martes, 12 de abril de 2011

Ana Joyanes Romo: "Sangre y fuego"

Título: Sangre y fuego
Autor: Ana Joyanes Romo
Editorial: Idea
1ª edición Santa Cruz de Tenerife, España, año 2011
535 páginas
Me cuesta desde niño adentrarme en libros o películas cuyos protagonistas sean monstruos. Cualquier monstruo me desazona, me asusta, me aboca al vértigo del dolor, el sufrimiento, el miedo, la crueldad… Aunque he de reconocer que estas criaturas forman parte de los sustratos culturales de todos los pueblos. A poco que uno haya leído algo sobre tradiciones literarias orales, descubrirá seres fantásticos y monstruosos en cualquier civilización humana: mediterránea, centroeuropea, africana, egipcia, azteca, maya, india… Lo más probable es que esas criaturas representen el miedo que el hombre ha sentido, y siente, a la muerte y a todo lo que nos lleve a ella, de ahí su pervivencia en esta época de tantos avances científicos, médicos, técnicos y tecnológicos. Los monstruos pueden ser la explicación de muertes y sucesos que no se entienden de modo racional; también pueden ser maquinaciones de los poderosos que funcionen como frenos a determinados deseos y, por qué no, pueden ser fabulaciones acrecentadas sobre determinados individuos que tenían alguna característica o defecto que causaba el pánico, la destrucción y el horror allá por donde pasaban… Lo que está claro es que todos estamos seguros de que no existen vampiros, brujas, zombies, devoradores de almas, malos espíritus, ánimas en pena, almas del purgatorio, médiums… ¿O no está tan claro…?
Esto es lo primero que quería especificar, para que se entienda en sus justos términos todo lo que a continuación diré sobre este libro de Ana Joyanes Romo, que, como debe saberse, es amiga mía –este dato ni me apetece ni quiero ocultarlo-, seguidora de este espacio, lectora de algunos de mis libros y compañera de autoría –junto con otros cinco amigos escritores- en la experiencia colectiva que ha dado como primer fruto la novela Oscurece en Edimburgo.
Quien haya leído la obra de Ana Joyanes Romo tendrá plena conciencia de que su literatura es movimiento, incluso cuando narra momentos de quietud. En la escritora jienense predomina el verbo en todos sus modos, formas y tiempos, para dotar a sus historias de una acción que nunca se detiene. Este dinamismo termina por atrapar la atención del lector que no suele encontrar en sus textos las descripciones de quien contempla un paisaje estático y aquietado. Su modo de trasladarnos –incluso esos horizontes en apariencia inmóviles- tiene que ver con los cineastas que toman la cámara al hombro y, cuando el objeto de su contemplación permanece quieto, son ellos quienes se mueven acercándose o alejándose, rodeándolo o adentrándose en él. Así se podía comprobar ya en Lágrimas mágicas, o en su relato largo publicado en seis entregas en La Esfera Cultural En la cueva de hielo, quizá la extensión de ambos, no permitía saborear del mismo modo esta característica de su prosa.
Otra de las peculiaridades de la forma de narrar de esta tinerfeña de adopción, es su atracción por el mundo de lo fantástico, aunque, a mi modo de ver, yo diría que más que gusto por lo fantástico, sería gusto por introducir lo fantástico en el ámbito de nuestra realidad humana, simplemente tridimensional. En su literatura, el mundo humano no es el único posible, mejor dicho, lo humano está acechado y se comparte –a pesar de que, según su universo literario, normalmente no seamos conscientes de ello- con criaturas que hemos dado en llamar imaginarias: trolls, gnomos, duendes, hadas, ninfas, magos, unicornios… eran los seres que aparecían en los relatos citados. En Sangre y fuego son los monstruos, sobre todo los vampiros, quienes protagonizan (o co-protagonizan) esta historia que transcurre desde el año 175 d. C. en un castro romano situado en un inhóspito lugar de centro Europa y concluye en Barcelona un anochecer cualquiera de octubre de 2009. Aunque en realidad el epicentro de toda la historia acontece a principios del siglo XVI en Sevilla y tiene su réplica (o su premonición, según se mire) en Alejandría, durante la primera parte del siglo quinto de nuestra era. Y ya estoy aludiendo a uno de los logros formales de esta historia: su arquitectura.
