Miré al reloj, eran más de las doce de la mañana. Desde esa hora, hasta las tres de la tarde, cuando me retiré del punto de espionaje, hubo otras tres visitas. Todas ellas mujeres de diferentes edades, aunque, sin duda, la más joven fue la primera que vi. Sólo de una más pude vislumbrar el rostro cuando salió de la casa y atravesó el portal; en él no se reflejaba ningún tipo de emoción. De los otros dos, lastimosamente, no podía decir nada. Todavía era pronto para extraer conclusiones, pero llegué a una: a aquella casa sólo acudían mujeres, que estaban media hora contemplando algo que desprendía una luz celeste y tras, media hora, más o menos, volvían a salir. No quise avanzar más en mis deducciones, aunque una idea se bosquejaba en mi cerebro.
Decidí continuar aquella tarde inspeccionando lo más discretamente posible el edificio.
Hacia las cuatro y media buena parte de mi teoría se derrumbó, pues un caballero impecablemente trajeado oprimió un botón del portero automático después de haber descendido de un coche de los clasificados como gama alta. Yo diría que gama muy alta o lujosa, lo que ocurre es que no sé si existe tal apelativo en la ordenación de modelos automovilísticos. Salvo que la visita fue masculina, en vez de femenina, todo lo demás fue idéntico a los demás casos. Cuando el hombre descendió del piso de la luz azul, tuve la suerte de poder contemplar con más relajación su cara, pues al introducirse en el vehículo, no arrancó de inmediato, sino que se arrellanó en el asiento del conductor y se fumó calmosamente un pitillo. No sabría definir la expresión que se dibujaba en su faz. Quizá enfado, acaso preocupación, pudiera ser que nerviosismo, o impotencia; también se podría decir que una mezcla de todas o algunas de tales emociones.
A lo largo de la tarde, las visitas se produjeron con periodicidad constante y precisa (dos personas por hora). El ritmo empezó a decrecer a partir de las ocho. Poco antes de las once de la noche, no volvió a salir o a entrar ninguna persona más. Ya no me hacía falta estar permanentemente asomado a la ventana, lo cual me permitía un espionaje más eficaz. Con permanecer apostado ante ella cinco minutos antes de la hora en punto, o de la media, era suficiente. En ese intervalo de cinco minutos, podía ver salir del edificio a la visita que lo había ocupado, y podía observar la siguiente.
Por tanto del primer día de observación saqué dos conclusiones: las visitas tenían una duración de algo menos de media hora, y era necesario concertar previamente una cita, pues de no ser así podía considerarse como milagroso la precisión rítmica de los visitantes. Lógicamente hube de desechar la idea de que allí sólo iban mujeres, pues al contrario que había sucedido por la mañana, aparecieron más hombres que féminas.
A la mañana siguiente no falté al trabajo. Hubiera sido muy sospechoso. Hubiera tenido que acudir al médico para justificar de modo convincente mi ausencia, y el caso es que hubiera tenido más motivos que la víspera, ya que la noche fue de las que comúnmente se llaman toledanas. Mi imaginación dio vueltas y más vueltas al mismo acontecimiento que se había repetido unas quince o dieciséis veces a lo largo del día.
Pero lo que más me llamaba la atención, lo que más alteró mi sueño durante aquella madrugada, fue el recuerdo de las distintas expresiones de las caras de las visitas una vez que salían del piso de enfrente. Estaba casi convencido que mi vecina oficiaba como vidente y que la luz azul que veía desde el salón de mi casa se correspondía a una bola de cristal, donde ella podría ver el futuro del cliente de turno.
Nunca me han atraído este tipo de cuestiones, y jamás he mostrado interés alguno por los fenómenos en apariencia paranormales. Siempre he sostenido que se trata de un engaño, en el que se juega y se abusa de la credibilidad de las personas que sí creen en cosas tales como ver el futuro mirando una bola de cristal, echando las cartas, leyendo las rayas de las manos, o tantas y tantas maneras que el género humano ha determinado como guías del destino por así decir. Pero haber sido testigo de la diferencia de expresión en rostros tan dispares, de los que sí se podría construir, aunque fuera en bruto, su posible pasado, me hizo reflexionar en que aquella mujer, que se había convertido en mi vecina, quizá engañase de un modo más portentoso que sus colegas.
