Hoy no parece estar de moda volver los ojos hacia el interior del individuo. Hoy no parece estar muy de moda hacerse preguntas que nos conduzcan directamente al recinto más secreto de cada quien, hacia esa zona que unos llaman alma, otros espíritu y otros conciencia.
Mercedes Pinto, nuestra Mercedes, ha hecho esta incursión sin protección de ningún tipo con su novela La última vuelta del scaife (Ediciones Irreverentes, septiembre de 2009). Y además lo ha hecho organizando otros dos viajes, uno en el tiempo y otro en el espacio.
Me explicaré.
En esta novela atravesamos con el protagonista casi todo el siglo XX y, al mismo tiempo, viajamos con él desde Londres hasta Essen (Alemania), desde allí cruzaremos en barco, con una brevísima escala en Canarias, buena parte del Atlántico hasta llegar a Namibia, donde nos espera otro viajero, un esclavo que ha huido y ha emprendido su propio viaje hacia la libertad. Después de muchos años (mientras el mundo asiste a la Guerra Incivil española y a la no menos inhumana segunda Guerra Mundial), volveremos a tomar un barco que desembarcará en España, y visitaremos Granada y Madrid, para décadas después, regresar a Essen para concluir, como en un círculo perfecto en nuestro punto de partida, en Londres.
Como todo el mundo sabe, a lo largo de la historia de la literatura el viaje ha sido utilizado como imagen del proceso de maduración humana. El viaje como símbolo de descubrimiento, sorpresa, aprendizaje, falta de seguridad, despojo de carga inútil. Cuando uno viaja, y esto lo saben bien quienes mucho viajan, tiene que elegir con esmero qué ha de llevar como equipaje; o dicho en sentido contrario, ha de descartar todo lo superfluo o todo aquello que a la hora de la verdad va a ser un lastre que le hará moverse con torpeza, si es que logra moverse.
Pero con ser atractivo el periplo que nos regala Mercedes, no es lo más importante de la novela. De hecho sabemos poco de los lugares en los que estamos, a penas las pinceladas precisas que nos ayudan a centrar la mirada sobre los personajes.
Porque a mi modo de ver, si hablamos desde la óptica literaria, esta novela es novela de personajes, yo diría, que es una novela de personas que se han tornado tinta en las palabras de la escritora. No sólo sus tres grandes protagonistas, a saber, Josué (narrador y protagonista absoluto), Kuima el esclavo negro que libera a su pueblo y Carlos Ladrón de Guevara, su amigo español, viejo hidalgo, mal casado, vividor y optimista… No, también los secundarios, o los actores de reparto como se dice ahora, son personas muy reales, muy sólidas, en tres dimensiones; quiero decir, no son meras figuras decorativas, salvo que no tengan nombre propio. Todos aquellos personajes que aparecen con su nombre propio podrían saltar del interior de las páginas y ponerse a discutir con el autor sobre tal o cual decisión, e incluso quejarse de su suerte.
Mercedes erige una novela repleta de retratos bien logrados en cada uno de sus detalles. Incluso en alguno de los que menos influencia tienen en el desarrollo de la trama la construcción es delicada y detallada. No digo que necesite muchos párrafos para ello, normalmente con un par de frases nos coloca ante una persona muy real.
Cuando el otro día sugerí que se me apuntaran nombres de libros que hubieran impactado a los lectores, ella, Mercedes, como se puede comprobar en su comentario, apuntó los siguientes: Crimen y castigo, Orgullo y prejuicio y Madame Bovary. Al leer su aportación sonreí, ya llevaba muy avanzada la lectura de su novela, y entendí muy bien por qué le habían señalaba estas tres cumbres de la literatura universal: estas novelas son primordialmente sus personajes, la psicología de sus personajes, el proceso interior de sus personajes.
La última vuelta del scaife, en gran medida también es eso, también es la evolución de sus personajes. Porque eso es la vida, en el fondo. Cada uno es como es en una parte significativa a causa de las personas que lo rodean. Nadie es impermeable a su entorno. A medida que se crece en años, ese hábitat se ensancha y las influencias se multiplican, aunque es cierto que sólo las más duraderas y próximas suelen ser las que más hondo calan en nosotros. Es este proceso de interacción personal lo que consigue que se haga tan real y tan entrañable para quien lee. Ya digo, ante nuestros ojos, desde la primera página, se van poniendo en pie cada uno de los personajes.