La construcción de esta novela se nos revela ambiciosa y, en cierto sentido, compleja, y sin embargo no repercute en la comprensión del lector. Los constantes saltos espacio-temporales (sólo he citado cuatro, hay más, que sin duda han de sorprender al lector), no son meros alardes, todos ellos tienen su razón de ser y sirven para alcanzar la comprensión de la novela. En este sentido no quería dejarme en el tintero la recreación que Ana consigue de parte de la vida de Sevilla durante los primeros tres lustros del siglo XVI y, sobre todo, cómo se ha documentado para hablarnos y mostrarnos sin tapujos la brutalidad hipócrita del poder de la Inquisición. Una documentación que, con gran clase literaria, no se transcribe al texto como quien elabora un resumen histórico, sino que es el sustrato necesario para narrar lo que está sucediendo.
Además de por lo dicho, una novela se graba en los lectores por la fuerza de sus personajes. Mucho más que la peripecia que se nos cuenta –y no desvelaré casi nada de ella-, o cómo se nos cuenta –ya he señalado sus aspectos más evidentes, aunque podría detenerme en otros: la fuerza de los diálogos, su sensibilidad para utilizar todos los sentidos y así zambullir al lector en los ambientes hasta parecer que uno está allí mismo contemplando cuanto ella escribe, el manejo certero del monólogo interior esparcido en sus dosis justas a lo largo de la novela-. Digo que una novela perdura en la conciencia del lector, por sus personajes, por la verosimilitud y fuerza que logre en ellos, como Ana ha conseguido con los suyos, incluso los que podrían catalogarse como figurantes, si de una película u obra de teatro hablásemos. Y esto, me parece, se logra de muy diversos modos, pero sobre todo poniendo mucho cariño en cada uno de ellos, y dotando de personalidad propia a todos, aunque aparezcan poco, aunque aparezcan menos. Cuanto más creíbles, cercanos y plausibles nos parezca un secundario, más fuerza se otorga a los principales.
A mi modo de ver, en esta novela hay cinco personajes fundamentales, pero no los únicos. Como aquí no se realiza un estudio pormenorizado de la obra, sino una reseña (eso sí, más amplia de lo habitual y quizá de lo deseable, porque para eso soy el editor de esta página y es lo que más me apetece en estos momentos), sólo citaré a los cinco, dejando de lado a personajes tan entrañables o tan detestables como Teodoro, don Fernando, Agnés, un soldado español… Los protagonistas humanos más importantes son tres mujeres: Hipatia (la filósofa que vivió y murió en Alejandría a caballo de los siglos IV y V de nuestra era) Blanca (la protagonista femenina absoluta del relato) y su criada Goyita, toda una joya de personaje secundario. Los protagonistas masculinos, Marco Tuccio Mancino y Appio Claudio Rutilo, son dos monstruos a los que uno acaba por admirar y, en cierto sentido, compadecer. O sea que uno acaba tomándolos cierto cariño. No creo que esta distribución sea casual, y mucho menos al comprobar que entre las mujeres citadas figura la sabia alejandrina Hipatia. (Conviene aclarar de inmediato, como se hizo en la presentación y como yo ya sabía de antes, que la Hipatia de Sangre y fuego ya estaba escrita antes de que Alejandro Amenábar filmara su película. De hecho, la aparición del film se convirtió en una terrible duda en el ánimo de la autora a la hora de decidirse a publicar la historia, por suerte esta duda se resolvió a favor de los lectores. Que Hipatia aparezca tanto en la novela como en la obra cinematográfica, es una prueba de que se están consiguiendo redescubrir personas reales que la oficialidad se encargó de intentar eliminar. En el caso que nos ocupa por dos poderosísimas razones; primero por tratarse de una mujer que sobresale en un mundo en el que la mujer sólo tiene que servir para dar placer a los varones, para procrear y educar a la prole; y, segundo, porque, además, difunde ideas que hablan de libertad, tolerancia, racionalidad, respeto, diálogo, en un lugar en que el integrismo religioso del cristianismo oficialista, a partir del maldito decreto de Constantino, se dedicó a laminar la libertad, la ciencia y el pensamiento libre, nada menos que en Alejandría). De todos modos, los protagonistas masculinos, a pesar de su condición de monstruos, son humanos atormentados, apabullados por el dolor y, en el fondo, por su propia fragilidad, pues lo que nosotros aborrecemos de ellos, lo que les otorga el poder sobre los débiles seres humanos, es precisamente lo que a ellos les impide alcanzar lo que tanto ansían. Pero para que un personaje cuaje en el ánimo del lector hasta convertirlo en alguien cercano y de algún modo querido, hay que situarlo en una peripecia determinada y dejar que nos conduzca a lo largo de ella.
