ESTA MISMA ENTRADA APARECE EN EL BLOG QUIZÁ UN MARTES DE OTOÑO QUE PUEDE ENLAZARSE DESDE AQUÍ, O DESDE LA PROPIA CABECERA DE CUALQUIERA DE MIS BLOGS
Ahora que inicio estas líneas, ha
amanecido un sábado indeciso, de azules tímidos y grises con indicios
imperialistas. Ahora es sábado. Han pasado algo más de sesenta horas desde el
momento mágico en que en la Biblioteca Pública de Segovia comenzó el acto de la
presentación de Quizá un martes de otoño
a cargo de Norberto García Hernanz cuyo texto íntegro tuvo la deferencia de
facilitarme y permitir su reproducción, lo que ya está hecho en este enlace.
Fue
el amigo Francisco Concepción desde Santa Cruz de Tenerife quien primero avisó
sutilmente de lo que podría suceder en lo meteorológico, cuando compartió el
anuncio de la fecha del acto en La Esfera Cultural con este título: “Quizá un martes de otoño se presenta un miércoles de invierno”. Y
es que ya desde el lunes el invierno en toda su crudeza y rigor hizo acto de
presencia entre nosotros: la nieve, el frío, la lluvia, el viento convirtieron
la jornada previa del martes y la del propio miércoles en días de visitas a las
páginas web donde se prevé la evolución meteorológica. Esto, obviamente, me
hubiese preocupado muy relativamente en caso de que los posibles asistentes a
la puesta de largo de la criatura sólo fueran convecinos. Pero no era así. Aún
no me explico muy bien las razones, pero sabía que se acercarían hasta aquí
buenas amigas procedentes de diversos puntos de España, como ya sucedió en las
otras dos ocasiones previas, cuando se presentó Versos como carne en marzo de 2011 y cuando hicimos lo propio en
junio de aquel mismo año con la novela colectiva Oscurece en Edimburgo. Por suerte, ese experto general de frío y
nieve no desplegó todo su arsenal, y la amplísima panoplia de armamento que
dispone y las carreteras no fueron víctima de su ataque, por otra parte
previsible, dadas las fechas del calendario.
Después
de las horas previas compartiendo almuerzo, recuerdos e ilusiones con dos
buenas amigas, aproximadamente a las seis menos cuarto de la tarde, llamaron al
móvil desde el coche en que llegaba la editora Amelia Díez Benlliure acompañada
por su mano derecha en la editorial Mónica Serra. Justo en ese momento la nieve
hacía acto de presencia, nuevamente, en la ciudad, acaso para recomponer su
vestimenta, ya que durante las horas previas se había deteriorado su albura.
Tras
las correspondientes vueltas de reconocimiento a una urbe que ellas
desconocían, llegaron junto al muro de la Biblioteca. Se podría decir que
Urania Ediciones iniciaba en Segovia una especie de minigira que le ha llevado
a Asturias en este fin de semana y el lunes remataremos (Eloy Sánchez, Marcelo Díez, Amelia y yo mismo) en Madrid en el Café
Literario Libertad 8.
Nunca
es fácil explicar qué se siente cuando uno abraza por primera vez a alguien
que, sin embargo, ya conoce de hace algún tiempo, a través de este medio que
llamamos Internet. No es la primera vez que me sucede (por suerte para nosotros
hay un buen puñado de estos recuerdos en el corazón), pero nunca sé concretar
con palabras esos instantes en que se corrobora de un vistazo y una sonrisa que
todo lo que habías pensado o sentido respecto de esa persona es así. Es una
novedad absoluta, pues nunca has estado personalmente junto a ellas, pero al mismo tiempo es una mera confirmación, como una rúbrica de pieles
y miradas a una carta ya pasada a limpio, corregida y apenas con una o dos
erratas que nadie ve.
