El
fotógrafo de paisajes. Mercedes Pinto Maldonado
1ª edición libro electrónico (epub): junio de 2013
«¿Cuántos sentidos necesita un hombre para comprender a otro? Solo uno: el de la misericordia» (El fotógrafo de paisajes. Mercedes Pinto).
Al leer esta
frase de El
fotógrafo de paisajes, quedé colgado de la emoción y durante algunos
minutos detuve la lectura. Es de esas frases que explica, mejor que cualquier
reseña o comentario, la esencia de una obra, acaso la semilla de la que ha
fructificado buena parte del relato.
No es la
primera novela que leo de mi amiga Mercedes Pinto (dos fueron reseñadas en el
blog : La
última vuelta del scaife y Pretérito
imperfecto).y, como en las anteriores, al acabar el libro, tengo la
sensación de que un mundo mejor es posible, a pesar de lo que las apariencias
indiquen. Si los humanos fuéramos capaces de poner por encima del mal las
potencias que nos empujan hacia el bien, éste acabaría triunfando.
Me doy cuenta
que, una vez leído lo anteriormente escrito, podría llegarse a la errónea
conclusión de que estamos ante una historia de pretensiones moralistas, sin
matices.
Todo lo
contrario.
El
fotógrafo de paisajes es una
novela densa y llena de tonos variados, de hondas reflexiones sobre la
condición humana, siempre más allá de las apariencias.
El argumento
El argumento del libro —su clasificación por la editorial o por la plataforma que lo vende parece confirmarlo— lo sitúa en la órbita de la novela negra y policiaca, aunque a mi modo de ver tal calificación sólo contempla un aspecto de la obra.
Gonzalo, un
joven fotógrafo recibe la invitación de su mejor amigo, Juanma —profesor de
Gimnasia en un instituto—, para ir a vivir con él a Houeillès, pueblecito de la
Aquitania francesa. Invitación que acepta de inmediato pues desea huir de su
realidad madrileña. El don de leer las mentes de cuantos están a su lado —que
se revela desde los primeros párrafos de la novela— se ha convertido en una
tortura para la vida de Gonzalo. La casa resulta un lugar idílico para el
protagonista pues es silenciosa, aislada y muy próxima a una zona boscosa. Sin
embargo, en dicha vivienda hace no muchos meses se ha producido la misteriosa
desaparición de una joven sordociega y su hijo. Por causas que no debería
revelar mi reseña, ambos amigos y una muchacha del lugar especialmente
interesada en el asunto, tienen la necesidad de indagar en la extraña
desaparición de la joven sordociega, lo que les lleva hasta París. A partir de
este momento, no debo decir más de una acción trepidante y que deja al lector
sin ánimo para otra cosa distinta que no sea continuar con la lectura de la
novela, que concluye de modo emocionante.
La esencia
Este argumento de novela policiaca, por así decir, es la presentación formal en que Mercedes aborda la cuestión que realmente le preocupa: la misericordia como máxima expresión de los afectos más puros del ser humano, la misericordia —probablemente frente a la ambición, las miradas superficiales, el abuso sobre los más débiles— como vía de salida ante el abismo en que ahora mismo se asoma la humanidad. Si La última vuelta del scaife es un canto a la amistad entonado dentro del molde de una novela de aventuras, Maldita una reflexión sobre la intensidad del amor hecha sobre una historia de la España profunda y rural, Pretérito imperfecto una indagación sobre el sentimiento de culpa a través de un drama resuelto a medias, El fotógrafo de paisajes propone la misericordia y la verdad como vías de salida a la crisis moral de la especie en el ámbito de un thriller con tintes de novela negra y policiaca.
No se trata,
como quizá alguien haya podido pensar, de una cuestión religiosa. Más bien lo
contrario: las religiones, conocedoras de los entresijos de los sentimientos
humanos, usan de algunos valores o potencias que son comunes a toda la especie.
Dicho de otro modo, cuando hablo de misericordia no me circunscribo a la virtud
cristiana, sino que dicha potencia de nuestra alma es común a cuantos seres
humanos habitaron, habitan y habitarán este Planeta —precisamente por ser
universal es por lo que puede ser cristiana—.