Como la mayoría de las grandes novelas, es difícil escoger el tema central de Sangre y fuego, porque son varios los que funcionan como si fueran los cimientos o pilares sobre los que se sustenta. Yo destacaría cuatro: el amor, el destino, la lucha por la libertad y la intolerancia. Y sobre estos, el último. La intolerancia humana, el modo en que el poderoso cercena de raíz y con impune crueldad cualquier intento de romper con lo que desde su posición de superioridad se llama verdad. A sabiendas de que esa verdad no es más que una excusa para mantener el estatus quo, o consolidarlo. Al lector se le plantea el dilema moral de evaluar sobre dos crueldades. La una absolutamente inevitable y la otra como pérfida obra de destrucción donde la voluntad de destruir priva respecto de cualquier otra consideración.
No desvelo nada si transcribo el modo en que se inicia la novela, como una cita:
No soy vicioso. Como no es viciosa el águila que acecha a su presa desde las alturas o el lobo que despedaza una oveja separada del rebaño. No soy vicioso: solo tengo hambre.
Y en otro instante se hace explícito el sentimiento que me crecía mientras lo leía con ansiedad: "¿Puede un león dejar de matar?", se pregunta el propio Marco Tuccio. ¿No está en su propia esencia de león alimentarse de otros animales?, me pregunto a mí mismo. Tendemos a pensar –yo el primero- que los vampiros y otros monstruos al uso y al desuso son especímenes crueles y caprichosos a los que hay que exterminar. Obviamente hay que exterminarlos, en tanto en cuanto son nuestros enemigos, pero pensar que son crueles o que son siempre crueles, cuando está en su esencia alimentarse de sangre humana, es introducir una estimación moral, donde sólo hay fuerza instintiva, donde sólo hay destino, donde la voluntad tiene poco que hacer. Así, estos seres a priori repugnantes, cumplen con su existencia, como cuando nosotros al alimentarnos no entramos en consideraciones morales sobre el dolor que habremos generado a otro ser vivo. Sin embargo, en un momento determinado se chocan con el entramado humano de crueldad sin sentido, violencia gratuita, intolerancia asfixiante. Tanto Marco como Appio en diferentes momentos de su existencia inevitablemente imperecedera, se mezclan en exceso con la estirpe humana. Tampoco lo pueden evitar, pues somos su alimento, ambos nacieron al mundo como seres humanos, en concreto militares romanos, y por tanto conocen bien nuestros sentimientos que en parte aún albergan. Esta convivencia con los humanos deviene en el choque con la intolerancia que causa el integrismo religioso. Es en este punto en el que el lector se ve abocado a tomar una postura, o, al menos, reflexionar sobre el asunto.
Nos asustan (me asustan) nos repugnan (me repugnan), los monstruos y el abismo que representan, esos miedos ancestrales que se esculpen en nuestra conciencia de humanos. Pero a mi modo de ver, es más repugnante y dañino el sentido profundo de exterminio que siempre ha tenido y sigue teniendo nuestra especie. Una determinación animal y atávica que tiende a la destrucción de lo que no se comprenda, de lo que sea diferente a nuestros pensamientos y creencias y de lo que amenace la supremacía de unos grupos o creencias, sobre todo cuando se trata de erradicar yugos que oprimen la libertad del individuo en cualquier ámbito: intelectual, espiritual y corporal.
No puedo ni debo decir mucho más, porque decir cualquier cosa, sería decir demasiado sobre la peripecia concreta de la novela, y cualquier lector podría acusarme de haberle destripado la obra. La novela está aún caliente. Su presentación se produjo en Tenerife el pasado día 30 de marzo, por tanto es probable que haya sido leída por muy pocos lectores, y en su consecuencia, desde aquí sólo puedo esperar que mis palabras sirvan para despertar la curiosidad del lector. Un lector que se encontrará con una historia en que se mezclan todos los sentimientos y pulsiones humanas, una historia en que la vigorosa, ágil y decidida pluma de Ana Joyanes Romo no tiembla al describir un asesinato, una muerte, un encuentro erótico, una escena de ternura, una escena de nigromancia, una puesta de sol, un amanecer, un sentimiento de angustia, la desolación profunda de las almas, un momento de destrucción, unos angustiosos instantes de tortura, una narración donde no hay descanso, donde lo que se cuenta tiene poco o nada de accesorio. Una historia, en fin, en que el lector revive la potencia de esas historias que desde siempre atrapan e hipnotizan porque en ellas se transplanta lo fundamental de la existencia: muerte, odio, venganza, dolor, miedo, ambición, traición, pasión, magia, ternura, y amor…, sobre todo amor, un amor desmedido y desgarrado, un amor que la portada avanza.