Y consigue que el lector se enamore perdidamente de varios de ellos, probablemente porque hay mucha humanidad en estos personajes. Salvo Kuima, el gran héroe de la novela, un Moisés animista con la misma sabiduría de San Agustín, el resto de personajes muestra una paleta de matices en su personalidad que demuestra un hondo conocimiento del espíritu humano. Todos ellos nos presentan diversos tonos, colores, matices, que pueden ir desde el extremo casi inmaculado de Sara, la madre de Josué, a lo más oscuro que podría ser el capitán Hasn Fischer.
Mercedes Pinto utiliza el lenguaje como instrumento eficaz que nos permite adentrarnos en las vidas y en los corazones de sus criaturas. Su narración huye de adornos, de cualquier recurso retórico que estorbe la atención del lector. Su mente de artista formada en la medicina y repleta de sensibilidad sabe que el lenguaje es el vehículo por el que el lector tiene que llegar a conectar con estos personajes. No es, pues, su literatura metaliteratura en el sentido de ser objeto y sujeto al mismo tiempo, sino mera herramienta que utiliza con eficacia y pericia, pero, sobre todo, con claridad y ritmo. Un ritmo creciente y cada vez más envolvente, un ritmo que termina por atrapar al lector.
Es difícil escribir la reseña de una novela sin sustraerse a la tentación de entrar en detalles del argumento, más allá del grueso resumen que he realizado párrafos arriba. Pero tengo que sujetarme, pues va larga esta entrada y sería menester no influir en exceso en quien se decida a su adquisición y posterior lectura, que recomiendo sin duda y con fervor.
Y porque necesito aún unas líneas para volver al principio, para no ocultar que la novela, a través de todos estos recursos, y más que me dejo de lado, lo que sostiene es que las religiones, todas las religiones, cualquier religión, incluso la religión de quien no la tiene pues no cree en Dios o si cree en él lo siente como un ser lejano, tienen algo en común, algo que nos tiene que servir para enlazar manos y aunar esfuerzos. Eso que se llama amor y que es una palabra tan manida que ya está arrugada y a punto de fenecer, como tantas otras. Porque hablamos del amor más allá de la pareja. Hablamos del amor como olvido de uno mismo, como continua atención al otro, como un desvivirse (¡qué palabra tan hermosa!) por el otro. Pero no desvivirse por el otro lejano e inconcreto, sino al otro cercano, próximo, nuestro otro, por así decir. Desde este punto de vista, y esta es la tesis de la novela, todas las religiones, cualquier religión, incluso, reitero, la religión de los que no creen en ningún Dios, son instrumentos válidos, que cada uno utilice el que proceda.
Si cada quien aplicara esta norma básica a su vida, las religiones, todas las religiones, cualquier religión, no serían un arma arrojadiza contra el otro, o un lastre para nuestras vidas en forma de complejo de culpa que tan bien han organizado los clérigos y expertos de cada una de esas religiones (curas, rabinos, imanes...), sino un motor para la humanidad y para cada individuo.
Al fin y al cabo todas ellas, en sus grandes libros dan la misma clave, que yo resumo en lo dicho por San Juan de la Cruz: “A la tarde nos examinarán del amor”.
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SCAIFE: Disco de hierro fundido endurecido que se utiliza para el pulido de las facetas -o sea la superficie plana y pulimentada- de un diamante
Mercedes Pinto, nuestra Mercedes, ha hecho esta incursión sin protección de ningún tipo con su novela La última vuelta del scaife (Ediciones Irreverentes, septiembre de 2009). Y además lo ha hecho organizando otros dos viajes, uno en el tiempo y otro en el espacio.
Me explicaré.
En esta novela atravesamos con el protagonista casi todo el siglo XX y, al mismo tiempo, viajamos con él desde Londres hasta Essen (Alemania), desde allí cruzaremos en barco, con una brevísima escala en Canarias, buena parte del Atlántico hasta llegar a Namibia, donde nos espera otro viajero, un esclavo que ha huido y ha emprendido su propio viaje hacia la libertad. Después de muchos años (mientras el mundo asiste a la Guerra Incivil española y a la no menos inhumana segunda Guerra Mundial), volveremos a tomar un barco que desembarcará en España, y visitaremos Granada y Madrid, para décadas después, regresar a Essen para concluir, como en un círculo perfecto en nuestro punto de partida, en Londres.
