(Abro nueva sección en este rincón virtual. Cada mes, mientras me dé el tiempo y la cabeza y los dedos respondan, he quedado con nuestra amiga Alena Collar que le enviaré un artículo. Ahora que ha aparecido el número 51 de Alenarte, dejo aquí lo que se publicó allí en el 50)
Playa del Silencio, Asturias.Imagen de Internet
Cuando escribo, algo en mi interior se relaja, quizá la hermana menor de la paz acaricie los pliegues de mi corazón, y aunque no sea feliz del todo, estoy más cerca de rozar la sombra de ese estado de ánimo. Esta es la razón por la que sé que escribir es el laboreo que me revitaliza.
Al escribir, el mundo modifica muchas de las coordenadas que lo hacen reconocible a nuestra mirada, ya no es exactamente el pedacito de sílice que viaja en el tercer asiento del pequeño minibús llamado sistema solar que, a su vez, es un insignificante vehículo de un convoy al que algún poeta denominó Vía Láctea. Digo que cuando tomo mi péñola y espero que las palabras fluyan o broten desde mi interior, el retrato del mundo y sus seres es mi tarea. Y como soy consciente de que mis conocimientos sobre él son nulos o inútiles (a saber qué es peor), para hablar de él sólo puedo referirme a lo que he vivido… o lo que he soñado.
Cuando me pongo a esa tarea, necesito de un aliado que se convierte en imprescindible; sólo sé que tengo que escribir, la mayoría de las veces desconozco sobre qué o para quién. Sin él, sin su presencia casi táctil, me es imposible acometer esta tarea.
Hablo del silencio.
En mi caso el silencio es el pasillo despejado donde circulan las ideas, avanzan los sueños hasta emerger, sino al completo, al menos su cabeza, donde las imágenes que bullen en el recuerdo asoman con el color que otorga la memoria, es el laboratorio donde desmenuzo los hechos que alteran mi latido… El silencio, pues, es el verdadero oxígeno de mi escritura.
Parece contradictorio que el moldear frases exija silencio, que debiera ser su antagonista. Son las palabras el material maleable con las que el escritor trabaja, el vehículo con el que retrata o interpreta ideas y sentimientos, sueños y frustraciones, miedos y alegrías, grandezas y miserias, vilezas y heroicidades… Y sin embargo para que el universo aflore con algo de orden y belleza, de fuerza y nitidez, necesito del silencio.
Hay escritores, hay poetas, que afirman y afirmaron que escriben en cafeterías rodeados del ambiente propio de la vida cotidiana. Otros, entre los que me incluyo, somos incapaces de semejante proeza. Cuando formo parte del devenir de la existencia, todo me interroga: sonrisas, llantos, tabaleo de lluvia, formas de nubes, reflejos de luces, colores de pétalos, besos apasionados, caricias fugaces, lágrimas furtivas, soledades, asfixias, niños con el futuro intacto, ancianos que vislumbran la sombra del último escalón que han de alcanzar, la ilusión del primer día de trabajo, la destrucción de una impotencia… Sólo cuando llego a casa, cuando la noche o el amanecer, me sitúan en mitad del silencio de la habitación donde trabajo se ordena la vida, el caos bullanguero que transitamos.
Si pudiera, que no siempre puedo, tomaría cada imagen con la mayor de las delicadezas y, primero, la depositaría sobre la mesa, luego, la contemplaría de hito en hito, y, después, giraría sus contornos entre los dedos para que mis ojos hipermétropes obtuvieran cada detalle, para que nada les escapara a su escrutinio lento, intenso. Pero a veces, incluso aún sumergido en las entrañas del silencio, tal cosa es imposible puesto que el resto de ideas golpea intensamente en no sé qué punto de mis venas… Como si a esa hora vagamente luminosa del crepúsculo de la mañana, fuera la hora punta de mis sueños, de mis ideas, de mis anhelos. Y allí es la feria vocinglera, en medio del silencio, de los recuerdos cuanto más pretéritos más intensos y vigorosos…
Al salir luego a la calle, al ocupar el puesto de trabajo, al entrar en el bar, en el supermercado, al pasear por los senderos de un jardín, al columbrar el perfil de un paisaje… todo me acomete, todo entra, a veces sin pedir permiso, y parece que el mismo caos de fuera se reproduce en mi mente.