14 comentarios:

Anabel dijo...

Jolín, Amando, mira que lees deprisa...

No llevo ni la mitad del libro de nuestra querida Ana, pero estoy completamente de acuerdo con lo que dices.

Un beso, monstruo devorador de libros,

Anabel

Flamenco Rojo dijo...

Sabes Amando que tengo debilidad por tus reseñas...y si a esto le añades que el libro reseñado está escrito por Ana Joyanes...

Un abrazo para vos y un beso para Ana.

FranCCø dijo...

Amando, estoy pensado en ficharte como crítico literario para La Esfera Cultural.
Solo llevo unas páginas leídas de Sangre y fuego y creo que voy a estar totalmente de acuerdo con tu crítica.
Es evidente que Sangre y Fuego es un gran libro.

Francisco

Dacil martin dijo...

Amando, aún estoy leyendo esta novela fantástica e inquietante. Sé que me ocurrirá lo que a ti, lo que a Inma, Iván, y todos aquellos que terminen de leerla: no se puede quedar uno indiferente, hay un antes y un después merecedor de contar y describir, como tu bien has hecho. Es fantástico también observar como la novela hace mella en el lector, que asombrado y bajo su influjo, va asimilando los sabios conocimientos que con tanta sencillez han sido transmitidos. Estoy contigo y con Anabel, la novela es una monstruosidad que hace que devores el libro sin piedad con la vista y el sueño.
Abrazos

Inma Vinuesa dijo...

¡Jo, qué envidia que te tengo!, en la esfera quise hacer una crítica del libro que no desvelara la esencia del libro pero que despertara el ansia de leerlo, me quedé muy corta, después de leer tu reseña me entran ganas hasta de leerlo de nuevo.
A mi me parece un libro impresionante, ya le he dicho a la autora que no debemos privar a la gente de su lectura y que tiene que promocionarlo como Dios manda porque es un gran libro, es de los que traspasan la historia no solo en sus páginas si no por su calidad. Son de los que recuerdas toda la vida.

Unknown dijo...

Después de leer tu reseña, es inevitable tener ganas de leer el libro, ye lo dije una vez y lo repito, si un dìa publicase un libro te llamo para presentarlo.
Un abrazo Amando.
Leo

Amando Carabias dijo...