Como todo el mundo sabe, a lo largo de la historia de la literatura el viaje ha sido utilizado como imagen del proceso de maduración humana. El viaje como símbolo de descubrimiento, sorpresa, aprendizaje, falta de seguridad, despojo de carga inútil. Cuando uno viaja, y esto lo saben bien quienes mucho viajan, tiene que elegir con esmero qué ha de llevar como equipaje; o dicho en sentido contrario, ha de descartar todo lo superfluo o todo aquello que a la hora de la verdad va a ser un lastre que le hará moverse con torpeza, si es que logra moverse.
Pero con ser atractivo el periplo que nos regala Mercedes, no es lo más importante de la novela. De hecho sabemos poco de los lugares en los que estamos, a penas las pinceladas precisas que nos ayudan a centrar la mirada sobre los personajes.
Porque a mi modo de ver, si hablamos desde la óptica literaria, esta novela es novela de personajes, yo diría, que es una novela de personas que se han tornado tinta en las palabras de la escritora. No sólo sus tres grandes protagonistas, a saber, Josué (narrador y protagonista absoluto), Kuima el esclavo negro que libera a su pueblo y Carlos Ladrón de Guevara, su amigo español, viejo hidalgo, mal casado, vividor y optimista… No, también los secundarios, o los actores de reparto como se dice ahora, son personas muy reales, muy sólidas, en tres dimensiones; quiero decir, no son meras figuras decorativas, salvo que no tengan nombre propio. Todos aquellos personajes que aparecen con su nombre propio podrían saltar del interior de las páginas y ponerse a discutir con el autor sobre tal o cual decisión, e incluso quejarse de su suerte.
Mercedes erige una novela repleta de retratos bien logrados en cada uno de sus detalles. Incluso en alguno de los que menos influencia tienen en el desarrollo de la trama la construcción es delicada y detallada. No digo que necesite muchos párrafos para ello, normalmente con un par de frases nos coloca ante una persona muy real.
Cuando el otro día sugerí que se me apuntaran nombres de libros que hubieran impactado a los lectores, ella, Mercedes, como se puede comprobar en su comentario, apuntó los siguientes: Crimen y castigo, Orgullo y prejuicio y Madame Bovary. Al leer su aportación sonreí, ya llevaba muy avanzada la lectura de su novela, y entendí muy bien por qué le habían señalaba estas tres cumbres de la literatura universal: estas novelas son primordialmente sus personajes, la psicología de sus personajes, el proceso interior de sus personajes.
La última vuelta del scaife, en gran medida también es eso, también es la evolución de sus personajes. Porque eso es la vida, en el fondo. Cada uno es como es en una parte significativa a causa de las personas que lo rodean. Nadie es impermeable a su entorno. A medida que se crece en años, ese hábitat se ensancha y las influencias se multiplican, aunque es cierto que sólo las más duraderas y próximas suelen ser las que más hondo calan en nosotros. Es este proceso de interacción personal lo que consigue que se haga tan real y tan entrañable para quien lee. Ya digo, ante nuestros ojos, desde la primera página, se van poniendo en pie cada uno de los personajes.
Y consigue que el lector se enamore perdidamente de varios de ellos, probablemente porque hay mucha humanidad en estos personajes. Salvo Kuima, el gran héroe de la novela, un Moisés animista con la misma sabiduría de San Agustín, el resto de personajes muestra una paleta de matices en su personalidad que demuestra un hondo conocimiento del espíritu humano. Todos ellos nos presentan diversos tonos, colores, matices, que pueden ir desde el extremo casi inmaculado de Sara, la madre de Josué, a lo más oscuro que podría ser el capitán Hasn Fischer.