Algunos, más expertos, más sabios, más profesionales, más previsores, menos vagos, alojan en algún bolsillo de su indumentaria una libreta y bolígrafo y en cuanto algo llama su atención, se detienen, lo buscan y anotan con prestancia la imagen, la idea, el verso… Yo no, yo dejo que todo entre y después, envuelto en el silencio, procuro que aflore (unas veces más despacio, otras más deprisa). Tal que paciente jardinero abro un leve surco, riego con mimo, podo, cubro con un humilde plástico para que la cruel helada no destroce el brote de la flor…
Y cuando el silencio absoluto es imposible, busco en la inmensidad de algunas músicas, tan hondas como el propio silencio, la ayuda necesaria… Esos adagios, esos tiempos lentos, que se parecen a horizontes donde sólo la luz reina. No son el silencio, pero son el escudo que me aísla de intromisiones externas.
Cuando buceo en las entrañas de mi aliado, encuentro el son, y una poderosa fuerza se traslada desde lo más hondo, hasta las páginas que antes parecían un desolado páramo en blanco.
Al escribir, el mundo modifica muchas de las coordenadas que lo hacen reconocible a nuestra mirada, ya no es exactamente el pedacito de sílice que viaja en el tercer asiento del pequeño minibús llamado sistema solar que, a su vez, es un insignificante vehículo de un convoy al que algún poeta denominó Vía Láctea. Digo que cuando tomo mi péñola y espero que las palabras fluyan o broten desde mi interior, el retrato del mundo y sus seres es mi tarea. Y como soy consciente de que mis conocimientos sobre él son nulos o inútiles (a saber qué es peor), para hablar de él sólo puedo referirme a lo que he vivido… o lo que he soñado.
Cuando me pongo a esa tarea, necesito de un aliado que se convierte en imprescindible; sólo sé que tengo que escribir, la mayoría de las veces desconozco sobre qué o para quién. Sin él, sin su presencia casi táctil, me es imposible acometer esta tarea.
Hablo del silencio.
En mi caso el silencio es el pasillo despejado donde circulan las ideas, avanzan los sueños hasta emerger, sino al completo, al menos su cabeza, donde las imágenes que bullen en el recuerdo asoman con el color que otorga la memoria, es el laboratorio donde desmenuzo los hechos que alteran mi latido… El silencio, pues, es el verdadero oxígeno de mi escritura.
Parece contradictorio que el moldear frases exija silencio, que debiera ser su antagonista. Son las palabras el material maleable con las que el escritor trabaja, el vehículo con el que retrata o interpreta ideas y sentimientos, sueños y frustraciones, miedos y alegrías, grandezas y miserias, vilezas y heroicidades… Y sin embargo para que el universo aflore con algo de orden y belleza, de fuerza y nitidez, necesito del silencio.
Hay escritores, hay poetas, que afirman y afirmaron que escriben en cafeterías rodeados del ambiente propio de la vida cotidiana. Otros, entre los que me incluyo, somos incapaces de semejante proeza. Cuando formo parte del devenir de la existencia, todo me interroga: sonrisas, llantos, tabaleo de lluvia, formas de nubes, reflejos de luces, colores de pétalos, besos apasionados, caricias fugaces, lágrimas furtivas, soledades, asfixias, niños con el futuro intacto, ancianos que vislumbran la sombra del último escalón que han de alcanzar, la ilusión del primer día de trabajo, la destrucción de una impotencia… Sólo cuando llego a casa, cuando la noche o el amanecer, me sitúan en mitad del silencio de la habitación donde trabajo se ordena la vida, el caos bullanguero que transitamos.