Hacia las cuatro y media buena parte de mi teoría se derrumbó, pues un caballero impecablemente trajeado oprimió un botón del portero automático después de haber descendido de un coche de los clasificados como gama alta. Yo diría que gama muy alta o lujosa, lo que ocurre es que no sé si existe tal apelativo en la ordenación de modelos automovilísticos. Salvo que la visita fue masculina, en vez de femenina, todo lo demás fue idéntico a los demás casos. Cuando el hombre descendió del piso de la luz azul, tuve la suerte de poder contemplar con más relajación su cara, pues al introducirse en el vehículo, no arrancó de inmediato, sino que se arrellanó en el asiento del conductor y se fumó calmosamente un pitillo. No sabría definir la expresión que se dibujaba en su faz. Quizá enfado, acaso preocupación, pudiera ser que nerviosismo, o impotencia; también se podría decir que una mezcla de todas o algunas de tales emociones.
A lo largo de la tarde, las visitas se produjeron con periodicidad constante y precisa (dos personas por hora). El ritmo empezó a decrecer a partir de las ocho. Poco antes de las once de la noche, no volvió a salir o a entrar ninguna persona más. Ya no me hacía falta estar permanentemente asomado a la ventana, lo cual me permitía un espionaje más eficaz. Con permanecer apostado ante ella cinco minutos antes de la hora en punto, o de la media, era suficiente. En ese intervalo de cinco minutos, podía ver salir del edificio a la visita que lo había ocupado, y podía observar la siguiente.
Por tanto del primer día de observación saqué dos conclusiones: las visitas tenían una duración de algo menos de media hora, y era necesario concertar previamente una cita, pues de no ser así podía considerarse como milagroso la precisión rítmica de los visitantes. Lógicamente hube de desechar la idea de que allí sólo iban mujeres, pues al contrario que había sucedido por la mañana, aparecieron más hombres que féminas.
A la mañana siguiente no falté al trabajo. Hubiera sido muy sospechoso. Hubiera tenido que acudir al médico para justificar de modo convincente mi ausencia, y el caso es que hubiera tenido más motivos que la víspera, ya que la noche fue de las que comúnmente se llaman toledanas. Mi imaginación dio vueltas y más vueltas al mismo acontecimiento que se había repetido unas quince o dieciséis veces a lo largo del día.
Pero lo que más me llamaba la atención, lo que más alteró mi sueño durante aquella madrugada, fue el recuerdo de las distintas expresiones de las caras de las visitas una vez que salían del piso de enfrente. Estaba casi convencido que mi vecina oficiaba como vidente y que la luz azul que veía desde el salón de mi casa se correspondía a una bola de cristal, donde ella podría ver el futuro del cliente de turno.
Nunca me han atraído este tipo de cuestiones, y jamás he mostrado interés alguno por los fenómenos en apariencia paranormales. Siempre he sostenido que se trata de un engaño, en el que se juega y se abusa de la credibilidad de las personas que sí creen en cosas tales como ver el futuro mirando una bola de cristal, echando las cartas, leyendo las rayas de las manos, o tantas y tantas maneras que el género humano ha determinado como guías del destino por así decir. Pero haber sido testigo de la diferencia de expresión en rostros tan dispares, de los que sí se podría construir, aunque fuera en bruto, su posible pasado, me hizo reflexionar en que aquella mujer, que se había convertido en mi vecina, quizá engañase de un modo más portentoso que sus colegas.
Había visto terror, dolor, alegría, preocupación, sorpresa, incredulidad, lágrimas desesperadas y otras emocionadas, incluso enfado, como el del último cliente que, después de cerrar la puerta del portal con un golpe que hizo temblar hasta los cristales de mi anodina ventana, la emprendió a patadas con la fachada del edificio, hasta que decidió que tal gesto, además de provocarle alguna posible lesión en el pie, no solucionaría ningún problema, salvo al dueño de la zapatería donde tuviera que ir a comprar un nuevo par de zapatos.
Me levanté de la cama al menos cuatro o cinco veces, cada vez con una excusa diferente: iba al baño, tenía sed, incluso me despertó una sensación de hambre que normalmente no me acucia en la madrugada…
Me levanté de la cama al menos cuatro o cinco veces, cada vez con una excusa diferente: iba al baño, tenía sed, incluso me despertó una sensación de hambre que normalmente no me acucia en la madrugada…
Absurdo engañarme...
Cada vez que me levanté, me acerqué a la ventana del salón. No era necesario que encendiera la luces de mi casa, con la claridad de la iluminación urbana era suficiente…
Cada vez que me acerqué, descubrí la ventana con el resplandor azul.
Y sentía que me llamaba
Y sentía que me llamaba
(Continuará).
36 comentarios:
Estoy por apostar que no será una vidente, conociéndote no nos los pondrías tan (e)vidente...
