miércoles, 21 de diciembre de 2016

CELEBRACIÓN DE LAS CARICIAS (Reedición. A Faustina María García, mi madre, in memoriam)

¿Desde hace cuántos meses o años, no publico nada aquí...? A la vista queda, es muy sencillo, un poco más abajo descubriréis que desde el 16 de julio de 2015 este blog entró en un silencio que hoy por fin se rompe. 
Todo tiene su explicación, pero sería tan largo, sería tan tedioso. 
Hace más de siete años (el 2 de diciembre de 2009) publiqué esta entrada que ahora reedito.
Entonces aún todo era posible y todo estaba muy lejos, casi al otro lado de la vida.
Pero justo un par de años más tarde -poco más o menos- empezó el camino del dolor y la enfermedad, ése que antes o después cada humano sigue.
No me siento especial. Ni el luto de mi corazón difiere en mucho del resto de mujeres y hombres que perdieron un día a uno de los seres más queridos. En este sentido soy como el cien por cien de individuos de la especie.
Su enfermedad que -¿casualmente?- concluyó con su muerte el pasado 2 de diciembre de 2016 -y juro que hasta ahora no he descubierto la coincidencia- me obliga a este sencillo homenaje de amor y gratitud eterna.
Quizá regrese poco a poco a este rincón de la Red. Quizá no. Aún es pronto para saberlo, pero eso es lo de menos. Lo que en verdad importa es que en vísperas de las navidades, deseo felicitaros a todos, si es que alguien aún queda por ahí, con la reedición de esta entrada, como una doble tarjeta navideña: el retrato que de ella pintó mi hermano y el texto que entonces me sugirió y que hoy, una vez leído, sigue siendo igual de válido... O quizá cobra aún más fuerza.


Retrato de nuestra madre,
pintado en estas últimas semanas por Mariano Carabias María



El tiempo pasa, pero hoy queda detenido. Esa sonrisa aún ilumina la memoria de mi infancia, la astucia de sus ojos y esa habilidad mágica de sus dedos nunca quietos para tener todo listo a tiempo: casa, ropa, comida... caricias.
Envuelta por la luz es más ella de lo que se figura.
Cuando los dedos toman los pinceles, emprenden un baile inexplicable para el resto de los mortales. Sólo quien ha sido testigo de este milagro entiende que sus pinceladas sean capaces de reventar sobre la inanimada superficie de la tabla o del lienzo o del papel y que por ello algunos de sus trazos, más que pinceladas, sean caricias.
Y a veces sucede que el tiempo detenido fondea en el alma para llenar una de sus oquedades con el recuerdo de caricias y de pinceladas... Pinceladas sobre piel y caricias sobre lienzo... Dedos que dibujaban afecto sobre la infancia y pinceles que trazaban caricias con todas las formas y todos los colores.