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La palabra de cada día.
El camino que serpea.
Junio de 2005
El camino que serpea.
Junio de 2005
Presumo de conocer Segovia a fondo. Me refiero a su capital. Sin embargo, esta tarde he descubierto parajes por los que nunca había estado. Paisaje agreste, duro, difícil, incluso si no se tiene cuidado de relativo peligro, sobre todo para alguien con mi extraña capacidad para retorcerme los tobillos.
Es un lugar que está ahí mismo, al lado, como quien dice. La parte de atrás de las Lastras que más bien se corresponde con una zona como de cañón, como si un río —y no de los pequeños— hubiera pasado un centenar de metros más abajo. Digamos que las Lastras es uno de los lados de ese profundo cañón. He estado correteando, trotando, paseando, por la cresta de ese lado de la profunda cuchillada. Primero en dirección sudeste, para girar hacia el sur y luego curvear y ascender hacia el Poniente, hasta que he llegado a otros de los extremos, que implicaba un largo, pino y revirado descenso que concluye, al otro lado, probablemente en las proximidades del Hospital o de la Residencia asistida. A esa parte no me he atrevido, por desconocimiento del terreno y por algo de prudencia. Aunque he estado tentado de hacerlo porque cuando he llegado al borde esa altura una corredora se ha tirado por ese descenso vertiginoso como que desciende la C/ Real o algo por el estilo.
(Era una corredora muy musculada, fuerte aunque delgada. Se ve que está acostumbrada a hacer muchos kilómetros en terrenos que serían muy buenos para el cross. Además, el equipamiento deportivo que lucía, se veía que era de calidad, de marca, el adecuado. Vamos el de alguien que se gasta dinero, y no le importa, porque sabe que es un dinero bien invertido).
Uno se piensa que por ese terreno se va a encontrar en total soledad, sin embargo me he cruzado, o he visto en las proximidades, al menos, seis o siete personas. No es que se trate de una turbamulta, claro, pero no me deja de sorprender que allá a donde se vaya aparezca otro ser humano haciendo cosas parecidas a las que uno hace. Los mayores pasean, que es un muy buen ejercicio para ellos, los más jóvenes corren, y yo troto y paseo, incluso me hago algunos cientos de metros en plan de carrera.
Este es otro paisaje que subyuga el ánimo, porque, aunque no sea la octava maravilla del mundo, uno se da cuenta de la pequeñez y de la endeblez del hombre. Somos criaturas ínfimas, no sé si arrojadas sobre el planeta como afirmaba con cierta desesperación Sartre, o puestas para algo más. Pero en estos territorios, uno se puede percatar de que los problemas diarios no son nada, o casi nada.
La quietud inmóvil de la naturaleza, los roquedos, el césped ralo, los caminos estrechos que serpean en un subibaja caprichoso y torturador para las piernas, el viento cálido del principio del ocaso que envuelve el resuello agitado, la inmensidad aquietada de las lomas y las laderas casi verticales, el sonido fugaz de los pájaros que sobrevuelan el cielo, más abajo, en la vertical que corresponde al Tejerín, los agudos relinchos de algunos caballos que se alufran como los caballos de juguete que teníamos cuando niños.
El mundo está muy cerca, es cierto, a penas a unos cientos de metros, y sin embargo, uno se siente absolutamente embargado por la soledad —aunque no sea total—, por el silencio, de nuevo el silencio. Y uno vuelve a pensar, quizá con reiteración machacona, que la mejor catedral construida par alabar al Creador, se la hizo Él mismo, porque ese espacio —y son unas cuantas hectáreas—, sólo invita a centrarse en lo que verdaderamente importa. Y porque ese espacio ayuda, y mucho, a encontrar la adecuada perspectiva que tienen que tener nuestros problemas. Que casi nunca, deberían ser de mucha importancia.
En fin, que aquí mismo, tengo casi un paisaje de montaña, y yo sin haberme enterado en todo este tiempo. Prometo que con sumo cuidado, eso sí, y cuando esté seguro de lo que hago, seguir investigando ese terreno. Creo que puede ser incluso divertido ver por donde llegan los empalmes de unos caminos con otros y hacerme distintas rutas, con distintos atajos, que me ayuden a evitar la monotonía de los mismos escenarios durante mucho tiempo. Porque el ser humano se cansa de todo, cuando se repite muchas veces lo mismo. Hasta se cansa de la inmensidad de la hermosura, aunque sea una inmensidad agreste, casi desértica, lunar casi.