Si pudiera, que no siempre puedo, tomaría cada imagen con la mayor de las delicadezas y, primero, la depositaría sobre la mesa, luego, la contemplaría de hito en hito, y, después, giraría sus contornos entre los dedos para que mis ojos hipermétropes obtuvieran cada detalle, para que nada les escapara a su escrutinio lento, intenso. Pero a veces, incluso aún sumergido en las entrañas del silencio, tal cosa es imposible puesto que el resto de ideas golpea intensamente en no sé qué punto de mis venas… Como si a esa hora vagamente luminosa del crepúsculo de la mañana, fuera la hora punta de mis sueños, de mis ideas, de mis anhelos. Y allí es la feria vocinglera, en medio del silencio, de los recuerdos cuanto más pretéritos más intensos y vigorosos…
Al salir luego a la calle, al ocupar el puesto de trabajo, al entrar en el bar, en el supermercado, al pasear por los senderos de un jardín, al columbrar el perfil de un paisaje… todo me acomete, todo entra, a veces sin pedir permiso, y parece que el mismo caos de fuera se reproduce en mi mente.
Algunos, más expertos, más sabios, más profesionales, más previsores, menos vagos, alojan en algún bolsillo de su indumentaria una libreta y bolígrafo y en cuanto algo llama su atención, se detienen, lo buscan y anotan con prestancia la imagen, la idea, el verso… Yo no, yo dejo que todo entre y después, envuelto en el silencio, procuro que aflore (unas veces más despacio, otras más deprisa). Tal que paciente jardinero abro un leve surco, riego con mimo, podo, cubro con un humilde plástico para que la cruel helada no destroce el brote de la flor…
Y cuando el silencio absoluto es imposible, busco en la inmensidad de algunas músicas, tan hondas como el propio silencio, la ayuda necesaria… Esos adagios, esos tiempos lentos, que se parecen a horizontes donde sólo la luz reina. No son el silencio, pero son el escudo que me aísla de intromisiones externas.
Cuando buceo en las entrañas de mi aliado, encuentro el son, y una poderosa fuerza se traslada desde lo más hondo, hasta las páginas que antes parecían un desolado páramo en blanco.
20 comentarios:
Buenos días mi buen amigo...
Soy la primera???...
Cuánto y que bien hablas del silencio!!!... Yo también lo necesito... y mucho...
Besos cariñosos desde Tenerife
Hola, Amando, me identifico totalmente con tu texto sobre el silencio. El Silencio es el país donde habita, y se recrea, la historia de amor que cada día vivimos con la literatura. Caminamos por el mundo recibiendo y recogiendo vivencias y sensaciones que nos llegan de entre el ruido. Tan sólo al entrar en el silencio podemos ordenarlas y darles forma...lo expresas de manera inmejorable. Un gran abrazo.
Cuando leo, algo en mi interior se relaja. Esta es la razón por la que a diario y siempre que las circunstancias me lo permitan entro en los blogs de los amigos Amando, Adrián, Maririu, Mª Sanguesa, JC, el de Beatriz, el de Inés, el de Marian, el de Nora, etc.…
“Elegía del silencio”
Silencio, ¿dónde llevas
tu cristal empañado
de risas, de palabras
y sollozos del árbol?
¿Cómo limpias, silencio,
el rocío del canto
y las manchas sonoras
que los mares lejanos
dejan sobre la albura
serena de tu manto?
¿Quién cierra tus heridas
cuando sobre los campos
alguna vieja noria
clava su lento dardo
en tu cristal inmenso?
¿Dónde vas si al ocaso
te hieren las campanas
y quiebran tu remanso
las bandadas de coplas
y el gran rumor dorado
que cae sobre los montes
azules sollozando?...
Federico García Lorca
Y ahora en silencio me despido de ustedes hasta el domingo noche. Me marcho de puente, bendito Corpus Christi, a buscar ruido a Torremolinos.
