MIRAD la
arcilla blanca, cómo alea, cómo se eleva cálido el latido de su pulso, sus ojos
son abrazos y caricias, desprotegidos pétalos en llanto.
Donde
ruge la envidia, donde avanza la ira, donde campea la ambición, donde los egoísmos se hacen trono sucede este milagro del silencio: ejército de
sueños como ángeles, muchedumbre de cantos de pastores, guirnalda de futuro
entre los lobos.
Mirad la
arcilla blanca, cómo alea, cómo se eleva cálido el latido de su pulso. Mirad
cómo jalbega nuestra noche y encala corazones mutilados. Mirad cómo una
estrella busca su pesebre, mirad cómo los hombres se equivocan buscando
resplandor en los palacios y no en aquella cueva maloliente donde el estiércol
fue antes que la mirra.
Con mis más fervientes deseos de
que la Navidad de este año sea un espacio y un tiempo para encontrar la senda
de la felicidad que todos y cada uno os merecéis. Considerad esta oniliria, un
abrazo cordial, además de la felicitación que este año, tampoco ha podido ser
en forma de cuento.
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¡¡Feliz Navidad!! Foto del autor. María con el niño, del belén de esta casa. |