Me encanta tu forma de narrar, haces que uno se sumerja sin darse cuenta en el lugar exacto donde se desarrolla la trama y perciba como propias las sensaciones o elucubraciones que le van sucediendo al protagonista, eso requiere maestría y tú la tienes.
Me voy a dormir, pero pensaré en la dichosa luz azul, a ver si se me ocurre algo.
Un besazo.
Paloma Corrales:
Gracias por tus palabras. La verdad es que no sé cómo decir lo que estoy pensando. Mejor no lo digo.
Iremos viendo (e)videncias
Puede que Paloma esté en lo cierto, yo también lo pienso, y la verdad es que siembras incógnitas eh? porque yo no se si preguntar cuántas entregas tiene este relato, porque ya estoy que me muerdo las uñas, aunque si yo destierro la idea de la videncia, no se que me queda, porque no puedo imaginar que puede ser esa luz azul y que va a hacer toda esa gente allí, además ahora van hombres... no se, esperaremos a ver el próximo capítulo. Un abrazo, Amando. Me tienes atrapda, quillo.
Evaasecas
Si no me equivoco tiene cinco entregas. Este es cortito. Quizá sean seis. No más, desde luego.
De acuerdo también con Paloma…no creo que Amando nos lo ponga tan fácil…o sí, quién sabe.
De cualquier forma os sorprendería saber la cantidad de trabajos que se pueden realizar desde casa, sin problemas de tráfico, sin jefes malhumorados, sin horarios, sin conflictos...con una lucecita tenue celeste o azul.
Lo dicho, dispuestos a esperar otros siete días…y no morir en el intento.
Feliz fin de semana.
De acuerdo con Paloma y con todos. Atmósfera inquietante con elementos sencillos. Intriga... a esperar la continuación. Un abrazo.
Flamenco Rojo:
Por ejemplo escribir relatos con un flexo con una bombilla de color azul.
Hubo una época en que esta luz se recomendaba para los estudiantes.
María Sangüesa:
Algunas veces en lo cotidiano está lo más misterioso. ¡Qué te voy a contar a ti después de leer tus Cuentos de fantasmas!
Y también sucede lo contrario, lo más misterioso se camufla en plena cotidianidad.
Dado que lo nombras, yo tambien descartaría lo de la videncia, pero tengo muchas ideas rondándome la mente, ya veremos si alguna se acerca a la realidad :)
Una preguntica, ¿El relato lo tienes ya completo o lo vas completando semana tras semana?
neko:
En este caso está escrito, aunque lo empecé hace años. De ahí mi duda en el número de capítulos, porque, aunque esté escrito, quizá pueda ser susceptible de alguna modificación.
Cuanta intriga!!!me gusta mucho este estilo de escritura amigo,gracias por tu visita ,no ando con muy buenos animos ya has visto mi poema,pero el tiempo pasa y curará las heridas que tiene en el alma mi pequeña paloma se esta haciendo todo por ayudarla,gracias cariños.
Amando, comento sin leer los previos así es que a lo mejor repito algunas cosas ya dichas:
Pillín, pillín, ya nos has quitado la ilusión de que se tratara de una adivina, porque , o mi fina perspicacia de varios meses leyéndote me falla o de la vecinita tiene de vidente lo que yo de titiritera. No nos lo vas a poner tan fácil, ni vas a conformarte con ser tan previsible. ¿Qué nos tendrás preparado?.
Lo que sí tenía claro antes de llegar al final de tu relato de hoy es que el voyeur no podría resistir la curiosidad y acabaría pidiendo cita. Buen final: sentía que me llamaba.
...................................
La videntes suelen jugar con las expectativas de sus consultantes, por supuesto que no adivinan nada de lo que no haya indicios, pero algunas tienen una intuición tan grande que son capaces de descubrir por signos indirectos (lenguaje analógico) muchas cosas de las personas que las visitan, de las que ni ellos mismos son conscientes, aunque las transmitan en la mirada, la respiración, el moverviento de las manos etc.
Ahí radica el éxito de las buenas adivinadoras, en el conocimiento del ser humano en general y en la sensibilidad que tienen de manera natural y trabajada, para captar un futuro o un pasado que el que consulta está gritando a voces para el que sepa escuchar.
Luego es imprescindible un medio como las cartas o la bola que son utilizados como disculpa para ir obteniendo información, y como soporte para justificar lo que lo que con preguntas, miradas, o incluso olfateando, van descubriendo durante la entrevista.
También juega un papel fundamental el hecho de que "la profecía" actúa como condicionante en las decisiones, miedos o esperanzas de quien consulta, que siempre es alguien que está atravesando un momento de crisis, por eso va.