(Era una corredora muy musculada, fuerte aunque delgada. Se ve que está acostumbrada a hacer muchos kilómetros en terrenos que serían muy buenos para el cross. Además, el equipamiento deportivo que lucía, se veía que era de calidad, de marca, el adecuado. Vamos el de alguien que se gasta dinero, y no le importa, porque sabe que es un dinero bien invertido).
Uno se piensa que por ese terreno se va a encontrar en total soledad, sin embargo me he cruzado, o he visto en las proximidades, al menos, seis o siete personas. No es que se trate de una turbamulta, claro, pero no me deja de sorprender que allá a donde se vaya aparezca otro ser humano haciendo cosas parecidas a las que uno hace. Los mayores pasean, que es un muy buen ejercicio para ellos, los más jóvenes corren, y yo troto y paseo, incluso me hago algunos cientos de metros en plan de carrera.
Este es otro paisaje que subyuga el ánimo, porque, aunque no sea la octava maravilla del mundo, uno se da cuenta de la pequeñez y de la endeblez del hombre. Somos criaturas ínfimas, no sé si arrojadas sobre el planeta como afirmaba con cierta desesperación Sartre, o puestas para algo más. Pero en estos territorios, uno se puede percatar de que los problemas diarios no son nada, o casi nada.
La quietud inmóvil de la naturaleza, los roquedos, el césped ralo, los caminos estrechos que serpean en un subibaja caprichoso y torturador para las piernas, el viento cálido del principio del ocaso que envuelve el resuello agitado, la inmensidad aquietada de las lomas y las laderas casi verticales, el sonido fugaz de los pájaros que sobrevuelan el cielo, más abajo, en la vertical que corresponde al Tejerín, los agudos relinchos de algunos caballos que se alufran como los caballos de juguete que teníamos cuando niños.
El mundo está muy cerca, es cierto, a penas a unos cientos de metros, y sin embargo, uno se siente absolutamente embargado por la soledad —aunque no sea total—, por el silencio, de nuevo el silencio. Y uno vuelve a pensar, quizá con reiteración machacona, que la mejor catedral construida par alabar al Creador, se la hizo Él mismo, porque ese espacio —y son unas cuantas hectáreas—, sólo invita a centrarse en lo que verdaderamente importa. Y porque ese espacio ayuda, y mucho, a encontrar la adecuada perspectiva que tienen que tener nuestros problemas. Que casi nunca, deberían ser de mucha importancia.
En fin, que aquí mismo, tengo casi un paisaje de montaña, y yo sin haberme enterado en todo este tiempo. Prometo que con sumo cuidado, eso sí, y cuando esté seguro de lo que hago, seguir investigando ese terreno. Creo que puede ser incluso divertido ver por donde llegan los empalmes de unos caminos con otros y hacerme distintas rutas, con distintos atajos, que me ayuden a evitar la monotonía de los mismos escenarios durante mucho tiempo. Porque el ser humano se cansa de todo, cuando se repite muchas veces lo mismo. Hasta se cansa de la inmensidad de la hermosura, aunque sea una inmensidad agreste, casi desértica, lunar casi.
16 comentarios:
Leyendote pensaba en mis colinas y montañas. Cuando conoceràs las tuyas tan bien como tu ciudad podràs venir a poner tus palabras en la naturaleza que me rodea, que aprecio pero que no sé describir. Sentirse un grano de arena se produce en cualquier sitio màs o menos desierto, pués como lo dices casì siempre alguien pasea también en este lugar.
Un texto hermoso como era precioso tu poema de ayer.
Que envidia me has dado. Definitivamente he de salir más de casa.
Un saludo.
Catherine:
Comparado lo que tiene que ser el paisaje alpino con este paisaje, supongo que mis sentimientos se acentuarán más aún, y a lo mejor no soy capaz de describirlo, porque su grandeza seguro que me anonada más aún.
Evaasecas:
Uy, si esto es sin salir de casa. Seguro que allí también tenéis hermosos lugares.
Es muy típico, ocurre con mucha frecuencia, es muy normal que vayamos dejando sitios emblemáticos de la ciudad donde vivimos, monumentos locales para visitarlos un día de estos…antes se visita una población cercana que la tuya propia. Será como si la nuestra estuviera siempre ahí disponible y en cualquier momento podemos visitarla.
Conozco a unos chicos muy cercanos a mí que apenas conocen España y ya están hartos de visitar ciudades lejanas, muy lejanas. ¿Cosas de jóvenes?
Un abrazo.
Escribidor, que esto es del 2005!
Aunque te creemos sinceramente, seguro que eso de trotar, era para alcanzar a esa muchacha deportista tan bien ataviada...
Es broma, precioso, como siempre.
