miércoles, 24 de abril de 2013

Marcos Alonso: "Andamana, la reina mala".


Andamana, la reina mala. Marcos Alonso Hernández
1ª edición Bubok Publishing SL 2012
Para adquirir la novela, AQUÍ
Est es su blog: "Tintaentrepapeles"

Al fondo el ansia de poder 

Marcos Alonso Hernández
¿Qué existe tras el ansia de poder que movió, mueve y moverá el corazón y la voluntad de tantos seres humanos a lo largo de la historia? Explorar una respuesta a esta pregunta —u otra similar— es el principal asunto que trata Marcos Alonso Hernández (Carrizal de Ingenio, Gran Canaria, 1963) en su primera novela individual: Andamana, la reina mala.
Para quienes desconocemos la tradición canaria, conviene decir que Andamana fue un personaje histórico de importancia para conseguir la unidad de los diez cantones en que se dividía la isla Canaria bajo su dominio y el de su marido, el valeroso guerrero Gumidafe. (Aquí podéis leer una breve referencia sobre el personaje)
Sin embargo, la novela escrita por Marcos —como afirma su contraportada— no es una novela histórica en sentido estricto, sino una ficción que recrea mitos, hechos, personajes y lugares de Canarias, aunque perfectamente exportables a cualquier cultura, época o continente, porque las ideas, ambiciones, sentimientos y miedos que atesoran los personajes son similares a los de cualquier ser humano de cualquier tiempo y lugar, sobre todo si atesoran cierta cuota de poder.

Notas sobre el estilo

Marcos Alonso consigue con extraña habilidad que el lector se olvide de que la trama que se construye ante sus ojos la protagonizan personajes del siglo XV, aunque tampoco lo oculta. Para ello utiliza una técnica sorprendente —más en un profesor de historia—. En el prefacio, y después de una intensa, lírica y hermosa descripción de la isla, leemos estas palabras, que podrían servir como advertencia, para lo que más tarde nos encontraremos:
(…) y desde entones como un torbellino, el tiempo se precipitó de tal manera que a medida que se adentraba en el océano parecía detenerse y retrasarse como las mareas. A veces se vuelve impreciso como si todo fuese lo mismo y se repitiese eternamente, aunque con otras formas (…)
En los primeros capítulos, aunque algunos detalles se repiten a lo largo del relato, junto con costumbres o hechos correspondientes a el inicio del Renacimiento e incluso a tradiciones propias de los nativos de las islas en tiempos previos a la conquista española, nos encontramos con móviles que suenan, periódicos, ordenadores, vestimenta actual, una huelga general, probablemente alguna caricatura de algún político local, un breve homenaje a Tonono —uno de los grandes futbolistas canarios de todos los tiempos—, … Estos anacronismos —que rechinarán a los puristas del género—, a mi entender, son un acierto del autor porque sirven para que el lector se sienta más próximo al relato y, sobre todo, subrayan lo que apuntaba anteriormente: ciertos modos de actuar no son exclusivos de épocas pretéritas.
Portada de la novela
Al leer una novela histórica, tendemos a ubicar todo lo que en ella sucede en el pasado al que nos ha conducido el autor, sin que nada afecte a nuestro presente. En este caso, el escritor pretende lo contrario, busca que el lector se sienta próximo el relato, porque lo que allí y entonces sucedió, no es tan distinto de lo que sucedió, sucede y sucederá en cualquier instante… 
Estremecedor, por ejemplo, es el fragmento en que se relata una lapidación a un joven ante el llanto desesperado de su madre. Sin embargo, el lector no encontrará sombra del delito por el que es ajusticiado. Tal ausencia es la gran denuncia, lo que sitúa en la categoría de crimen abyecto la ejecución de un reo, de cualquier reo, de cualquier época, incluso la nuestra, en que la pena de muerte existe en muchos códigos penales, incluido el de una democracia muy avanzada, según se predica. Algunos de los conflictos que plantea la novela —que serán telón de fondo del ánimo del lector hasta el fin de la historia, aunque apenas se vuelva sobre ellos— son los conflictos sociales que vivimos en España. En concreto el descontento infinito que los maestros de nuestro país sienten con toda razón, toma carta de naturaleza en uno de los capítulos iniciales de la novela. Marcos Alonso —docente él mismo— no duda en atribuir a quienes tienen la tarea de enseñar la clave que solucionará el futuro:
—No habrá que pedir, al contrario tendremos que dar. En realidad la solución al primer problema está en el segundo problema: los maestros (…) son ellos los que enseñan a pescar y a cultivar; los que pueden conseguir que nuestros instrumentos y producciones sean mejores. Son ellos los que arrojan luz para que nuestros ojos puedan ver. Sin ellos no distinguiremos el camino y nos perderíamos. Pero si la luz no se alimenta con buena leña, ni se protege del fuerte viento, terminará extinguiéndose (…)
Otra de las señales del estilo de Marcos Alonso que brilla en esta narración y que no sorprende a quienes más conocemos su obra, es la ironía y el fino sentido del humor. En el caso de Andamana, la reina mala esta herramienta se usa de manera mordaz sobre todo en la primera parte. A medida que el drama crece en intensidad, tal cualidad —aunque no desaparece del todo— se dosifica y empalidece. En un momento de la novela, cuando los personajes ya son arquetipos de seres humanos intemporales, la fuerza de la historia abarca al autor que no puede o no quiere sustraerse al empuje del argumento que se ramifica en los distintos individuos a medida que estos cobran autonomía y solidez.
El estilo de Alonso, además, se caracteriza por momentos de hondo lirismo que descubren al poeta que también esculpe su sensibilidad, y por descripciones precisas que sirven para que el lector adivine un hondo amante de Gran Canaria, de sus paisajes, de sus costumbres: mar, montaña, bosques misteriosos, el territorio abrupto pero dotado de una hermosura que difícilmente se encontrará en cualquier otra parte del mundo, los amaneceres, los ocasos, las noches, las nieblas, la lluvia… Nada escapa a la capacidad de observación y evocación del autor