Volviendo a la
frase que abre esta reseña, a mi humilde modo de ver clave en la novela, la
pregunta se refiere a la comprensión entre humanos. Es decir, la respuesta a la
pregunta, o sea la misericordia, no es un sentimiento de lástima ante los males
ajenos —hasta este punto se ha degradado el significado de tal actitud—, ni una
ayuda más o menos generosa y puntual para tapar una necesidad concreta y
apremiante, sino que es algo muchísimo más profundo, se trata de comprender al
otro, y no olvidemos que según el proverbio, lo primero en el camino del amor
es la comprensión, sin ésta es imposible.
Otra de las
patas sobre las que se sujeta la novela es el razonamiento sobre la
calificación de esta característica del protagonista. Es decir, si el poder de
la telepatía que implica la total empatía con quien tiene a su lado, incluso en
el dolor físico, es un don o más bien es una especie de castigo.
A lo largo del
relato el lector —cada vez más atado a la silla, con la imposibilidad casi
física de levantarse, por no perder el avance de la historia— siente que el
argumento avanza hacia un territorio que no sospechaba inicialmente, aunque
ninguno acabará por sentirse engañado, pues con la sabiduría de los narradores
que saben dosificar la información que suministran a sus lectores, la autora ha
dado pistas más que sobradas para que todo resulte verosímil y lógico.
Concluyendo, que me alargo
No puedo ni debo adelantar más, pero sí decir que la conclusión de la novela, plantea al lector cuestiones —algunas de las cuales se han ido planteando desde muchas páginas atrás— que no le pueden dejar indiferente.
¿Será la
propuesta de Mercedes algo más que ciencia ficción? ¿Será el camino de la
verdad absoluta el único que nos pueda salvar de la caída por el abismo del que
cada vez estamos más próximos? ¿Se pueden romper determinados tabúes milenarios en según qué circunstancias?
Hace pocas
fechas, Mercedes escribió en su blog una entrada —podéis echarle un vistazo
pulsando aquí—
en que, en cuanto que lectora, demanda de las novelas que tengan 4E, algo así
como las estrellas de un hotel, los tenedores de un restaurante o las B de una
bar… Estas en concreto: Entretenimiento, Emoción, Enseñanza, Enganche con el
lector. Creo que El fotógrafo de paisajes
cumple con las cuatro. Como suele decirse el escritor a veces escribe
aquello que le gustaría leer, y los lectores que pretendemos disfrutar de una
historia, bien que se lo agradecemos, otra vez.
3 comentarios:
Sabes, creo que los locos como tú y yo escribimos porque esta es una afición, o vocación, que nos da la oportunidad de imaginar un mundo mejor. Nos ponemos ante el papel y ¡ale!, a poner orden en el universo, que hay «algunas cosillas» por hacer desde hace milenios. No nos conformamos con contar historias, somos incapaces de «hablar por hablar», hurgamos en los corazones de los personajes como si estuviésemos escudriñando en nosotros mismos y nuestra abrumadora relación con el entorno; siempre buscando los porqués. Y míranos, de tanto buscar ya no nos caben más porqués en el alma.
Sí, es como lo dices, todas mis historias contienen entre las líneas una invitación a la reflexión, sin intención alguna de adoctrinar. De alguna forma, mientras fabulo con mis personajes y sus vidas, le estoy diciendo al lector: «Escúchate, hay una versión de ti mismo mucho mejor de la aparentas».
No sé si conseguiré ampliar mi horizonte como escritora, no está siendo nada fácil, pero estoy segura de que si lo consigo solo podrá ser con lectores como tú y yo, de los que rebuscamos entre las letras.
Gracias, amigo Amando, me siento muy afortunada de que mis palabras se hayan encontrado con las tuyas.
"Un mundo mejor es posible"...toda una declaración de intenciones.
Tus reseñas son una referencia para mí.
Abrazos al escribidor, hoy extendidos a la escritora.
Pues felicidades a Mercedes, siento que sea electrónico. Si fuera de hojas de papel, lo compraría sin duda.
Un abrazo, para Mercedes y otro para Amando.
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