Flamenco, a esos chicos cercanos y a otro que yo me sé, hay que convencerles de que España es maravillosa. De norte a sur y de este a oeste. Y también va por tí, Evaasecas, bienvenida.
Catherine, cómo me gusta que encuentres un momento para entrar.
Seguro que sabrías describirnos Grenoble.
Besos con paisajes a elegir.
Efectivamente, si hubieras continuado habrías llegado al camino que une la Residencia Asistida con Perogordo, camino éste principal y antaño más utilizado. Si es cierto que hay varios senderos que se cruzan por Las Lastras, pero el más bonito, quizá es el que describes, serpeando por los altos del valle del Arroyo Tejadilla. De todos modos, me parece que para quienes vivís cerca de esa zona, es una magnífica pista para un buen paseo saludable.
A mi me gusta andar, los pensamientos encuentran un ritmo y este ritmo puede ser el ritmo de la escritura.
así que "el ser humano se cansa hasta de la hermosura" vaya y ¿el creador tenía prevista la erosión? pues vaya ....
Catherine te compras un cuaderno de mi parte y empiezas diciendo simplemente lo que ves y piensas en el desorden... ya saldrá la luz.
Flamenco Rojo/Pepe Gonce:
Este escribidor si conoce un poco más de esta provincia, es porque no le ha quedado más remedio que descubrirla con cierta asturiana que comparte sus días con él, y a la inversa, qué conste.
La conclusión es la que dices, lo que tenemos al lado, como está al lado de ahí no se moverá y podremos ir cuando nos dé la gana...pero ¿cuándo nos dará la gana?
Isolda:
Era, era en el 2005.. Y troté en dirección contraria por si acaso, jejajaja... Cualquiera la seguía, y más entonces con mis... Bueno no daré datos que todo se sabe.
Javier
Y tanto... Desde aquel día de junio de 2005, lo he paseado muchas veces, y he avanzado un poco más en mi conocimiento sobre la zona, pero no mucho. Yo so soy un serpa.
maririu:
Sí a mí también me ocurre lo mismo. No me gusta correr. Hace cuatro años probaba, ahora ni lo intento. Y he comprobado que algunas veces, en efecto, es el ritmo de la escritura.
Pues respecto del Creador no lo sé, pero que el ser humano se cansa de todo, estoy convencido. Otra cosa es que no vuelva por sus fueros, pero (y quizá en este sentimiento radique la esencia de lo que llamamos progreso) la insatisfacción es consustancial a nuestro modo de ser.
Hola Sr Escribidor: Tú siempre descubriendo, nuevos horizontes- nuevos senderos parajes…
donde se escucha voces hasta…en el silencio del vacío, donde de las palabras suenan ecos llegados de los confines del olvido. El monte el viento en la cima, donde el Creador construyó su nido. Como tú bien dices, sólo invita a centrarse en lo que verdaderamente importa. Al fondo el estrecho río y la brisa cálida que emana del sol ya dormido. Amando gracias por tanta belleza en tu texto. Un abrazo para todos vosotros/as. Ser felices.
Maririu, después de enseñarme algo màs de español, de cocina, de pintura quieres que escriba yo o que describa yo mi entorno y Isolda me lo pide también. Lo dice Amando, con los Alpes es muy dificil porque los paisajes cambian mucho en las diferentes regiones; y lo dice Pepe, lo màs cercano es lo màs desconocido. Quizàs me podrìa ayudar un serpa como Javier.
Bueno, para quedarse con la literatura os diré que Stendhal, nacido en Grenoble pero que odiaba esta ciudad, decìa que en cada esquina se puede descubrir otra montaña. Os diré también que las hojas son una mezcla de oro, fuego, llamas,castaña, todos les verdes entre algo de amarillo o blanco y casì azul. Acabo, esto es un relato de quimista y las heladas con la ayuda del viento quitaràn toda la belleza de la naturaleza hasta que llegue la nieve.
Besos para todos los que piensan en mì y todos los que leen o escriben aquì.
Marina Fligueira:
De eso se trataba, de resaltar lo que descubrí aquel preciso día de junio, por otra parte lo que venía descubriendo día a día. La mayoría de las cosas que nos quitan el sueño son eso, poquita cosa. Sólo unas pocas son las importantes...
Se trataría de aprender a estar ocupados sin estar preocupados.
Un beso
Catherine:
Yo me refería a mí mismo. No vale escudarse en mis palabras. Una persona que ha vivido y vive en los Alpes tiene que estar más acostumbrada que quien nunca ha pisado por allí. Además, bueno, ya nos haces el primer avance.
Veo que la visita de Maririu ha sido más que provechosa.
Gracias por recordarnos a todos, también a los que ´sólo' leen.
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