Un abrazo fuerte a tod@s.
Hola, poeta de la prosa.
Qué bonita entrada. Me daba a mí que el silencio te nutría. Y no me equivocaba. Veo que ves muy bien con tus ojos hipermétropes. Yo, con los míos, miopes y astigmáticos estoy aprendiendo a mirar desde que sigo tu blog.
Hoy, por ejemplo, te imagino paseando silencioso mientras piensas , observas, desmenuzas y te empapas de realidad. ¿ Y para qué hablar? Tu sigues tu camino sin pronunciar palabra, y mientras tanto vas llenando tu alma de colores, sensaciones, novedades, ilusiones,y vida, mucha vida. Con tu aire despistado, pisando con cuidado el suelo por dónde pasas, quizá con las manos anudadas detrás de la espalda,dejando por ahí la suave indolencia que desprendes.
¿Y para qué hablar?
Mejor labrar, arar y sembrar ese "páramo en blanco", con el que te encuentras (creo) cada noche, y como un duende haciendole el trabajo al pobre zapatero, consigues a renglones emocionarnos cada día. Si es que las meigas hacen de las suyas en las madrugadas.
Tu debes tener la tuya, fijo.
Te admiro, amigo, ya lo sabes.
Besos submarinos
Desde mi Pecera.
Amando, creo que ya te mandé mi opinión sobre este artículo en Alenarte, pero lo reproduzxo para los que no lo han leído.
"Vengo de leer esa maravilla, en el blog de alenarte. Te dignas explicarnos el proceso de tu escritura; te lo dije un día, a veces tengo la sensación al leer esas narraciones, que de algún modo estamos violando tu intimidad y otras tengo justo el sentimiento contrario, es decir, que parece que eres tú quien viola esa intimidad, en favor de la escritura. Que escribir es lo que deseas tanto que no importa nada más".
Asi que nada más, un beso enorme.
Beatriz: El silencio es el arma de los que más tienen que decir, normalmente, puesto que gracias a él, podemos concretar lo que queremos expresar. Sobre todo el silencio interior.
MARÍA SANGÜESA: Efectivamente, lo nuestro es una historia de amor con la literatura, por eso exige de un tiempo para la soledad, para que nadie interrumpa nuestros coloquios. Y a vece se discute, jó, cómo se discute algunas veces con esta señora, pero otras...
PEPE GONCE: Gracias en nombre de todos por el hermosísimos poema de Lorca. Muchísimas gracias por considerarme entre tus amigos, y porque mis letras sirvan para relajarte y ayudarte...
Y que lo pases bien mi arma por la serranía gaditana
PILAR: Creo que voy a incorporar tu cometnario a mi diario, bueno ya lo está, y lo titularé retratos. Que yo sepa no tienes ninguna cámara que me espíe, ni cosas así. ¿Por qué pues, atinas en el mismísimo centro de la diana?
Cualquiera adopta poses contigo.
Un beso, desde una escoba.
ISOLDA: Bueno, de nuevo un millón de gracias por tus palabras. Con estos artículos, mientras Alena lo permita, pretendo reflexionar sobre unas cuantas realidades que tienen que ver con la creación literaria o con la literatura en general. Es algo que me apetece muchísimo y que quizá no hubiese escrito sin este empujón de Alena. Y que conste que ella me da libertad en cuanto a temas.
(Por cierto, ya he empezado a leer su libro. Cualquier día os cuento, pero de momento no, que hay que ir despacito)
Lo ije en la revista, creo, el silencio es un gran amigo, el silencio no es ausencia es presencia del mundo entero.
Os advierto que para mí ni la música entra en mi silencio, me cambia el ritmo interior.
¡Ay Federico! gracias Gonce ese puente no existe en Francia pero hay que decir que durante el mes de Mayo no hubo semana sin puente.
