(Un día como el de hoy me ha empujado a esta reflexión que no me importa compartir con vosotros).
SIRVE de poco acudir a una manifestación. Mejor dicho: nunca sirve de nada tal y como
deben ser. Quizá las violentas logren cambiar algo que está mal más deprisa,
pero éstas son las que abomino, desprecio y repudio, y a largo plazo acarrean
más problemas de los que supuestamente solucionaron.
Pasearse por las calles enarbolando banderas, sosteniendo
pancartas, luciendo pegatinas, cantando o gritando consignas más o menos
reivindicativas, agresivas, u originales, es apenas un desfogue del ánimo y, si
acaso, una llamada de atención que la insensibilidad de cualquier gobernante
desprecia sin más.
Sin embargo este año, como el anterior, aunque la protesta
pacífica sirva sólo de desfogue, y, quizá testimonio visual del descontento,
desconfianza e indignación generales, habrá que ir.
Iré.
Nada convencido, pero iré. Sabiendo que mi presencia será usada por
los intereses poco nítidos de las centrales sindicales que también se están
tornando en monstruos que fagocitan a los individuos en pro de la sacrosanta
organización.
Iré porque mis hijas merecen un futuro mejor del que ahora mismo
se dibuja. Iré porque es injusto y doloroso el sufrimiento de Marián, Míriam,
Mariano, Antonio, Elena, Mª Ángeles, Gerardo, Pedro, Marta, José Antonio… y tantos
millones de parados o personas que tienen un trabajo con la misma consistencia
que un castillo de arena junto a la playa al inicio de la pleamar.
Iré porque no aguanto más tanta desidia, tanta dejación de
funciones, tanta cobardía, tanta miseria moral y tanta banalización y
prostitución del lenguaje. Estoy harto de que mi inteligencia sea ofendida
todos los días varias veces por el discurso de sepulcro blanqueado que repiten
nuestros gobernantes.
Iré porque hasta veo en peligro mi cada vez más lejana jubilación.
Empiezo a intuir que nunca dispondré de aquello que más ansío, que no es
dinero, precisamente, sino tiempo; y cuando éste me llegue —si es que llega—,
mi salud andará resquebrajada y mi ánimo disminuido, como suele suceder en
muchos ancianos.
Iré aunque mi presencia o mi ausencia no altere ni en una diezmillonésima
la estadística que se arrojen unos a otros cuando la jornada haya concluido.
Iré porque se está demoliendo el pilar más sagrado de la
verdadera democracia con la torpe excusa de la crisis económica; me refiero a
la igualdad de oportunidades. Gracias a medidas que van cercenando lo público
(sanidad, educación, justicia, investigación, cultura…) con una cadencia de
tortura insoportable, sólo tendrán acceso a los mejores puestos y a la prestación
de los mejores servicios quienes los paguen. No soporto más tiempo el argumento
homicida que sostiene toda esta política: ¿Desde cuándo el principal valor para
medir la eficacia de la sanidad, educación, justicia, investigación, cultura…
es su rentabilidad económica? ¿Además, qué es rentabilidad económica: lo que
cuesta la prestación del servicio en términos monetarios o la calidad de vida
que aporta a los ciudadanos con menos recursos? La brecha entre quienes más
tienen y los que menos tenemos, ya no es la típica pendiente por muy abrupta y
escabrosa que fuese; ahora se parece a una sima de altísimas paredes
verticales. Es tan profundo el abismo, que quienes ocupan su cima —para evitar nuestra
reacción—, empiezan a necesitar la debilidad física y la estulticia mental de
quienes vivimos en la penuria oscura, fría e insalubre de su fondo. No me
gustaría acertar, pero sospecho que esta es la verdadera razón que lleva al
desmantelamiento de lo público y a potenciar la iniciativa privada. Hasta que
se privatizaron las televisiones, creí en la necesidad de la iniciativa privada,
también en los sectores citados; pero nunca defendí que la iniciativa privada
compitiera contra unos servicios públicos paupérrimos y anémicos; al contrario,
la iniciativa privada que interesa a una sociedad verdaderamente democrática es
aquella que logra equipararse a un sector público potente y robusto.
Aunque las cifras oficiales que transmitan las policías de cada
ciudad, se corresponderán con la mitad o poco más de los que realmente
asistamos, y a pesar de la ceguera interesada que asola a nuestros más ineptos
gobernantes de la llamada democracia española, el presidente del Gobierno y sus
ministros y sus delegados de gobierno harán mentalmente el cálculo real. En silencio
y para sus adentros doblarán los números que les faciliten, y comprenderán al
hacerlo que el tiempo de travesía que les resta al frente del puente de mando,
se acorta.
Su cobardía, y ciega obediencia a las directrices dictadas por los
jerifaltes europeos que sólo nos ven como un número porcentual del que se puede
prescindir de cualquier modo, tienen una penitencia: el odio y la indignación
que provocan. A pesar de que van a intentar perpetuarse con medidas que alivien
un poco tanto sufrimiento, no va a ser suficiente.
Estos años se están haciendo interminables, como un desierto al
mediodía de agosto. La sensación no es sólo mía, a más de una persona he oído
lo mismo. Si antes no zozobra la embarcación —que todo es posible—, dentro de
dos años harán las maletas.
