martes, 6 de marzo de 2012

Domingo, 4 de marzo de 2012


Baraquiel. La bendición del amor. 210 x 105 cm Acrílico sobre tabla 2011
(Imagen tomada del catálogo de la exposición 


Exposición en el Torreón de Lozoya de Segovia 

del 2 de marzo al 8 de abril, ambos inclusive)






Amanece el domingo con ganas de lluvia, y sería bueno, incluso hermoso, que estas gotas cansinas que ahora humedecen a trechos el pavimento, no se quedaran solas en su paseo, y fueran acompañadas por muchas de sus hermanas.
Y dado que surge así el primer párrafo podría hablar de la miopía urbanita, aunque se trate de una urbe tan pequeña como Segovia, que con frecuencia pierde la perspectiva de lo que importa… Pero se trataría de una divagación que poco tiene que ver con las emociones que aún palpitan con avidez dentro de mí.
¿O no tanto?
Y es que las últimas dos jornadas, han sido como una recarga de baterías que ya iba siendo necesaria. En realidad la semana completa ha sido algo así, una ingestión de vitaminas para el alma, quizá —como un miope urbanita— se había perdido en sus propio anodino ritmo, olvidándose de los ciclos importantes… Es como si me hubiera faltado algo de lluvia, como si mi embalse ya anduviese bastante escaso y aún no me hubiese percatado, aunque alguna señal ya había percibido uno.
De los días de la semana pasada he dejado rastro en estas páginas, esos encuentros en torno a la amistad y los versos (incluso los míos —cada vez que recuerdo mi lectura en casa de Elvira Daudet con su atenta escucha y la de Paloma—, me pregunto por las razones de mi suerte, por qué este privilegio).
Por ello ahora me centro en estos dos últimos días, cuando la intensidad de la emoción ha encontrado un diapasón más tranquilo, una zancada que ya no es galope, sino trote tranquilo que me ha de llevar lejos, o eso espero.
La exposición de Mariano está siendo en sus primeros días un gozoso momento de reencuentros, de los que me estoy aprovechando con avidez para recargar los acuíferos de mi interior.
Hace seis estaciones, en el principio del otoño de 2010, cuando mi hermano colgó en los muros del Colegio de Arquitectos su anterior exposición segoviana (luego ha habido otra en Tenerife que no pude ver, aunque conozca parte de la obra expuesta), ya pasó algo similar; pero no fue tan intenso, quizá porque mi propia situación personal era diferente, y no había tanta sequía.
Sin embargo en este final del invierno de 2012, la cosa es bien distinta…
¿Influirá en algo el uso de las redes sociales, de la informática en general?
Es incuestionable. Sin ellas quizá algunas de estas personas no habrían llegado del mismo modo. O sí. No lo sé, lo que sé, y puedo constatar, es que ellas lo están facilitando, y están consiguiendo trazar una especie de autopista que consiste en acortar la distancia física. Cada uno vive su trato con Internet como quiere, es evidente, pero a mí me sirve (o quiero que me sirva) para que se puedan mantener amistades, como se mantienen con quienes habitan tu propio entorno.
¿Influirá en algo el tema genérico, y el modo potente de exponerlo, que recorre toda la exposición, como un hilo que sirve de hilván a cada uno de los cuadros y pequeños objetos que llenan sus salas?
Estoy seguro. Es más, creo que es la razón más importante, la razón sin la cual el resto de condiciones no pueden desembocar en lo que están desembocando. La razón que viene a completar el punto de arranque.
Uno cuando accede a la sala de las Caballerizas del Torreón y comienza a contemplar la obra que viene trabajando desde octubre del año pasado, se topa con muchas cosas, pero todas ellas —a poco sensible que se sea, y a poca vida que se haya vivido— conducen a desnudarnos de vanas etiquetas, a plantearnos las cuestiones que realmente importan, aquellas que tienen poco o nada que ver con el ritmo cotidiano que es tan necesario, pero a la vez tan absorbente… Y al sentirse interpelado por estas obras uno comprende dónde está lo importante, dónde está lo esencial; y, a continuación, sucede el prodigio, está sucediendo el prodigio, se desanudan los marasmos, se diluyen los grumos de tierra, y fluye el agua, de pronto, las conversaciones tienen que ver con algo que habitualmente no transita a través de nuestros labios, pero a todos de un modo u otro nos ocupa el corazón.
A mí me emociona mucho recorrer la exposición. Ya lo he hecho cuatro o cinco veces, y van a ser muchas más. El impacto que me produjo la primera, casi en soledad, será irrepetible, pero cada uno de los recorridos me ha hecho descubrir algo nuevo, un matiz que, como un regalo, procuro atesorar.
Sin duda el más importante es hacerlo junto a otros ojos. En este caso los de mis primos, y pronto han de ser los de los amigos que ya espero. Y el encuentro con nuestros primos (el viernes por la tarde, ayer sábado) ha sido esa lluvia tranquila, densa, fina, la que llena despacio los manantiales, la que se cuela profunda y tranquilamente por los surcos de los días, la que terminará enriquecida llegando a mi embalse.
Y también sucede que asistir a este paseo junto a alguien que es —y repito sus palabras— una página en blanco respecto de la obra de mi hermano, ya que la desconocía totalmente, sirve para comprender hasta qué punto todas estas intuiciones o sensaciones antedichas, no son fruto sólo del cariño, que es el grado más alto de subjetividad, ya que es la perspectiva menos objetiva que existe.
No se trata aquí de desvelar lo que a mí no me compete, pero ante determinadas obras casi unánimemente se producen reacciones ajenas a la indiferencia, y limítrofes a la honda emoción. Y quizá sea éste el baremo básico para establecer la calidad artística de una obra.
Y después, como recién salidos de un baño purificador, o saciada la sed de dentro, surge la fiesta, esa alegría que produce el encuentro, el reencuentro y las horas pasan sin sentir, espléndidas.
Recorrer algunas calles de la ciudad, abrazar con los pies los senderos de la Alameda camino del Monasterio donde tantos recuerdos sobrevuelan y se ciernen entre los hermosísimos recovecos de las estatuas de alabastro o las de madera policromada, sirve para rematar una jornada especial, muy especial, densa, muy densa.
No va a ser la única. Y al igual que vivo con intensidad los momentos delicados y complejos, dejadme que viva con el mismo vigor estos días... y espero que no os aburra mucho que os lo siga contando...

