jueves, 16 de julio de 2015

Inma Vinuesa: "El olor de los ausentes"

El olor de los ausentes. Inma Vinuesa
Escritura entre las nubes. Santa Cruz de Tenerife, 2015.
168 páginas

Tengo la costumbre —con la que no todos están de acuerdo— de leerme la contratapa y las solapas de los libros antes de abordar sus páginas. No iba a ser diferente en el caso de esta primera novela individual de mi amiga InmaVinuesa —gaditana de nacimiento y tinerfeña, no sé si de adopción, pero sí en ejercicio—, una de las 7 plumas coautoras de Oscurece en Edimburgo, que en su caso fue su debut literario. Al concluir la absorbente lectura de “El olor de los ausentes”, he tenido la impresión de que lo escrito en la contraportada, es como los buenos trailers de las películas: centran al espectador, le suministran el andamiaje de la historia, pero, al mismo tiempo, y sin engaño, no desvelan casi nada de lo que en verdad importa.
La historia —y no descubro nada que la autora no quiera que se revele, pues resumo la contracubierta, no me asomo aún a su interior— es una novela de amor incondicional, cuyo pilar, alrededor del que pivotan los acontecimientos, es el olor. Sucede el relato en nuestra contemporaneidad, entre dos jóvenes que habitan la marginalidad por diferentes motivos (Juan, hijo del sepulturero de Lanzarote; Rosa huérfana desde el parto, hija de joven alcohólica, amante de Juan), quienes se van enamorando a medida que acrece el peso de la posibilidad de que sean hermanos.
Y dicho esto (podría añadir más detalles sin penetrar aún en el portal de esta casa llamada “El olor de los ausentes”, que omito por no alargarme), nadie se puede llamar a engaño, pues el esqueleto de la novela es el desarrollo de este argumento apenas bosquejado más arriba, sin embargo uno no alcanza a imaginar todo cuanto se esconde tras esas pocas líneas.
Arranca la obra con la escena del nacimiento de Rosa —verdadera protagonista de la obra—, pintada ante los ojos del lector con un vigor y una plasticidad que atrapa la voluntad de quien lo contempla, pues más que leer se ve, se huele, se siente toda la escena desgarradora, pero, a la vez, salpimentada de ternura. Con este primer capítulo la pluma de Inma Vinuesa evita que el lector abandone la narración hasta alcanzar su último latido.
La novela —escrita en tercera persona, desde el punto de vista del autor omnisciente—, en realidad, y a mi modo de ver, aprovecha la trama para indagar en el alma de las personas. No es, ni aspira nunca a serlo, un tratado de ética, sin embargo plantea al lector un puñado de asuntos relacionados con la ética de lo más cotidiano. No es, ni aspira nunca a serlo, un tratado sobre genética, sin embargo indaga en la influencia genética sobre determinadas enfermedades y tendencias de la personalidad. No es, ni aspira nunca a serlo, un tratado de moral, sin embargo pone sobre el tapete al menos dos cuestiones que siempre han perseguido al ser humano: ¿Se puede hablar en términos absolutos del libre albedrío o estamos limitados por múltiples circunstancias ajenas a nuestra voluntad? ¿El amor de la pareja humana es aceptable en cualquier circunstancia? Mejor dicho: ¿Es lícito asesinar al amor si, a posteriori de invadirnos, se conoce que se trata de un incesto, uno de los pocos tabúes universales de la especie humana?
Pero no se me malinterprete. El olor de los ausentes no es un tratado de ética o moral o psicología o genética, sino una novela, por tanto el lector no asiste en ningún caso a ninguna explicación teórica sobre alguno de estos asuntos. Desde la primera palabra hasta la última, se lee un relato con todos los alicientes de una historia. Una novela en toda la extensión de la palabra, depositaria de las herramientas del oficio: amor por el lenguaje, sensibilidad para el matiz, mirada objetiva para contar sin opinar, viveza de las descripciones, respeto a sus personajes: seres complejos, nada planos, portadores de luz y sombras, de aromas y pestilencias, como cualquiera. Desde la contraportada se afirma que “el olor es el pilar alrededor del cual pivotan los acontecimientos”, y es cierto, y por eso se hace difícil no apuntar la positiva y asimilada influencia que El perfume ha tenido en la zona del arranque de la segunda parte del relato, cuando ya la pasión se ha desbocado y ha hecho presa en el alma y cuerpo de Juan.
Inma Vinuesa.
Foto tomada del blog "La vida en sorbos"de
Miguel Ángel Brito
La arquitectura de El olor de los ausentes es, a primera vista, tradicional; sin embargo ofrece algunas sorpresas que hablan del interés y la capacidad de indagación de Inma con el objeto de aportar su personal sello, consciente de que la tarea del escritor también tiene algo (o mucho) de buscar novedad. En este sentido destaco el final. Si en la primera mitad nos zambullimos en una historia al modo tradicional, y la fuerza del argumento seduce al lector paulatinamente, a partir de un momento determinado, digamos cuando el presente es más presente (no referiré nada que dañe el oficio lector, algunas de cuyas herramientas básicas son indagación y sorpresa), la escritura vira hacia cierta esencia poética, en el sentido de renunciar a lo accesorio, como si el foco se centrase en los personajes, difuminando el fondo, que, sin desaparecer, se estiliza, se simplifica, se minimaliza.
Afirma Joan Margarit —no una, sino muchas veces— que el lector de poesía tiene más que ver con el intérprete que con el espectador del concierto. Pues bien, El olor de los ausentes, siendo prosa, propone eso mismo al lector, como si le dijera: dé usted un paso más, interprete, inmiscúyase en el texto, hágalo suyo. Tanto que escribe y propone dos conclusiones diferentes, con lo que no es que la novela sea de final abierto, sino que su final más se asemeja a una encrucijada, sobre la que el lector ha de decidir. Y tengo la impresión de que ella publica dos opciones, porque tiene más y porque solicita al lector que proponga la suya que puede ser o no coincidente con alguna de las que figuran en esta edición.
Acabo proclamando un profundo deseo: que El olor de los ausentes, sea el primero de muchos otros libros con que podamos leer una prosa con voz y tono propios, con mirada personal e intransferible, es decir que podamos seguir enriqueciéndonos con su literatura de mujer despierta y atenta a cuanto sucede a su alrededor, de mujer que pone su mirada allí donde el dolor anega las bondades esenciales de lo humano.