Vaya risa, después de escribir y dar a la tecla "publicar", he leído lo que los demás han escrito y BINGOOOO, coíncidencia absoluta, unanimidad.
Pues ahora lo tienes más fácil Amando, como ya no contamos con ello vuelta a la vidente, pero una bruja muy especial.
La luz de los UVA también es azulada y se usa para lesiones de piel y para ponerse moreno/a, como todo el mundo sabe. ¿Y un acuario doméstico con sus burbujitas?.
Aunque más que la luz, lo que distingue al cuento es la cantidad de personas que acuden a la casa, la duración fija de su estancia, y que , al parecer, nadie sale impasible de allí.
Me parece que podría deducirse también que en la mayoría de las ocasiones las mujeres van por la mañana y los hombres por la tarde,
es decir amas de casa y ejecutivos con problemas. Aunque esto quizás sea ya mucho aventurar.
¿Hay que esperar una semana?. Ejercicio de paciencia toca.
Empiezo a creer que esto va a ser como el teatro dentro del teatro.
El voyeur viendo lo que observa la vidente. ¿Tal vez una medium, santera o similar?
De pronto, mientras escribo me ha venido a la memoria una novela de un tipo deforme, El Malogrado de T. Benhart. A veces hay que venderse para subsistir y mostrar nuestras miserias...
El escibidor, narra que te narra sin sacarnos de dudas, pero es estupendo leerte.
Besos cada vez más intrigados.
Me imagino también que será vidente o algo por el estilo.
Me parece a mí, que este no se podrá contener e irá allí a chafardear lo que en aquella vivienda pasa.
Un abrazooo
Le doy vueltas a la luz que irradia pero bueno esperemos el descenlace.
Te dejo mis deseos de un hermoso fin de semana
Cariños
Es interesante el relato. Como siempre, Amando parte de un hecho para sumergirnos en la psicología de los personajes e intrigarnos de paso.
Veremos en qué para.
Quería yo añadir de paso que una cosa es la "videncia" de tanto charlatán que hay suelto y que así se gana las lentejas, y otra cosa es Saber.
Pero lo dejo voluntariamente ahí.
Besos.
Es que todos estáis en frente de vuestro televisor viendo el fútbol...Así que os doy una noticia muy importante: una vidente de África del Sur conoce ya el campeón. Pienso que la pagan para que no diga nada.
Digo tonterías, tonterías verdaderas, la noticia la tengo del Agence France Presse, porque los otros comentaristas ya han dicho mucho, hasta los UVA que me hacen falta por aquí.
Amando, nos preparas trampas. Muy bueno.
fiaris alfabeta:
Esta vez la intriga no durará mucho. Muchísimas gracias por tu visita a pesar de estar un poco alicaída de ánimo. Regresarán los buenos tiempos.
María Ángeles:
Lo que explicas sobre las videntes o supuestas videntes, es algo con lo que estoy de acuerdo.
Y creo que nuestro portagonista dirá algo de eso el próximo capítulo.
Sin embargo el dinero que corre por el mundo para pagar a echadores de cartas, lectotes de posos de café, videntes de bolas de crital, pitonisas, cartas astrales, etcétera, etcétera, no es precisametne un poco de calderilla.
Sobre las cuestiones específicas del relato mejor será que no me pronuncie.
Diga lo que diga me equivocaré. Mejor esperemos.
Verónica:
Bueno habrá que ver qué hace éste. Al menos ya sabemos que a la mañana siguiente ha ido a trabajar después de una noche toledana.
Isolda:
¿Un teatro dentro de un teatro...? Suena interesante.
La verdad es que el relato se lee muy rápido, apenas ocho folios... Ocurre que al dividirlo para adecuarlo a la extensión habitual de un post (bueno un poquito más larga) parece que es mucho mayor.
Perdón, creo que me he saltado el orden.
Abuela Ciber:
Gracias por tu visita. Ya falta menos, bastante menos.
Alena Collar:
Muchas gracias por tus palabras. Esperemos mantener ese interés.
Y sí tienes razón, una cosa es que se vea (si es que se ve que habrá que verlo) y otra que se sepa.
Pero dejémoslo ahí.
Catherine:
Yo que la vidente surafricana no diría nada ni aunque me pagaran, salvo que me ofrezcan protección oficial. Siempre ocurre lo mismo. Y es casi seguro que alguno acierte. Salvo que haya una red internacional que esté amañando apuestas.