Mercedes Pinto utiliza el lenguaje como instrumento eficaz que nos permite adentrarnos en las vidas y en los corazones de sus criaturas. Su narración huye de adornos, de cualquier recurso retórico que estorbe la atención del lector. Su mente de artista formada en la medicina y repleta de sensibilidad sabe que el lenguaje es el vehículo por el que el lector tiene que llegar a conectar con estos personajes. No es, pues, su literatura metaliteratura en el sentido de ser objeto y sujeto al mismo tiempo, sino mera herramienta que utiliza con eficacia y pericia, pero, sobre todo, con claridad y ritmo. Un ritmo creciente y cada vez más envolvente, un ritmo que termina por atrapar al lector.
Es difícil escribir la reseña de una novela sin sustraerse a la tentación de entrar en detalles del argumento, más allá del grueso resumen que he realizado párrafos arriba. Pero tengo que sujetarme, pues va larga esta entrada y sería menester no influir en exceso en quien se decida a su adquisición y posterior lectura, que recomiendo sin duda y con fervor.
Y porque necesito aún unas líneas para volver al principio, para no ocultar que la novela, a través de todos estos recursos, y más que me dejo de lado, lo que sostiene es que las religiones, todas las religiones, cualquier religión, incluso la religión de quien no la tiene pues no cree en Dios o si cree en él lo siente como un ser lejano, tienen algo en común, algo que nos tiene que servir para enlazar manos y aunar esfuerzos. Eso que se llama amor y que es una palabra tan manida que ya está arrugada y a punto de fenecer, como tantas otras. Porque hablamos del amor más allá de la pareja. Hablamos del amor como olvido de uno mismo, como continua atención al otro, como un desvivirse (¡qué palabra tan hermosa!) por el otro. Pero no desvivirse por el otro lejano e inconcreto, sino al otro cercano, próximo, nuestro otro, por así decir. Desde este punto de vista, y esta es la tesis de la novela, todas las religiones, cualquier religión, incluso, reitero, la religión de los que no creen en ningún Dios, son instrumentos válidos, que cada uno utilice el que proceda.
Si cada quien aplicara esta norma básica a su vida, las religiones, todas las religiones, cualquier religión, no serían un arma arrojadiza contra el otro, o un lastre para nuestras vidas en forma de complejo de culpa que tan bien han organizado los clérigos y expertos de cada una de esas religiones (curas, rabinos, imanes...), sino un motor para la humanidad y para cada individuo.
Al fin y al cabo todas ellas, en sus grandes libros dan la misma clave, que yo resumo en lo dicho por San Juan de la Cruz: “A la tarde nos examinarán del amor”.
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SCAIFE: Disco de hierro fundido endurecido que se utiliza para el pulido de las facetas -o sea la superficie plana y pulimentada- de un diamante
35 comentarios:
¡ Hola amigo Amando ! yo leí la novela hace ya un tiempo, y me encantó por lo bien escrita que está. Sus personajes desde el primer momento enganchan, y la leí con muchísimo interés. Mercedes sabe lo que opino de la Última vuelta del scaife. Si me permites diré que me encantó leerla, es una novela trabajadísima hasta el mas mínimo detalle y muy documentada.
Mira si me gustó, que la tengo en mi perfil como uno de mis libros favoritos.
Si me permites, yo la recomiendo, a toda esa persona que le guste leer, sin dudarlo le encantará.
Feliz noche amigo
Un abrazooo
Verónica:
No me extraña que te gustara. Y como bien dices conviene recomendarla.
Creo que tú, como escritor, sabes que la relación de un autor y su obra tiene muchos puntos en común con la de un hijo y su madre: se gesta en sus entrañas, se alimenta de su pecho, conoce el mundo que le rodea de su mano… Y finalmente has de dejarlo marchar y observarlo desde la distancia, esa cruel distancia que no te permite intervenir para defenderlo en las situaciones difíciles. Cuando sufre agravios te rompes por dentro y cuando lo tratan con cariño tu corazón se llena de un agradecimiento infinito. Constantemente esperas y deseas que en ese difícil caminar en solitario encuentre lectores que sepan apreciar lo bueno que tu dejaste en él y perdonar los defectos que heredó de su creadora; que lo traten con cariño.
Mi hijo ha tenido suerte, Amando, porque te ha encontrado a ti en el camino y yo, desde la distancia, sonrío satisfecha.