Muchas gracias a todos.
Mi única intención es resaltar una buena novela, e invitar a su lectura.
Querido, Leo, desde ya tienes a tu presentador. No habría cosa que más me enorgulleciera, pero lo más probable es que merecieras alguien mejor que yo; pero por si acaso, aquí me tienes.

Beatriz Ruiz dijo...

Amando, la escritura de Ana es como ella misma...

Sabes que estuve en esa maravillosa presentación y tengo que decir que todavía no he leído el libro, pero lo haré en breve, claro... lo estoy reservando paa cuando pueda tener unos días de tranquilidad...

emejota dijo...

Por bien invitada a leerla me doy. Buscaremos un huequecillo. Gracias. Un fuerte abrazo extendido.

Abuela Ciber dijo...

Lo tendremos en la lista.

Dices: la destrucción de lo que no se comprenda,

Si bien toda la critica es digna de ser leida despacio y arpreciada, estas palabras marcan en oro.

Cariños

Ana J. dijo...

Querido Amando: llego tarde para agradecerte la maravillosa crítica que has hecho de Sangre y fuego.
No ha sido por falta de ganas, que me moría por leerla, sino que el tiempo no me da para más.
Muchísimas gracias, Amando.
En primer lugar, por leerla. No hay nada más importante para un escritor que el conseguir captar la atención de alguien y que lea y haga suya la historia que ama y en la que ha volcado tanto esfuerzo y sueños.
Después, por tomarte el tiempo necesario para estructurar las ideas con que elaborar una crítica. Y esta crítica es intensa, detallada, profunda, algo que no se improvisa. Para realizarla seguro que has debido de empaparte de la novela hasta los más mínimos detalles, tal es el nivel de análisis y de COMPRENSIÓN que muestras. Porque me llama muchísimo la atención comprobar hasta qué punto has calado en el núcleo de esta historia.
Por último, por la generosidad que derrochas en tus apreciaciones sobre la novela y sobre mi forma de escribir. No es la primera vez que te lo digo: eres extremadamente generoso. No sé si realmente merezco tus palabras, pero me siento muy halagada y querida, a partes iguales.
Gracias, Amando. Eres un gran amigo.
Un abrazo con todo mi corazón.

Ana J. dijo...

Gracias por vuestros comentarios, Anabel, Flamenco (qué bueno contar con tu voto de confianza!!), Francisco, Dácil (me sacas los colores, cielo, no sabes lo mucho que significa tu opinión para mí).
Inma, ¿que te quedaste corta en tu reseña? ¿Compararla con Frankenstein o Drácula es poco? Tu crítica me emocionó y la tengo grabada en la memoria.
Beatriz, no hay día que no toque el llavero que me regalaste esa tarde y que me ayudó a centrarme y disfrutar de la presentación. Espero que leer Sangre y fuego te gratifique.
Gracias por vuestro interés, Leonel, Emejota y Abuela Ciber. Espero que no os defraude, si decidís leerla.
Amando, de nuevo, muchísimas gracias.
Un abrazo muy fuerte a todos.

Amando Carabias dijo...

Querida Ana, aunque es cierto que la subjetividad está presente en mi reseña (ni la he ocultado, ni creo que se pueda dejar de ser subjetivo en esta materia -aunque sólo sea por aplicación de lo que a cada quien le gusta o le disgusta-), te garantizo que el libro tenía que competir con algo muy difícil: el repelús que me producen los vampiros.
Sinceramente -aunque a lo mejor no es fácil de creer- he procurado no pasarme en la valoración que hago. Y sigo manteniendo lo que he apuntado sobre la arquitectura de la novela, sobre tu lenguaje, sobre el modo en que has construido los personajes.
Sólo digo -sin decir nombres- que ahora estoy leyendo una novela de alguien con más notoriedad y no sé si podré acabarla. Y una de las razones para ello es que pesa mucho haber leído antes una novela como la tuya.

Ana J. dijo...

Amando, vuelves a sacarme los colores!!!
Muchas, muchas gracias.
Un abrazo muy, muy grande