En buena parte de la Península continúamos bajo los efectos de una borrasca casi invernal...Y ya que lo has comentado he aprovechado para mirar los pronósticos de que la Agencia Estatal de Meteorología da para esta ciudad y la cosa no mejora en los próximos días... De hecho han variado los pronósticoa que vi el pasado jueves...
1-A ver un televisor que da una meteo falsa, pantalla encendida día y noche. Y vienen a saber si es el fin del mundo.
2-La lámpara no-estudiosa en la cabecera de una cama visitas eróticas de menos de media hora.
3-una pantalla de rayos X, laser o ecografía, resultados virtuales.
4- una pantalla de ordenador y un contable experto que hace declaraciones de renta.
5- un acuario con peces gordos.
6- la pagan para que la apague pero no lo bastante.
7-Suministradora de drogas, si la policía viene la lámpara se apaga.
8- la virgen vestida de azul se ve o el espíritu santo y rezas y haces un voto. las chicas guapas quieren encontrar marido que sepa fregar los platos y el caballero impecable una planchadora porque han prejubilado a la actual y se marcha al pueblo.
etc, etc, etc.......
Maririu, siempre sorprendiendo! Claro, que si no, no serías tú.
Un beso.
maririu:
Gracias por las sugerencias, quién sabe... :-)
Creo que la última es la mejor de todas.
Por eso se sienta preocupado en el asiento del coche: está pensando en el futuro de la raya de su pantalón...
Claro que la primera opción, con los tiempos que corren, tampoco es desechable.
La segunda sería interesante, pero habría que hacer el aviso preceptivo sobre el contenido de este blog.
La tercera opción podría darnos problemas con el fisco o con la Seguridad Social, y no sé qué es peor.
La cuarta opción es un poco más aburrida, pero también plausible; más que un contable, sería una contable, salvo que el contable sea enano y so se vea desde las ventana.
La quinta y la sexta no me parecen muy atractivas, salvo que en el caso de los peces, además de su gordura, se dé alguna circunstancia especial que invite a acercarse hasta el lugar: por ejemplo que hablan el dialecto de las sirenas y lo traducen a alguna de las lenguas humanas conocidas, preferiblemente el castellano, aunque esta mujer tiene el don de lenguas heredado por vía materna, siempre por vía materna, desde la época del primer Pentecostés.
Lo de las drogas no me pega, salvo que se trate de drogas de ultísima generación con especiales poderes sobre la mente del consumidor.
Isolda:
Y bien que se agradece esa fina sutileza irónica para decir todo lo que ha dicho, que probablemente se resume en una línea
O acaso al señor, que podía ser inglés -por lo de vandalizar el mobiliario urbano ajeno, aunque sea una pared- le anticipó la cantada del portero en el partido contra los americanos.
La última línea ("me llamaba"), ¿indica que el espectador va a dejar la ventana, bajar a la calle, cruzar la acera y subir a la habitación del resplandor?
Gaspard:
Pobre Green, claro que llamándose así queda claro que forma parte de la propia hierba y el balón rueda tranquilamente por sus manos... A cualquiera le puede pasar, y quizá no sea la única que veamos de este calibre.
Por cierto me has dado una idea, mejor dicho, me has refrescado la memoria para la entrada de esta noche/mañana
Para responder a la pregunta que haces al final habrá que seguir esperando.
-la sexta no está clara tienes razón, en el Guzmán de Alfarache, la mujer de G. se gana la vida recibiendo peces gordos y para que Guzmán no vuelva intempestivamente a casa, le pone una maceta de flores en la ventana, lo he actualizado pero no he sabido explicarme.
A mi los peces gordos siempre los veo con trajes a lo "valenciano" (con perdón de los valencianos de pro)y necesitando excusas para cumplir con sus obligaciones gurtelándose ¿por qué no? en el dormitorio de tu vecina.
¿eso de qué se resume en una línea...?
maririu:
Bueno, bueno, ahora lo entiendo mejor. Así se explicaría mejor lo de los horarios.
Estàs en una forma estupenda, Maririu. Es un placer leerte de nuevo.
catherine:
La verdad es que creo que muchos hemos echado de menos sus aportaciones.
Vaya vaya: Amando, estuve leyendo los comentarios y la verdad es que ya hay mil- teorías sobre cual va a ser o puede... ser el desenlace de este estupendo y urdidor-relato. Yo pienso que el narrador, no va a dormir tranquilo mientras que no se adentre en la casa de enfrente. Y también creo que no va a tener precisamente... un final dulce, esta istoria. Espero con ansia la próxima entrega. Gracias Amando es un placer leerte. Un beso y ser felices todos los contertulios, y tú- por supuesto.
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