Cómo me gustaría que pudieses estar en el debate de Zaragoza para defenderlo.
PD: Gracias, amiga Verónica, por ser de las primeras en confiar en mi novela, y defenderla siempre que tienes oportunidad.
Un abrazo.
Mercedes Pinto:
Todo lo que dices acerca de la relación autor-obra lo comparto al cien por cien.
Y cuando llega ese instante, tan deseado siempre por otra parte, en que ha de comenzar su andadura fuera de nuestra jurisdicción, uno tiembla...
Pero algunas veces, como en tu caso, el hijo es sano, robusto, hermoso, seguro...
Tanto que se defiende muy bien solo.
En Zaragoza no estaré, pero mi presencia no es necesaria, su fortaleza, tus cuidados y los ánimos de otros amigos y amigas que podrán estar allí, lo dejarán en buen lugar, estoy seguro. Además, ya sabes que alguien me ha encargado de hacer de anfitrión de otro lugar, espero hacerlo bien.
Y si acaso, ya sabes, aquí está el texto, para tu libre utilización.
Un beso.
Muy buena reseña Armando (es que anoche lo escribí cien veces) tengo pendiente la lectura de la novela, no por falta de ganas, es el tiempo y la acumulación de libros que voy leyendo, el blog, el trabajo, el jardín, la casa... pero pronto la iniciaré. Tu reseña y tu fervor impulsan a que no la aplace por más tiempo. Gracias.
Un abrazo.
Paloma Corrales:
Huy, lo del tiempo que a todos nos come. Es tremendo. Ahora mismo, quiero decir en estos días, tengo que empaparme de dos libros de otra buena amiga que también se pasa por aquí, me refiero a María Sangüesa.
Ya os contaré,
Ojalá que mis palabras sirvan para empujar el ánimo de los lectores, y puedas adelantar un poco el orden de lectura, jeje...
PD: Te sobra un erre...jejee
AMANDO, no te rías, definitivamente soy imbécil... lo siento ;-)
Paloma Corrales:
Que no importa, que no importa.
Amando, hace muchos años leí a Marx y este decía algo así como que la religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, el espíritu de una situación carente de espíritu. En consecuencia la religión es el opio del pueblo. Tú, sin embargo, defiendes que todas las religiones, incluso la que tenemos los no creyentes, son instrumentos válidos…Y te pregunto ¿No es cierto que la religión adormece al pueblo? Siempre entendí que Marx utilizaba esta metáfora para indicar que según su criterio la religión adormece la conciencia del pueblo, nublando la percepción de los verdaderos problemas.
En cuanto al libro de Mercedes Pinto, La última vuelta del scaife, después de tu comentario, ¿quién se resiste a no comprarlo y leerlo? Gracias por traerlo y recomendárnoslo.
Un abrazo.
¡Ay! Algún día se enteraran de que te llamas AMANDO, yo se cuando dejarán de poner esa erre, en cuanto te conozcan un poquito más. Es un nombre pensado para ti.
Flamenco Rojo:
Gracias por esta reflexión.
Era necesaria.
Cuando Marx habla de la religión de modo tan hermoso como señalas se refiere, precisamente, al aspecto de la religión que critico, a esa serie de normas impuestas que sólo sirven para que nos agachemos y aceptemos el yugo sobre la cerviz.
La religión a la que critica es a la que se aúpa sobre los pedestales de los poderosos, y se convierte en un arma más en manos del opresor que la utiliza como fenomenal instrumento. A esa religión que se basa en las normas externas, y en el pecado para lograr que el complejo de culpa arraigue y crezca y nos anule.
Como siempre han demostrado los grandes místicos de todas las religiones, la religión es una vía, un camino..., poco más que un andarivel, que se nos ofrece...
Porque esa es otra. Lo que se impone no sirve, sólo quien convence vence, a pesar de lo que digan las apariencias.
Mercedes Pinto:
Uy... Ojalá, ojalá. Soy el segundo de una saga, comenzada por mi padre, que nació el día de tal santo.
Él si se lo merece.
Pero mejor no desvíemos el tema.
Para empezar, tu reseña es muy buena del libro y, segundo, muy validas las conclusiones que dices sobre el amor. Bien por esta entrada. Te felicito.
Un fuerte abrazo.