Una
vez instaladas en el hotel tan próximo, el frío, la nieve, el granizo y el
viento se quedaron fuera, haciendo su particular recorrido por calles, plazas,
atrios, torres y tejados. Recibí alguna llamada de amigos que no pudieron
acercarse a última hora, porque los kilómetros que les separan de la ciudad se
antojaban infranqueables a causa de esa repentina descarga furiosa de última
hora que en los pueblos próximos a Segovia fue aún más intensa, según me
confirmaron después algunos que, a pesar de todo, cruzaron esa intemperie.
Y
repito, me refiero a estas inclemencias, porque a pesar de ellas, la sala de la
Biblioteca destinada a este acto se llenó e incluso hubo
que acercar alguna silla más.
Aspecto de la sala |
Abrió
el acto Luis García Méndez, director de la Biblioteca Pública, quien, entre
otras cosas comentó que este libro es el primero que se presenta en el
histórico edificio.
Todo
tiene su explicación, pues la Biblioteca no cuenta con un salón de actos y, por
tanto, sus espacios no están preparados para este tipo de circunstancias, de
hecho, hubo que modificar toda la sala para adaptarla a nuestra invasión. Y sin
embargo, me da la impresión, de que no es ésta la única razón que hasta ahora
ha impedido que aquí se presentara algún libro, tiempo y ocasiones ha habido para
ello. Ni a mí —por no ir más lejos— se me ocurrió en los anteriores cinco casos
esta opción; quiero decir que no hubo oportunidad a que alguien me negara por
las razones que fueren la posibilidad, es que ni siquiera lo barajé. ¿Y, sin
embargo, qué hay más obvio para presentar un libro que el lugar donde todos los
libros esperan a ser leídos, donde se pueden encontrar aquellos volúmenes que
en otro lugar son prácticamente imposibles de hallar, el lugar donde, como
escribí en la dedicatoria del libro que allí quedó, aprendí que la literatura
es emoción? Como sucedió cuando presenté Cuentos
de Euritmia en la Casa Museo de Antonio Machado, sin buscarlo previamente,
sin esfuerzo, encontré el mejor posible lugar para que este libro echara a
caminar por su cuenta, con su vestido de tonos otoñales y cálidos —aunque no
ardientes—, ya independiente de mi voluntad, ya autónomo para ser objeto de
indiferencia, cariño o diatribas.
Junto a Amelia. Sonrientes. |
A
continuación Amelia Díez Benlliure, mi editora —qué bien suena decirlo y escribirlo—, explicó
con brevedad, concisión y calidez el modo en que nos conocimos en este complejo
mundillo de las letras en la Red, y contó lo fundamental de Urania Ediciones:
su apuesta arriesgada, valiente y digna de encomio en estos tiempos, por la
poesía y por la literatura infantil.
Y
uno mientras escuchaba su voz, recordaba aquellas tardes silenciosas en que de
vez en cuando leía alguno de sus poemas en su blog que había encontrado porque
ambos coincidimos en el blog de un amigo común cubano que vive en Italia (y del
que últimamente sabemos poco). Y aquellas otras tardes primaverales, pero de barahúnda
poético-bloguera, donde casi al unísono empezamos a sentir vergüenza ajena por
el espectáculo al que asistíamos. Y las noches de tertulia de poetas, del grupo
Arando Versos en FB. Y esa tarde/noche, nada más entrar en el grupo, en que me
propuso, para mi vergüenza, que le enviase tres o cuatro poemas y de este modo,
formar parte de un libro colectivo y solidario llamado Arando Versos. Y todo iba encajando. Nada es porque sí. Nada es
casual. Todo es causal. Todo, al final, acaba convirtiéndose en una cadena
lleva de eslabones, y si uno falla, no existe la cadena. Y si Quizá un martes de otoño lucía en pie en
la mesa en la que estábamos Amelia, Norberto y yo, era porque antes habían sucedido
estas cosas. Y esa confianza que yo ya tenía con Amelia, me impulsó a enviar a
un correo electrónico en el que adjuntaba la quinta lectura revisada del
poemario, como respuesta a una petición suya, casi al anuncio de su locura. Nos
había dicho, más o menos: “queridos aradores voy a crear mi propia editorial,
si alguno de vosotros tiene alguna cosa y quiere…” Si, a pesar de los
comentarios favorables de Isolda, Elvira y Paloma, yo no hubiera conocido a
Amelia, quizá no lo hubiera hecho, pues, Quizá
un martes de otoño es el libro más íntimo de cuantos he escrito. Y para mi
sorpresa, emoción y sensación de vértigo, Amelia a los días me respondió al
envío diciendo que si yo quería ella editaba el libro. Nunca se puede decir
nada de cara al futuro, pero barrunto que será difícil que escriba uno tan en
carne viva como éste, por eso cuando respondí que sí, que adelante, ella —ni
nadie— sabía que por dentro albergaba esos sentimientos.