El argumento y los personajes

La trama, en apariencia, es sencilla: Andamana, hija del Gran Mencey, ha de demostrar su legitimidad de la que hay serias dudas, para aspirar a suceder a su padre. Para ello idea un plan complejo que le asegurará el control de la Isla en persona o en diferido a través de su hijo Artemi —que también existió—, a quien ha elegido como su sucesor, frente a su hermano mellizo Taré, quien —según desveló el oráculo— será rey del mar. Para que este plan triunfe, contará con el apoyo y la voluntad de los achicaxnas (la mano de obra, los parias, la clase baja, el proletariado, los siervos de los señores feudales); pero no diré cómo logra este apoyo, porque a partir de aquí se desarrolla una intriga que se complica línea a línea y no deja de asombrar al lector con continuas vueltas de tuerca hasta llegar a las grandes sorpresas finales que, sin embargo, son las que acaban de situar todas las piezas del puzzle en su lugar. Así, la resolución de la trama es lógica y brillante. El lector no puede sentirse engañado por argucias de autor, puesto que cada supuesta sorpresa final se ha advertido previamente con sutiles avisos o pistas distribuidas y dosificadas adecuadamente por el texto.
La estructura formal de la novela es lineal, aunque —como acabo de señalar— se bifurca entre los personajes principales: Andamana, Gumidafe, Artemi y Taré.
En sus manos los protagonistas se convierten en tipos llenos de matices lo que les dota de enorme verosimilitud. En este caso, y a pesar del título en que parece advertirnos de que hay que ir contra ella por su maldad, Andamana es un retrato prodigioso, poliédrico, hondo, lleno de vericuetos que la convierten en alguien por quien el lector se siente atraído. Pero no es el único caso, todos los personajes importantes de la trama y alguno de los que en el cine adoptarían el papel de actores de reparto, parecen personas con quienes podríamos cruzarnos en cualquier momento de nuestra vida. Incluso los antagonistas de Andamala tienen ángulos de luz que evitan en el lector caer en la habitual dicotomía narrativa entre buenos y malos. ¿Es mejor Taré que Windlord? Sí. No. ¿Por qué? ¿Puede Artemi actuar de un modo diferente a como lo hace? Quizá sí, pero cualquiera que lea la obra determinará que si hubiera tomado otras decisiones que las que toma habría ido muy en contra de sí mismo… Podría formular preguntas similares respecto del resto de personajes, pero si lo hiciera daría excesivas pistas sobre el desarrollo de la obra, cosa que no haré.

Conclusión

Andamana, hermosa mujer cuyo rostro siempre va cubierto por un antifaz que oculta los desperfectos de su cara tras un incendio cuando era una niña, es el retrato de la ambición, de la sed de poder por encima de todo y de todos a quienes utiliza a su antojo y como meros instrumentos para alcanzar sus fines. (¿Será su máscara una metáfora del corazón de los ambiciosos?). No es el único personaje, como ya he escrito, cuya vida se rige por esta cuestión, pero es que Andamana, además, tiene otra característica: bajo tal sed de poder, vive una mujer cuyos sentimientos y pasiones (incluidos amor y ternura) no distan en nada de los sentimientos y pasiones de cualquier humano. Vivir atrapado en tal contradicción tiene que ser complicado, y Marcos Alonso sale airoso de esta complejidad, logrando un retrato equilibrado, atractivo y que no deja indiferente al lector.
En fin, Andamana, la reina mala es una ficción que, partiendo de hechos y personajes históricos, pretende diseccionar los mecanismos de la sed de poder que atrapa a muchos individuos y analizar las consecuencias a donde puede llevarlos, y lo hace demostrando que narrar es más que una mera pasión de aficionado, como, por otra parte, ya sabemos quienes leemos sus textos desde hace algunos años.