Maririu
El que suprimió el anterior fui yo, no la censura. Decía que son varios los silencios, creo que a los que se refiere elescribidor y Maria Sangüesa es el silencio primero digamos donde se callan los ruidos exteriores esos que aturden a las otras voces, las inconscientes que emergen para decirnos las verdades de la interioridad. Ese silencio es como un guiso proteico y alimenticio propio para la literatura y las artes en general, luego vendría el verdadero silencio que es aquel que como bien dice Mariru no cabe tampoco la música porque es demasiada presencia, es el ue permite "oir", por decirlo de alguna manera, el reverbeo del big bang al que, de alguna manera, percibimos. Sería el sonido original, el famoso OM o AUM de los místicos que luego y con cierto entrenamiento llegan al slencio total, al vacío donde la nada.
En experiencia de estar en silencio en un monasterio Zen, al cabo de unos cuantos dias, rocé este último fenómeno....
Arbazos
No he hablado, en el comentario anterior, de tu escrito que es mas que interesante y bien hecho, como siempre, pues ya lo había señalado en Alenarte.
Pero, igual, detenerme un poco en él ahora es propicio para dejar constancia de mi admiración hacia tu escritura.
Felicitaiones Amando.
MARIRIU: Hay veces en que hasta a mí la propia música me impide la reflexión. Pero otras, y es a lo que me refería, es un buen escudo protector contra la otra serie de sonidos que me llegan desde fuera y que son todavía más perturbadores que el de una música tranquila y sin letra si es en castellano o portugués.
ADRIÁN 1, 2 y 3: Es que me ha dado tiempo a leer el comentario que has suprimido... Misterios informáticos...
Bueno. Empiezo por el último, que ya estaba en el que suprimiste... No sé si merezco tanto... En la respuesta que he escrito hace unas horas a Isolda hablaba de la importancia del empujón de Alena para escribir este tipo de artículos.
Aquí tengo que hablar, obviamente, de la importancia que están teniendo para mis letras tus continuos empujones, tus continuos consejos, tus continuas anotaciones, ese indicarme: fíjate en esto, en aquello...
Creo que el otro día, al contestar a María Sangüesa, decía que tenía la sensación de formar parte de una tertulia o de un grupo poético grande, en que cada uno vais aportando algo. Aquellos de los contertulios que no se dedican a la escritura, pero son buenos lectores, me van regalando, además de su amistad, que sin duda es lo más importante, lo impagable, visiones propias de lectores, lo que a un escribidor nunca le tendría que pasar desapercibido, pues uno de los intereses de quien escribe (aunque no sea el prioritario) es el de que le lean. Pero los que, además, escribís, me aportáis otra visión más 'técnica'. (Perdón por el palabro). Y en este campo tu dedicación es absoluta, así que si algo hay de mejoría en mi escritura, mucho se debe a ti.
Respecto del silencio decir que tienes razón, pero que de todas maneras mi reflexión iba encaminada hacia allí, hacia la contemplación que es hacia donde nos remite en último extremo tu comentario segundo (y el primero que suprimiste).
Nunca he estado en un monasterio zen, pero en los monasterios católicos de religiosos de vida contemplativa (donde sí he estado) y en otras situacioes o grupos religiosos, he llegado a rozar ese estado del que hablas. Esa fusión con la eternidad, lo que llamas big-bang, sería el estado perfecto, pero, por desgracia, es complicado de alcanzar en nuestra vida cotidiana.
Lo dicho, mil gracias y arbazos
Hola, hola...llevo unos cuantos días en silencio...impuesto...pero os contemplo..y os escucho... vuestras palabras son pura música...vuelvo al silencio ay,ay,ay...en cuanto pueda, ya vuelvo, que tengo ganas...Abrazos africanos. María.
MARIA: Cuídate esa tendinitis por favor, no hagas esfuerzos... Pero muchas gracias por estar ahí, cada día.
Alena se siente muy orgullosa de que formes parte del mundo "Alenartero".
ALENA:Quien está agradecido a tu oferta soy yo.
Publicar un comentario