Con Norberto en los segundos previos al inicio del acto |
Después
llegamos al momento central de la velada. Norberto García Hernanz leyó el texto que había
escrito y que ya ha sido publicado con su autorización por mí. Respecto de
otros conocidos que he ido sumando a lo largo de estos años en Internet,
Norberto cuenta con una ventaja apreciable: ambos vivimos en esta ciudad. Esto
quiere decir que para el encuentro personal y compartir una charla cara a cara,
no es necesario hacer el petate y recorrer un tramo más o menos largo de
carretera. Aunque habíamos oído hablar el uno del otro, hasta que no organizó,
a través de Internet, el I Día Internacional de la Poesía en Segovia, nuestras
vidas no tuvieron ningún punto de encuentro. Él se dedicaba —y se dedica— a su
actividad profesional como profesor de Matemáticas en uno de los institutos de
la ciudad y a sus aficiones que tienen que ver con muchas ramas de lo humano:
el ciclismo, la pintura, el canto coral, la montaña, la poesía… Norberto es un
hombre inquieto y algo solitario, como uno. Recuerdo que cuando Amelia y yo
empezamos a pensar en fechas concretas para este acto, sólo tuve que pensar en
un nombre. Esta es mi suerte. Norberto dijo sí, sin más. Antes incluso de leer
el libro, lo cual era asumir un riesgo por su parte. Pero de inmediato quedó
subsanado ese pequeño problema. Mientras escuchaba sus palabras, que se pueden
leer pues ya las he publicado, me daba cuenta de que el libro ya no es mío en
exclusiva. Ya el lector va encontrado su propia lectura, su propio significado,
su propio sentido.
Tras sus palabras —que no sé si merezco—, durante más de
veinticinco minutos hablé sobre el libro, sobre el modo en que nació, sobre
algunas cuestiones que ya he ido dejando esparcidas por estas líneas.
Firmando un ejemplar |
Y
dio tiempo a leer alguno de sus poemas, a pesar de que es difícil su selección
porque, como está dicho, se trata (en el fondo) de un solo poema fraccionado
por paso del tiempo, dividido por las señales horarias.
Por
último y a pesar de la noche, a pesar del frío, todavía algunos amigos tuvieron
la humorada de acercarse y comprar el libro y esperar un poco de turno, tampoco
mucho, para que se lo firmase.
El
libro ya está en las librerías, el libro ya camina hacia otros lugares alejados
más o menos de esta ciudad donde nació como única posible respuesta a un dolor
punzante y hondo, una sensación común para la inmensa mayoría de los mortales.
Uno
no es distinto de nadie, ni especial. Sufre del mismo modo en que sufren
cuantos han compartido, comparten o compartirán condición humana; pero tiene la
costumbre de lanzar al exterior a través de la palabra escrita sus
sentimientos.
En
este caso, además, alguien, Amelia Díez Benlliure, ha considerado que mis
versos, podían traspasar la frontera del archivo de mi ordenador.