Salvadorpliego:
Siempre es un placer recibir tu visita en este espacio y que te detengas el tiempo suficiente como para anotar tus impresiones.
Sin duda que no es mérito mía esta entrada. Este libro lo merece.
Por una vez, puedo deciros que lo leí primero y dejé el honor de la crítica a nuestro Amando.
Como Flamenco, soy de las que no cree en las religiones, creo en el ser humano, que al menos y que sepamos, es el único ser vivo que dispone de voluntad, razonamiento y conciencia. Para mí es lo máximo alcanzable en esta tierra. Del mismo modo que puede ser lo más detestable, de eso no hay duda.
El libro de Mercedes, que ella sabe cuánto me gustó, radica en los personajes como tales. A mi modo de ver, la religión es pura anécdota en cada uno de ellos, una forma de interpretación de las vidas que giran en torno a esta historia. Historia que se presiente circular, como la vida misma y que desde el primer momento me atrapó con fuerza.
Gracias Mercedes, por esta última vuelta del scaife y suerte en Zaragoza.
Escribidor, gracas también por tu visión.
He venido a fisgonear, lo siento, no puedo resistirlo, como estais hablando de mi libro... No digo nada, sólo que estoy muy contenta de ver que hoy soy el tema y de lo bien que me estáis tratando.
Gracias, Isolda, por la cosas tan bonitas que has dejado. Me acordaré de vosotros en Zaragoza.
Un abrazo a todos.
Digo, hoy eres la prota! Fisgonea tranquila, que para eso estamos. Besos a los inspiradores reales de ese libro y seguiremos en contacto.
Con tanto pendoneo en los últimos días, ando un poco retrasada-perdida. Y más títulos de libros que debo añadir a la lista de "pendientes"..¿de dónde voy a sacar tiempo para leerlos? ¿cuándo? Bueno, seguro que serán adquiridos y leídos...Apuntan tan bien... Abrazos, de nuevo, africanos.
Isolda:
Razón tienes, tú lo leíste primero, y sé que te gustó...
Efectivamente, la tesis que sostiene Mercedes, con la que siempre he estado de acuerdo, es que las religiones son una anécdota en las vidas de las personas. Si cualquiera de nosotros hubiera nacido en Francia, o Alemania o Nigeria o Argelia o Rusia, probablemente tendría diferente religión. Y quizá fuéramos personas diferentes, pero no peores o mejores personas.
Mercedes:
Ven hoy y todos los días que quieras todas las veces que te dé la gana, eso sube las estadísticas, jajajaja!!!
Hoy estás en la obligación moral, no sea que venga alguien y diga alguna impertinencia...
No, es broma, todo es broma.
Hoy y siempre, como digo a todos los habituales, este rincón es en parte vuestro, y si os apetece charlar, pues aquí estaremos unos u otros...
María A:
Sí, tú eres de las que necesitas treinta y seis horas al día...
Lo más probable es que tengamos que descender el ritmo por algún sitio, tendremos que priorizar, tendremos que asumir la vida como nos viene, con una sonrisa y pa'lante...
Esto lo digo, pero si me vieras, dirías que miento más que un bellaco...
Pero sí, lo pienso... Otra cosa es que lo haga.
Gracias Amando por el descubrimiento... Quién no desea tener un diamante en sus manos...
Tomo nota en mis especiales notas, no en las innumerables...
Odiseo de Saturnalia:
Está bien eso de las notas especiales, no las innumerables. Como tener una caja b pra las notas... Y la que cuenta es la b, desde luego. Siempre es la que importa.
Hoy era un día sin leer, una tarde en la montaña admirando la naturaleza y pensando a Amando para nombrar los matices de verde.
¡Qué interesante tu crítica del libro de Mercedes! Da ganas de leerlo. A mi también me gusta Dostoievski, me gustan los libros que cuentan la vida entera de un personaje y sus peripecias, estoy pensando en Amin Maalouf y Salman Rushdie escribiendolo sin ninguna impertinencia respecto de Mercedés.
Lo noto en mi lista c, la de las compras cuando vaya a España.
Ahora a leer para que disminuya la pila de libros pendientes.
