TÍUTLO Pretérito Imperfecto.
AUTOR: Mercedes Pinto Maldonado
EDITORIAL: LIBRO KINDLE AMAZON.ES, AGOSTO 2012
267 páginas estimadas
Cuando anoche acabé la
lectura de Pretérito Imperfecto, le comenté
a la autora a través de Twitter, que quería escribir algunas palabras
sobre su novela que fueran capaces de dibujar algo de la emoción que sentía.
Pude hacerlo de inmediato, pero pensé que quizá me dejase llevar demasiado
por ese sentimiento, lo que impediría que fuera mínimamente objetivo. Digo
mínimamente, porque con una amiga es imposible ser objetivo, ni siquiera lo
pretendo. Mercedes Pinto lo es desde hace algo más de dos años, cuando por una
de esas navegaciones azarosas en que uno se embarca en Internet, di con otra de
sus novelas, Maldita que, en esos
momentos, iba publicando por entregas —una cada noche— en su blog. Después de
aquello vino La Última Vuelta del Scaife (así
titulada en papel, la obra que en Kindle
atiende por Josué el Errante),
que también fue objeto de un comentario por mi parte. Pero lo importante entre
libro y libro es que fuimos ahondando en la amistad. Esto quiere decir, entre otras cosas, que siempre
estoy predispuesto favorablemente hacia la obra y la persona de Mercedes.
Hecha esta
advertencia —necesaria para que el lector posea todos los datos—, he de decir
que uno puede estar inclinado positivamente hacia una obra, pero que llega un
momento en que la novela te atrapa, te seduce, te envuelve —o abraza—, o todo
lo contrario. Y en los tres casos citados, los relatos de Mercedes se alzaron
como criaturas vivas absorbiéndome la atención durante su lectura.
Pretérito Imperfecto es una novela no muy larga que trata, bajo mi
humilde punto de vista, sobre la culpa, uno de esos eternos temas de la
literatura que son la urdimbre más oculta de muchas obras literarias. Por
afinar un poco más, reflexiona sobre la necesidad de redención de la culpa. Por
lo que he visto en la promoción de la novela, este aspecto se soslaya, o no se
entra en él. Se habla de amor y de amistad, y sin duda que son ingredientes
fundamentales en la narración, pero, según mi particular óptica, repito, ambos
están al servicio o son el vehículo por el que los personajes de la novela —fundamentalmente
Estela y Rafael— intentan encontrar la redención a ese sentimiento que les ha
lastrado durante su existencia.
El argumento de
Pretérito Imperfecto se desarrolla
durante dos momentos diferentes: la infancia de Estela (entorno a 1973) y la
actualidad. En este intervalo de tiempo —tan presente para quien esto escribe,
pues coincide casi con su cronología: en 1973 uno cumplía once años—, el
lector no sólo asiste a la evolución de la vida de la protagonista de la
novela, Estela —incluyendo el tremendo incidente que cambia toda una existencia—,
sino que se percata de cómo la sociedad española se ha transformado del mismo
modo.
Bajo esta
arquitectura formal, usando —como en ella es habitual— la perspectiva del autor
omnisciente, un lenguaje perfectamente accesible a cualquier lector (inclúyase aquí vocabulario,
sintaxis y semántica) y unos diálogos fluidos y a ratos chispeantes, Mercedes
Maldonado se precipita a desbrozar el interior de los personajes. Acaso
influida (bendita influencia) por sus estudios de medicina y por la admiración
confesa a autores como Galdós o Delibles (por citar sólo dos de los más
próximos a nosotros), la narrativa de Mercedes se caracteriza por su capacidad
para entrar en lo más hondo de sus personajes. No es que se trate de una obra
de las llamadas psicológicas (aunque a ratos se aproxima), pero sí una novela
de personajes. No estoy diciendo que la trama de la obra sea baladí para la
autora, al contrario. Como podrá comprobar quien se acerque a ella, el
argumento está trazado con detalle y nada es ocioso; podría decirse, sin miedo
al error, que no da puntada sin hilo. Y aquí convendría apuntar otra de sus
virtudes: la economía de medios, que no la racanería, es decir, no hay nada que
sobre en el texto, ninguna digresión propia de quienes han de demostrar su
calidad o quieren deslumbrar al respetable. No hay concesiones a la galería,
por así decir. Y momentos para ello tiene la novela, momentos que, sin duda,
habrían sido usados por otros: las tentaciones son tan evidentes...
Digo que Pretérito Imperfecto es una novela de
personajes que a través del amor y la amistad intentan redimir su sentimiento
de culpa. Al decir esto, estoy diciendo, que más allá de simplistas diferencias
entre buenos y malos, cuando leemos la novela, la autora nos presenta seres humanos como
nosotros, que no somos malos, pero tampoco somos buenos. O somos un poco de
cada, según y como nos vaya la vida. Salvo un personaje que representa el mal —absolutamente real, por desgracia, como comprobamos por la prensa muy frecuentemente—, todos los demás, con mayor o menor
proximidad a la luz, son trasuntos de personas de carne y hueso, casi como
podríamos ser cualquiera. Para Mercedes Pinto la pureza y la bondad absoluta
sólo están en la infancia, en algunas infancias: Estela niña y Marina —su hija
pequeña—. Para el resto de personas la diáfana claridad va siendo ensuciada por
el propio transcurso de la vida.