La editora con la criatura, el día en que salió de la imprenta |
14 comentarios:
Felicitaciones Amando! qué hermosa reseña para un hermoso evento en medio a la amistad, cercanía, cariño de tus amigas, amigos, púbico en general y la genial conducción de Amelia. Felicitaciones una vez más. Tener en forma física, deslizar los dedos por el papel que contiene una criatura recién nacida, es un placer increíble e incomparable, en medio a esta era digital.
Urania Ediciones es un ejemplo a seguir para nuestro Colectivo.
Un abrazo fraterno .
Maffi
Lo he leído por cortesía, ya sabes, como estuve por allí en un ricón, aunque no me viera nadie...
Ahora sin broma, un placer leerte siempre...y ahora te dejo que me voy a ver si encuentro por Edimburgo a quien tu sabes.
Un fuerte abrazo y hasta la vuelta.
Enhorabuena, Amando. Seguro que el libro camina con paso firme: tu palabra así lo merece.
Un abrazo.
Así fue, Amando, te mereciste el gran éxito que tuviste. Muy merecido, como también se lo merecieron Amelia y Mónica. Todo un lujo haberlo podido disfrutar en persona y ver cómo Urania se va difundiendo con el trabajo de dos mujeres emprendedoras e incansables. Te debo una reseña, el libro es una maravilla. Un fuerte abrazo.
Estupendo relato de lo acontecido para quienes no estuvimos acompañándote. ¡Felicidades!
Supongo que puedo adquirir tu poemario aquí; si no lo consigo, te escribiré.
Muchos besos.
Pronto será lunes!!
Desde luego me siento como si hubiese estado allí. Entre las palabras de Isolda y ahora desde tu propia vivencia. Un lujo leeros... y ya que me han dicho que tengo tu libro (regalazo de Isolda) estoy deseando "meterle mano".
Un abrazo y ¡enhorabuena, poeta!
Una crónica entrañable, Amando. Se nota la emoción, y me gusta.
He leído también la hermosa presentación que te hizo Noberto. Enorabuena.
Ah, y ya tengo encargado el libro. A ver cuándo me llega.
Un abrazo.
Estas crónicas tuyas son un regalo.
Me ha gustado cuando hablas de eslabones. Eslabones, que se juntan y que no sabes que tipo de cadena van a formar. Sin duda cadenas de alta joyería.
Un abrazo.
Bueno, ha sido un placer leer todo este interesante memorándum.
Mi más grata felicitación por tus éxitos.
Ahora sólo me queda adquirir el libro.
Un abrazo y feliz semana.
Siento tanta felicidad por esa presentación!!!... Alguna común amiga ya me envió aquí para que leyera y vamos que mereció la pena, sin duda. Amando bien sabes mí sentimiento!!!... Y que puedo decir de Amelia, pues que le deseo todo el éxito que, sin duda, merece. Y deseo muchísimo leerte amigo.
Enorme beso de felicidad...
He entrado en tantos sitios y me olvidaba de este. Nada que añadir, todo fue rodado y permitide que hable de Francisco, me encanta lo que escribes últimamente, esas pequeñas perlas que dejas caer son muy grandes. Norberto, Amando, Amelia, felicidades! Y besos, que no falten.
Vengo del blog de mi querida amiga Marina y paso a saludarte.
Felicitaciones por la publicación del libro y mucho éxito.
Mis cordiales saludos.
Poquito a poco, como a sorbos se toma un buen caldo, he ido disfrutando de “Quizá un martes de otoño”. Sí, creo que es cómo tú lo dices, extraído de lo más recóndito de tus entrañas; pero qué sabroso… Me ha gustado leer esta crónica, tan entrañable, tan cercana, tan honesta… como tú eres. Y me alegra muchísimo que Amelia se decidiera a editar este poemario; debe ser una mujer muy sensible.
Un abrazo, amigo.
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