He vuelto otra vez para dar las gracias a todos por vuestra paciencia y amabilidad. A aquellos que os decidáis a leer "La última vuelta del scaife", espero no decepcionaros.
Un abrazo.
Mercedes:
Desde aquí agradecerte a ti la confianza que me has demostrado al confiar en mí para hacer de cicerone de tu propia casa.
Las gracias también por las horas tan deliciosas y emocionantes que he pasado con La última vuelta del scaife.
Te deseo en mi nombre, y creo que en el de todos los amigos, toda la suerte del mundo en tu estancia maña. Los dos actos en Zaragoza supondrán un buen espaldarazo para este libro, seguro.
Y tranquilícese, por favor. 0_=
Uf, me parece que me va a ser un poco difícil conseguir el libro, pero seguro que merece la pena si algo tiene de 'Crimen y castigo', entre otras.
Dos breves apreciaciones, Amando: los que no creemos en Dios no tenemos una religión, sólo exigimos pruebas, estamos abiertos a ser convencidos, aunque no esperamos milagros, no queremos engañar ni ser engañados, dijera lo que dijera San Agustín, y creemos en lo que vemos, consideramos difícil que las cosas no sean lo que parecen, o que sean como nos imploran que creamos que son, porque así lo han visto y oído (epístola primera de Juan). Agnosticismo puro. Como dijo San Agustín en sus 'Confesiones', libro 4, mal considero yo, por otra parte: "están demasiado henchidos de orgullo y de una alta opinión de sí mismos para poder escuchar a Cristo, aprended de los humildes de corazón para encontrar sosiego en vuestras almas, más humildad y menos soberbia". Pues no. Me parece, por ejemplo, realmente difícil conjugar fe y razón, aunque hace años leí sobre un astrónomo que es cura, o al revés... En el libro 9, San Agustín apuesta por ese "amor" del que hablas, un amor que va más allá de la adscripción a lo material y de los ensueños universalistas: "Bienaventurado el que os ama y que ama a su amigo a través de ti, y al enemigo, debido a tu amor por él...". No me convence.
Y en cuanto a Marx, en ese pasaje tan célebre del opio del pueblo, no creo que se refiera tanto a la súper-estructura de normas creada por la clase dominante, sino que lo dice muy bien, con palabras muy medidas: la religión se trata de una droga que se toma el pueblo por propia voluntad, lo que hace que el acto sea aún más desolador, en un acto individual que no se corresponde con las súper-estructuras de la sociedad, que se refieren a niveles más generales. Al final, Marx se convirtió en el opio de los intelectuales que lo leyeron demasiado, o demasiado poco.
Gaspar:
Buenas noches. Espero que encuentres el modo de encontrarlo en alguna de tus visitas a España.
Creo que te habrás percatado que cuando me refería a la religión de los que no creeis en Dios, hablaba en el sentido de grupo. Espero que sepas perdorname el juego de palabras.
Precisamente sobre la cuestión que planteas entre fe y razón hay un hermosísimo fragmento en La úlitma vuelta del scaife. Alguien defiende la pretensión que tu criticas de unir fe y razón o, mejor dicho, llegar a la fe por el camino de la razón. Precisamente Kuima (el nativo negro y ex-esclavo), animista como la mayoría de las tribus africanas, dice algo que de otro modo ya vino a decir San Agustín, si no me equivoco, también en Las Confesiones, cuando afirma que es vana para el ser humana tal pretensión ya que, si Dios existe, es mucho más grande que nosotros y nosotros no podemos pretender meter en nuestros pobres pensamientos toda su grandeza (Aquello famoso del niño en la playa que intenta meter en un agujero todo el mar).
Por tanto la fe y la razón son dos vías de conocimiento diferentes. Es verdad que está Santo Tomás y toda la escuela posterior que ha generado a lo largo de la historia. Pero desde hace muchos años, este escribidor supo que los razonamientos pueden estar bien como entretenimiento o como juego para ejercitar el cerebro, y que por el razonamiento se puede demostar la no existencia de Dios, así como su existencia.
Es camino distinto, por ello se habla de la necesidad de una mirada especial, la mirada que solicita San Juan en el texto que citas y en su propio evangelio, casi en su conclusión...