Aunque tampoco se puede ser muy optimista con los recambios que
ahora mismo aguardan tomar el relevo. Y además me temo que tanta indignación, sufrimiento
y desesperación recorriendo nuestras sangres, provocarán que el resultado de
las próximas elecciones se parezca más bien al estado en que queda un vaso
cuando ha estallado sobre el suelo…
12 comentarios:
Se podrá decir más alto pero no más claro. Bsss.
Con seis millones y pico de parados, más los que engrosarán ese cómputo, ¿por qué no "recorta" este día festivo el Gobierno?
¡Qué recochineo!
Querido compañero y amigo, te dejo aquí la reflexión que he escrito en mi muro de facebook ya de vuelta de la manifestación de hoy en Sevilla...
"Por lo visto en Sevilla capital hacía falta más razones para manifestarse el 1º de Mayo...no basta con estar engañado, explotado, vejado, despedido, empobrecido, golpeado, desahuciado, demonizado, criminalizado…5.000 personas me parecen muy pocas para lo que había que reivindicar hoy. Muy decepcionado"
Curiosos algunos comentarios que me han dejado alli´.
Un fuerte abrazo.
Pepe Gonce
Querido Amando, me encanta este darle la vuelta a las cosas. Has ido porque hay que ir. Firmo contigo cada línea y desearía que ese malestar general se tradujera en algo positivo. Mi querido Pepe, creo que los sindicatos han hecho mucho daño, por acción y por omisión. El pueblo quiere manifestarse por su cuenta. Lo he vivido muchas veces, al menos en Málaga. Surgen, de algún modo, dos manifestaciones.
Amando, me alegro de que aparezcas con fuerza renovada.
Muchos besos.
Como dice Emejota.
Clarito clarito
Saludos
Irás, porque resulta vergonzante que se celebre el Día del Trabajo como así ha sido este 1 de Mayo. Es como celebrar el cumpleaños de un muerto.
¿Cómo vamos a celebrar algo que no tienen más de seis millones de españoles?
Irás, pero lo importante es que ya sabes que no valdrá para nada y te evitará sofocos.
¿Estamos tan contaminados que pensamos que sólo sirve para algo aquello que provoca resultados cuantificables? ¿Medimos nuestras creencias por el efecto que tengan en las mesas de los despachos? Pepe Gonce se decepciona porque hay 5.000 en Sevilla...
Va a resultar que expresar una postura también necesita conseguir rentabilidad...
Quien quiera ir, debe ir, aunque vaya solo, y opinar, aunque sea en el desierto. Ese concepto de protesta individual de Isolda, es asimismo válido. Y -de la misma forma- hay que valorar la posición de quien no va, y reflexionar seriamente sobre sus motivos.
Andemos, cada cual con sus zapatos. Lleguemos o no a destino, el camino siempre está ahí. Ir o no ir, solos o acompañados, por esto o por lo otro, es secundario. El caso es andar, que dijo alguien...
Abrazos a todos/as
No fui a la de Barcelona y tampoco a la de Deux Alpes(¿había una?). Con una hija con media paga y la madre de mi nieto en el paro tenía motivos.
Pues, en serio, aunque lo que decía antes son situaciones muy preocupantes, creo que en Grenoble, en París, había poca gente y que los varios sindicatos se manifestaron cada uno a lo suyo, sin olvidarse del 1º de mayo del Frente nacional y su homenaje a (su) Juana de Arco.
Tendremos varias otras manifestaciones en mayo, el 6 (la extrema izquierda contra Hollande) y el 26 (la primavera no sé qué, los antiboda para todos que reunen a lo peor de la derecha y todos los grupusculos extremistas). Eso me parece muy grave.
Pues andemos y/o hablemos, cada uno como pueda o prefiera.
Yo fui, como he ido a casi todas, porque creo que debo hacerlo. No tengo afán de protagonismo, así que me importa poco si estoy en el grupo de la mayoría o en el de la minoría. Yo actúo de acuerdo con mi conciencia.
Y si en el camino me coge del brazo alguien con una pancarta diferente a la mía, con quien puedo tener algo, poco o mucho o nada en común, pero que en el fondo defiende lo mismo que yo, ni me importan sus colores ni me importan sus motivos. Sé bien quien me daña y no me dejo distraer por quienes quieren agitar el gallinero para acosar mejor a las gallinas, de una en una. Para mí está claro quien es el zorro, y ya habrá tiempo para dirimir si las americanas ponen más que las blancas, o si hay que cambiar de gallo.
Ahora la lucha es otra.
El problema es que estamos anestesiados y que las manifestaciones ya significan muy poco, aunque sean necesarias. Todo está devaluado, los sindicatos, no digamos.
No sé.
Bueno, yo pienso que siempre hay que asistir, con rédito o sin el. La protesta por la indignación y por la descalificación (con o sin sindicatos, que alguno queda válido todavía, el SAT sin ir más lejos)es absolutamente imprescindible. Lo que no vale es vivir anestesiado, ya lo dice Ana... Y que conste que no pude ir pues venía justo ese día de Senegal... pero tendré más oportunidades por desgracia.
Hola Amando, perdona mi demora, he estado ausente de mi casa. No queda nada que añadir a lo que escribes, lo has dicho todo perfecto correcto, estoy totalmente de acuerdo con cada frase escrita.
Un aplauso prolongado muy prolongado.
Y abrazo deseándote lo mejor del mundo.
Feliz semana -amigo.
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