De modo muy
especial, quien suscribe —y esto es muy personal— se ha sentido absorbido por
Rafael, el abuelo de la protagonista: Estela o Lita o Gorrión. De hecho —aunque a Mercedes probablemente esto le guste menos—
para mí, Rafael es el protagonista verdadero de la obra. Como viene a decir en
un momento de la novela, refiriéndose a él, le gustaba sentarse como las
visitas, un poco alejado, pero formando parte del grupo. Silencioso, pero
siempre atento. Con la suficiente perspectiva como para poder comprender mejor
la situación. Desde el principio —si el lector es lo suficientemente atento—
descubre en la bondad y entrega de Rafael con sus nietas, sobre todo con
Estela, algo que va más allá de lo habitual. Pronto uno se da cuenta de que
actúa así, porque siembra para el futuro, porque esa dedicación será la semilla
que podrá salvarlas de caer por alguno de los precipicios que la vida pone bajo
nuestros pies; pero también porque hay algo en su pasado que intenta remedar.
De algún modo es la acción con la que intenta expiar una vieja culpa.
Estela —o Lita
o Gorrión—, es el vivo retrato de
nuestra sociedad contemporánea. Estela adulta es el típico ser humano que
transita por la existencia de error en error, de fracaso en fracaso; es el
típico representante contemporáneo de nuestra cultura atravesado por un sinfín
de dudas, miedos, prisas… Es, en fin, un ser gris y titubeante, absorbida
permanentemente por un sentimiento de culpa que, en su caso —y pronto lo
descubrimos— es el peor de los sentimientos de culpa, porque está anclado en la
inocencia. Terrible paradoja por la que deambulan tantas existencias sintiéndose
culpables de algo que, en realidad, es un fracaso originado porque alguien ha
causado un daño irreparable. Pero, al mismo tiempo, Estela —o Lita o Gorrión— es el vivo retrato de cualquiera
de nosotros que, a pesar de lo anteriormente dicho, sabe que hay un mundo
mejor, que puede y debe aspirar a encontrar algo similar a la felicidad, a ese
paraíso que habitó durante su infancia.
¿Si Estela es
una mujer como cualquiera de nosotros, dónde está la novela?
La novela está,
precisamente, en explicar por qué en el caso de Gorrión se pasa de la luz a la oscuridad, cómo se reconstruye la
personalidad derrumbada y se destapa un secreto que, como una losa, ha aplastado
la vida de una persona desde los nueve años de edad. La novela está en la emoción que va ganando al lector página a página (posición a posición se diría en terminología Kindle), cuando va intuyendo y descubriendo que el amor en cada una de sus posibles manifestaciones tiene que enfrentarse contra la torpeza humana y, en algunos casos, la maldad y, a diferencia de los libros con magos o súper héroes, a veces no llega la victoria en el instante primero, sino que ésta se demora, y tarda tanto que parece que no ha de llegar nunca.
Estela y
Rafael no son los únicos personajes. Hay más, unos trazados con más detalle (Chari,
Marina, Miguel Ángel, Matilde, el Guarro, Elías, Lucas, Daniel…), otros apenas
son figurantes (Lola, Pitu, Canijo…), como no puede ser de otro modo, y
precisamente esa diferencia de tratamiento otorga mucha verosimilitud a lo
escrito, que es otra de las características de la obra de Mercedes Pinto: todo
cuanto narra no sólo es plausible, sino que parece rescatado de ahí mismo, de
nuestro lado, si hasta he sentido en mi paladar —ya sabe que los sentidos del
gusto y del olfato son los más evocativos— el sabor inconfundible de los
quesitos tantas veces merendados por Gorrión.
No me extiendo
más, sólo una anécdota, a modo de cierre. Cuando La Última Vuelta del Scaife pasó a la
edición digital cambió su título, como ya he comentado. Y aunque la novela no ha perdido nada de su
mérito, Josué el Errante es un título
menos afortunado, según mi particular criterio. Sin embargo, cuando Mercedes
Pinto andaba tras la búsqueda de un editor a quien presentar su manuscrito,
barajaba otros posibles títulos para la novela aquí reseñada. Si hubiera acabado llamándose como
uno de los que estuvo barajando, hubiera acertado menos que con el que al final
ha sido escogido. Pretérito Imperfecto me
parece mucho más acertado y más acorde con el propio asunto de la novela, cuya
lectura, bajo mi punto de vista, no defraudará a nadie, desde el título hasta la última frase.