lunes, 15 de junio de 2015

Marian Raméntol, "Primaria decisiva e inaprensible" (poemario)

A la sombra ardiente de la sangre
Primaria, decisiva e inaprensible.
Marian Raméntol, Serratosa.
Poesía. editorial Alkaid, Valladolid 2015

Portada del libro
«Primaria, decisiva e inaprensible» es un paso más en la fluvial escritura de Marian Raméntol, quien, a lo largo del último lustro o más, nos deslumbra con su poesía al ritmo de una respiración de ser humano fieramente herido (o malherido) por un sentimiento de deseo, de vacío y dolor en lo más profundo del abismo personal, que sólo se puede aliviar con la más honda y quirúrgica de las alquimias inventadas por la humanidad: la palabra poética.
Como siempre, al menos hasta donde alcanza mi lectura de sus poemarios, sus versos riman con el subconsciente herido y solitario, amedrentado e insatisfecho, dubitativo y sediento, como si brotaran o destilaran de ese magma ardiente e imparable, aunque quizá invisible para muchos, pero esto es otro tema.
Alguien dijo (con revolucionaria exactitud) que lo más profundo del ser humano es su piel. Marian Raméntol excavó en la frase y la tornó disparo certero, un diez sobre el centro de la diana: la piel es cuanto llamamos cuerpo u organismo. Todo (nos) sucede sobre él o dentro de él o en sus márgenes o, como muy lejos, en el horizonte de la mirada, quizá de un sueño. Todo sucede, digo, en esa selva de huesos, arterias, venas, vísceras, músculos, tendones, nervios, neuronas… Todo sucede, reitero, en esta selva tan hermosa y precisa, armónica y exuberante, donde la vida —como océano o como huracán o como arpegio de vacío y soledad— nos zarandea y donde transcurre la agonía de existir.
En este poemario subyace un dolor que tiene que ver —creo— con un vacío, con una ausencia irreparable y que cruza en vertical los versos, puesto que el ‘relato’ del poemario, más que avanzar se zambulle, bucea hacia la fosa abisal del corazón a través de las arterias, de las miradas, del pensamiento, de las caricias, del sexo deseado.
Si siempre el lector culmina con su lectura la escritura de un libro, en el caso de la poesía es algo, además de indudable, determinante. Pues bien, en la poesía de M. R. (espeleóloga, por no decir habitante, del subconsciente, de lo onírico, de lo sub-real —acaso lo más real, aunque también lo más irracional y hermético, lo que provoca dificultades para el lector medio, apenas entrenado para algo diferente del cartesianismo racional que impera en occidente—) tal cualidad se eleva a la enésima potencia. Para leer su poesía es necesaria una sobredosis de participación del lector en la ‘re-creación’ del poema, porque el sentido evocativo del lenguaje poético adquiere su máximo esplendor y si, además —como sucede siempre con la poesía de Marian— asistimos con mirada de amanecer a las imágenes, sinestesias, metáforas, alegorías, continuas y cada vez más arriesgadas e inconformistas (como vencejos esquivando los dedos del aire), llegamos al paroxismo absoluto, casi a la ‘re-escritura’ incesante del poema. ¿Cómo encontrar unánime o mayoritaria interpretación en imágenes que tienen la virtud de hacer flexible hasta extremos de horizontes marítimos la semántica de las palabras  más sencillas y cotidianas? 
Creo que nadie podrá tacharme de excesivo si afirmo que en el caso de «Primaria, decisiva e inaprensible» hay tantas versiones, no como lectores, sino como lecturas, como si Marian hubiera escrito un inimitable poemario que, al mismo tiempo, tiene la virtud de ser un andamiaje para que cada mirada  y cada experiencia, cada vacío y cada dolor, cada miedo y cada deseo construya —mientras lee— el edificio necesario con su diseño personal, con los materiales a su alcance, propios e intransferibles.
Marian Raméntol recitando, una de sus pasiones
(Foto tomada de su blog)
Y así, entre el dolor esencial de la especie —insustituible, incurable, acaso nutricio mal que nos pese, pues el deseo, en el fondo, es prueba evidente de carencia— y la reflexión continua sobre la esencia de su poética, discurre, a mi modo de ver, este poemario que concluye con un cegador fogonazo, con un iluminador relámpago de esperanza y eternidad emparentado —así lo ha sentido mi escalofrío— con el famoso soneto de Quevedo. Escribió el poeta del siglo XVII: «serán ceniza, mas tendrán sentido / polvo serán mas polvo enamorado». Dice nuestra poeta del siglo XXI: «y brotaré primaria, decisiva, inaprensible / sobre la sombra de mi muerte».
Uno no sabe si se refiere a sí misma o a la poesía (que, intuyo, ha personificado durante buena parte del poemario) o, lo más probable, a ambas; pero desde ya me lo apunto en el fardel de mis deseos y esperanzas, desde ya lo acumulo a mi respiro y mi horizonte.


3 comentarios:

Flamenco Rojo dijo...

Querido amigo Amando, eres un suertudo por la cantidad de amigos escritores que tienes...Tus reseñas siempre son una referencia.

Un fuerte abrazo,
Pepe Gonce

Marian Raméntol dijo...

Muchísimas gracias por tu generosidad, Amando.

Marina Filgueira dijo...

Es una gran poeta, no me cabe la menor duda y después de tu impecable reseña, solo que por decir, chévere y mi enhorabuena.

Otro beso.