3 comentarios:

Inma Vinuesa dijo...

Amando, estas palabras tuyas no solo sintetizan todo lo que la novela ha pretendido ser sino que están cargadas de una mirada crítica que hace que me sienta muy orgullosa.
Sé que estas palabras tuyas tienen también gran contenido de cariño y te agradezco enormemente ambas.
Sabes que te admiro mucho como escritor, si de alguien aprendí bastante en nuestra primera aventura literaria fue de ti, por lo que no sabes lo que significa para mi esta reseña tan especial que le has hecho a: El olor de los ausentes.
Gracias amigo mio.

Marina Filgueira dijo...

Bien, pues, esta es otra bonita reseña que a judgar por tus letras, tiene por fuerza que ser interesante. Supongo que estará en las librerías? El olor de los ausentes. Ya conozco la autora y, veré si lo encuentro.

Ha sido un inmenso placer pasar de nuevo por tu casa virtual.
Estuve ausente de mi blog unos meses, entre eso y un poco abandonada que soy o que me hice, es el motivo de mi ausencia. Esteré más atenta en adelante.
Un abrazo enorme y mi felicitación por todo lo que escribes.
se muy muy feliz.

Marina Filgueira dijo...

¡Veo con tristeza que no hay nada nuevo! Y te dejo un abrazo con mis mejores deseos de felicidad para este verano y, para todos los días de tu vida en compañía de los tuyos.

¡Se feliz, Amando! Que la vida son dos días y a veces es necesario hacer de tripas, corazón. Te lo dice una experta con muchos años de experiencia.

Un beso.