8 comentarios:

Isabel Martínez Barquero dijo...

Si una obra emociona, ha alcanzado el centro de la diana, pues arte que no conmueve no es arte, sino otra cosa.
Me alegra tu vigor y tu contento. Disfrútalos a tope.
Un abrazo, Amando.

Flamenco Rojo dijo...

La huella de los "Carabias María" será recordada en Segovia.

Un abrazo extendido a los tres hermanos y a sus progenitores.

Isolda Wagner dijo...

Cuando leo estas cosas tan emocionantes, no dejo de pensar en vuestros padres. El orgullo tan grande que deben sentir, con tres artistas en la familia. Está claro, por lo pronto, que sois iguales en sensibilidad y gusto, cada uno en lo suyo.
Besos, que serán dados en pocos días.

Marina Filgueira dijo...

¡Ay Amando!!!

¡Que texto precioso -precioso! ¡Y, de corazón te digo que sigue -sigue contando y no hables de aburrirse! Por favor! Y, vive -vive estos días con todo el vigor del mundo.
Mi enhorabuena a toda la familia y a ti! Por ese manantial de emociones y felicidad que llega, y llena el embalse de tu vida:.-de tu alma.

Un fuerte abrazo y ser muy felices.

Abuela Ciber dijo...

Dices:
....sino trote tranquilo que me ha de llevar lejos, o eso espero.

Y los que apreciamos tambien, que llegues hasta donde tus sueños coronen.

Hermoso lo que has compartido de la exposicion de tu hernano.
Tus sentidos se enmarcan en palabras sentidas y, gratas de ser leidas.

Cariños

Javier Ximens dijo...

Hay que salir y relacionarse. Supongo que pasear por lo cuadros —relatos dibujados— de un buen pintor activa la creatividad. Además, si conoces todo lo que hay detrás del cuadro, pues mayor gozo. Leyendo tu reportaje observo que ya ha llovido en ti, y eso es bueno, pues saldrán nuevas creaciones. Nos leemos.

Abuela Ciber dijo...

Al igual que deseando broten azucenas en los corazones, se dara ese milagro????

Cariños

Mercedes Pinto dijo...

Entiendo la emoción que supone para ti un acontecimiento como este, comprobar que el arte sigue siendo motivo de encuentro y de emociones, y no digamos si el punto de encuentro es la obra de un hermano, entonces la conmoción es doble. Me alegro mucho de que esa exposición esté siendo un éxito y motivo de alegría para la familia y los amigos.
Un abrazo.