
la sospecha extraña de que, a pesar de su animadversión a los concursos, cada
vez era llamado con más frecuencia para estos menesteres. ¿Cómo negarse a la
amistad? ¿Cómo no asumir las consecuencias de formar parte de la sala máquinas
del blog que cada día consideraba más su casa, más incluso que los suyos
propios? ¿Cómo oponerse a la tentación de conocer buena parte del mundo, de
visitar lugares y situaciones a los que nunca tendría acceso, aunque su vida
entera se dedicara a viajar?
Pronto
empezó el escribidor, que sobre todo era lector, a recordar sensaciones tan
viejas como sus latidos. Alguna vez fue joven y sintió el impulso irrefrenable
de vomitar un relato (apenas un disfraz de sus vivencias, una trama que
escondía amores frustrados) y pensar que la narración era la mejor que se había
escrito en español, acaso sólo superada por tres o cuatro novelas de las que le
mandaban leer los profesores. Y mientras leía un buen número de historias que
eran la primera incursión en esto de novelar, sonreía y pugnaba por arribar al
final, aunque supiera que aquel texto no alcanzaría la meta. Pero el esfuerzo,
la ilusión y la pasión puestos por la escritora o el escritor en su tarea,
merecían todo su respeto, y la única manera de demostrarlo era llegar hasta el
último punto a pesar de precipitaciones, errores de sintaxis, erratas, lo
endeble o manido de la historia… Y pensaba, que muchos alcanzarían lo que
soñaban, pero que deberían leer y leer, no parar de leer, porque la lectura reflexiva
es el mejor taller de escritura, es al escritor lo que el aceite de oliva a la
dieta mediterránea.
La
vida del jurado, desde hacía tiempo, era itinerario de sobresaltos que quizá
algún día merecieran convertirse en algo más que veladuras de recuerdos, y por
suerte la lectura casi compulsiva de novelas de acá y de allá, era un bálsamo,
una bombona de oxígeno para su ánimo. Otro premio ganado por el jurado, salud
sin gasto de botica.
Apenas
tras un puñado de novelas, percibió una de las virtudes del certamen y uno de
los premios mayores que ganaría como jurado: asistir a una interpretación de la
sinfonía del idioma. Su experiencia como jurado no había pasado de relatos
cortos, y en tal extensión es difícil percibir tales detalles. Ante él se
desplegaban, con la naturalidad con que respira el sol o luce la brisa, los
matices del español, la pluralidad que expresa realidad, sentimientos,
reflexiones, dolor, miedo, soledad, violencia, abandono, guerra; la
flexibilidad para que ninguna arista de una idea quede en la sombra; la
capacidad para sugerir con una imagen un concepto que apenas se revela, pero
explota en la mente del lector, acaso como un guiño. Variaciones incontables
del idioma común. Tonos que, sin embargo, en cada caso, se asumían por la conciencia
lectora, pues lo múltiple es sinónimo de riqueza, no de división.
Pasaban
las semanas, aumentaban las entregas, y buena parte del ocio del escribidor se
tornaba buceo en historias tan distintas como diversos son los rostros:
aventuras futuras, soledad, regresos a la infancia de recuerdo feliz o dolorosa
memoria, viaje al pasado de la historia, amores, sexo glorioso, amistad, sexo
infernal, odio, traiciones, crímenes, miserias y grandezas de los humanos,
tantos horizontes, como horizontes tienen las pupilas de quienes escriben.
Pasaban las semanas, y aumentaba la responsabilidad. El escribidor supo que lo
peor no era errar en las elegidas, sino desterrar alguna que debiera haber
llegado la fase definitiva. Por suerte la tarea no era labor solitaria, junto a
él, codo con codo, sentía la presencia de los colegas. Era afortunado pues la
visión de otros fue luz cuando él no acertaba a desvelar.
Pasó
la primavera, concluyó el verano, casi cuatrocientas novelas acudieron a la
llamada. Al inicio del otoño, afrontaban el tramo postrero. Se rozaba con los
dedos la línea del horizonte. El camino parecía expedito, llano y ancho, lo
peor había pasado… El escribidor se dio cuenta del espejismo, llegaba lo peor.
¿Cómo desterrar esta historia o esta otra o aquella o la de más allá? La
responsabilidad se hizo pesada roca que algunas noches se adentraba en los
túneles del sueño. Fueron semanas en que el escribidor no eligió, descartó, a
veces dolorosamente.