Algunas veces, y me refiero ahora a Marx, es tanto el sufrimiento que los poderosos generaron (y generan) sobre los más humilides y menesterosos que el opio es una buena salida para dejar de sufrir.
Quizá por ello el pueblo (o parte de él) se arrojaba en brazos de la religión, como consuelo para ese dolor... Pero continúo sosteniendo que son las jerarquías (me imagino que Marx como judío que era también pensaba en la religión de sus mayores y en las sinagogas) las que han procurado mucho de ese movimiento, sobre todo con la creación del concepto de culpa basado en el concepto de pecado.
Uy, creo que me he extendido en exceso.
Lo siento.
Además del interesante debate surgido en este foro con respecto a la religión, las religiones , el amor... otro aspecto a destacar en la conversación de los protagonistas de la novela es que a pesar de que en todas las monoteistas subyace la misma idea, los hombres, o sus líderes, se han ocupado de buscar las diferencias y en base a ellas han surgido y aún hoy se sustentan, guerras, fricciones y discordias. Uno de los ellos mantiene la teoría de que las diferencias crean adeptos a una creencia concreta y a más adeptos más poder.
Comparto tu opinión de que se trata de una obra coral en la que cada personaje que aparece es tratado con profundidad y se imbrica perfectamente en el devenir de los demás con los que comparte momento y/o espacio.
También en que la novela es un viaje que dura 80 años a través del cual un personaje, Josué que hace de autor omnisciente, nos va relatando su propia evolución que se inicia con una huída para lograr fuera de sí mismo, aquello que le otorgará el poder de tener derecho a amar a su elegida. En paralelo subyace la historia de su padre que, similar a la suya, es capaz de saber qué quiere y de oponerse a la tiranía de costumbres y personas dominantes.
Cuando al regresar descubre que, a pesar de haber conseguido lo que buscaba no le ha servido para lograr lo que pretendía siente un gran vacio.
Sin embargo, acaba descubriendo que no importa llegar, y que el camino ha supuesto para él una evolución y un crecimiento, gracias sobre todo a las personas con las que ha compartido su vida, y a aprender a mirar un poco más lejos de sus objetivos personales e individuales.
Muchas cosas podrían decirse, he seleccionado algunas, de otras ya habéis hablado, pero la novela da aún para mucho más.
Me vas a permitir, Amando, que utilice alguna de tus ideas para el día 29 acompañar a Mercedes.
Cuanto más leo más me preocupa lo que voy a decir. Espero no defraudar a la autora.
Me encantaria leer la novela pero estoy del otro lado del mundo,debe ser muy buena,saludos.
Ángeles Hernández
No sólo no me importa, sino que me maravilla que mis ideas puedan ser utilizadas por alguien. Será un honor.
Estamos báscamente de acuerdo en la influencia perniciosa de los líderes sobre las primitivas ideas de las religiones, que las han covertido, al acentuar las diferencias, en lugares de desencuentro y enfrentamiento.
Si me apuras, en algunos casos y en distintas épocas -y aquí hay para todos- casi en armas de desctrucción masiva.
Lo de Zaragoza saldrá bien, seguro, seguro.
Ya nos contaréis.
fiaris alfabeta:
Sí está muy bien, ojalá que te pudieras hacer con ella.
Angeles, esta mañana he hablado con Mercdes para desearle suerte y me ha contado que estarás presente y que le hace muchísima ilusión. Te aprecia mucho y seguro que vas a estar brillante. Rectifico, vais.
Besos para tí y para Amando.
Descubrir a Mercedes es otra de las cosas que tengo que agradecer a Amando y a Pavesas, con la ayuda de Isolda. Dentro de poco voy a tener su novela entre las manos y sé que me la leeré de un tirón, lo estoy deseando. Estoy segura de que en Zaragoza todo habrá ido de maravilla, como ella y su obra se merecen. Por el momento, voy disfrutando de su novela on line, Maldita, y me tiene enganchada su forma de adentrarse en los personajes, lo que cuenta y cómo lo cuenta... gracias por habérmela descubierto y por traerla hoy aquí. Un beso.
María Sangüesa:
La verdad es que este descubrimiento es una joya, porque además de los valores literarios que estamos desgranando, estamos conociendo a una gran persona: discreta, sencilla, sincera...
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