El
día en que emitió su voto, vio por la tele las imágenes glamorosas de la
entrada de los miembros del jurado del premio mejor dotado económicamente en
español. Lo más probable es que juzgase mal, pero en la particular alfombra
roja de un hotel de lujo barcelonés, no descubrió ningún rostro con la tensión
de tener que decidir el futuro de un autor o una obra, no supo ver la
melancolía de haber eliminado la tarea e ilusiones de la inmensa mayoría de los
concursantes. Meneó la cabeza y siguió pegado al ordenador. Sentía la necesidad
de saber si su voto era errático, acaso equivocado, si su sensibilidad como
lector era similar a la de los tarugos de madera, o, por el contrario, había
conectado con el sentir general de los otros diez compañeros…
Pero
no fue aquel día, aún pasaron un par de jornadas hasta que todos los jurados conocieron
el desenlace. Respiró aliviado. Más allá de algún detalle, caminaba cómodamente
dentro de aquel calzado, salvo que todos hubieran sufrido una alucinación
colectiva…
9 comentarios:
buenas nuevas y buen retorno,abrazo
Nunca es tarde si la dicha es buena...siempre es un placer leerte, lo mismo en una reseña, en el surco, un relato...
Un fuerte abrazo,
Pepe Gonce
Te decía en la Esfera que es un placer volver a leerte. Por supuesto tenemos el Surco cada semana, con noticias tuyas. Pero me entristecería la desaparacíon de Pavezas.
Abrazos.
Amando, qué suertudo, poder ser miembro de un jurado. La diferencia de conocer el mundo (literario) viajando en agencias turísticas y en plan mochilero es tremenda, en aquellas te llevan a los lugares comunes, preciosos, sin duda, pero deprisa. Ser miembro de ese jurado te ha permitido ir trotando con la mochila y hablando con la gente que hace de verdad los países (literarios). No me enrollo más, habrás disfrutado de algo único.
No cierres las pavesas, siempre he pensado que los blog deben terminar en una entrada al mes, si quieres que te lean, para más no hay tiempo.
Pavesas y Cenizas puede ser un satélite que orbite, pero sin duda le da cobertura a muchas lectores. Ya existen algunas voces por aquí que te están tirando de las orejas para que no lo abandones.
Un escritor siempre debe tener un blog. Es su marca personal y el lugar de referencia al que acuden los lectores a beber de la fuente.
Dicen que las segundas casas en ocasiones se disfrutan más que las que consideramos primeras. La segunda vivienda es aquella a don vamos de vacaciones, los fines de semana o a desconectarnos de la rutina. La Esfera por ello se siente honrada.
Un placer haber sido jurado contigo, y haber compartido ese camino tan duro como emocionante. Creo que ha valido la pena: el veredicto ha dado como resultado que se publique una muy buena novela corta la cual recomiendo.
Y a ti, Amando, recupera el tiempo perdido y las letras guardadas. Tu público te espera.
Un placer poder formar parte de un jurado del que tú también eras miembro. Valoro tu mesura, elegancia y buen criterio, que han quedado patentes en estos meses de trabajo y lecturas. Ha sido un placer conocerte, y ahora que conozco tu blog no estaría bien que lo abandonases, no crees?
Un abrazo,
Amando, formar parte del jurado ha sido toda una aventura, y tú me has acompañado en ella.
Ha sido estupendo poder comentar contigo las obras que íbamos leyendo, las dudas, lo que nos gustaba, lo que no.
Ser jurado es una tarea difícil, al menos para mí, y tenerte al lado me la ha simplificado mucho.
Ahora vuelves que todo vuelve a la normalidad, espero noticias literarias tuyas.
Estimado Armando y Flia:
Buena Nochebuena!!!!!
Buena Navidad!!!!
En estas palabras te dejo mi regalo:
Deseando sientas que :
La felicidad no está en encontrar a quien te haga feliz, sino en aprender a traer felicidad a los que te rodean.
Que la felicidad la encuentran las personas que aprenden a vivir sabiamente.
Que establezcas relaciones saludables, pongas límites, aceptes lo bueno y rechaces lo cuestionable.
Que tus pensamientos viajan en los sueños y que sean coloridos
Que aunque estés solo, te sientas siempre acompañado.
Que mires en cada atardecer, la promesa de un mañana.
.Y..... queridos Amigos y Amigas...no dejen de soñar!!!!!!.
Los sueños son algo nuestro que nadie nos puede quitar!!!!!!
Martha
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